ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO
ENERO 2017
Plaza de San Pedro
Domingo 29 de enero de 2017
El pobre de espíritu es el cristiano que que no confía en sí mismo, en sus riquezas materiales, no se obstina en sus propias opiniones, sino escucha con respeto y sigue con gusto las decisiones de los demás. ¡Si en nuestras comunidades existieran más pobres de espíritu, existirían menos divisiones, contrastes y polémicas! La humildad, como la caridad, es una virtud esencial para la convivencia en las comunidades cristianas. Los pobres, en este sentido evangélico, se presentan como aquellos que tienen despierta la meta del Reino de los cielos, haciendo entrever que eso viene anticipado en germen en la comunidad fraterna, que privilegia la compartición de posesiones. Esto quisiera subrayarlo: privilegia la compartición de posesiones. Siempre tener el corazón y las manos abiertas (hace el gesto), no así (hace el gesto). Cuando el corazón es así (hace el gesto), es un corazón cerrado: que ni siquiera sabe cómo amar. Cuando el corazón es así (hace el gesto), va por el camino del amor.
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Plaza de San Pedro
Domingo 22 de enero de 2017
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Plaza de San Pedro
Domingo 15 de enero de 2017
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FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
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SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Plaza de San Pedro
Domingo 29 de enero de 2017
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La liturgia de este domingo nos hace meditar sobre las Bienaventuranzas (cfr Mt 5,1-12a), que abren el gran
discurso llamado “de la montaña”, la “magna carta” del Nuevo
Testamento. Jesús manifiesta la voluntad de Dios de conducir a los hombres
a la felicidad. Este mensaje estaba ya presente en la predicación de
los profetas: Dios está cercano a los pobres y a los oprimidos y los
libera de cuantos los maltratan. Pero en esta su predicación Jesús sigue
un camino particular: comienza con el término «bienaventurados», es
decir felices; prosigue con la indicación de la condición para sertales ; y concluye haciendo una promesa. El motivo de la
bienaventuranza, es decir de la felicidad, no está en la condición
pedida – «pobres de espíritu», «afligidos», «hambrientos de justicia», «perseguidos»… – sino en la sucesiva promesa, de acoger con fe como don de Dios. Se parte de la condición de
dificultad para abrirse al don de Dios y acceder al mundo nuevo, el «reino» anunciado por Jesús. No es un mecanismo automático esto, sino un
camino de vida de seguimiento del Señor, por el cual la realidad de
dificultad y de aflicción es vista en una perspectiva nueva y
experimentada según la conversión que se actúa. No se es bienaventurado
si no se ha convertido, en grado de apreciar y vivir los dones de Dios.
Me detengo en la primera bienaventuranza: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos»(v. 4). El pobre de espíritu es quien ha asumido los sentimientos y las actitudes de los pobres que
en su condición no se rebelan, sino saben ser humildes, dóciles,
disponibles a la gracia de Dios. La felicidad de los pobres – de los
pobres de espíritu – tiene una doble dimensión: en relación a los bienes
y en relación a Dios. En relación a los
bienes, a los bienes materiales, esta pobreza de espíritu es sobriedad:
no necesariamente renuncia, sino capacidad de gustar lo esencial, de
compartir; capacidad de renovar cada día el estupor por la bondad de
las cosas, sin hundirse en la opacidad del consumo voraz. Más tengo, más quiero; más
tengo, más quiero: este es el consumo voraz. Y esto mata el alma. Y
el hombre o la mujer que hacen esto, que tienen esta actitud “más tengo,
más quiero”, no son felices y no llegaran a la felicidad. En la relación de
Dios es alabanza y reconocimiento que el mundo es bendición y que en su
origen está el amor creador del Padre. Pero es también apertura a Él,
docilidad a su señoría: ¡es Él, el Señor, es Él el Grande, yo no soy
grande porque tengo tantas cosas! Es Él: Él que ha querido el mundo para
todos los hombres y lo ha querido para que los hombres fueran felices.
El pobre de espíritu es el cristiano que que no confía en sí mismo, en sus riquezas materiales, no se obstina en sus propias opiniones, sino escucha con respeto y sigue con gusto las decisiones de los demás. ¡Si en nuestras comunidades existieran más pobres de espíritu, existirían menos divisiones, contrastes y polémicas! La humildad, como la caridad, es una virtud esencial para la convivencia en las comunidades cristianas. Los pobres, en este sentido evangélico, se presentan como aquellos que tienen despierta la meta del Reino de los cielos, haciendo entrever que eso viene anticipado en germen en la comunidad fraterna, que privilegia la compartición de posesiones. Esto quisiera subrayarlo: privilegia la compartición de posesiones. Siempre tener el corazón y las manos abiertas (hace el gesto), no así (hace el gesto). Cuando el corazón es así (hace el gesto), es un corazón cerrado: que ni siquiera sabe cómo amar. Cuando el corazón es así (hace el gesto), va por el camino del amor.
