CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 1° de junio de 2018).- “Dar lo mejor de uno mismo”.Documento sobre la perspectiva cristiana del deporte y la persona humana del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.
Dar lo mejor de uno mismo
Documento sobre la perspectiva cristiana
del deporte y la persona humana
Capítulo 1 Motivos y propósito
Dar lo mejor de uno mismo
Dar lo mejor de uno es un tema fundamental en el deporte, ya que
los atletas se esfuerzan individual y colectivamente para lograr sus
objetivos en el juego. Cuando una persona da lo mejor de sí misma,
experimenta la alegría del deber cumplido. Todos quisiéramos poder decir
un día, con San Pablo: “He peleado hasta el fin el buen combate, he
concluido mi carrera, he conservado la fe”. (2Tim 4,7). Este documento
pretende ayudar al lector a entender la relación entre dar lo mejor de
uno mismo en el deporte y a vivir la fe cristiana en todos los aspectos
de nuestra vida.
1.1 Motivo de este documento
La Iglesia, como Pueblo de Dios, tiene una profunda y rica
experiencia de humanidad. Con gran humildad, quiere compartir su
experiencia y ponerla al servicio de la humanidad. La Iglesia se acerca
al mundo del deporte porque desea contribuir a la construcción de un
deporte que sea cada vez más auténtico y más humano.
De hecho, “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco”[1]
en los corazones de los seguidores de Cristo. El deporte es universal y
ha alcanzado un nuevo nivel de importancia en nuestro tiempo y también,
por eso, encuentra un eco en el corazón del Pueblo de Dios.
La Iglesia entiende a la persona humana como una unidad de cuerpo,
alma y espíritu, y busca evitar cualquier tipo de reduccionismo en el
deporte que rebaje la dignidad humana. “La Iglesia se interesa por el
deporte porque le interesa el hombre, todo el hombre y reconoce que la
actividad deportiva incide en la formación de la persona, en sus
relaciones, en su espiritualidad”. [2]
Este documento pretende ser una carta de presentación de los puntos
de vista de la Santa Sede y de la Iglesia Católica en lo referente al
deporte. En la forma como se ha escrito la historia del deporte se ha
llegado a pensar que la Iglesia Católica ha tenido un punto de vista
negativo sobre el deporte y su impacto, especialmente durante la Edad
Media y durante los periodos más tempranos de la Edad Moderna, por las
posturas negativas de algunos católicos hacia el cuerpo. Esta tendencia
negativa, sin embargo, se basa en una mala interpretación de la postura
católica hacia el cuerpo durante estos periodos, y olvida la influencia
positiva de las tradiciones educativas, teológicas y espirituales,
católicas referentes al deporte como un aspecto más de la cultura.[3]
“La postura cristiana hacia el deporte, así como hacia otras
expresiones de las facultades naturales del hombre, como la ciencia, el
aprendizaje, el trabajo, el arte, el amor, y los compromisos sociales y
políticos, no es una postura de rechazo o huida, sino de respeto y
estima, aun cuando los corrija y los eleve: en una palabra, una postura
de redención.”[4] Una postura de redención que se presenta en
el deporte cuando la primacía de la dignidad de la persona es respetada
y el deporte está al servicio de la persona humana en lo que a su
desarrollo integral se refiere. Como apunta el Papa Francisco, “El
vínculo entre la Iglesia y el mundo del deporte es una maravillosa
realidad que se ha fortalecido a lo largo del tiempo, por lo que la
Comunidad Eclesial ve en el deporte un instrumento poderoso para el
crecimiento integral de la persona humana. Comprometerse en el deporte,
de hecho, nos lleva a mirar más allá de nosotros mismos y de nuestros
propios intereses, de una manera sana; entrena el espíritu de sacrificio
y, si se organiza bien, promueve la lealtad en las relaciones
interpersonales, la amistad, y el respeto a las normas”. [5]
La Iglesia Católica dirige este documento a toda la gente de buena
voluntad. En particular, la Iglesia está interesada en dialogar con
todas las personas y las organizaciones que han estado desarrollando –y
desarrollan –programas para defender aquellos valores humanos que son
inherentes a la práctica del deporte.
Lo dirige también a todos los fieles católicos, empezando por los
obispos y sacerdotes, pero especialmente a los laicos, quienes están más
en contacto con el deporte como una realidad de vida. El objetivo del
documento es que hable a todos aquellos que aman y valoran el deporte,
ya sean jugadores, profesores, entrenadores, padres y a todos aquellos
para los cuales el deporte es tanto un trabajo como una vocación. Nos
gustaría extender estos pensamientos a nuestros hermanos y hermanas en
la fe que han evangelizado y promocionando los valores cristianos en el
deporte durante más de 50 años.[6]
¿Cómo podría la Iglesia no estar interesada?
