Wau. SUDÁN DEL SUR (Agencia Fides, 15/02/2018) - La Loyola Secondary School (Lss) en Wau, en Sudán
del Sur, es una escuela pero también un refugio. Es un lugar donde los
niños y niñas pueden encontrar serenidad y construir el futuro más allá
de la violencia y la guerra. “La calidad de la educación es un factor
importante para romper el ciclo de pobreza. Nuestra esperanza es que el
instituto proporcione a Sudán del Sur, líderes, hombres y mujeres del
mañana, comprometidos en servir a su pueblo con integridad y justicia”,
así lo ha expresado el director del instituto, el jesuita Beatus Mauki,
en una nota enviada a la Agencia Fides.
La Loyola Secondary School, fundada en 1982 por la Compañía de Jesús,
estuvo cerrada durante mucho tiempo debido a la guerra librada entre el
norte y el sur de Sudán. Con la independencia del Sur, las actividades
se reanudaron y muy pronto el número de estudiantes comenzó a aumentar.
En 2013, estalló una nueva guerra civil entre las fuerzas armadas y las
milicias nuer, que pronto se convirtió en una lucha entre bandos que
afectó a todo el país. En los últimos cuatro años, han muerto al menos
50 mil personas, otras miles se han visto obligadas a abandonar sus
casas. El 40% de los 12 millones de habitantes tiene problemas para
alimentarse adecuadamente.
“La guerra civil - explica el director - ha devastado el país,
extendiéndose a todas las provincias. La actividad escolar va
ralentizada, aunque no se ha parado. La Loyola Secondary School, que
cuenta con 580 estudiantes seguidos por 35 maestros y seis jesuitas, ha
logrado crear un espacio único donde los jóvenes conviven serenamente
más allá de las diferencias étnicas. La escuela les ofrece además un
espacio para aspirar a alcanzar su máximo potencial y les garantiza la
oportunidad de disfrutar de su juventud”.
Esto es raro en Sudán del Sur, donde más de 19 mil niños han sido
reclutados por las milicias y al menos una de cada tres escuelas está
dañada, destruida, ocupada o cerrada. Unicef ha documentado casi 1.200
casos de violencia sexual contra menores de edad. Además, muchos niños
perdieron a sus padres y se ven obligados a cuidar de sus hermanos
menores.
Conscientes de esta situación, los dirigentes de la escuela, gracias al
compromiso de las estructuras misioneras de los jesuitas, han comenzado a
ofrecer becas a los niños más necesitados y un desayuno nutritivo que,
para algunos, es la única comida del día. Casi el 60% de los estudiantes
viven en campos de refugiados y algunos de ellos son huérfanos. P.
Mauki atribuye al programa de alimentación “la mejoría de las
capacidades físicas y mentales de los estudiantes y el mantenimiento de
rendimientos académicos por encima del promedio".