Que la Virgen María, modelo y primicia de los pobres de espírito porque
totalmente dócil a la voluntad del Señor, nos ayude a abandonarnos a
Dios, rico en misericordia, para que colme de sus dones, especialmente de la abundancia de su perdón.
Queridos hermanos y hermanas,
como
veís, han llegado algunos invasores… ¡están aquí! Se celebra hoy la
Jornata Mundial de los enfermos de lepra. Esta enfermedad, mientras siga
estando de
regreso, está incluso entre las más temidas y golpea a los más pobres y
marginados. Es importante luchar contra este morbo, pero también contra
las discriminaciones que eso genera. Aliento a cuantos están
comprometidos en el socorro y en el reinsertamiento social de personas
golpeadas del mal de
Hansen, para las cuales aseguramos nuestra oración.
Saludo con
afecto a todos vosotros, venidos de diversas parroquias de Italia y de
otros
Países, comotambién las asociaciones y los grupos. En particular, saludo
a
los estudiantes de Murcia y Badajoz, a los jóvenes de Bilbao y a los
fieles de
Castellón. Saludo a los peregrinos de Reggio Calabria, Castelliri, y al
grupo siciliano de la Asociación Nacional de Padres. Deseo también
renovar mi cercanía a las poblacones de Italia Central que
ahora sufren las consecuencias del terremoto y de las difíciles
condiciones atmosféricas. Que no se pierda para estos nuestros hermanos y
hermanas el constante apoyo de las instituciones y la común
solidaridad. ¡Y por
favor, que cualquier tipo de burocracia no los haga esperar y además
sufrir!.
Me dirijo ahora a vosotros, jóvenes y jovencitas de la Acción Católica, de las parroquias y de las escuelas católicas de
Roma. Que este año, acompañados del Cardenal Vicario, habeís venido al
terminar la “Caravana de la Paz”, cuyo eslogan es Rodeados de Paz: bello, el eslogan. Gracias por vuestra presencia y por vuestro generoso
compromiso en construir una sociedad de paz. Ahora, todos escuchemos el
mensaje que vuestros amigo, que se encuentran junto a mi, nos leerán.
[lectura del mensaje]
Y ahora son lanzados los globos, símbolo de paz. Símbolo de paz...
A todos deseo un buen domingo, deseo paz, humildad, compartir en
vuestras familias. Por favor, no se olveden de rezar por mí, ¡Buen
almuerzo y adiós!.
Traducción del original italiano [http://catolicidad.blogspot.com]
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Plaza de San Pedro
Domingo 22 de enero de 2017
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (cf. Mateo 4, 12-23) narra el inicio de la
predicación de Jesús en Galilea. Él deja Nazaret, una aldea de las
montañas, y se establece en Cafarnaúm, un centro importante a orillas
del lago, habitado en su mayor parte por paganos, punto de cruce entre
el Mediterráneo y el interior mesopotámico. Esta elección indica que los
destinatarios de su predicación no son sólo sus compatriotas, sino
todos los que llegan a la cosmopolita «Galilea de los gentiles» (v 15;
cf. Isaías 8, 23): así se llamaba. Vista desde la capital
Jerusalén, aquella tierra es geográficamente periférica y religiosamente
impura, porque estaba llena de paganos, por la mezcla con quienes no
pertenecían a Israel. Ciertamente de Galilea no se esperaban grandes
cosas para la historia de la salvación. Y sin embargo, justamente desde
allí — justo desde allí— se difunde aquella “luz” sobre la cual hemos
meditado los domingos pasados: la luz de Cristo. Se difunde precisamente
desde la periferia. El mensaje de Jesús reproduce el del Bautista,
proclamando el «Reino de los Cielos» (v. 17). Este Reino no conlleva la
instauración de un nuevo poder político, sino el cumplimiento de la
alianza entre Dios y su pueblo, que inaugurará un periodo de paz y de
justicia. Para estrechar este pacto de alianza con Dios, cada uno está
llamado a convertirse, transformando su propio modo de pensar y de
vivir. Esto es importante: convertirse no solo es cambiar la manera de
vivir, sino también el modo de pensar. Es una transformación del
pensamiento. No se trata de cambiar la ropa, ¡sino las costumbres! Lo
que diferencia a Jesús de Juan Bautista es el estilo y el método. Jesús
elige ser un profeta itinerante. No se queda esperando a la gente, sino
que se dirige a su encuentro. ¡Jesús está siempre en la calle! Sus
primeras salidas misioneras tienen lugar alrededor del lago de Galilea,
en contacto con la muchedumbre, en particular con los pescadores. Allí
Jesús no sólo proclama la llegada del Reino de Dios, sino que busca
compañeros que se asocien a su misión de salvación. En este mismo lugar
encuentra dos parejas de hermanos: Simón y Andrés, Santiago y Juan; les
llama diciendo: «Venid conmigo y los haré pescadores de hombres» (v.