La Iglesia ha motivado y promovido siempre la belleza en el arte,
la música y otras áreas de la actividad humana a lo largo de su
historia. La razón última es que la belleza es algo que proviene de
Dios, y la percepción de la misma es algo inherente a todo ser humano en
cuanto criatura amada. El deporte nos ofrece la oportunidad de
participar en momentos bellos, o de presenciarlos. En este sentido, el
deporte tiene el potencial de recordarnos que la belleza es una de las
muchas maneras de encontrar a Dios.
La universalidad de la experiencia de los deportes, su fuerza
simbólica y comunicativa, y su gran potencial educativo son muy
evidentes a día de hoy. El deporte es un fenómeno de la civilización que
reside tan plenamente en la cultura contemporánea y empapa los estilos
de vida de tanta gente y sus elecciones, que podríamos preguntarnos con
Pio XII: “¿Cómo no va a estar la Iglesia interesada en el deporte?”[7]
Pío XII y Pablo VI abrieron vigorosamente la puerta del diálogo entre
la Iglesia y el mundo del deporte en el siglo XX, promocionando los
aspectos que eran comunes al deporte y la vida cristiana y uniendo los
ideales del movimiento olímpico con los ideales católicos: “Esfuerzo
físico, cualidades morales, amor a la paz: en estos tres puntos,
esperamos haberos mostrado, que el diálogo que la Iglesia tiene con el
mundo del deporte es sincero y cordial. Nuestro deseo es que sea cada
vez más grande y más fructífero”. [8]
La necesidad del cuidado pastoral en el deporte: una tarea esencialmente educativa.
El diálogo entre Iglesia y deporte ha producido y sigue produciendo
una propuesta polifacética para el cuidado pastoral, especialmente en
colegios, parroquias y asociaciones católicas. San Juan Pablo II apoyó
este proceso, por un lado, desde el Magisterio, y por otro abriendo por
primera vez en la Santa Sede una oficina dedicada a la relación entre la
Iglesia y el deporte.
“La Iglesia debe estar en primera fila en esta área para elaborar una
pastoral específica adaptada a las necesidades de los atletas y
especialmente para promover un deporte que pueda crear las condiciones
de una vida rica en esperanza”. [9] La Iglesia no sólo
incentiva la práctica del deporte, sino que quiere estar en el deporte,
considerado como un moderno “Patio de los Gentiles” y el areópago donde
es anunciada la Buena Noticia.
El Magisterio de la Iglesia se refiere continuamente a la necesidad
de promover “un deporte para la persona” que sea capaz de dar un
significado a la vida y desarrollar plenamente a la persona en lo moral,
social, ético, espiritual y religioso. La relación de la Iglesia con el
deporte, toma la forma de una variada y extensa presencia pastoral
inspirada por el interés de la Iglesia en la persona humana.
1.2 La Iglesia y el deporte hasta la actualidad
La Iglesia ha estado en constante diálogo con el mundo del deporte
desde su existencia. Son bien conocidas las metáforas utilizadas por San
Pablo para explicar la fe y la vida cristiana a los gentiles. En la
época medieval, los laicos católicos organizaban juegos y deportes
durante las fiestas, que representaban buena parte del año, así como los
domingos. Estos juegos encontraron apoyo teológico en los escritos de
Santo Tomás de Aquino cuando argumentó que puede existir "una virtud en
el juego" porque la virtud tiene que ver con la moderación. Una persona
virtuosa, por esto mismo, no debería estar trabajando todo el tiempo,
sino que también necesita tiempo para el juego y el ocio. Los humanistas
del Renacimiento y los primeros jesuitas pusieron en práctica el
concepto de virtud de Santo Tomás de Aquino al decidir que los alumnos
necesitaban tiempo para jugar y recrearse durante el transcurso de la
jornada escolar. Esta fue la razón original para la inclusión del juego y
el deporte en las instituciones educativas en el mundo occidental. [10]
Además, ya desde el comienzo de la Edad Moderna, la Iglesia ha
mostrado interés en este fenómeno, ya que aprecia su potencial educativo
a la vez que comparte muchos valores con el deporte. La Iglesia ha
promovido activamente el desarrollo del deporte a través de formas
organizadas y estructuradas.
El deporte en el mundo moderno surge en el contexto de la revolución
industrial, cuyo terreno social, político y económicamente fértil, dio
al deporte los medios para avanzar en todo el mundo. El deporte es el
resultado de la modernidad y, al mismo tiempo, se ha convertido en un
"catalizador" de la modernidad. Por otro lado, en nuestros días, el
deporte está experimentando profundos cambios y presiones para hacer
realidad esos cambios. Nuestra esperanza es que los expertos del deporte
no solo "gestionen" el cambio, sino que lo hagan tratando de comprender
y mantener firmes los principios tan queridos por el deporte antiguo y
moderno: la educación y la promoción humana.
