Bangui, REPÚBLICA CENTROAFRICANA (Agencia Fides, 21/06/2018) – “Los problemas de seguridad en nuestra área se
concentran en la frontera con Camerún, principalmente debido a la
llegada de los nómadas Pelus, protegidos por los Seleka”, explica a la
Agencia Fides el padre Aurelio Gazzera, misionero carmelita y párroco en
Bozoum, en el noroeste de la República Centroafricana.
Los Peuls son en su mayoría ganaderos que se desplazan con sus rebaños
en busca de pastos y fuentes de agua y, de vez en cuando, provocan
enfrentamientos con las poblaciones sedentarias y agrícolas que
encuentran en su camino. “Es la historia de Caín y Abel tan antigua como
el mundo”, asegura el padre Aurelio, pero que se entrelaza con los
modernos intereses económicos. Los Peuls, originarios de Nigeria,
siempre se han ocupado de la cría a lo largo de la franja sahariana de
oeste a este, de Mali a Etiopía. “Lo que ha cambiado, -explica el padre
Aurelio-, es que varios hombres africanos fuertes, jefes de estado y
gobierno, generales, empresarios, invierten parte de sus fortunas en
miles de cabezas de ganado que confían a los Peuls. Por lo tanto, detrás
de estos movimientos masivos de rebaños llevados a cabo por los Peuls,
hay fuertes intereses económicos. Los territorios donde el Estado es muy
débil o está completamente ausente, como en República Centroafricana,
son los destinos privilegiados de las inmensas manadas de los Pelus.
Existe un interés por parte de influyentes pueblos africanos de que
ciertas áreas del continente no sean tierra habitable para las personas
con el fin de permitir que sus rebaños pasten, sin tener en cuenta las
necesidades de las poblaciones locales”, dice el misionero.
“En el resto de la zona prevalece la calma. Las zonas más cálidas del
país siguen siendo las de Bambari y Bria, donde varias bandas nacidas de
la rebelión de Seleka y sus oponentes, los anti Balaka, compiten por el
control de minas de diamantes o simplemente de check points para
extraer dinero. No les interesa restablecer el Estado o el orden”,
concluye el padre Aurelio