miércoles, 1 de febrero de 2017

FRANCISCO: Ángelus de enero 2017 [29, 22, 15, 8, 6 y 1°]

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO
ENERO 2017


Plaza de San Pedro
Domingo 29 de enero de 2017



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


La liturgia de este domingo nos hace meditar sobre las Bienaventuranzas (cfr Mt 5,1-12a), que abren el gran discurso llamado “de la montaña”, la “magna carta” del Nuevo Testamento. Jesús manifiesta la voluntad de Dios de conducir a los hombres a la felicidad. Este mensaje estaba ya presente en la predicación de los profetas: Dios está cercano a los pobres y a los oprimidos y los libera de cuantos los maltratan. Pero en esta su predicación Jesús sigue un camino particular: comienza con el término «bienaventurados», es decir felices; prosigue con la indicación de la condición para sertales ; y concluye haciendo una promesa. El motivo de la bienaventuranza, es decir de la felicidad, no está en la condición pedida «pobres de espíritu», «afligidos», «hambrientos de justicia», «perseguidos»… – sino en la sucesiva promesa, de acoger con fe como don de Dios. Se parte de la condición de dificultad para abrirse al don de Dios y acceder al mundo nuevo, el «reino» anunciado por Jesús. No es un mecanismo automático esto, sino un camino de vida de seguimiento del Señor, por el cual la realidad de dificultad y de aflicción es vista en una perspectiva nueva y experimentada según la conversión que se actúa. No se es bienaventurado si no se ha convertido, en grado de apreciar y vivir los dones de Dios.


Me detengo en la primera bienaventuranza: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos»(v. 4). El pobre de espíritu es quien ha asumido los sentimientos y las actitudes de los pobres que en su condición no se rebelan, sino saben ser humildes, dóciles, disponibles a la gracia de Dios. La felicidad de los pobres de los pobres de espíritu tiene una doble dimensión: en relación a los bienes y en relación a Dios. En relación a los bienes, a los bienes materiales, esta pobreza de espíritu es sobriedad: no necesariamente renuncia, sino capacidad de gustar lo esencial, de compartir; capacidad de renovar cada día el estupor por la bondad de las cosas, sin hundirse en la opacidad del consumo voraz. Más tengo, más quiero; más tengo, más quiero: este es el consumo voraz. Y esto mata el alma. Y el hombre o la mujer que hacen esto, que tienen esta actitud “más tengo, más quiero”, no son felices y no llegaran a la felicidad. En la relación de Dios es alabanza y reconocimiento que el mundo es bendición y que en su origen está el amor creador del Padre. Pero es también apertura a Él, docilidad a su señoría: ¡es Él, el Señor, es Él el Grande, yo no soy grande porque tengo tantas cosas! Es Él: Él que ha querido el mundo para todos los hombres y lo ha querido para que los hombres fueran felices.


El pobre de espíritu es el cristiano que que no confía en sí mismo, en sus riquezas materiales, no se obstina en sus propias opiniones, sino escucha con respeto y sigue con gusto las decisiones de los demás. ¡Si en nuestras comunidades existieran más pobres de espíritu, existirían menos divisiones, contrastes y polémicas! La humildad, como la caridad, es una virtud esencial para la convivencia en las comunidades cristianas. Los pobres, en este sentido evangélico, se presentan como aquellos que tienen despierta la meta del Reino de los cielos, haciendo entrever que eso viene anticipado en germen en la comunidad fraterna, que privilegia la compartición de posesiones. Esto quisiera subrayarlo: privilegia la compartición de posesiones. Siempre tener el corazón y las manos abiertas (hace el gesto), no así (hace el gesto). Cuando el corazón es así (hace el gesto), es un corazón cerrado: que ni siquiera sabe cómo amar. Cuando el corazón es así (hace el gesto), va por el camino del amor.
 

Que la Virgen María, modelo y primicia de los pobres de espírito porque totalmente dócil a la voluntad del Señor, nos ayude a abandonarnos a Dios, rico en misericordia, para que colme de sus dones, especialmente de la abundancia de su perdón.


Después del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas,


como veís, han llegado algunos invasores… ¡están aquí! Se celebra hoy la Jornata Mundial de los enfermos de lepra. Esta enfermedad, mientras siga estando de regreso, está incluso entre las más temidas y golpea a los más pobres y marginados. Es importante luchar contra este morbo, pero también contra las discriminaciones que eso genera. Aliento a cuantos están comprometidos en el socorro y en el reinsertamiento social de personas golpeadas del mal de Hansen, para las cuales aseguramos nuestra oración.