En 1904, Pío X abrió las puertas del Vaticano al deporte organizando
un evento de gimnasia juvenil. Las crónicas de esa época no ocultan su
asombro ante este gesto. Se cuenta que, en respuesta a la pregunta de un
desconcertado sacerdote de la curia, “¿Dónde vamos a terminar?” Pío X
respondió: “¡Querido mío, en el Paraíso!” [11]
Pero sin duda alguna, San Juan Pablo II puso el compromiso y el
diálogo con el deporte en su más alto nivel de importancia con respecto a
la jerarquía de la Iglesia Católica. Después del Jubileo del año 2000,
donde predicó frente a 80,000 jóvenes atletas en el Estadio Olímpico de
Roma, decidió crear la oficina de Iglesia y Deporte, que desde 2004 ha
estado estudiando y promoviendo una visión cristiana del deporte que
enfatiza su importancia para construir una sociedad más humana, pacífica
y justa, así como para la evangelización.
No un deporte cristiano sino una visión cristiana del deporte
Incluso si las federaciones deportivas nacionales o internacionales
se declararon en su origen como “de inspiración católica”, el objetivo
no era crear un deporte "cristiano" que fuera diferente, separado o con
un desarrollo alternativo, sino ofrecer una visión del deporte basada en
una comprensión cristiana de la persona y de una sociedad justa.
Este nuevo enfoque, ha madurado rápidamente. En uno de sus documentos
sobre la pastoral del deporte, la Conferencia Episcopal Italiana dice
que, "si no se tiene por objetivo la existencia de un deporte cristiano,
es completamente legítimo tener una visión cristiana del deporte que no
solo le dé valores éticos universalmente compartidos, sino que
desarrolle su propia perspectiva, que es innovadora y que se pone al
servicio del deporte mismo y de la persona y de la sociedad”. [12]
“Sin socavar e invalidar de ninguna manera la naturaleza específica
del deporte, el patrimonio de la fe cristiana ayuda a que esta actividad
esté libre de ambigüedades y desviaciones, lo que facilita su plena
realización”. [13] El cristianismo, por lo tanto, no es una
"marca de calidad ética" del deporte, o una etiqueta yuxtapuesta pero
externa a ella. El cristianismo se propone como un valor agregado que
puede ayudar a dar plenitud a la experiencia deportiva.
1.3 Propósito del documento
La Iglesia valora el deporte en sí mismo, como un campo de la
actividad humana donde virtudes como la sobriedad, humildad, valentía y
paciencia, pueden encontrarse y fomentar la belleza, la bondad, la
verdad, y donde puede testimoniarse la alegría. Este tipo de
experiencias pueden ser vividas por personas de todas las naciones y
comunidades de todo el mundo, independientemente de su edad, del nivel
social o nivel deportivo. Es esta dimensión la que hace del deporte un
fenómeno global verdaderamente moderno y, por lo tanto, algo en lo que
la Iglesia está apasionadamente interesada.
Por lo tanto, la Iglesia quiere elevar su voz al servicio del
deporte. La Iglesia se siente corresponsable del deporte y de la
salvaguardia de las situaciones que lo amenazan todos los días, en
particular del engaño, las manipulaciones y el abuso comercial.
“El deporte es la alegría de vivir, de jugar, de divertirse
y, como tal, debe ser valorado y quizás redimido, hoy, por los excesos
del tecnicismo y el profesionalismo a cualquier precio, a través de la
recuperación de su gratuidad, su capacidad de estrechar los lazos de
amistad, fomentar el diálogo y la apertura de uno hacia el otro, como
una expresión de la riqueza del ser, mucho más válida y apreciable que el tener,
y por lo tanto muy por encima de las duras leyes de producción y
consumo y cualquier otra consideración puramente utilitaria y hedonista
de la vida.”[14] A este nivel, el diálogo y la colaboración entre la Iglesia y el deporte, será siempre rentable y dará muchos frutos.
Además, la Iglesia desea estar al servicio de todos los que trabajan
en el deporte, ya sea en puestos remunerados o, como la gran mayoría de
los que participan en el deporte, como voluntarios, funcionarios,
entrenadores, profesores, dirigentes, padres, etc., y de los propios
atletas.
