Asunción, PARAGUAY (Agencia Fides, 26/06/2018) – “Un modelo cristiano joven”, “una persona
realizada, muy inteligente, que irradiaba alegría”, “un testimonio joven
de una santidad posible que no es un ideal inalcanzable”, “un modelo de
persona reflexiva, que pone en cuestión las cosas y las discute, porque
hay realidades que es necesario discutir para poder caminar hacia el
bien”. Así monseñor Adalberto Martínez Flores, obispo electo de
Villarrica del Espíritu Santo, describe para la Agencia Fides a la joven
carmelita descalza María Felicia de Jesús Sacramentado Guggiari, más
conocida como “Chiquitunga”, beatificada el pasado sábado 23 de junio en
Asunción, en una ceremonia a la que asistieron 50.000 fieles de todo
Paraguay y Argentina. La celebración solemne estuvo presidida por el
cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de
los Santos.
"¡Miren cómo convoca la santidad!", asegura monseñor Martínez hablando
con la Agencia Fides. “Son personas que no solo admiran las vidas de los
santos sino que también quieren imitar la donación de Chiquitunga.
Providencialmente, - continúa -, el Santo Padre me ha nombrado obispo de
la diócesis en la que nació, tierra de santos podríamos decir, por los
numerosos testimonios de vida cristiana. En Villarrica hubo
manifestaciones de fe y de acción de gracias a Dios muy grandes en estos
días, con muchos peregrinos que han venido para la beatificación”. Para
el obispo “hay que estar orgullosos” de la beata, una santa “para todos
los tiempos”, “sobre todo en estos, en los que Paraguay necesita
personas que se consagren totalmente al Señor en los ambientes en los
que viven”.
De Villarrica está partiendo un nuevo impulso devocional hacia
Chiquitunga, que se une al que hay en Asunción, donde la beata vivió los
últimos cinco años de su existencia terrena, y donde se ha recogido el
testigo de su apostolado laico. En Asunción se ha promovido la causa de
canonización en colaboración con las monjas carmelitas de la capital.
Poco después del nombramiento de monseñor Ricardo Valenzuela (ahora
obispo de Caacupé) se comenzó a trabajar en base a la idea de
fraternidad de Chiquitunga, con el objetivo de difundir la devoción y de
llevar, tal y como ella hizo, la sonrisa y la caricia de la Palabra de
Dios y una ayuda concreta a quienes más lo necesitan en las prisiones,
hospitales o enfermos en sus casas. Así lo explica Carmen Gamarra,
coordinadora del grupo.
Felipe González, un joven miembro del grupo, cuenta que de la beata le
sorprendió el hecho de que la primera y la última visita de su día
siempre fuera a Jesús en el sagrario, con el que tenía una relación
cercanísima y que hacía fecunda su actividad de estudiante, de
catequista y de animadora de Acción Católica (AC). Durante una asamblea
de AC tomó la palabra en varias ocasiones para defender su posición,
contraria a la del joven Ángel Sauá, del que se enamoró después. Con él
mantuvo posteriormente una correspondencia espiritual, a petición de su
padre espiritual, y ofreció su consagración carmelita por su santidad
sacerdotal.
El cardenal recordó en su homilía que “Ángel la invitó al cine y, como
respuesta, ella le invitó a ver una película mucho más realista: le
llevó al hospital para visitar a los enfermos. Allí conocieron a una
persona que necesitaba una transfusión y ambos donaron su sangre”. El
cardenal definió a Chiquitunga como “una biblioteca de santidad” por la
gran cantidad de actos de generosidad, bondad y humildad recogidos
durante la causa y “una figura destacada de joven santa, educada y
entusiasta de su fe y su vocación”. “Los testigos de su tiempo hablan de
una gran fe, convencida y explosiva”, “algunos la comparan con Madre
Teresa de Calcuta”, continuó el cardenal Amato, haciendo hincapié en que
la beata, nacida el 12 de enero 1925, pertenecía a una familia
profundamente vinculada a la política nacional y perseguida
personalmente y por eso “renunció al amor humano para dárselo al Señor” a
través de la vida contemplativa. Después de trabajar
durante cuatro años como maestra, María Felicia entró en el monasterio
carmelita de Asunción, donde añadió a su nombre el “de Jesús
Sacramentado”, y vivió sin perder su alegría, hasta el 28 de abril de
1959, cuando murió de una hepatitis infecciosa. El aniversario de su
“dies natalis” será, desde el próximo año, la fecha de su memoria
litúrgica.
Después de la oración mariana del Ángelus, junto a los fieles reunidos
en la plaza de San Pedro el domingo 24 de junio, el Papa Francisco
recordó con estas palabras a la nueva beata: “Ayer, en Asunción
(Paraguay), fue proclamada beata María Felicia del Santísimo Sacramento,
María Felicia Guggiari Echeverría, una monja de la Orden de las
Carmelitas Descalzas, llamada por su padre y aún hoy en día por la gente
de Paraguay como “Chiquitunga”. Vivió en la primera mitad del siglo XX,
se unió con entusiasmo la Acción Católica y se encargó de los ancianos,
los enfermos y los presos. Esta fructífera experiencia de apostolado,
sostenida por la Eucaristía diaria, dio como resultado su consagración
al Señor. Murió a los 34 años, aceptando la enfermedad con serenidad. El
testimonio de esta joven beata es una invitación para todos los
jóvenes, especialmente los paraguayos, a vivir la vida con generosidad,
ternura y alegría. ¡Demos la bienvenida a la Chiquitunga con
aplausos y a todo el pueblo de Paraguay!”.