Saludo con afecto a todos vosotros, venidos de diversas parroquias de Italia y de otros Países, comotambién las asociaciones y los grupos. En particular, saludo a los estudiantes de Murcia y Badajoz, a los jóvenes de Bilbao y a los fieles de Castellón. Saludo a los peregrinos de Reggio Calabria, Castelliri, y al grupo siciliano de la Asociación Nacional de Padres. Deseo también renovar mi cercanía a las poblacones de Italia Central que ahora sufren las consecuencias del terremoto y de las difíciles condiciones atmosféricas. Que no se pierda para estos nuestros hermanos y hermanas el constante apoyo de las instituciones y la común solidaridad. ¡Y por favor, que cualquier tipo de burocracia no los haga esperar y  además sufrir!.


Me dirijo ahora a vosotros, jóvenes y jovencitas de la Acción Católica, de las parroquias y de las escuelas católicas de Roma. Que este año, acompañados del Cardenal Vicario, habeís venido al terminar la “Caravana de la Paz”, cuyo eslogan es Rodeados de Paz: bello, el eslogan. Gracias por vuestra presencia y por vuestro generoso compromiso en construir una sociedad de paz. Ahora, todos escuchemos el mensaje que vuestros amigo, que se encuentran junto a mi, nos leerán.


[lectura del mensaje]


Y ahora son lanzados los globos, símbolo de paz. Símbolo de paz...


A todos deseo un buen domingo, deseo paz, humildad, compartir en vuestras familias. Por favor, no se olveden de rezar por mí, ¡Buen almuerzo y adiós!.


Traducción del original italiano [http://catolicidad.blogspot.com]



----- 0 -----


Plaza de San Pedro
Domingo 22 de enero de 2017



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


El Evangelio de hoy (cf. Mateo 4, 12-23) narra el inicio de la predicación de Jesús en Galilea. Él deja Nazaret, una aldea de las montañas, y se establece en Cafarnaúm, un centro importante a orillas del lago, habitado en su mayor parte por paganos, punto de cruce entre el Mediterráneo y el interior mesopotámico. Esta elección indica que los destinatarios de su predicación no son sólo sus compatriotas, sino todos los que llegan a la cosmopolita «Galilea de los gentiles» (v 15; cf. Isaías 8, 23): así se llamaba. Vista desde la capital Jerusalén, aquella tierra es geográficamente periférica y religiosamente impura, porque estaba llena de paganos, por la mezcla con quienes no pertenecían a Israel. Ciertamente de Galilea no se esperaban grandes cosas para la historia de la salvación. Y sin embargo, justamente desde allí — justo desde allí— se difunde aquella “luz” sobre la cual hemos meditado los domingos pasados: la luz de Cristo. Se difunde precisamente desde la periferia. El mensaje de Jesús reproduce el del Bautista, proclamando el «Reino de los Cielos» (v. 17). Este Reino no conlleva la instauración de un nuevo poder político, sino el cumplimiento de la alianza entre Dios y su pueblo, que inaugurará un periodo de paz y de justicia. Para estrechar este pacto de alianza con Dios, cada uno está llamado a convertirse, transformando su propio modo de pensar y de vivir. Esto es importante: convertirse no solo es cambiar la manera de vivir, sino también el modo de pensar. Es una transformación del pensamiento. No se trata de cambiar la ropa, ¡sino las costumbres! Lo que diferencia a Jesús de Juan Bautista es el estilo y el método. Jesús elige ser un profeta itinerante. No se queda esperando a la gente, sino que se dirige a su encuentro. ¡Jesús está siempre en la calle! Sus primeras salidas misioneras tienen lugar alrededor del lago de Galilea, en contacto con la muchedumbre, en particular con los pescadores. Allí Jesús no sólo proclama la llegada del Reino de Dios, sino que busca compañeros que se asocien a su misión de salvación. En este mismo lugar encuentra dos parejas de hermanos: Simón y Andrés, Santiago y Juan; les llama diciendo: «Venid conmigo y los haré pescadores de hombres» (v. 19). La llamada les llega en plena actividad de cada día: el Señor se nos revela no de manera extraordinaria o asombrosa, sino en la cotidianidad de nuestra vida. Ahí debemos encontrar al Señor; y ahí Él se revela, hace sentir su amor a nuestro corazón; y ahí —con este diálogo con Él en la cotidianidad de nuestra vida— cambia nuestro corazón. La respuesta de los cuatro pescadores es rápida e inmediata: «al instante, dejando las redes, le siguieron» (v. 20). Sabemos efectivamente que habían sido discípulos del Bautista y que, gracias a su testimonio, ya habían empezado a creer en Jesús como el Mesías (cf. Juan 1, 35-42).