Habiendo articulado las motivaciones y el propósito de diálogo entre
la Iglesia y los deportes en este primer capítulo, el documento explora
en el capítulo 2 la realidad del deporte desde sus orígenes hasta sus
contextos modernos. Al hacerlo, se configura una definición de “deporte”
y se refleja la relevancia de éste en y para el mundo. A continuación,
el capítulo 3, profundiza en una comprensión antropológica del deporte y
su importancia, específicamente para la persona humana, como una unidad
de cuerpo, alma y espíritu. Además, el capítulo trata cómo el deporte
se acerca a nuestra búsqueda del significado último de la vida, y
promueve la libertad y la creatividad humanas. La experiencia del
deporte implica la justicia, el sacrificio, la alegría, la armonía, el
coraje, la igualdad, el respeto y la solidaridad en esta búsqueda de
sentido. El significado último de la comprensión cristiana es la
felicidad máxima que se encuentra en la experiencia del amor y la
misericordia de Dios que todo lo abarca, tal como se realiza en una
relación con Jesucristo en el Espíritu que tiene lugar y se vive en la
comunidad de fe.
En el capítulo 4, el documento explora algunos desafíos específicos
para la promoción de un deporte humano y justo, que incluye la
degradación del cuerpo, el dopaje, la corrupción y la influencia, a
veces negativa, de los espectadores. La Iglesia reconoce su
responsabilidad compartida con los líderes deportivos a la hora de
denunciar las desviaciones y el comportamiento poco ético y para dirigir
el deporte de una manera que promueva el desarrollo humano. Finalmente,
en el capítulo 5, el documento presenta una visión general de los
esfuerzos continuos de la Iglesia para contribuir a la humanización de
los deportes en el mundo moderno. El deporte en sus diversos contextos,
como en el ámbito profesional o en el aficionado, puede servir –y lo
hace –como una herramienta efectiva para la educación y la formación en
valores humanos.
Ciertamente, hay más temas relacionados con las posibilidades y
desafíos del deporte que no se tratan en este documento. Pero este texto
no pretende ser un resumen exhaustivo de las teorías y realidades que
afectan al deporte, sino que busca articular la comprensión de la
Iglesia sobre el fenómeno deportivo y su relación con la fe.
Capítulo 2: El fenómeno del deporte
El deporte es un fenómeno universal. Allí donde los seres humanos
viven juntos, disfrutan jugando, disfrutan perfeccionando sus
habilidades físicas o compitiendo entre ellos. Probablemente, a lo largo
de la historia y en todos los lugares del mundo, las personas han
practicado lo que hoy en día llamamos deportes. Con este trasfondo, no
sería un error tomar el deporte como un tipo de constante antropológica.
El término “deporte” como tal, por supuesto, es mucho más reciente.
Tiene su raíz en el término del francés antiguo desporter o se desporter – el cual proviene de la palabra latina de(s)portare – que significa entretenerse uno mismo. Pero, es en la Edad Moderna donde se acuñó la abreviación sport,
y desde entonces, el término se ha utilizado para describir la variedad
de actividades que fascinan a tantas personas, ya sean atletas o
espectadores.[15]
Como ya se ha mencionado, con este documento la Iglesia quiere alzar
la voz al servicio del deporte y de forma paralela arrojar luz sobre la
importancia antropológica del deporte, el reto que afronta, y las
oportunidades pastorales que ofrece. No obstante, antes de que esto se
produzca, será útil adquirir un conocimiento más cercano con el este
fenómeno como tal. Será bueno conocer así, por ejemplo, como adquiere el
deporte su forma actual o cuáles son sus características principales.
Además, será bueno tomar nota de las diversas relaciones con las
distintas sociedades de las que forma parte.
2.1 La génesis del deporte moderno
Posiblemente todas las culturas históricas han desarrollado
actividades lúdicas, físicas y competitivas las cuales hoy podrían
llamarse deporte. El deporte, por tanto, ha existido a lo largo de toda
la historia de la humanidad. Y sin embargo fue el Papa Juan Pablo II
quien designó el deporte como un “fenómeno típico de la Era Moderna […]
“un signo de los tiempos que corren” capaz de interpretar las nuevas
necesidades y expectativas de la humanidad.” El deporte, decía, “se ha
propagado hasta el último rincón del mundo, trascendiendo las
diferencias entre las culturas y las naciones”. [16] Lo que
el Papa quiso claramente subrayar fue el hecho de que el deporte, a
pesar de su historia inmemorial ha sufrido un cambio radical durante los
dos últimos siglos. En tiempos pasados, el deporte estaba
exclusivamente determinado por las culturas particulares a las que
pertenecía. El deporte moderno es, en cambio, compatible con casi todos
los escenarios culturales y ha superado así las viejas limitaciones de
cultura y nación. Por supuesto, aún existen formas de deporte local que
disfrutan a día de hoy de una popularidad creciente, pero junto a ellas
existe también un tipo de deporte global el cual –como una lengua
global –puede ser comprendida por casi todos los seres humanos. Así que
la pregunta es: ¿Cómo llegó a ser el deporte un fenómeno global?
