CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 25 de junio de 2018).- A las 13:00 en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar
la Conferencia de Presentación de la XXIV Asamblea General de la
Pontificia Academia para la Vida (PAV) cuyo tema es “Equal beginnings.
But then? A global responsibility” que tiene lugar en el Aula Nueva del
Sínodo en el Vaticano del 25 al 27 de junio.
Han intervenido S.E. Mons. Vincenzo Paglia, Presidente de la
Pontificia Academia para la Vida, Mons. Renzo Pegoraro, Canciller de la
misma Pontificia Academia y la doctora Sandra Azab, Especialista en
International Health, Saint Joseph Institute, Egipto.
Publicamos a continuación la intervención de S.E. Mons. Vincenzo Paglia.
Intervención de S.E. Mons. Vincenzo Paglia
Los meses transcurridos entre la Asamblea de 2017 y la que hoy -la
XXIV edición- inauguramos han sido particularmente densos para nosotros y
para toda la Academia.
Una gran responsabilidad
Se nos ha otorgado una gran y entusiasta responsabilidad que exige
nuestro compromiso activo de mujeres y hombres de ciencia, cultura, de
Iglesia. La especificación de ser "para la Vida" nos pone al servicio de
las vidas de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo y ninguna de
estas vidas, comenzando con las de los más pobres e indefensos, puede
perderse, descartarse, desperdiciarse.
Para que este servicio sea efectivo y concreto, debemos medirnos con
temas que exigen una comprensión científica profunda y una gran
sabiduría de lo humano: de poco sirve conocer al mínimo detalle cada
aspecto de los organismos vivos sin entender el significado mismo de la
vida y la existencia humana.
En los últimos meses, la Academia ha puesto el acento en algunos de
estos temas serios y urgentes, como la influencia de la tecnología en
las diferentes edades de las vidas de las personas (fue el tema de la
última Asamblea cuyas actas, de gran valor, habéis encontrado en una
carpeta) ), así como las complejos y a menudo dolorosas cuestiones
relacionados con los momentos finales de la existencia humana, las
fronteras de la genética, de las neurociencias, de las inteligencias
artificiales y de la robótica. La estrecha e ineludible conexión entre
las cuestiones de la ética de la vida humana y el contexto social y
económico diseñado por una globalización prometedora y aparentemente
ingobernable, es el horizonte que se explorará en el Taller de hoy y de
mañana. La lista, aunque larga, abarca solo una parte de los grandes
problemas que tenemos ante nosotros y con los que debemos confrontarnos.
Nuestra Academia, a través del trabajo de cada uno y el servicio de
todos, debe ofrecer una reubicación de la cuestión de la vida de los
hombres capaz, si no de dibujar el sentido general, al menos de
conseguir que brote de nuevo la pregunta, que emerja la cuestión humana
que cada habitante de esta tierra, con su vida concreta, plantea
inexorablemente. Se lo debemos a todos, a nadie excluido, y sobre todo a
aquellos que viven desfigurados por la enfermedad, la pobreza, la
injusticia insoportable.
El Papa nos ha recordado esta responsabilidad en el horizonte de la
misión más amplia de la Iglesia para que la Buena Nueva de esa Vida "que
es la luz de los hombres y que las tinieblas no han vencido" (cf Jn
1,4-5), llegue a todas partes del mundo. El Papa Francisco, a quien
escuchamos esta mañana, ha subrayado repetidamente que el anuncio
evangélico es estéril cuando se limita a una fría proposición de la
doctrina:
No hay que pensar que el anuncio evangélico deba transmitirse siempre
con determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras precisas que
expresen un contenido absolutamente invariable. Se transmite de formas
tan diversas que sería imposible describirlas o catalogarlas, donde el
Pueblo de Dios, con sus innumerables gestos y signos, es sujeto
colectivo. Por consiguiente, si el Evangelio se ha encarnado en una
cultura, ya no se comunica sólo a través del anuncio persona a persona.
Esto debe hacernos pensar que, en aquellos países donde el cristianismo
es minoría, además de alentar a cada bautizado a anunciar el Evangelio,
las Iglesias particulares deben fomentar activamente formas, al menos
incipientes, de inculturación. Lo que debe procurarse, en definitiva, es
que la predicación del Evangelio, expresada con categorías propias de
la cultura donde es anunciado, provoque una nueva síntesis con esa
cultura. Aunque estos procesos son siempre lentos, a veces el miedo nos
paraliza demasiado. Si dejamos que las dudas y temores sofoquen toda
audacia, es posible que, en lugar de ser creativos, simplemente nos
quedemos cómodos y no provoquemos avance alguno y, en ese caso, no
seremos partícipes de procesos históricos con nuestra cooperación, sino
simplemente espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia.
"(EG 129)
Nuestra Pontificia Academia está llamada a ser uno de esos lugares
donde el diálogo con la ciencia y las culturas contemporáneas debe
producir frutos preciosos. Retomando la parábola evangélica de los
talentos, me gustaría que nuestra Academia se pareciera a los talentos
que el Papa nos ha confiado para que podamos sacarles provecho, para que
podemos multiplicarlos. Y el camino es "habitar" las culturas
contemporáneas, confrontarnos con todos, frecuentar los ambientes de la
ciencia y del saber. No podemos ser como el siervo que entierra el
talento, por miedo, por pereza, por indiferencia. Sería grave. No hablo
solamente de los talentos que se nos han confiado a cada uno de
nosotros. Aquí me refiero a ese talento único que es nuestra Academia,
con todos sus miembros, ordinarios, corresponsales y jóvenes
investigadores, pertenecientes a la Iglesia Católica y a otras
confesiones cristianas, a otras religiones y no creyentes. Todos unidos
en mover ese talento que es nuestra Academia para que la Vida sea
protegida, defendida y promovida, en todas partes.
Gratitud y asombro
Los grandes temas que nos han ocupado en los últimos meses han
generado una increíble trama de relaciones y colaboraciones que, debo
confesar, al comienzo de mi mandato no me hubiera imaginado tan amplia.
En estos pocos meses, la Academia ha colaborado con la World Medical
Association y numerosas asociaciones médicas católicas y no católicas,
en India, Australia, Estados Unidos, Italia; hemos firmado relaciones
formales de colaboración con la Georgetown University en Washington, con
la Universidad Católica de Milán, con la UCAM de Murcia, con el
Methodist Research Center en Houston, con la Catholic Health Association
of India; trabajamos codo con codo con los obispos franceses con motivo
de los estados generales sobre la bioética de ese país; nos hemos
confrontado con varias ONG acreditadas en las Naciones Unidas.
El diálogo franco y sincero que caracteriza a una Iglesia en salida en cada nivel da frutos sorprendentes.
Por eso hoy quiero daros las gracias a todos. Lo que he tratado de
resumir en pocas líneas es el fruto de vuestro trabajo, personal y de
tantos colaboradores que están a vuestro lado todos los días: dadles las
gracias en mi nombre, en nombre del Papa. También es el resultado del
personal de la oficina central de la Academia que ha enfrentado con
pasión y diligencia esta nueva temporada laboral, agotadora y
emocionante. Un agradecimiento especial a Mons. Renzo Pegoraro, nuestro
canciller, recientemente reconfirmado en el cargo para los próximos
cinco años.
Gracias.