Nosotros, cristianos de hoy en día, tenemos la alegría de proclamar y testimoniar nuestra fe, porque hubo ese primer anuncio, porque existieron esos hombres humildes y valientes que respondieron generosamente a la llamada de Jesús. A orillas del lago, en una tierra impensable, nació la primera comunidad de discípulos de Cristo. Que la conciencia de estos inicios suscite en nosotros el deseo de llevar la palabra, el amor y la ternura de Jesús a todo contexto, incluso a aquel más dificultoso y resistente. ¡Llevar la Palabra a todas las periferias! Todos los espacios del vivir humano son terreno al que arrojar las semillas del Evangelio, para que dé frutos de salvación.


Que la Virgen María nos ayude con su maternal intercesión a responder con alegría a la llamada de Jesús, a ponernos al servicio del Reino de Dios.


Después del Ángelus:


Queridos hermanos y hermanas:


Estamos en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Este año tiene como tema una expresión tomada de San Pablo, que nos indica el camino a seguir. Y dice así: «El amor de Cristo nos empuja a la reconciliación” (cf 2 Corintios 5, 14).


El próximo miércoles concluirá la Semana de Oración con la celebración de las Vísperas en la Basílica de San Pablo Extramuros, en la que participarán los hermanos y las hermanas de otras Iglesias y Comunidades cristianas presentes en Roma. Os invito a perseverar en la oración, con el fin de que se cumpla el deseo de Jesús: «Para que todos sean uno» (Juan 17, 21).


Durante los días pasados, el terremoto y las fuertes nevadas han puesto nuevamente a dura prueba a muchos de nuestros hermanos y hermanas del centro de Italia, especialmente en Abruzzo, Marche y Lazio. Con la oración y el afecto estoy cerca de las familias que han tenido víctimas entre sus seres queridos. Animo a todos los que están ocupados con gran generosidad en las tareas de rescate y asistencia; así como a las Iglesias locales, que están trabajando para aliviar los sufrimientos y las dificultades. Muchas gracias por esta cercanía, por vuestro trabajo y la ayuda concreta que lleváis. ¡Gracias! Y os invito a rezar junto a la Virgen por las víctimas y también por los que con gran generosidad se esfuerzan en las operaciones de rescate.


En el lejano Oriente y en varias partes del mundo, millones de hombres y mujeres se preparan para celebrar la conclusión del Año lunar el 28 de enero. Que mi cordial saludo llegue a todas sus familias, con el deseo de que se conviertan cada vez más en una escuela donde se aprende a respetar al otro, a comunicar y a cuidar los unos de los otros de un modo desinteresado. Que la alegría del amor pueda propagarse dentro de las familias y que se irradie a toda la sociedad.


Y a todos os deseo un buen domingo. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
  

----- 0 -----


Plaza de San Pedro
Domingo 15 de enero de 2017



Queridos hermanos y hermanas:


En el centro del Evangelio de hoy (Juan 1, 29-34) está la palabra de Juan Bautista: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (v. 29). Una palabra acompañada por la mirada y el gesto de la mano que le señalan a Él, Jesús. Imaginamos la escena. Estamos en la orilla del río Jordán. Juan está bautizando; hay mucha gente, hombres y mujeres de distintas edades, venidos allí, al río, para recibir el bautismo de las manos de ese hombre que a muchos les recordaba a Elías, el gran profeta que nueve siglos antes había purificado a los israelitas de la idolatría y les había reconducido a la verdadera fe en el Dios de la alianza, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.


Juan predica que el Reino de los cielos está cerca, que el Mesías va a manifestarse y es necesario prepararse, convertirse y comportarse con justicia; e inicia a bautizar en el Jordán para dar al pueblo un medio concreto de penitencia (cf Mateo 3, 1-6). Esta gente venía para arrepentirse de sus pecados, para hacer penitencia, para comenzar de nuevo la vida. Él sabe, Juan sabe, que el Mesías, el Consagrado del Señor ya está cerca, y el signo para reconocerlo será que sobre Él se posará el Espíritu Santo; de hecho Él llevará el verdadero bautismo, el bautismo en el Espíritu Santo (cf Juan 1, 33).