Ya en los siglos dieciséis y diecisiete, muchas – aunque no todas[17]
– las actividades deportivas en occidente se desligaron de los
contextos religiosos y culturales a los que habían pertenecido
anteriormente. Por supuesto, esto no significa que se haya convertido en
un fenómeno desligado. Sea como sea, en ese periodo podemos observar el
inicio de una institucionalización, profesionalización y
comercialización del deporte.[18] La creciente soberanía del
deporte junto con la adquisición de los ideales pedagógicos de la Grecia
Antigua iniciaron un desarrollo durante el cual las actividades físicas
se veían más y más como una parte crucial de la educación holística.
Una larga fila de educadores progresistas – desde John Amos Comenius
(1590-1670) a través del fundador del movimiento filantrópico John
Bernhard Basedow (1724-1790) hasta Thomas Arnold (1795-1842) – tomaron
esta idea holística y la tradujeron al currículo educativo el cual puso
especial énfasis en el entrenamiento físico.
En términos generales, el deporte moderno bebe de dos fuentes
principalmente, que son, por un lado, los juegos y competiciones que se
iniciaron en los colegios públicos ingleses en la primera mitad del
siglo diecinueve y, por otro lado, los ejercicios y deportes que
emergieron del filantropismo (un movimiento de reforma educativa) y que
fueron desarrollado posteriormente los educadores suecos. En referencia a
la primera tradición, se debe mencionar que los juegos antiguos,
competiciones y actividades de ocio, fueron incorporados en los
programas educativos de los colegios públicos ingleses. Siendo una parte
central de la educación pública, el deporte se expandió gradualmente
por todas las clases y los estratos sociales dentro de la sociedad
británica. Cuando Gran Bretaña se convirtió en una potencial mundial, el
sistema educativo se transfirió a todas las partes del imperio
británico. De todos modos, hay que mencionar, que también existieron
formas de resistencia locales contra este proceso como, por ejemplo, la
Asociación Atlética Gaélica en Irlanda.
Algunos años antes, había surgido ya el filantropismo. Este tuvo,
como ya se ha mencionado previamente, un impacto en la reforma educativa
del sistema educativo público en Gran Bretaña. Por otro lado,
desarrolló también sus propias dinámicas en el continente europeo y en
Escandinavia. Originalmente, el filantropismo era un ideal pedagógico
que abogaba por una educación holística. Tal educación, no obstante, no
sólo incluía actividades físicas como la gimnasia, sino que buscaba
también promover el reconocimiento de la igualdad humana y la formación
en virtudes democráticas. Esta idea surgió en Suecia donde los gimnastas
formaron parte del sistema educativo. Del mismo modo, sirvió como medio
para la educación militar, estética o sanitaria. La importancia del
sistema sueco podía verse en el hecho de que había tenido una influencia
considerable en el desarrollo del deporte de la mujer.[19]
A finales del siglo XIX, Pierre de Coubertin, unió las diferentes
tradiciones y las convirtió el ideal olímpico. Lo que Coubertin tenía en
mente era un programa pedagógico global para educar a los jóvenes del
mundo. Sus metas principales eran la paz, la democracia, el
entendimiento internacional y la perfección humana. Para propagar el
ideal olímpico, Coubertin fundó (o revitalizó) los Juegos Olímpicos, un
evento cuatrienal donde se darían cita los jóvenes del mundo. El
objetivo original de los Juegos Olímpicos, no obstante, no era solo una
competición atlética sino una celebración de la belleza y la nobleza
humanas. El lema olímpico citius, altius, fortius, (más rápido, más alto, más fuerte) – el cual, por cierto, había tomado del dominico Henri Didon[20]
– no se refería solo a la excelencia física sino también a la
excelencia humana en general. Por esta razón, la exhibición de las
artes, la música, y la poesía, eran vistas también como una parte
esencial de los Juegos. Se ha de mencionar, de manera crítica, que para
Coubertin el olimpismo era una religión del mundo, llamándola “religio
athletae”. Y como podemos comprobar fácilmente desde la ceremonia
inaugural plagada de ritos hasta la ceremonia de entrega de premios o la
ceremonia de clausura, la actual representación de los juegos recoge su
naturaleza religiosa.
