Jerusalén, ISRAEL (Agencia Fides, 24/01/2018) - “Israel ha encontrado una manera drástica de
resolver el problema de los inmigrantes africanos: pagará a Ruanda para
darles acogida. Algunos usan el verbo 'vender' para describir la
política lanzada por el gobierno de Benjamin Netanyahu. ¿No es un
negocio de seres humanos?”. La hermana Azazet Kidane, una religiosa
comboniana de Eritrea que ha estado trabajando en el estado judío junto
con migrantes durante años, se siente desconsolada. Desde el comienzo
del año, el gobierno israelí ha anunciado que quiere reducir la acogida y
ha admitido que ha firmado un acuerdo con Kigali para favorecer la
expulsión de muchos africanos hacia Rwanda (tras el pago de una suma por
cada migrante). Los Jefes de las Iglesias Católicas de Tierra Santa, en
un texto publicado en los últimos días (véase Fides 22/1/2017) también
han expresado sus reservas y perplejidades con respecto a la reciente
disposición implementada por el gobierno israelí.
“A partir de 2011 - explica la hermana Kidane - el flujo de migrantes
africanos a Israel ha aumentado. Ante este fenómeno, el gobierno
inicialmente transfería a los africanos a prisiones abiertas, de donde
salían por la mañana y volvían por la tarde. Los jóvenes africanos
podían trabajar como camareros, porteros, sirvientes, cuidadores. Sin
embargo, el Tribunal Supremo ha prohibido la detención de personas sin
condena y el gobierno ha tenido que liberarlos”.
El gobierno ha ideado un nuevo sistema para reducir la presencia de
africanos (que hoy son 38 mil, especialmente eritreos y sudaneses). “Habiendo firmado las convenciones internacionales para la protección de
los refugiados, observa la hermana Azezet, Israel no puede repatriar a
los migrantes en Eritrea o Sudán, donde sus vidas corren peligro.
Entonces ha firmado un acuerdo con Ruanda. Israel paga a Rwanda cinco
mil dólares por persona, y da 3.500 a los migrantes. Estos últimos
firman un compromiso de no regresar a Israel. Muchos migrantes que han
aceptado la repatriación al llegar a Rwanda las autoridades locales han
confiscado sus documentos y su dinero y no les han otorgado el derecho
de asilo. Los refugiados han sido conducidos a la frontera con Uganda
desde donde han tenido que emprender el camino hacia Sudán, Libia y
Europa. Muchos de ellos han muerto”.
Quien no acepte ser transferido a Ruanda tendrá que solicitar asilo o
será expulsado. “Pero es imposible presentar la solicitud”, concluye la
Hna. Azezet. “Todos los días, decenas de personas se presentan en los
mostradores del gobierno, pero solo unos pocos son recibidos y, en
cualquier caso, no reciben respuestas. Para marzo, los que no hayan
presentado la solicitud serán arrestados y encarcelados. Esta vez, en
prisiones reales. Israel no quiere a los africanos porque teme que la
inmigración pueda socavar la identidad judía del país. Dicho esto, en mi
opinión, Israel necesita la mano de obra africana. Los espacios para
una integración y recepción auténtica existen. Falta solo la voluntad
política”.
En los últimos días, más de 2.000 solicitantes de asilo se han
manifestado frente a la embajada de Ruanda en Tel Aviv, en contra de la
intención de Israel de deportar a los migrantes a Ruanda: “No queremos
ser vendidos como esclavos”, dicen los manifestantes. La historia ha
despertado un gran eco y también un movimiento de ciudadanos israelíes
pro-migrantes. Shaul Betzer, primer oficial de la aerolínea israelí “El
Al”, ha escrito: “Como ser humano y como miembro del pueblo judío,
criado en los valores del sionismo, no puedo tomar parte en el vuelo que
llevará a los refugiados a un destino donde sus posibilidades de
supervivencia son nulas”. Otro piloto agrega: “Los refugiados que ya
viven entre nosotros no pueden ser descartados y enviados a sus países
donde les esperan el sufrimiento y la muerte”.