Y el momento llega: Jesús se presenta en la orilla del río, en medio de la gente, de los pecadores —como todos nosotros—. Es su primer acto público, la primera cosa que hace cuando deja la casa de Nazaret, a los treinta años: baja a Judea, va al Jordán y se hace bautizar por Juan. Sabemos qué sucede —lo hemos celebrado el domingo pasado—: sobre Jesús baja el Espíritu Santo en forma de paloma y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (cf Mateo 3, 16-17). Es el signo que Juan esperaba. ¡Es Él! Jesús es el Mesías. Juan está desconcertado, porque se ha manifestado de una forma impensable: en medio de los pecadores, bautizado como ellos, es más, por ellos. Pero el Espíritu ilumina a Juan y le hace entender que así se cumple la justicia de Dios, se cumple su diseño de salvación: Jesús es el Mesías, el Rey de Israel, pero no con el poder de este mundo, sino como Cordero de Dios, que toma consigo y quita el pecado del mundo.


Así Juan lo indica a la gente y a sus discípulos. Porque Juan tenía un numeroso círculo de discípulos, que lo habían elegido como guía espiritual, y precisamente algunos de ellos se convertirán en los primeros discípulos de Jesús. Conocemos bien sus nombres: Simón, llamado después Pedro, su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan. Todos pescadores, todos galileos como Jesús.


Queridos hermanos y hermanas: ¿Por qué nos hemos detenido mucho en esta escena? ¡Porque es decisiva! No es una anécdota, es un hecho histórico decisivo. Es decisiva por nuestra fe; es decisiva también por la misión de la Iglesia. La Iglesia, en todos los tiempos, está llamada a hacer lo que hizo Juan el Bautista, indicar a Jesús a la gente diciendo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Él es un el único Salvador, Él es el Señor, humilde, en medio de los pecadores. Pero es Él. Él, no es otro poderoso que viene. No, no. Él.


Y estas son las palabras que nosotros sacerdotes repetimos cada día, durante la misa, cuando presentamos al pueblo el pan y el vino convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este gesto litúrgico representa toda la misión de la Iglesia, la cual no se anuncia a sí misma. Ay, ay cuando la Iglesia se anuncia a sí misma. Pierde la brújula, no sabe dónde va. La Iglesia anuncia a Cristo; no se lleva a sí misma, lleva a Cristo. Porque es Él y solo Él quien salva a su pueblo del pecado, lo libera y lo guía a la tierra de la vida y de la libertad.


La Virgen María, Madre del Cordero de Dios, nos ayude a creer en Él y a seguirlo.


 Después del Ángelus:


Queridos hermanos y hermanas,


Hoy se celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, dedicada al tema «Menores migrantes, vulnerables y sin voz». Estos nuestros hermanos pequeños, especialmente si no están acompañados, están expuestos a muchos peligros. Y os digo, ¡hay muchos! Es necesario adoptar toda medida posible para garantizar a los menores migrantes la protección y la defensa, como también su integración.


Dirijo un saludo especial a la representación de distintas comunidades étnicas aquí reunidas. Queridos amigos, os deseo vivir serenamente en las localidades que os acogen, respetando las leyes y las tradiciones y, al mismo tiempo, custodiando los valores de vuestras culturas de origen. ¡El encuentro de varias culturas es siempre un enriquecimiento para todos! Doy las gracias a la oficina Migrantes de la diócesis de Roma y a los que trabajan con los migrantes para acogerlos y acompañarlos en sus dificultades, y animo a continuar esta obra, recordando el ejemplo de santa Francisca Javier Cabrini, patrona de los migrantes, de la cual se celebra este año el centenario de su muerte. Esta religiosa valiente dedicó su vida a llevar el amor de Cristo a los que estaban lejos de la patria y de la familia. Que su testimonio nos ayude a cuidar del hermano forastero, en el cual está presente Jesús, que a menudo sufre, es rechazado y humillado. Cuántas veces en la Biblia el Señor nos ha pedido acoger a migrantes y forasteros, recordándonos que también nosotros somos forasteros.


Saludo con afecto a todos vosotros, queridos fieles procedentes de distintas parroquias de Italia y de otros países, como también a las asociaciones y a los distintos grupos. En particular, los estudiantes del Instituto Meléndez Valdés de Villafranca de los Barros, España.