Los primeros Juegos Olímpicos de la edad moderna tuvieron lugar en
Atenas en 1896, aunque había habido Juego Olímpicos nacionales en
Grecia, Inglaterra y Alemania antes. Pero solo la iniciativa de
Coubertin, que perseguía un reconocimiento internacional, fue la que
resultó exitosa. Desde entonces los deportes Olímpicos han hecho
progresos sin precedentes. Desde 1900, las mujeres tenían la posibilidad
de participar en los Juegos Olímpicos. Otro elemento para explicar el
éxito del deporte, por supuesto, fue la proximidad de los medios de
comunicación en la primera mitad del siglo XX. Mediante el cine, la
radio o la televisión, los grandes eventos deportivos fueron fácilmente
retransmitidos a lo largo de muchos países y posteriormente a nivel
mundial. Gracias a los medios de comunicación e internet, el deporte es
hoy un fenómeno global al cual la mayoría de países y personas del mundo
tienen un acceso básico.
Aunque, en la mayoría de los casos, el deporte no reclama ser una
religión o tener una conexión intrínseca con otros logros humanos como
el arte, la música, o la poesía, corre el peligro de ser utilizado con
propósitos ideológicos. Esto tiene que ver con el hecho de que, en el
deporte, el cuerpo humano se esfuerza por llegar a la perfección. En
particular, los grandes eventos deportivos como los Juegos Olímpicos o
los campeonatos del mundo, presentan cuerpos humanos realizando grandes
actuaciones frente a una audiencia global. Sin embargo, un cuerpo humano
de alto rendimiento, es un signo de interpretación múltiple al que se
le puede atribuir una amplia gama de significados diferentes. Por lo
tanto, el deporte – y en concreto el deporte de élite – se utiliza en
muchas ocasiones para comunicar mensajes políticos, comerciales o
ideológicos.[21] Por un lado, esta interpretabilidad múltiple
explica el atractivo global del deporte, pero por el otro, pone al
descubierto los peligros relacionados con esta actividad. El deporte en
general, es un signo altamente expresivo, pero a la vez un signo
altamente indeterminado que no puede servir para su propia
interpretación. Por lo tanto, debe ser interpretado por otros y estas
interpretaciones pueden ser ideológicas o incluso amorales e inhumanas.[22]
De acuerdo con algunos estudiosos, el deporte se utiliza con
propósitos ideológicos cuando el campo de juego queda inclinado hacia
Occidente y hacia la riqueza, y cuando el deporte refuerza las
estructuras de poder existentes o promulga los valores culturales de la
élite.[23] Las reflexiones del Papa
Francisco sobre la globalización, tienen mucho que aportar a nuestra
consideración de este tipo de asuntos en el deporte mundial. En
referencia a una tensión innata que existe entre la globalización y la
localización, el Papa Francisco escribe en Evangelii Gaudium: “Hace
falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad
cotidiana. Al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo local, que
nos hace caminar con los pies sobre la tierra. [...] El modelo no es la
esfera [...] donde cada punto es equidistante del centro y no hay
diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la
confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su
originalidad. Tanto la acción pastoral como la acción política procuran
recoger en ese poliedro lo mejor de cada uno”. [24] Respecto a
los eventos deportivos a nivel mundial, como los Juegos Olímpicos, si
estuvieran representados más países no occidentales, en lo relativo a la
sede de los juegos así como en el origen de los deportes practicados y
en su representación en el coi, sería incluso más exitoso su
organización y gestión siendo realmente un evento global y reuniendo lo
mejor de cada país.
2.2 ¿Qué es el deporte?
Durante mucho tiempo, filósofos y académicos del deporte han
intentado dar una definición idónea del deporte. No se trata de una
tarea sencilla, ya que, hasta ahora, no se ha llegado a un acuerdo para
enunciar un axioma generalmente aceptado. Además, se debe tener en
cuenta que los deportes están sujeto a cambios históricos. Lo que
consideramos como deporte a día de hoy, no tiene porqué ser visto como
deporte mañana, y viceversa. Sin embargo, estas dificultades no impiden
que podamos enunciar algunas características que habitualmente
atribuimos al deporte.
En primer lugar, el concepto de deporte se asocia con el cuerpo humano en movimiento.
Por supuesto, existen actividades que muchas veces se toman como
deporte, pero apenas conllevan movimiento corporal. Pero, en general, el
deporte se identifica con individuos o grupos de seres humanos que
mueven su cuerpo ejercitando sus músculos.
El segundo lugar cabe resaltar que el deporte es una actividad lúdica.
Esto significa que no se trata solo de una actividad dirigida a
alcanzar un propósito externo, sino que tiene un propósito en sí mismo.