19). La llamada les llega en plena actividad de cada día: el Señor se
nos revela no de manera extraordinaria o asombrosa, sino en la
cotidianidad de nuestra vida. Ahí debemos encontrar al Señor; y ahí Él
se revela, hace sentir su amor a nuestro corazón; y ahí —con este
diálogo con Él en la cotidianidad de nuestra vida— cambia nuestro
corazón. La respuesta de los cuatro pescadores es rápida e inmediata:
«al instante, dejando las redes, le siguieron» (v. 20). Sabemos
efectivamente que habían sido discípulos del Bautista y que, gracias a
su testimonio, ya habían empezado a creer en Jesús como el Mesías (cf. Juan 1, 35-42).
Nosotros, cristianos de hoy en día, tenemos la alegría de proclamar y
testimoniar nuestra fe, porque hubo ese primer anuncio, porque
existieron esos hombres humildes y valientes que respondieron
generosamente a la llamada de Jesús. A orillas del lago, en una tierra
impensable, nació la primera comunidad de discípulos de Cristo. Que la
conciencia de estos inicios suscite en nosotros el deseo de llevar la
palabra, el amor y la ternura de Jesús a todo contexto, incluso a aquel
más dificultoso y resistente. ¡Llevar la Palabra a todas las periferias!
Todos los espacios del vivir humano son terreno al que arrojar las
semillas del Evangelio, para que dé frutos de salvación.
Que la Virgen María nos ayude con su maternal intercesión a responder
con alegría a la llamada de Jesús, a ponernos al servicio del Reino de
Dios.
Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas:
Estamos en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Este
año tiene como tema una expresión tomada de San Pablo, que nos indica
el camino a seguir. Y dice así: «El amor de Cristo nos empuja a la
reconciliación” (cf 2 Corintios 5, 14).
El próximo miércoles concluirá la Semana de Oración con la
celebración de las Vísperas en la Basílica de San Pablo Extramuros, en
la que participarán los hermanos y las hermanas de otras Iglesias y
Comunidades cristianas presentes en Roma. Os invito a perseverar en la
oración, con el fin de que se cumpla el deseo de Jesús: «Para que todos
sean uno» (Juan 17, 21).
Durante los días pasados, el terremoto y las fuertes nevadas han
puesto nuevamente a dura prueba a muchos de nuestros hermanos y hermanas
del centro de Italia, especialmente en Abruzzo, Marche y Lazio. Con la
oración y el afecto estoy cerca de las familias que han tenido víctimas
entre sus seres queridos. Animo a todos los que están ocupados con gran
generosidad en las tareas de rescate y asistencia; así como a las
Iglesias locales, que están trabajando para aliviar los sufrimientos y
las dificultades. Muchas gracias por esta cercanía, por vuestro trabajo y
la ayuda concreta que lleváis. ¡Gracias! Y os invito a rezar junto a la
Virgen por las víctimas y también por los que con gran generosidad se
esfuerzan en las operaciones de rescate.
En el lejano Oriente y en varias partes del mundo, millones de
hombres y mujeres se preparan para celebrar la conclusión del Año lunar
el 28 de enero. Que mi cordial saludo llegue a todas sus familias, con
el deseo de que se conviertan cada vez más en una escuela donde se
aprende a respetar al otro, a comunicar y a cuidar los unos de los otros
de un modo desinteresado. Que la alegría del amor pueda propagarse
dentro de las familias y que se irradie a toda la sociedad.
Y a todos os deseo un buen domingo. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
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Plaza de San Pedro
Domingo 15 de enero de 2017
Queridos hermanos y hermanas:
En el centro del Evangelio de hoy (Juan 1, 29-34) está la
palabra de Juan Bautista: «Este es el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo» (v. 29). Una palabra acompañada por la mirada y el
gesto de la mano que le señalan a Él, Jesús. Imaginamos la escena.
Estamos en la orilla del río Jordán. Juan está bautizando; hay mucha
gente, hombres y mujeres de distintas edades, venidos allí, al río, para
recibir el bautismo de las manos de ese hombre que a muchos les
recordaba a Elías, el gran profeta que nueve siglos antes había
purificado a los israelitas de la idolatría y les había reconducido a la
verdadera fe en el Dios de la alianza, el Dios de Abrahán, de Isaac y
de Jacob.
