Trípoli, LIBIA (Agencia Fides, 15/09/2016) - “La situación en Trípoli en general es
tranquila, pero en ocasiones se producen enfrentamientos entre las
diversas milicias que se han dividido el control de la ciudad. No son
cosas que suceden a menudo; las escaramuzas se producen cuando los
hombres de una milicia tratan de entrar en el territorio controlado por
la otra. En estas condiciones tenemos que movernos con mucho cuidado”,
dice a la Agencia Fides Su Exc. Mons. George Bugeja, Coadjutor del
Vicario Apostólico de Trípoli, que se encuentra en Roma para el
Seminario de estudio para los obispos recientemente nombrados para los
territorios de misión, organizado por la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos.
Hoy precisamente, Martin Kobler, jefe de la misión Onu en Libia, ha
lanzado la alarma sobre la presencia en Libia de 235.000 migrantes che
esperan encontrar un modo para viajar a Italia. Un problema que Mons.
Bugeja conoce bien. “Algunos migrantes vienen a nosotros para obtener
ayuda, también espiritual, porque entre ellos hay cristianos”, dice.
“Vienen de Nigeria, Níger, algunos de Burundi, Sierra Leona y sobre todo
del África subsahariana. Los migrantes entran en Libia a través de la
ciudad sureña de Sebha y luego viajan a Trípoli, la mayoría de ellos con
la intención de cruzar el Mediterráneo para llegar a Italia y al resto
de Europa. Los que vienen a mí, me piden la bendición para cruzar el
Mediterráneo. Yo trato de disuadirles y que no corran ese gran riesgo,
especialmente cuando van con niños.
Pero ellos están decididos a continuar el viaje a toda costa. Dicen:
'Aquí no tenemos futuro. Tal vez lo podamos encontrar en Europa, si no
para nosotros, al menos para nuestros hijos'. Desafortunadamente son
cientos de miles de personas que razonan de esta manera, y la única
respuesta que se me ocurre para tratar de bloquear estos flujos es hacer
que Europa y los Estados Unidos ayuden a los países de los que parten
estos migrantes a mejorar sus condiciones sociales y económicas”, dice
Mons. Bugeja.
El Coadjutor del Vicario Apostólico de Trípoli, explica que “la mayor
parte de los migrantes tiene una percepción distorsionada de Europa,
debido a que los traficantes les prometen que encontrarán trabajo,
tendrán una casa, y así sucesivamente, con el único fin de robarles sus
ahorros. Para viajar desde su país a Sebha, y luego desde allí a
Trípoli, pagan grandes sumas en dólares estadounidenses. Luego para
embarcarse en los barcos hacia Europa, los traficantes piden al menos
mil dólares americanos por persona”.
Para recaudar el dinero necesario para el largo viaje desde un país
subsahariano a Europa, por lo general los migrantes proceder por etapas,
dice Mons. Bugeja. “La primera etapa del viaje a Libia, lo suelen pagar
con el dinero ahorrado en el país de salida. Una vez en Trípoli, si no
tienen más dinero, se buscan ingeniosamente puestos de trabajo para
reunir el dinero necesario para embarcarse. Muchos de ellos terminan
dentro de la economía informal o criminal. Sobre todo las chicas
terminan en la prostitución”.
Mons. Bugeja explica para terminar que la comunidad católica en Trípoli
está compuesta por filipinos, unos tres mil, que trabajan en los centros
de salud, y también por algunos africanos. En este caso, es necesario
distinguir entre los que estaban en Libia antes del 2011, año de la
caída de Ghedsafi, que tienen un puesto de trabajo, y los demás, que
están de paso. Por último, hay algunos indios, pakistaníes, egipcios, e
incluso han vuelto algunos Europeos”.