Algunos propósitos internos son, por ejemplo, perfeccionar un gesto
particular, sobrepasar los propios logros o los logros de otros, o jugar
en equipo para ganar una competición. Seguramente, el deporte moderno, y
en particular el deporte profesional, sirve también a propósitos
externos como, por ejemplo, obtener el reconocimiento para un país,
mostrar la supremacía de un sistema político o ganar dinero. Y aunque el
propósito externo domina o incluso elimina el propósito interno,
dejaríamos de llamarlo juego para llamarlo simplemente trabajo o
profesión. Podría decirse incluso que las actuaciones de los atletas
profesionales nunca alcanzarían el más alto nivel si condujeren su
trabajo sin una actitud lúdica.
En tercer lugar, las participaciones deportivas están sujetas a ciertas reglas.
El propósito intrínseco de la actividad deportiva no debe ser logrado
por todos los medios sino cumpliendo las reglas del juego.
Habitualmente, algunas reglas están para dificultar la consecución de la
meta. En una competición de natación, por ejemplo, los nadadores no
pueden cubrir una distancia de cien metros usando una embarcación a
motor o corriendo por el borde lateral de la piscina, sino que tienen
que nadar en el agua sin herramientas y empleando un estilo particular
como el crol o la mariposa. Por supuesto, las reglas pueden disponer
diferentes niveles de rigidez. Un atleta amateur que sale a correr tres
veces a la semana una distancia concreta, se pondrá el listón en no
correr por debajo de ese tiempo, mientras que un corredor profesional
está regulado por un código de numerosas reglas y leyes cuyo
cumplimiento, además, está monitorizado por árbitros especializados y
por un equipamiento técnico. En definitiva, el deporte sin reglas es
difícil de concebir.
Un cuarto aspecto del deporte es su carácter competitivo. Una
vez más, podríamos poner el ejemplo de un deportista amateur que solo
entrena esporádicamente y por mera diversión. Presumiblemente este
atleta no está involucrado en una competición. Pero esto no es del todo
cierto. Incluso este atleta puede competir consigo mismo mejorando la
calidad del ejercicio, luchando por cubrir una distancia concreta en un
tiempo determinado, o correr, nadar o escalar con un tiempo fijo y así
sucesivamente. En el resto de los casos, el elemento competitivo del
deporte está incluso más desarrollado lo que nos lleva a decir que esa
competitividad es una característica indispensable del deporte.
El componente final está relacionado con los anteriores. Si el
deporte es realmente una competición regulada por unas normas concretas,
la igualdad de oportunidades tiene que estar garantizada. No
tendría sentido tener dos o más competidores, ya sean individuales o
colectivos, cuyo punto de partida fuese exageradamente desigual. Esta es
la razón por la que en las competiciones deportivas se haga
habitualmente una distinción por sexos, niveles, edad, peso, grados de
discapacidad y demás.
Resumiendo estos cinco rasgos, podríamos decir que los deportes son movimientos
corporales, de agentes individuales o colectivos que, en coherencia con
unas reglas de juego particulares, llevan a cabo actuaciones, en
condiciones de igualdad, se comparan con actuaciones similares de otros
en una competición. Como ya se ha dicho, esta definición no muestra toda la riqueza que contiene el concepto de deporte.[25] No obstante, será suficiente para nuestro propósito.
Pero aún hay más. Como ya hemos visto, el deporte no es solo una
actividad en sí misma, sino que también tiene una parte externa. Después
de todo, los que no participan pueden enterarse de los deportes,
observarlos, evaluarlos, o incluso estar a gusto o molestos con él, y
pueden interpretarlo de formas muy diferentes. Como se indica arriba, el
cuerpo humano en movimiento es una señal que da lugar a muchas
interpretaciones. Tras haber destapado los aspectos lúdicos,
reglamentarios y competitivos del deporte, esta significación múltiple
debe ser explicada un poco más en profundidad. En cierto sentido, la
competición deportiva puede ser comprendida como una narración que
cuenta la historia de un concurso entre dos o más grupos que compiten
entre ellos por un objeto artificial sin tener razones reales para esta
competición. De acuerdo con las reglas específicas del juego, ambos
grupos se esfuerzan por la excelencia. Independientemente de sus
motivaciones subjetivas, los participantes ponen en práctica formas
estéticas y artísticas que son comprensibles para otros y pueden, por
tanto, ser activamente comprendidas por ellos. Como con muchas otras
obras de arte, esta historia no tiene un contenido distinto y es por
este motivo está abierta a la diversidad e incluso a atribuciones
contrarias de significado.
Para concluir con estas reflexiones, podemos afirmar que, por un
lado, el deporte contiene en sí, un mundo propio en el sentido en que
exhibe el carácter de una obra que, en términos ideales, no persigue
fines externos. Por otro lado, este mundo encapsulado tiene también un
exterior en el que se presenta a sí mismo a los forasteros con la forma
de una historia altamente expresiva que sin embargo no tiene un contenido específico
y a la que se le pueden atribuir diferentes significados. Una vez más,
es esta múltiple interpretación la que hace al deporte tan atractivo
para tantas personas de todo el mundo. Al mismo tiempo esta variedad
significativa hace que el deporte sea más propenso a una manipulación
externa de carácter ideológico.