A todos os deseo un feliz domingo y buen almuerzo. Y nos os olvidéis de rezar por mí. ¡Hasta pronto!
 
 
----- 0 -----


FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR



Plaza de San Pedro
Domingo 8 de enero de 2017



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Hoy, fiesta del Bautismo de Jesús, el Evangelio (Mt 3,13-17) nos presenta la escena ocurrida a orillas del río Jordán: en medio de la muchedumbre penitente que avanza hacia Juan el Bautista para recibir el Bautismo está también Jesús. Hacía la fila. Juan quería impedírselo diciendo: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti» (Mt 3,14). El Bautista en efecto es consciente de la gran distancia que existe entre él y Jesús. Pero Jesús ha venido precisamente para colmar la distancia entre el hombre y Dios: si Él es todo de la parte de Dios y también todo de la parte del hombre, reúne lo que estaba dividido. Por esto pide a Juan que lo bautice, para que se cumpla toda justicia (cfr v. 15), y así se realice el designio del Padre, que pasa a través del camino de la obediencia y de la solidaridad con el hombre frágil y pecador, el camino de la humildad y de la plena cercanía de Dios a sus 
hijos. ¡Porque Dios es tanto cercano a nosotros, tanto!


En el momento en el cual Jesús, bautizado por Juan, sale de las aguas del río Jordán, la voz de Dios Padre se hace sentir desde lo alto: «Este es mi Hijo muy amado, en Él he puesto toda mi complacencia» (v. 17).Y al mismo tiempo el Espíritu Santo, en forma de paloma, se posa sobre Jesús, que da públicamente inicio a su misión de salvación; misión caracterizada de un estilo, el estilo del siervo humilde y manso, dotado solo de la fuerza de la verdad, como había profetizado Isaías: «No gritará, no alzará la voz, [...] no romperá una caña quebrada, no apagará una mecha de flama débil; proclamará el derecho con verdad» (42,2-3). Siervo humilde y manso.


Aquí el estilo de Jesús, y también el estilo misionero de los discípulos de Cristo: anunciar el Evangelio con mansedumbre y firmeza, sin gritar, si gritar a nadie, pero con mansedumbre y firmeza, sin arrogancia o imposición. La verdadera misión no es más proselitismo sino atracción a Cristo. ¿Pero cómo? Como se hace esta atracción a Cristo? Con el propio testimonio, a partir de la fuerte unión con Él en la plegaria, en la adoración y en la caridad concreta, que es servicio a Jesús presente en el más pequeño de los hermanos. A imitación de Jesús, pastor bueno y misericordioso, y animados de su gracia, estamos llamados a hacer de nuestra vida un testimonio alegre que ilumina el camino, que lleva esperanza y amor.


Esta fiesta nos hace redescubrir el don y la belleza de ser un pueblo de bautizados, es decir, de pecadores todos lo somos de pecadores salvados por la gracia de Cristo, insertados realmente, por obra del Espíritu Santo, en la relación filial de Jesús con el Padre, recibidos en el seno de la madre Iglesia, hechos capaces de una fraternidad que no conoce confines y barreras.


La Virgen María ayude a todos nosotros cristianos a conservar una consciencia siempre viva y agradecida de nuestro Bautismo y a recorrer con fidelidad el camino inaugurado de este Sacramento de nuestro renacimiento. Y siempre humildad, mansedumbre y firmeza.



Después del Ángelus:


¡Queridos hermanos y hermanas!


en el contexto de la fiesta del Bautismo del Señor, esta mañana he bautizado a un lindo grupo de bebés: veintiocho. Oremos por ellos y sus familias. Y también ayer a la tarde he bautizado a un joven catecúmeno. Me gustaría extender mis oraciones a todos los padres que en este periodo se están preparando para el bautismo de su hijo, o apenas lo han celebrado. Invoco al Espíritu Santo sobre ellos y sobre los niños, para que este Sacramento, tan simple y al mismo tiempo tan importante, sea vivido con fe y alegría.
  

También me gustaría invitarles a unirse a la Red Mundial de oración del Papa, que  difunde a través de las redes sociales, las intenciones de oración que propongo cada mes a toda la Iglesia. Así se lleva adelante el apostolado de la oración y se hace crecer la comunión.


En estos día de tanto frío pienso y los invito a pensar en todas las personas que viven en la calle, golpeadas por el frío y tantas veces por la indiferencia. Desgraciadamente, algunos no lo han superado. Pidamos por ellos y pidamos al Señor que caliente nuestro corazón para poderles ayudar.


Saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos italianos y de varios Países, en particular al grupo de jóvenes de Cagliari, que animo a proseguir el camino iniciado con el Sacramento de la Confirmación. Y les agradezco porque me ofrecen la ocasión de subrayar que la Confirmación no es sólo un punto de arribo – como algunos dicen el “sacramento del  adiós”, no, no! –, y sobretodo un punto de partida en la vida cristiana. ¡Adelante, con la alegría del Evangelio!


Deseo a todos un buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!


[Traducción del original italiano: http://catolicidad.blogspot.mx]



----- 0 -----


SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

Plaza de San Pedro
Viernes 6 de enero de 2017


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Celebramos hoy la Epifanía del Señor, es decir la manifestación de Jesús que resplandece como luz para todas las gentes. Símbolo de esta luz que brilla en el mundo y quiere iluminar la vida de cada uno es la estrella, que guió a los Magos a Belén. Ellos, dice el Evangelio, vieron  «destellar su estrella» (Mt 2,2) y decidieron seguirla: decidieron dejarse guiar por la estrella de Jesús.
 

También en nuestra vida existen diversas estrellas, luces que brillan y orientan. Está en nosotros elegir a cuál de ellas seguir. Por ejemplo, si son luces intermitentes, que van y vienen, como las pequeñas satisfacciones de la vida: a pesar de ser buenas, no bastan, porque duran poco y no dejan la paz que buscamos. Luego, están las luces deslumbrantes, de la prominencia, del dinero y del suceso, que prometen todo y rápido: son seductoras, pero con su fuerza enceguecen y hacen pasar de los sueños de gloria a la oscuridad más intensa. Los Magos, en cambio, invitan a seguir una luz estable, una luz gentil, que no se apaga, porque no es de este mundo: viene del cielo y resplandece ¿dónde? En el corazón. 


Esta luz verdadera es la luz del Señor, o mejor, es el Señor mismo. Él es nuestra luz: una luz que no deslumbra, pero acompaña y dona una alegría única. Esta luz es para todos y llama a cada uno: podemos así sentir dirigirse a nosotros hoy la invitación del profeta Isaías: «¡Levántate, revístete de luz» (60,1). Así decía Isaías, profetizando esta alegría de hoy en Jerusalén: “Levántate, revístete de luz”. Al inicio de cada día podemos acoger esta invitación: ¡levántate, revístete de luz, sigue hoy, entre tantas estrellas fugaces del mundo, la estrella luminosa de Jesús! Siguiéndola, tendremos alegría, como acaeció a los Magos, que «al ver la estrella, se llenaron de alegría grandísima» (Mt 2,10); porque donde esta Dios está la alegría. Quien ha encontrado a Jesús ha experimentado el milagro de la luz que razga las tinieblas y conoce esta luz que ilumina y resplandece. Quisiera, con mucho respeto, invitar a no tener miedo de esta luz y a abrirse al Señor. Sobre todo quisiera decir a quien ha perdido la fuerza de buscar, y está cansado, a quien, abrumado por la oscuridad de la vida, ha apagado el deseo: ¡levántate, ánimo, la luz de Jesús sabe vencer las tinieblas más oscuras; levántate, ánimo!”.

 
¿Y cómo encontrar esta luz divina? Sigamos el ejemplo de los Magos, que el Evangelio describe siempre en movimiento. Quien desea la luz, de hecho, sale de sí y busca: no permanece cerrado, firme a ver qué cosa sucede en su entorno, sino pone en juego su propia vida; sale de sí. La vida cristiana es un camino continuo, hecho de esperanza, hecho de búsqueda; un camino que, como aquel de los Magos, prosigue incluso cuando la estrella desaparece momentáneamente de la vista.  En este camino hay también engaños que deben ser evitados: las habladurías superficiales y mundanas, que frenan el paso; los caprichos paralizantes del egoísmo; los baches del pesimismo, que entrampan a la esperanza. Estos obstáculos bloquearon a los escribas, de los cuales habla el Evangelio de hoy. Ellos sabían dónde estaba la luz, pero no se movieron. Cuando Herodes les preguntó: ¿Dónde deberá nacer el Mesías? ¡En Belén!. Sabían dónde, pero no se movieron. Su conocimiento ha sido en vano: sabían tantas cosas, pero para nada, todo en vano. No basta saber que Dios ha nacido, si no se hace con Él Navidad en el corazón. Dios ha nacido, sí, pero ¿ha nacido en tú corazón? ¿Ha nacido en mí corazón? ¿Ha nacido en nuestro corazón? Y así lo encontraremos, como los Magos, con María y José en el establo.


