martes, 3 de mayo de 2016

FRANCISCO: Regina Coeli de abril 2016 (24, 17, 10 y 3)

REGINA COELI DEL PAPA FRANCISCO
ABRIL 2016 


Plaza de San Pedro
  Domingo, 24 de abril de 2016


Al término de esta celebración jubilar, mi pensamiento se dirige de manera particular a vosotros, queridos chicos y chicas. Habéis venido de Italia y de diversas partes del mundo para vivir momentos de fe y de fraterna convivencia. Gracias por vuestro alegre y bullicioso testimonio. ¡Id hacia adelante con coraje!


Ayer en Burgos (España), fueron proclamados beatos los sacerdotes Valentín Palencia Marquina y sus cuatro compañeros mártires, jóvenes, asesinados por su fe durante la Guerra civil española. Alabemos al Señor por estos valientes testigos suyos, y por su intercesión supliquémosle que libere al mundo de toda violencia.


Siempre está viva en mí la preocupación por los hermanos obispos, sacerdotes y religiosos, católicos y ortodoxos, secuestrados desde hace mucho tiempo en Siria. Que Dios Misericordioso toque el corazón de los secuestradores y conceda lo antes posible a estos hermanos nuestros ser liberados y poder regresar a sus comunidades. Por esto os invito a todos a rezar, sin olvidar a las otras personas secuestradas en el mundo.


Confiamos todas nuestras aspiraciones y nuestras esperanzas a la intercesión de María, Madre de Misericordia.


[Tras la bendición el Pontífice concluyó con estas palabras]


Queridos jóvenes, habéis celebrado el Jubileo: ahora volved a casa con la alegría de vuestra identidad cristiana. De pie, con la cabeza alta, y con vuestro documento de identidad en vuestras manos y en vuestro corazón. Que el Señor os acompañe. Y, por favor, rezad también por mí. Gracias.

 
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Plaza de San Pedro
  Domingo, 17 de abril de 2016


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


El evangelio de hoy (Jn 10,27-30) nos ofrece algunas expresiones pronunciadas por Jesús durante la fiesta de la dedicación del templo de Jerusalén, que se celebraba al fin de diciembre. El se encuentra justo en el área del templo, y quizás aquel espacio sagrado cercado le sugiere la imagen de las ovejas y del pastor. Jesús se presenta como “el buen pastor” y dice: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eternas y no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano» (vv. 27-28). Estas palabras nos ayudan a comprender que nadie puede darse por seguidor de Jesús, si no presta atención a su voz. Y este “escuchar” no se debe de entender de modo superficial, sino cautivante, al punto de hacer posible un verdadero cononocimiento recíproco, del cual puede venir una secuela generosa, expresada en las palabras «y ellas me siguen» (v. 27). ¡Se trata de una escucha no solo del oído, sino una escucha del corazón!

Por lo tanto, la imagen del pastor y de las ovejas indica la estrecha relación que Jesús quiere establecer con cada uno de nosotros. Él es nuestra guía, es nuestro maestro, es nuestro amigo, es nuestro modelo, pero sobretodo es Él nuestro Salvador. En efecto la frase siguiente del pasaje evangélico afirma: «Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás y nadie puede arrebatarlas de mi mano» (v. 28). ¿Quien puede hablar así? Solamente Jesús, porque la “mano” de Jesús es una sola cosa con la “mano” del Padre, y el Padre es «más grande que todos» (v. 29). 


Estas palabras nos comunican un sentido de absoluta seguridad y de inmensa ternura. Nuestra vida está plenamente segura en las manos de Jesús y del Padre, que son una sola cosa: un único amor, una única misericordia, revelados una vez para siempre en el sacrificio de la cruz. Para salvar las ovejas perdidas que somos todos nosotros, el Pastor se ha hecho cordero y se ha dejado inmolar para tomar sobre de sí y sacar el pecado del mundo. ¡De este modo Él nos ha donado la vida, pero la vida en abundancia (cfr Gv 10,10)! Este misterio se renueva, en una humildad siempre sorprendente, en la mesa eucarística. Es allí donde las ovejas se reúnen para nutrirse; es allí que se convierten en una sola cosa, entre ellas y con el Buen Pastor.


Por esto no debemos tener más miedo: nuestra vida está ya salvada de la perdición. Nada ni nadie podrá arrancarnos de las manos de Jesús, porque nada ni nadie puede vencer su amor. ¡El amor de Jesús es invencible! El maligno, el gran enemigo de Dios y de sus creaturas, intenta de muchos modos arrancarnos la vida eterna. Pero el maligno no puede nada si nosotros no le abrimos la puerta de nuestra alma, siguiendo sus adulaciones engañosas.


La Virgen María ha escuchado y seguido dócilmente la voz del Buen Pastor. Que Ella nos ayude a acoger con alegría la invitación de Jesús a convertirnos en sus discípulos, y a vivir siempre en la certeza de estar en las manos paternas de Dios.


