Bogotá, COLOMBIA (Agencia Fides, 26/06/2018) – “El pueblo colombiano esta deseoso de paz, de
mucha paz, pero no logramos todavía encontrar el camino. Todos los
obispos de Colombia, estamos en el empeño de conducir a nuestras gentes a
nuestros pueblo por el camino de la verdadera paz que es la paz que nos
promete Cristo, la paz del Evangelio”. Así lo explica a la Agencia
Fides monseñor Mario de Jesús Álvarez Gómez, desde febrero obispo de
Istmina-Tadó, que desde el 2010 cubre el encargo de Director Nacional de
las Obras Misionales Pontificias. “Y estamos en
esta lucha, en este gran esfuerzo, nada fácil, porque también dentro de
la iglesia muchos sacerdotes se han sentido comprometidos en esta acción
y han sido inclusive asesinados y muchas comunidades han sido
desplazadas y perseguidas a raíz de sus convicciones religiosas, pero
seguimos adelante con la convicción que unicamente de la mano de Cristo y
con el evangelio podremos salir de esta situación”.
Entre las zonas geográficas que todavía sufren la violencia y la falta
de paz, el obispo cita Catatumbo, una región colombiana situada en el
noroeste, en la frontera con Venezuela que “ha sido un polvorín desde
tiempo atrás. Porque el grupo insurgente ELN, desde sus orígenes allá
por el año 1964, se asentó particularmente allí. Es una zona rica que
comparte con Venezuela la riqueza de petroleo y eso ha sido el caldo de
cultivo para alimentar allí una gran violencia, una guerra. Y el ELN ha
sido un grupo insurgente que a lo largo de la historia se ha
caracterizado por explotar tantísimas veces los oleoductos, y llevar el
petroleo de esta zona hasta el caribe colombiano. Es un trayecto
bastante largo y este grupo constantemente lo explota para manifestar su
rechazo a las multinacionales que, según ellos, vienen a explotar el
país, se llevan la riqueza y nos dejan solo la pobreza y la corrupción.
En esta zona, unida a otras como el occidente del país, la región
del Choco y la costa pacífica también esta este grupo insurgente,
combinado con otra forma de violencia en la que también entra el
narcotráfico y a donde han llegado algunos que ante la desaparición de
las FARC buscaron su espacio y entraron en el ELN o constituyeron otros
grupos llamados las Bacrim (bandas criminales), este es otra zona
difícil del país”, explica el obispo que lamenta que este fenómeno
también se dé en el sur del país. “Son zonas que tradicionalmente
estaban dominadas por las FARC pero ahora sufren una combinación de
luchas que hacen que aun en Colombia, en este momento, a pesar de la
firma de paz, persista todavía mucho ambiente de violencia, de guerra,
de fastidio contra cualquier forma institucional que se vea como
inclinada a los poderes que desde fuera quieren dominar, subyugar al
Estado colombiano”.
Pese a esta violencia, el obispo destaca que “la Iglesia es la única que
procura estar en todos los lugares, en todos los sitios, desde donde
está el gobierno central hasta las ultimas instancias donde hay tanto
olvido y pobreza. Tanta falta de lo necesario para vivir con dignidad,
allí hay un miembro de la iglesia católica llevando el mensaje de paz y
de reconciliación. Es la gran esperanza y nosotros queremos serlo hasta
el final”.
Aunque en el camino se hayan cometido errores, recuerda monseñor Álvarez
Gómez, la Iglesia es la institución que genera mayor confianza a la
gente y esto hace que esté presente en todas las realidades, sobre todo,
en entre los más pobres y abandonados, donde falta lo necesario para
vivir con dignidad.
“Este año precisamente estamos trabajando en Colombia en año de la
reconciliación, invitando a los colombianos a desarmar nuestros
corazones y a entrar en un ambientarte de reconciliación y de paz que
nos abra el camino del desarrollo”, concluye el obispo.