Juan predica que el Reino de los cielos está cerca, que el Mesías va a
manifestarse y es necesario prepararse, convertirse y comportarse con
justicia; e inicia a bautizar en el Jordán para dar al pueblo un medio
concreto de penitencia (cf Mateo 3, 1-6). Esta gente venía para
arrepentirse de sus pecados, para hacer penitencia, para comenzar de
nuevo la vida. Él sabe, Juan sabe, que el Mesías, el Consagrado del
Señor ya está cerca, y el signo para reconocerlo será que sobre Él se
posará el Espíritu Santo; de hecho Él llevará el verdadero bautismo, el
bautismo en el Espíritu Santo (cf Juan 1, 33).
Y el momento llega: Jesús se presenta en la orilla del río, en medio
de la gente, de los pecadores —como todos nosotros—. Es su primer acto
público, la primera cosa que hace cuando deja la casa de Nazaret, a los
treinta años: baja a Judea, va al Jordán y se hace bautizar por Juan.
Sabemos qué sucede —lo hemos celebrado el domingo pasado—: sobre Jesús
baja el Espíritu Santo en forma de paloma y la voz del Padre lo proclama
Hijo predilecto (cf Mateo 3, 16-17). Es el signo que Juan
esperaba. ¡Es Él! Jesús es el Mesías. Juan está desconcertado, porque se
ha manifestado de una forma impensable: en medio de los pecadores,
bautizado como ellos, es más, por ellos. Pero el Espíritu ilumina a Juan
y le hace entender que así se cumple la justicia de Dios, se cumple su
diseño de salvación: Jesús es el Mesías, el Rey de Israel, pero no con
el poder de este mundo, sino como Cordero de Dios, que toma consigo y
quita el pecado del mundo.
Así Juan lo indica a la gente y a sus discípulos. Porque Juan tenía
un numeroso círculo de discípulos, que lo habían elegido como guía
espiritual, y precisamente algunos de ellos se convertirán en los
primeros discípulos de Jesús. Conocemos bien sus nombres: Simón, llamado
después Pedro, su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan. Todos
pescadores, todos galileos como Jesús.
Queridos hermanos y hermanas: ¿Por qué nos hemos detenido mucho en
esta escena? ¡Porque es decisiva! No es una anécdota, es un hecho
histórico decisivo. Es decisiva por nuestra fe; es decisiva también por
la misión de la Iglesia. La Iglesia, en todos los tiempos, está llamada a
hacer lo que hizo Juan el Bautista, indicar a Jesús a la gente
diciendo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo».
Él es un el único Salvador, Él es el Señor, humilde, en medio de los
pecadores. Pero es Él. Él, no es otro poderoso que viene. No, no. Él.
Y estas son las palabras que nosotros sacerdotes repetimos cada día,
durante la misa, cuando presentamos al pueblo el pan y el vino
convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este gesto litúrgico
representa toda la misión de la Iglesia, la cual no se anuncia a sí
misma. Ay, ay cuando la Iglesia se anuncia a sí misma. Pierde la
brújula, no sabe dónde va. La Iglesia anuncia a Cristo; no se lleva a sí
misma, lleva a Cristo. Porque es Él y solo Él quien salva a su pueblo
del pecado, lo libera y lo guía a la tierra de la vida y de la libertad.
La Virgen María, Madre del Cordero de Dios, nos ayude a creer en Él y a seguirlo.
Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy se celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado,
dedicada al tema «Menores migrantes, vulnerables y sin voz». Estos
nuestros hermanos pequeños, especialmente si no están acompañados, están
expuestos a muchos peligros. Y os digo, ¡hay muchos! Es necesario
adoptar toda medida posible para garantizar a los menores migrantes la
protección y la defensa, como también su integración.
Dirijo un saludo especial a la representación de distintas
comunidades étnicas aquí reunidas. Queridos amigos, os deseo vivir
serenamente en las localidades que os acogen, respetando las leyes y las
tradiciones y, al mismo tiempo, custodiando los valores de vuestras
culturas de origen. ¡El encuentro de varias culturas es siempre un
enriquecimiento para todos! Doy las gracias a la oficina Migrantes de la
diócesis de Roma y a los que trabajan con los migrantes para acogerlos y
acompañarlos en sus dificultades, y animo a continuar esta obra,
recordando el ejemplo de santa Francisca Javier Cabrini, patrona de los
migrantes, de la cual se celebra este año el centenario de su muerte.
