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CIUDAD DEL VATICANO, 15 julio 2014 (VIS). El Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, intervino ayer en el Coloquio entre México y la Santa Sede ''Migración internacional y desarrollo'' en el que participan también los Ministros de Exteriores de Honduras, El Salvador y Guatemala, para abordar el tema de la responsabilidad de las partes involucradas en las fases de partida, tránsito y llegada de los emigrantes. Ofrecemos amplios extractos de su intervención, pronunciada en español:
''La gran aportación
del cristianismo a la humanidad, que luego, con el madurar de los
tiempos, será recogida por la Ilustración como categoría política
es la fraternidad universal. La razón iluminada por la fe descubre
con gozo que en la gran familia humana todos somos hijos de un mismo
Padre... De un modo radical, el cristianismo ha afirmado desde sus
mismos inicios que todos somos libres, que todos somos iguales, que
todos somos hermanos... Como consecuencia, la dignidad de las
personas no procede de su situación económica, de su filiación
política, nivel educativo, pertenencia étnica, estatus migratorio o
convicción religiosa. Todo ser humano, por el mismo hecho de ser
persona, posee una dignidad tal que merece ser tratada con el máximo
respeto.
Cada día nos llegan
nuevas noticias del ingente número de personas que en el mundo deben
salir de su tierra entre situaciones lacerantes de sufrimiento y
dolor. Las causas son siempre las mismas: la violación de los
derechos humanos más elementales, la violencia, la falta de
seguridad, las guerras, el desempleo y la miseria.... Intentando
llegar a una tierra de promisión en la que sea posible una vida
digna, miles de personas deben pasar hambre, humillaciones,
vejaciones en su dignidad, a veces hasta torturas y, algunos, morirán
solos entre la indiferencia de muchos. Atónitos, contemplamos en
pleno siglo XXI a las víctimas de la trata humana, a los que son
obligados a trabajar en condiciones de semi-esclavitud, a los que son
abusados sexualmente, a los que caen en las redes de bandas
criminales que operan a nivel transnacional y que a veces cuentan con
impunidad a causa de la corrupción y ciertas connivencias. El tema
que hoy nos ocupa, el de la 'movilidad humana' en el mundo de hoy, se
enmarca en este universo de dolor que no puede dejar indiferente a
nadie, especialmente a la Iglesia. yen el más vasto movimiento de
personas, incluso de pueblos, de todos los tiempos .
Creo poder afirmar
con razón que en nuestro mundo globalizado, el progreso no se logra
únicamente con un mayor flujo de capitales, mercancías e
información. Un incremento del intercambio comercial y financiero
entre las naciones no conlleva, de manera automática, una mejora en
los niveles de vida de la población, ni tampoco genera
automáticamente más riqueza. Al respecto, observamos que las
naciones, especialmente aquellas más avanzadas desde el punto de
vista económico y social, deben su desarrollo en gran parte a los
emigrantes... Aquellas sociedades en las que los emigrantes legales
no son acogidos abiertamente, sino que son tratados con prejuicios,
como sujetos peligrosos o dañinos, demuestran ser muy débiles y
poco preparadas para los retos de los decenios venideros. Por el
contrario, aquellos países que saben ver a los recién llegados como
elementos generadores de riqueza ante todo humana y cultural y, por
tanto, que saben acogerlos debidamente; aquellas sociedades que hacen
los pertinentes esfuerzos por integrar a los emigrantes, dan un
mensaje inequívoco a la entera comunidad internacional de solidez y
garantía que, en sí, generan aún un mayor progreso.
Es cierto que la
movilidad humana y su impacto en el desarrollo son dos de los
fenómenos sociales más complejos, difíciles de resolver sin un
espíritu general de confianza. Por un lado el emigrante tiene el
deber de integrarse en el País que lo acoge, respetando sus leyes y
la identidad nacional. Por otro lado el Estado tiene también el
deber de defender las propias fronteras, sin olvidar en ningún caso
el respeto de los derechos humanos y el deber de la solidaridad. Es
evidente que el fenómeno de la migración no puede ser resuelto
únicamente con medidas legislativas o adoptando políticas públicas,
por buenas que sean, y mucho menos únicamente con las fuerzas de
seguridad y del orden. La solución del problema migratorio pasa por
una conversión cultural y social en profundidad que permita pasar de
la 'cultura de la cerrazón' a una 'cultura de la acogida y el
encuentro'.
En este contexto, la
Iglesia siempre ha sido y será una leal colaboradora... Por
definición, es católica, es decir, universal, transnacional. Su
mensaje no se agota en la vida privada de los fieles, sino que
buscando su conversión, se expande y alcanza los caminos de la
cultura y de la justicia social puesto que no es posible definirse
cristiano y vivir de espaldas a la justicia y fraternidad, también
con los no creyentes. Por otra parte, la Santa Sede, gobierno central
de la Iglesia universal, es un sujeto con plena soberanía en el
derecho internacional que goza de plena personalidad jurídica...
Ayudada por sus Representantes Pontificios, participa en los más
variados foros políticos con el objeto de que los derechos humanos
universales sean plenamente tutelados desde el respeto a los
principios éticos y morales que conforman la vida social. La Iglesia
siempre apoyará a nivel nacional e internacional cualquier
iniciativa dirigida a la adopción de políticas de concierto.
Ante el hecho
migratorio, necesitamos urgentemente que se superen los recelos
atávicos y se planteen de una vez estrategias comunes a nivel
sub-regional, regional y mundial que incluyan a todos los sectores de
la sociedad. Pensemos, por ejemplo, en los Estados Unidos de América,
cuya Administración ha difundido en estas semanas los datos que se
refieren al flujo migratorio de los niños que cruzan la frontera sin
estar acompañados por adultos. Su número crece cada día de modo
exponencial. Tanto si viajan a causa de la pobreza, de la violencia o
con la esperanza de unirse a los familiares que están al otro lado
de la frontera, es urgente protegerlos y asistirlos, pues su
debilidad es mayor e indefensos, están al albur de cualquier abuso o
desgracia. La política es el arte de lo posible. Hagamos posible lo
que parecía imposible. Seamos ambiciosos al plantearnos los retos.
No nos desanimemos por aquello que no son sino aparentes fracasos''.
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