SINGAPUR (Agencia Fides, 24/01/2018) - Los catecúmenos, los niños, los estudiantes
de una clase de catecismo “deberían ver a Cristo en sus catequistas. Lo
importante es vuestro encuentro con Cristo”: según la información de la
Agencia Fides, con estas palabras el Arzobispo de Singapur Goh se ha
dirigido a los más de 300 catequistas, abriendo el año catequético con
la tradicional reunión celebrada en los últimos días en el Centro de la
educación católica de la archidiócesis.
El tema del Año Catequético 2018, ha dicho el p. Erbin Fernández, jefe
de la oficina de catequesis, es “Vivir como discípulos misioneros”. “Si
muchos catequistas se preocupan por el programa de catequesis”, explica,
“en realidad los catequistas son ellos mismos el 'programa': su fe y su
encuentro personal con Cristo representan el mejor programa”. “Si los
catecúmenos reconocen a Cristo en sus catequistas y en la fe, encarnada
en sus vidas, es más atractiva de lo que ofrece el mundo, entonces los
catecúmenos querrán compartir su fe con sus amigos y sus familias”,
afirma. Pero, para que esto suceda, subraya el p. Erbin, “los
catequistas deben ante todo vivir lo que predican y encontrarse con
Cristo a través de la oración y los sacramentos”.
El arzobispo William Goh ha recordado a los catequistas que su objetivo
“no es proporcionar a los estudiantes un certificado para completar su
programa de catequesis, sino convertirlos en discípulos misioneros,
llenos del Espíritu de Jesús”, acompañándolos en una “profunda relación
con Jesús”. Si esto no sucede, “la catequesis ha fallado”, comenta. Sin
haber vivido “un encuentro profundo con Cristo, los catequistas no
podrán proclamar el amor salvador de Dios a los demás”, continua Goh.
“Es esencial, que los catequistas profundicen ese encuentro con la
formación permanente para que maduren como evangelizadores y
catequistas”.
El arzobispo Goh ha esbozado el camino para acompañar a los catecúmenos
“en el camino para convertirse en discípulos misioneros”: en primer
lugar esta el ayudar a la persona a encontrarse con Jesús; ayudarla a
descubrir quién es ella en Cristo; para ayudarla a “hacerse prójimo” al
compartir el don de la fe con otras personas. Para hacer esto, señala,
necesitamos una cercanía personal entre el catequista y el catecúmeno y
una catequesis, por lo tanto, llevada a cabo en pequeños grupos, no en
grandes reuniones.