Esta religiosa valiente dedicó su vida a llevar el amor de Cristo a los
que estaban lejos de la patria y de la familia. Que su testimonio nos
ayude a cuidar del hermano forastero, en el cual está presente Jesús,
que a menudo sufre, es rechazado y humillado. Cuántas veces en la Biblia
el Señor nos ha pedido acoger a migrantes y forasteros, recordándonos
que también nosotros somos forasteros.
Saludo con afecto a todos vosotros, queridos fieles procedentes de
distintas parroquias de Italia y de otros países, como también a las
asociaciones y a los distintos grupos. En particular, los estudiantes
del Instituto Meléndez Valdés de Villafranca de los Barros, España.
A todos os deseo un feliz domingo y buen almuerzo. Y nos os olvidéis de rezar por mí. ¡Hasta pronto!
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FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
Plaza de San Pedro
Domingo 8 de enero de 2017
Domingo 8 de enero de 2017
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, fiesta del Bautismo de Jesús, el Evangelio (Mt 3,13-17) nos presenta la escena
ocurrida a orillas del río Jordán: en medio de la muchedumbre
penitente que avanza hacia Juan el Bautista para recibir el Bautismo
está también Jesús. Hacía la fila. Juan quería impedírselo diciendo: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti» (Mt 3,14). El Bautista en efecto es consciente de la
gran distancia que existe entre él y Jesús. Pero Jesús ha venido
precisamente para colmar la distancia entre el hombre y Dios: si Él es
todo de la parte de Dios y también todo de la parte del hombre, reúne lo que
estaba dividido. Por esto pide a Juan que lo bautice, para que se cumpla
toda justicia (cfr
v. 15), y así se realice el
designio del Padre, que pasa a través del camino de la obediencia y de
la solidaridad con el hombre frágil y pecador, el camino de la humildad y
de la plena cercanía de Dios a sus
hijos. ¡Porque Dios es tanto cercano a
nosotros, tanto!
En el momento en el cual Jesús, bautizado por Juan, sale de las aguas del
río Jordán, la voz de Dios Padre se hace sentir desde lo alto: «Este es
mi Hijo muy amado, en Él he puesto toda mi complacencia» (v. 17).Y al mismo tiempo el Espíritu Santo, en forma de paloma, se posa sobre Jesús, que da públicamente inicio a su misión de salvación; misión
caracterizada de un estilo, el estilo del siervo humilde y manso, dotado
solo de la fuerza de la verdad, como había profetizado Isaías: «No
gritará, no alzará la voz, [...] no romperá una caña quebrada, no apagará una mecha de flama débil; proclamará el derecho con
verdad» (42,2-3). Siervo humilde y manso.
Aquí el estilo de Jesús, y también el estilo
misionero de los discípulos de Cristo: anunciar el Evangelio con
mansedumbre y firmeza, sin gritar, si gritar a nadie, pero con mansedumbre y firmeza, sin arrogancia o
imposición. La verdadera misión no es más proselitismo sino atracción a
Cristo. ¿Pero cómo? Como se hace esta atracción a
Cristo? Con el propio testimonio, a partir de la fuerte unión con Él en la plegaria, en la adoración y en la caridad concreta, que es servicio a
Jesús presente en el más pequeño de los hermanos. A imitación de Jesús,
pastor bueno y misericordioso, y animados de su gracia, estamos
llamados a hacer de nuestra vida un testimonio alegre que ilumina el
camino, que lleva esperanza y amor.
Esta fiesta nos hace redescubrir el don
y la belleza de ser un pueblo de bautizados, es decir, de pecadores –
todos lo somos – de pecadores salvados por la gracia de Cristo, insertados realmente,
por obra del Espíritu Santo, en la relación filial de Jesús con el
Padre, recibidos en el seno de la madre Iglesia, hechos capaces de una
fraternidad que no conoce confines y barreras.
La Virgen María ayude a todos nosotros cristianos a conservar una consciencia
siempre viva y agradecida de nuestro Bautismo y a recorrer con
fidelidad el camino inaugurado de este Sacramento de nuestro
renacimiento. Y siempre humildad, mansedumbre y firmeza.
Después del Ángelus:
¡Queridos hermanos y hermanas!
en el contexto de la fiesta del Bautismo del Señor, esta mañana he bautizado a un lindo
grupo de bebés: veintiocho. Oremos por ellos y sus familias. Y también ayer a
la tarde he bautizado a un joven catecúmeno. Me gustaría extender mis
oraciones a todos los padres que en este periodo se están preparando
para el bautismo de su hijo, o apenas lo han celebrado. Invoco al Espíritu
Santo sobre ellos y sobre los niños, para que este Sacramento, tan
simple y al mismo tiempo tan importante, sea vivido con fe y alegría.