Después del Regina Coeli:


Queridos hermanos y hermanas,

Agradezco a cuantos han acompañado con la plegaria la visita que he realicé ayer a la Isla de Lesbos, en Grecia. A los prófugos y al pueblo griego les he llevado la solidaridad de la Iglesia. Estuvieron conmigo el Patriarca Ecuménico Bartolome y el Arzobispo Ieronymos de Atenas y de toda Grecia, para significar la unidad en la caridad de todos los discípulos del Señor. Visitamos uno de los campos de refugiados: provenientes de Iraq, de Afghanistán, de Siria, de África, de tantos Países… Saludamos cerca de 300 de estos prófugos, uno a uno. Los tres: el Patriarca Bartolome, el Arzobispo Ieronymos y yo. Muchos de ellos eran niños; algunos de ellos – de estos niños – han  visto la muerte de sus padres y de sus compañeros, algunos muertos ahogados en el mar. ¡Han visto tanto dolor! Y deseo contar un caso particular, de un hombre joves, non tiene 40 años. Lo he encontrado ayer, con dos de sus hijos. Él es musulmán y me ha contado que estaba casado con una joven cristiana, se amaban y se respetaban recíprocamente. Pero lamentablemente esta joven fue degollada por los terroristas, porque no quiso renegar a Cristo y abandonar su fe. ¡Es una mártir! Y aquel hombre lloraba tanto…


Esta noche un violento terremoto ha golpeado al Ecuador, causando numerosas víctimas e ingentes daños. Oremos por aquellas poblaciones; y también por el Japón, donde han estado ocurriendo algunos terremotos en estos días. Que la ayuda de Dios de los hermanos le de fuerza y sostén.


Hoy es la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, Estamos inviados a rezar por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Es en esta Jornada he ordenado esta mañana once nuevos Sacerdotes. Renuevo mi saludo a los neo-presbíteros, a los familiares y a los amigos; e invito a todos los sacerdotes y a los seminaristas a participar en su Jubileo, en los tres primeros días de junio. Y a vosotros jóvenes, chicos y chicas que estaís en la Plaza: pensad si el Señor no los llama a consagrar la vida a su servicio, ya sea en el sacerdocio, ya sea en la vida consagrada.


Saludo con afecto a todos vosotros, peregrinos provenientes de Italia y de tantas partes del mundo. Están presentes familias, grupos parroquiales, escuelas y asociaciones: los bendigo a todos. Saludo en particular a los fieles de Madrid, San Pablo de Brasil y Varsovia; como también a las peregrinaciones de las diócesis de Cerreto Sannita-Telese-Sant’Agata dei Goti y Siena-Colle Val d’Elsa-Montalcino, acompañados por sus Obispos; a los fieles de Specchia y de Verona; la Coral Laurenziana de Mortara y al grupo “Padres por la terapia intensiva neonatal”.


Estoy cercano a tantas familias preocupadas por el problema del trabajo. Pienso en particular en la situación precaria de los trabajadores italianos de los Call Center: Deseo que sobre todo prevalezca siempre la dignidad de la persona humana y no los intereses particulares.


A todos deseo un buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!


(Traducción del original italiano: http://catolicidad.blogspot.mx)



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 Plaza de San Pedro
Domingo 10 de abril de 2016



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


El Evangelio de hoy narra la tercera aparición de Jesús resucitado a los discípulos a orillas del lago de Galilea, con la descripción de la pesca milagrosa (cf. Jn 21, 1-19). El relato se sitúa en el marco de la vida cotidiana de los discípulos, que habían regresado a su tierra y a su trabajo de pescadores, después de los días tremendos de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Era difícil para ellos comprender lo que había sucedido. Pero, mientras que todo parecía haber acabado, Jesús va nuevamente a «buscar» a sus discípulos. Es Él quien va a buscarlos. Esta vez los encuentra junto al lago, donde ellos habían pasado la noche en las barcas sin pescar nada. Las redes vacías se presentan, en cierto sentido, como el balance de su experiencia con Jesús: lo habían conocido, habían dejado todo por seguirlo, llenos de esperanza... ¿y ahora? Sí, lo habían visto resucitado, pero luego pensaban: «Se marchó y nos ha dejado... Ha sido como un sueño...».


He aquí que al amanecer Jesús se presenta en la orilla del lago; pero ellos no lo reconocen (cf. v. 4). A estos pescadores, cansados y decepcionados, el Señor les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis» (v. 6). Los discípulos confiaron en Jesús y el resultado fue una pesca increíblemente abundante. Es así que Juan se dirige a Pedro y dice: «Es el Señor» (v. 7). E inmediatamente Pedro se lanzó al agua y nadó hacia la orilla, hacia Jesús. En aquella exclamación: «¡Es el Señor!», está todo el entusiasmo de la fe pascual, llena de alegría y de asombro, que se opone con fuerza a la confusión, al desaliento, al sentido de impotencia que se había acumulado en el ánimo de los discípulos. La presencia de Jesús resucitado transforma todas las cosas: la oscuridad es vencida por la luz, el trabajo inútil es nuevamente fructuoso y prometedor, el sentido de cansancio y de abandono deja espacio a un nuevo impulso y a la certeza de que Él está con nosotros.


