Roma, ITALIA (Agencia Fides, 26/06/2018) – “Cuando estás en una misión en una tierra como la
de Afganistán, no puedes evangelizar de forma convencional. La única
forma de hacerlo es con la vida. Con los años nos hubiera gustado ser
portadores del mensaje del Evangelio, pero solo podíamos hacerlo dando
buen ejemplo, intentando vivir correctamente, como dicen las Sagradas
Escrituras. Es el testimonio que da a la Agencia Fides la hermana Mariam
de Jesús, una de las Hermanitas de Jesús con una historia de casi 50
años en Afganistán.
Las religiosas del instituto religioso femenino fundado en 1939 por
Magdeleine de Jesús, siguiendo los pasos de Charles de Foucauld,
llegaron a Kabul por primera vez en julio de 1954 y, al año siguiente,
comenzaron a trabajar como enfermeras en el hospital del gobierno de la
Capital. La hermana Mariam recuerda: “El pueblo afgano es famoso por su
hospitalidad. Fuimos recibidas de una manera extraordinaria y, durante
los momentos más difíciles de la guerra, tuvimos muchos amigos locales
dispuestos a arriesgarse para ayudarnos”.
Las Hermanitas, de hecho, permanecieron en territorio afgano, tanto
durante la ocupación rusa de 1979 como durante la guerra civil que
comenzó en 1992, trasladándose a Kabul solo para el trabajo en los
campos de refugiados de Jalalabad. La hermana Mariam explica que,
incluso después de la llegada de los talibanes en 1996, optaron por
seguir prestando sus servicios en los hospitales llevando el burka para
pasar desapercibido: “Cuando la gente me pregunta si era difícil vivir
con la guerra, contesto que dependía del día. A veces tenía mucho miedo,
las balas pasaban a mi lado. Pero durante todos estos años me sentí
fuerte porque Dios nunca me abandonó. Aprendí a vivir día a día, y cada
minuto de mi vida en Afganistán fue verdaderamente vivido, gracias a la
protección de Dios”.
La hermana Mariam regresó a Suiza en 2016, cuando el Instituto tomó la
decisión de cerrar su misión en Afganistán debido a la falta de jóvenes
vocaciones: “Fue muy difícil volver a la vida en Occidente, porque el
estilo de vida es muy diferente . En Kabul, las personas comparten,
ponen lo poco que está disponible para todos. La vida es un poco más
simple y más natural: siempre comemos juntos, nos reunimos alrededor de
los televisores, no nos preocupamos por tener un teléfono moderno. La
gente vive su propia vida y, en mucho sentidos, es más feliz que
nosotros, a pesar de la guerra”.
Afganistán, un país con un 99% de población musulmana, actualmente
alberga una sola parroquia, ubicada en la Embajada de Italia en Kabul, a
la que asisten un centenar de personas, casi exclusivamente miembros de
la comunidad diplomática internacional. En la capital, trabaja la
organización intercongregacional de las religiosas “Pro Bambini de
Kabul” y las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta. Además, en el país,
las obras sociales y educativas están gestionadas por el Servicio de
Refugiados Jesuitas y otras organizaciones de inspiración cristiana.