También me gustaría invitarles a unirse a la Red Mundial de oración del Papa,
que difunde a través de las redes sociales, las intenciones de oración
que propongo cada mes a toda la Iglesia. Así se lleva adelante el apostolado de la oración y se hace crecer la comunión.
En estos día de tanto frío pienso y
los invito a pensar en todas las personas que viven en la calle, golpeadas por el frío y tantas veces por la indiferencia.
Desgraciadamente, algunos no lo han superado. Pidamos por ellos y
pidamos al Señor que caliente nuestro corazón para poderles ayudar.
Saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos italianos y de varios
Países, en particular al grupo de jóvenes de Cagliari, que animo a
proseguir el camino iniciado con el Sacramento de la Confirmación. Y
les agradezco porque me ofrecen la ocasión de subrayar que la Confirmación no es sólo un punto de arribo – como algunos
dicen el “sacramento del adiós”, no, no! –, y sobretodo un punto de
partida en la vida cristiana. ¡Adelante, con la alegría del Evangelio!
Deseo a todos un buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!
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SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Plaza de San Pedro
Viernes 6 de enero de 2017
Viernes 6 de enero de 2017
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Celebramos hoy la Epifanía del Señor,
es decir la manifestación de Jesús que resplandece como luz para todas
las gentes. Símbolo de esta luz que brilla en el mundo y quiere iluminar
la vida de cada uno es la estrella, que guió a los Magos a Belén.
Ellos, dice el Evangelio, vieron «destellar su estrella» (Mt 2,2) y
decidieron seguirla: decidieron dejarse guiar por la estrella de Jesús.
También en nuestra vida existen
diversas estrellas, luces que brillan y orientan. Está en nosotros
elegir a cuál de ellas seguir. Por ejemplo, si son luces intermitentes, que
van y vienen, como las pequeñas satisfacciones de la vida: a pesar de
ser buenas, no bastan, porque duran poco y no dejan la paz que
buscamos. Luego, están las luces deslumbrantes, de la prominencia, del dinero y del
suceso, que prometen todo y rápido: son seductoras, pero con su
fuerza enceguecen y hacen pasar de los sueños de gloria a la oscuridad
más intensa. Los Magos, en cambio, invitan a seguir una luz estable, una
luz gentil, que no se apaga, porque no es de este mundo: viene del cielo
y resplandece ¿dónde? En el corazón.
Esta luz verdadera es la luz del Señor, o mejor, es el
Señor mismo. Él es nuestra luz: una luz que no deslumbra, pero acompaña y
dona una alegría única. Esta luz es para todos y llama a cada uno:
podemos así sentir dirigirse a nosotros hoy la invitación del
profeta Isaías: «¡Levántate, revístete de luz» (60,1).
Así decía Isaías, profetizando esta alegría de hoy en Jerusalén:
“Levántate, revístete de luz”. Al inicio de cada día podemos acoger esta
invitación: ¡levántate, revístete de luz, sigue hoy, entre tantas
estrellas fugaces del mundo, la estrella luminosa de Jesús! Siguiéndola,
tendremos alegría, como acaeció a los Magos, que «al ver la
estrella, se llenaron de alegría grandísima» (Mt 2,10); porque donde esta Dios está la alegría. Quien ha encontrado a Jesús ha experimentado el milagro de
la luz que razga las tinieblas y conoce esta luz que ilumina y
resplandece. Quisiera, con mucho respeto, invitar a no tener miedo de
esta luz y a abrirse al Señor. Sobre todo quisiera decir a quien ha
perdido la fuerza de buscar, y está cansado, a quien, abrumado por la
oscuridad de la vida, ha apagado el deseo: ¡levántate, ánimo, la luz de
Jesús sabe vencer las tinieblas más oscuras; levántate, ánimo!”.
¿Y cómo encontrar esta
luz divina? Sigamos el ejemplo de los Magos, que el Evangelio describe
siempre en movimiento. Quien desea la luz, de hecho, sale de sí y busca:
no permanece cerrado, firme a ver qué cosa sucede en su entorno, sino
pone en juego su propia vida; sale de sí. La vida cristiana es un camino
continuo, hecho de esperanza, hecho de búsqueda; un camino que, como
aquel de los Magos, prosigue incluso cuando la estrella desaparece
momentáneamente de la vista. En este camino hay
también engaños que deben ser evitados: las habladurías superficiales y
mundanas, que frenan el paso; los caprichos paralizantes del egoísmo;
los baches del pesimismo, que entrampan a la esperanza. Estos
obstáculos bloquearon a los escribas, de los cuales habla el Evangelio de
hoy. Ellos sabían dónde estaba la luz, pero no se movieron. Cuando
Herodes les preguntó: “¿Dónde deberá nacer el Mesías?” – “¡En Belén!”. Sabían dónde,
pero no se movieron. Su conocimiento ha sido en vano: sabían tantas
cosas, pero para nada, todo en vano. No basta saber que Dios ha nacido,
si no se hace con Él Navidad en el corazón. Dios ha nacido, sí, pero ¿ha
nacido en tú corazón? ¿Ha nacido en mí corazón? ¿Ha nacido en nuestro
corazón? Y así lo encontraremos, como los Magos, con María y José en el establo.