Los Magos lo han hecho: encontraron al Niño, «se arrodillaron y adoraron» (v. 11). No lo vieron solamente, no dijeron solo una oración circunstancial y se fueron, no, sino lo adoraron: entraron en una comunión personal de amor con Jesús. Posteriormente le donaron oro, incienso y mirra, es decir, sus bienes más preciosos. Aprendamos de los Magos a no dedicar a Jesús solo los restos de tiempo y algún pensamiento de vez en cuando, de lo contrario no tendremos su luz. Como los Magos, pongámonos en camino, revistámonos de luz siguiendo la estrella de Jesús, y adoremos al Señor con todo nuestro ser.



Después de Ángelus:


Mañana las comunidades eclesiales de Oriente, que siguen el Calendario Juliano, celebrarán la Santa Navidad. En espíritu de alegre fraternidad deseo que el nuevo nacimiento del Señor Jesús las colme de luz y de paz.


La Epifanía es la Jornada de la Infancia Misionera. Aliento a todos los niños y chicos que, en tantas partes del mundo, se empeñan en llevar el Evangelio y ayudar a sus coetáneos en dificultad. Saludo a los que hoy han venido aquí de Lacio, Los Abruzos y Molise, y agradezco a la Pontificia Obra de la Infancia Misionera, por este servicio educativo.


Saludo participantes en el cortejo histórico-folclórico, que este año está dedicado a la tierra de Umbría meridional, que se propone difundir los valores de la solidaridad y fraternidad.


Saludo a los grupos venidos de Malta, de California y de Polonia; y extiendo mi bendición a los participantes en la gran Procesión de los Reyes Magos que se dirigen a Varsovia con tantas familias y tantos niños.


Saluto i fedeli di Ferrara, Correggio, Ruvo di Puglia, Robecco sul Naviglio e Cucciago; come pure i cresimandi di Rosolina e di Romano di Lombardia, i ministranti della diocesi di Asti, i ragazzi di Cologno al Serio, e gli amici e volontari della Fraterna Domus.


Los Magos ofrecen a Jesús sus dones, pero en realidad Jesús mismo es el verdadro don de Dios: Él de hecho es el verdadero Dios que se da a nosotros, en Él nosotros vemos el rostro misericordioso del Padre que no escucha, nos acoge, nos perdona siempre; el rostro de Dios que no nos trata según nuestras obras y nuestros pecado, sino unicamente según la inmensidad de su inagotable misericordia. Y hablando de dones, también he pensado en hacer un pequeño regalo… aunque faltan los camellos… le daré el regalo. El librito “Iconos de misericordia”. El don de Dios es Jesús, misericordia del Padre; y por esto, para recordar este don de Dios les doy este presente que será distribuido por los pobres, por los sin techo, por los refugiados junto con muchos voluntarios y religiosos que saludo cordialmente y agradezco de todo corazón


Les deseo un año de justicia, de perdón, de serenidad pero sobre todo un año de misericordia. Les ayudará leer este libro: es de bolsillo y pueden llevarlo con vosotros.


Por favor, no se olviden de hacerme el regalo de vuestra oración. El Señor los bendiga. ¡Buena fiesta, buen almuerzo y adiós!.


[Traducción del original italiano: http://catolicidad.blogspot.mx]

----- 0 -----


L JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ


 Plaza de San Pedro
Domingo 1° de enero de 2017



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


En los días pasados hemos puesto nuestra mirada adorante en el Hijo de Dios, nacido en Belén; hoy, Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, dirigimos nuestros ojos a la Madre, pero manteniendo al uno y al otro en estrecha relación. Esta relación no se agota en el hecho de haber generado y en haber sido generado; Jesús «nacido de mujer» (Gal 4,4) para una misión de salvación y su madre no está excluida de tal misión, al contrario está asociada íntimamente. María es consciente de esto, por lo tanto no se cierra a considerar solo su relación materna con Jesús, sino permanece abierta y con premura hacia todos los acontecimientos que suceden entorno a Él: conserva y medita, observa y profundiza, como nos recuerda el Evangelio de hoy (cfr. Lc 2,19). Ha ya dicho su “si” y ha dado su disponibilidad para ser involucrada en la actuación del plan de salvación de Dios, que «ha dispersado a los soberbios en los pensamientos de corazón, ha derribado a los poderosos de sus tronos, ha elevado a los humildes, ha colmado de bienes a los hambrientos, ha  despedido a los ricos con las manos vacías» (Lc 1,51-53). Ahora, silenciosa y atenta, trata de comprender que cosa Dios quiere de ella cada día.       


