Sydney, AUSTRALIA (Agencia Fides, 14/06/2018) – “La paz en Myanmar es un compromiso primordial.
No afecta solo a Myanmar, sino a todo el mundo. Podría llegar a ser un
ejemplo para el resto del mundo porque es un país donde 135 grupos
étnicos diferentes viven juntos después de haber dejado sus conflictos
atrás”. Así lo asegura el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de
Yangon, invitado por Catholic Missio Australia, la Dirección Nacional
Australiana de las Obras Misionales Pontificias.
El cardenal recordó a unas palabras de la líder Aung San Suu Kyi, quien
asegura: “No podemos dejar de lado la pesada carga del conflicto sobre
los hombros de las generaciones más jóvenes”. Sobre las críticas
dirigidas a ella por los observadores internacionales, monseñor Bo
comenta: “Aung San Suu Kyi es Myanmar. Existe una identificación tan
fuerte que va más allá de la política. Ha sufrido con su pueblo, no ha
sido doblegada por el sufrimiento, sino que más bien lo ha convertido en
una lucha por la libertad en la esperanza de un cambio. A través de la
no violencia, a través del silencio, a través de una acción responsable
que respeta los tiempos de la historia para no volver al miedo, la
dictadura o la violencia”.
El cardenal destaca: “Estamos viviendo la dolorosa historia del
conflicto, en especial, en el estado de Rakhine, donde sufre la
población musulmana; o en el estado de Kachin, donde sufren los
cristianos. Tenemos a miles de víctimas de la violencia delante de
nosotros. Hay un difícil equilibrio entre la democracia y el papel
político del ejército. Entre ambos seguimos de cerca los esfuerzos del
gobierno civil de Aung San Suu Kyi para la repatriación de los
musulmanes de Rakhine, el alto el fuego, el proceso de reconciliación y
paz con la Conferencia de Panglong del siglo XXI. El gobierno alienta el
diálogo religioso y el pluralismo, buscando el desarrollo sostenible y
un federalismo que promueva la inclusión y la autonomía”.
El cardenal reconoce una “profunda comunión entre Aung San Suu Kyi y su
gente”, recordando que “Aung San Suu Kyi en su discurso al país en la
tarde del 1 de abril, en el segundo aniversario de su gobierno, llamó a
la unidad para hacer frente a los retos : unidad entre gobierno y
pueblo, entre partidos y sociedad civil, entre grupos étnicos,
religiones e incluso con el ejército”.
El arzobispo concluye: “Aung San Suu Kyi encarna un mensaje de
coherencia, fortaleza, unidad, responsabilidad por su país, una misión
por delante. Su silencio, -que los medios occidentales no entienden-, no
es mudo: habla de forma tranquila, tal vez de una manera birmana, del
respeto por una historia de lucha y dolor que conoce muy bien. Es su
vida, su familia y su historia. Una historia de espera silenciosa del
pueblo de Myanmar frente a un muro muy alto coronado de alambre de púas.
El silencio expresa coherencia, incluso la disciplina del espíritu,
frente a las dificultades de la política y la información”.