Los Magos lo han hecho:
encontraron al Niño, «se arrodillaron y adoraron» (v. 11). No lo vieron
solamente, no dijeron solo una oración circunstancial y se fueron, no,
sino lo adoraron: entraron en una comunión personal de amor con Jesús. Posteriormente le donaron oro, incienso y mirra, es decir, sus bienes más
preciosos. Aprendamos de los Magos a no dedicar a Jesús solo los restos
de tiempo y algún pensamiento de vez en cuando, de lo contrario no
tendremos su luz. Como los Magos, pongámonos en camino, revistámonos de
luz siguiendo la estrella de Jesús, y adoremos al Señor con todo nuestro
ser.
Después de Ángelus:
Mañana las comunidades
eclesiales de Oriente, que siguen el Calendario Juliano, celebrarán la
Santa Navidad. En espíritu de alegre fraternidad deseo que el nuevo
nacimiento del Señor Jesús las colme de luz y de paz.
La Epifanía es la Jornada de la Infancia Misionera. Aliento a todos los niños y chicos que, en tantas partes del mundo,
se empeñan en llevar el Evangelio y ayudar a sus coetáneos en
dificultad. Saludo a los que hoy han venido aquí de Lacio, Los Abruzos y
Molise, y agradezco a la Pontificia Obra de la Infancia Misionera, por
este servicio educativo.
Saludo participantes en el
cortejo histórico-folclórico, que este año está dedicado a la tierra de Umbría meridional, que se propone difundir los valores de
la solidaridad y fraternidad.
Saludo a los grupos venidos de Malta, de California y de Polonia; y extiendo mi bendición a los participantes en la gran Procesión de los Reyes Magos que se dirigen a Varsovia con tantas familias y tantos niños.
Saluto i fedeli di Ferrara, Correggio, Ruvo di Puglia, Robecco sul
Naviglio e Cucciago; come pure i cresimandi di Rosolina e di Romano di
Lombardia, i ministranti della diocesi di Asti, i ragazzi di Cologno al
Serio, e gli amici e volontari della Fraterna Domus.
Los
Magos ofrecen a Jesús sus dones, pero en realidad Jesús mismo es el
verdadro don de Dios: Él de hecho es el verdadero Dios que se da a
nosotros, en Él nosotros vemos el rostro misericordioso del Padre que no escucha, nos acoge, nos perdona siempre; el rostro de Dios que no nos trata según nuestras obras y nuestros pecado, sino unicamente según la inmensidad de su inagotable misericordia. Y hablando de dones, también he pensado en hacer un pequeño regalo… aunque faltan los camellos… le daré el regalo. El librito “Iconos de misericordia”.
El don de Dios es Jesús, misericordia del Padre; y por esto, para
recordar este don de Dios les doy este presente que será distribuido
por los pobres, por los sin techo, por los refugiados junto con muchos voluntarios y religiosos que
saludo cordialmente y agradezco de todo corazón
Les deseo un año de
justicia, de perdón, de serenidad pero sobre todo un año de
misericordia. Les ayudará leer este libro: es de bolsillo y pueden
llevarlo con vosotros.
Por favor, no se olviden de hacerme el regalo de
vuestra oración. El Señor los bendiga. ¡Buena fiesta, buen almuerzo y adiós!.
[Traducción del original italiano: http://catolicidad.blogspot.mx]
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L JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
Plaza de San Pedro
Domingo 1° de enero de 2017
En los días pasados hemos puesto nuestra mirada adorante en el Hijo de Dios, nacido en Belén; hoy, Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, dirigimos nuestros ojos a la Madre, pero manteniendo al uno y al otro en estrecha relación. Esta relación no se agota en el hecho de haber generado y en haber sido generado; Jesús «nacido de mujer» (Gal 4,4) para una misión de salvación y su madre no está excluida de tal misión, al contrario está asociada íntimamente. María es consciente de esto, por lo tanto no se cierra a considerar solo su relación materna con Jesús, sino permanece abierta y con premura hacia todos los acontecimientos que suceden entorno a Él: conserva y medita, observa y profundiza, como nos recuerda el Evangelio de hoy (cfr. Lc 2,19). Ha ya dicho su “si” y ha dado su disponibilidad para ser involucrada en la actuación del plan de salvación de Dios, que «ha dispersado a los soberbios en los pensamientos de corazón, ha derribado a los poderosos de sus tronos, ha elevado a los humildes, ha colmado de bienes a los hambrientos, ha despedido a los ricos con las manos vacías» (Lc 1,51-53). Ahora, silenciosa y atenta, trata de comprender que cosa Dios quiere de ella cada día.