Desde entonces, estos mismos sentimientos animan a la Iglesia, la Comunidad del Resucitado. ¡Todos nosotros somos la comunidad del Resucitado! Si a una mirada superficial puede parecer, en algunas ocasiones, que el poder lo tienen las tinieblas del mal y el cansancio de la vida cotidiana, la Iglesia sabe con certeza que en quienes siguen al Señor Jesús resplandece ya imperecedera la luz de la Pascua. El gran anuncio de la Resurrección infunde en el corazón de los creyentes una íntima alegría y una esperanza invencibles. ¡Cristo ha verdaderamente resucitado! También hoy la Iglesia sigue haciendo resonar este anuncio gozoso: la alegría y la esperanza siguen reflejándose en los corazones, en los rostros, en los gestos, en las palabras. Todos nosotros cristianos estamos llamados a comunicar este mensaje de resurrección a quienes encontramos, especialmente a quien sufre, a quien está solo, a quien se encuentra en condiciones precarias, a los enfermos, los refugiados, los marginados. A todos hagamos llegar un rayo de la luz de Cristo resucitado, un signo de su poder misericordioso.


Que Él, el Señor, renueve también en nosotros la fe pascual. Que nos haga cada vez más conscientes de nuestra misión al servicio del Evangelio y de los hermanos; nos colme de su Santo Espíritu para que, sostenidos por la intercesión de María, con toda la Iglesia podamos proclamare la grandeza de su amor y la riqueza de su misericordia.



Después del Regina Coeli


Queridos hermanos y hermanas:


En la esperanza que nos dona Cristo resucitado, renuevo mi llamamiento para la liberación de todas las personas secuestradas en zonas de conflicto armado; en particular deseo recordar al sacerdote salesiano Tom Uzhunnalil, secuestrado en Aden, en Yemen, el pasado 4 de marzo.


Hoy en Italia se celebra la Jornada nacional para la Universidad católica del Sagrado Corazón, que tiene por tema «En la Italia de mañana estaré yo». Deseo que esta gran Universidad, que continúa haciendo un importante servicio a la juventud italiana, pueda proseguir con renovado compromiso su misión formativa, actualizándola cada vez más a las exigencias actuales.


Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos procedente de Italia y de diversas partes del mundo. Y también un saludo a los que están haciendo el maratón. En particular, a los fieles de Gandosso, Golfo Aranci, Mede Lomellina, Cernobbio, Macerata Campania, Porto Azzurro, Maleo y Sasso Marconi, con un recuerdo especial para los que se preparan para la confirmación de Campobasso, Marzocca y Montignano.


Doy las gracias por su presencia a los coros parroquiales, algunos de ellos han prestado servicio en estos días en la basílica de San Pedro. ¡Muchas gracias!


A todos os deseo un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!


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Plaza de San Pedro
Domingo 3 de abril de 2016


En este día, que es como el corazón del Año Santo de la Misericordia, mi pensamiento se dirige a todas las poblaciones que tienen más sed de reconciliación y de paz. Pienso en particular en el drama, aquí en Europa, de quien sufre las consecuencias de la violencia en Ucrania: de los que permanecen en las tierras golpeadas por las hostilidades que han causado ya varios miles de muertos, y de todos aquellos —más de un millón— que se vieron obligados a dejarlas por la grave situación que perdura. Los afectados son principalmente ancianos y niños. Además de acompañarlos con mi constante recuerdo y con mi oración, he sentido la necesidad de promover una ayuda humanitaria para ellos. Con esta finalidad se realizará una colecta especial en todas las iglesias católicas de Europa, el próximo domingo 24 de abril. Invito a los fieles a unirse a esta iniciativa con una generosa contribución. Este gesto de caridad, además de aliviar los sufrimientos materiales, quiere expresar mi personal cercanía y solidaridad y la de toda la Iglesia. Deseo vivamente que esto pueda ayudar a promover sin posteriores atrasos la paz y el respeto del derecho en esa tierra tan probada.


Y mientras rezamos por la paz, recordemos que mañana es la Jornada mundial contra las minas antipersona. Demasiadas personas siguen siendo asesinadas o mutiladas por estas terribles armas, y hombres y mujeres valientes arriesgan su vida para desminar los terrenos. ¡Renovemos, por favor, el compromiso por un mundo sin minas!


Por último, envío mi saludo a todos los que habéis participado en esta celebración, en particular a los grupos que cultivan la espiritualidad de la Divina Misericordia.


Todos juntos nos dirigimos en oración a nuestra Madre.


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