La visita de los pastores le ofrece la ocasión para acoger algún elemento de la voluntad de Dios que se manifiesta en la presencia de estas personas humildes y pobres. El evangelista Lucas nos narra la visita de los pastores a la gruta con una sucesión incesante de verbos que expresan movimiento. Dice así: ello fueron sin esperar, encontraron al Niño con María y José, lo vieron, y contaron lo que de Él les habían dicho, y finalmente glorificaron a Dios (cfr. Lc 2,16-20). María sigue atentamente este pasaje, que cosa dicen los pastores, que cosa les ha sucedido, porque ya ve entre ellos el movimiento de salvación que surge de la obra de Jesús, y se adecua, pronta para todo pedido del Señor. Dios pide a María no solo ser la madre de su Hijo unigénito, sino también cooperar con el Hijo y por el Hijo en el plan de salvación, para que en ella, humilde sierva, se cumpla las grandes obras de la misericordia divina.

 
Y aquí, mientras, como los pastores, contemplan el icono del Niño en brazos a su Madre, sentimos crecer en nuestro corazón un sentido de inmenso reconocimiento hacia Ella que ha dado al mundo al Salvador. Por esto, en el primer día del nuevo año, le decimos:


¡Gracias, oh Santa Madre del Hijo de Dios Jesús, Santa Madre de Dios!,
Gracias por tu humildad que ha atraído la mirada de Dios;
g
racias por la fe con la cual has acogido su Palabra;
g
racias por el coraje con el cual has dicho “aquí estoy”,olvidándose en ti, fascinada del Amor Santo,
hecho un todo con su esperanza.
¡G
racias, oh Santa Madre di Dio!
Reza
por nosotros, peregrinos en el tiempo;ayúdanos a caminar en la vía de la paz.
Amén.





Después del Ángelus:


Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz año!


Y el Año será bueno en la medida en que cada uno de nosotros, con la ayuda de Dios, intentará hacer el bien día a día. Así se construye la paz, diciendo “no” – con los hechos – al odio y a la violencia y “sì” a la fraternidad y a la reconciliación. Hace 50 años, el Beato Papa Pablo VI inició a celebrar en esta fecha la Jornada Mundial de la Paz, para reforzar el compromiso común de construir un mundo pacífico y fraterno. En el Mensaje de este año he propuesto asumir la no violencia como estilo de una política para la paz. 

 
Lamentablemente, la violencia ha golpeado también la pasada noche de buenos deseos y de esperanza. Con profundo dolor expreso mi cercanía al pueblo turco. Rezo por las numerosas víctimas, por los heridos y por toda la Nación en luto, y pido al Señor
que sostenga a todos los hombres de buena voluntad que valientemente se remangan las mangas para afrontar la plaga del terrorismo y esta mancha de sangre que envuelve al mundo con una sombra de miedo y desconcierto. 

 
Deseo agradecer al Presidente de la República Italiana por las expresiones y buenos deseos que me ha dirigido esta tarde, durante su Mensaje a la Nación. Le envío de corazón, invocando la bendición del Señor sobre el pueblo italiano para que, con la contribución responsable y solidaridad de todos, pueda ver el futuro con confianza y esperanza.


Saludo a todos vosotros aquí presentes, a las familias, a las asociaciones, a los grupos de jóvenes, deseando un feliz y sereno año nuevo. Expreso mi gratitud por las muchas iniciativas de oración y compromiso con la paz que se desarrollan en todas las partes del mundo. Recuerdo en particular la marcha nacional de ayer por la noche en Bolonia, promovida por la CEI, Caritas, la Acción Católica y Pax Christi, con el apoyo de la Diócesis y del Ayuntamiento de Bolonia.

 
Saludo a los participantes en la manifestación “Paz en toda la tierra”, promovida por la Comunidad de San Egidio. Gracias por vuestra presencia y vuestro testimonio!


Y a todos deseo un año de paz en la gracia del Señor con la protección materna de María, Madre de Dios.


Buena fiesta y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!


[Traducción del original italiano por http://catolicidad.blogspot.mx]



          © Copyright - Libreria Editrice Vaticana