La visita de los pastores le ofrece la ocasión para acoger algún elemento de la voluntad de Dios que se manifiesta en la presencia de estas personas humildes y pobres. El evangelista Lucas nos narra la visita de los pastores a la gruta con una sucesión incesante de verbos que expresan movimiento. Dice así: ello fueron sin esperar, encontraron al Niño con María y José, lo vieron, y contaron lo que de Él les habían dicho, y finalmente glorificaron a Dios (cfr. Lc 2,16-20). María sigue atentamente este pasaje, que cosa dicen los pastores, que cosa les ha sucedido, porque ya ve entre ellos el movimiento de salvación que surge de la obra de Jesús, y se adecua, pronta para todo pedido del Señor. Dios pide a María no solo ser la madre de su Hijo unigénito, sino también cooperar con el Hijo y por el Hijo en el plan de salvación, para que en ella, humilde sierva, se cumpla las grandes obras de la misericordia divina.
Y aquí, mientras, como los pastores, contemplan el icono del Niño en brazos a su Madre, sentimos crecer en nuestro corazón un sentido de inmenso reconocimiento hacia Ella que ha dado al mundo al Salvador. Por esto, en el primer día del nuevo año, le decimos:
¡Gracias, oh Santa Madre del Hijo de Dios Jesús, Santa Madre de Dios!,
Gracias por tu humildad que ha atraído la mirada de Dios;
gracias por la fe con la cual has acogido su Palabra;
gracias por el coraje con el cual has dicho “aquí estoy”,olvidándose en ti, fascinada del Amor Santo,
hecho un todo con su esperanza.
¡Gracias, oh Santa Madre di Dio!
Reza por nosotros, peregrinos en el tiempo;ayúdanos a caminar en la vía de la paz.
Amén.
Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz año!
Y el Año será bueno en la medida en que cada uno de nosotros, con la ayuda de Dios, intentará hacer el bien día a día. Así se construye la paz, diciendo “no” – con los hechos – al odio y a la violencia y “sì” a la fraternidad y a la reconciliación. Hace 50 años, el Beato Papa Pablo VI inició a celebrar en esta fecha la Jornada Mundial de la Paz, para reforzar el compromiso común de construir un mundo pacífico y fraterno. En el Mensaje de este año he propuesto asumir la no violencia como estilo de una política para la paz.
Lamentablemente, la violencia ha golpeado también la pasada noche de buenos deseos y de esperanza. Con profundo dolor expreso mi cercanía al pueblo turco. Rezo por las numerosas víctimas, por los heridos y por toda la Nación en luto, y pido al Señor
que sostenga a todos los hombres de buena voluntad que valientemente se remangan las mangas para afrontar la plaga del terrorismo y esta mancha de sangre que envuelve al mundo con una sombra de miedo y desconcierto.
Deseo agradecer al Presidente de la República Italiana por las expresiones y buenos deseos que me ha dirigido esta tarde, durante su Mensaje a la Nación. Le envío de corazón, invocando la bendición del Señor sobre el pueblo italiano para que, con la contribución responsable y solidaridad de todos, pueda ver el futuro con confianza y esperanza.
Saludo a todos vosotros aquí presentes, a las familias, a las asociaciones, a los grupos de jóvenes, deseando un feliz y sereno año nuevo. Expreso mi gratitud por las muchas iniciativas de oración y compromiso con la paz que se desarrollan en todas las partes del mundo. Recuerdo en particular la marcha nacional de ayer por la noche en Bolonia, promovida por la CEI, Caritas, la Acción Católica y Pax Christi, con el apoyo de la Diócesis y del Ayuntamiento de Bolonia.
Saludo a los participantes en la manifestación “Paz en toda la tierra”, promovida por la Comunidad de San Egidio. Gracias por vuestra presencia y vuestro testimonio!
Y a todos deseo un año de paz en la gracia del Señor con la protección materna de María, Madre de Dios.
Buena fiesta y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!
[Traducción del original italiano por http://catolicidad.blogspot.mx]
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