2.3 Los Contextos del deporte
Pero eso no es todo lo que se puede decir sobre el deporte, porque el
deporte nunca existe sin un contexto. En primer lugar, tenemos que
pensar en la integración institucional de los deportes en la sociedad.
Esto comienza, por ejemplo, con un grupo de niños, cuando se reúnen por
la tarde en el patio trasero para jugar al fútbol o al baloncesto. Aquí,
el encuentro como tal, así como el tiempo y el lugar en particular,
señalan ya un tipo de institución inicial. A medida que acudimos a
formas más avanzadas de deporte, nos encontramos con programas de
entrenamiento, con la coordinación de las competiciones, la gestión de
los terrenos de juego y su mantenimiento, el transporte de los atletas y
los equipos deportivos, el compromiso de los árbitros, la documentación
de los partidos y sus resultados, etc. Y en un nivel aún mayor, vemos
que debe establecer una jurisdicción deportiva, ejecutar programas de
monitoreo de dopaje y organizar grandes eventos deportivos. Esta es la
tarea de las organizaciones deportivas como clubes o asociaciones
nacionales e internacionales. En general, podríamos llamar a estas
formas organizativas de deporte, el sistema deportivo.
Ahora bien, es evidente que el sistema deportivo no puede generar los
recursos necesarios por sus propios medios. Para facilitar las tareas
que acabamos de mencionar, el sistema deportivo necesita benefactores
externos, por ejemplo, el trabajo de los voluntarios, la financiación
pública o donantes privados, pero sobre todo los clientes, que están
dispuestos a comprar entradas, artículos de merchandising o
adquirir los paquetes de programación en televisión. Solo de esta
manera, el sistema deportivo es capaz de generar los recursos
requeridos. Esta dependencia estructural del sistema deportivo, explica
por qué este sistema tiene que dar a conocer constantemente el atractivo
del deporte a los agentes externos. El sistema deportivo, en otras
palabras, tiene que preocuparse por dar una apariencia de deporte que
motive a los benefactores potenciales a hacer sus contribuciones para
mantener o incluso impulsar el sistema. Esto, sin embargo, implica
presentar el deporte de una manera que se ajuste a los diversos
intereses de los posibles benefactores y así, el deporte se convierte en
una especie de producto que promete satisfacer los intereses de varios
individuos, grupos e instituciones. Es por eso que el mismo sistema
deportivo está disponible de manera fácil y rápida para servir a
intereses ideológicos, políticos o económicos de otros, ya que de lo
contrario no sería capaz de generar los recursos que necesita para
sobrevivir.
Dado que el deporte, como hemos visto, es una historia expresiva con
poco contenido al que se pueden atribuir varios significados, el sistema
deportivo en general demuestra ser muy exitoso en generar recursos
externos porque los benefactores potenciales pueden usar el deporte para
comunicar sus mensajes particulares. Esto se puede comprobar, por
ejemplo, viendo los acuerdos de patrocinio que los atletas y las grandes
organizaciones deportivas establecen con empresas comerciales y la
industria publicitaria. En este caso, se podría decir que el deporte
sirve como un vehículo para transmitir mensajes económicos.
La dependencia estructural del sistema deportivo que acabamos de
describir no tiene que ser necesariamente negativa, ya que el deporte
puede servir para muchos propósitos que son éticamente aceptables e
incluso verdaderamente humanos. Si los políticos, por ejemplo, están
dispuestos a invertir dinero público en el sistema deportivo porque esto
permite mejorar la salud de la población o la educación integral de
niños y jóvenes, entonces no está mal que el sistema deportivo presente
un deporte que sirve a ese fin. Pero, esta dependencia estructural del
sistema deportivo conlleva también muchos peligros. Si, por ejemplo, se
pueden generar una mayor cantidad de recursos haciendo que el sistema
deportivo dependa del sistema económico o de los sistemas ideológicos,
entonces el riesgo para hacer exactamente esto y solo esto será muy
alto, incluso si los propósitos son éticamente dudosos o inhumanos, es
decir, contrarios al deporte. De esto se hablará con más detalle en el
cuarto capítulo.
Capítulo 3: El sentido del deporte para el ser humano
3.1 Cuerpo, alma y espíritu
Aunque es común en las investigaciones de tipo histórico caracterizar
las actitudes católicas sobre el cuerpo como esencialmente negativas,
en realidad la teología católica y las tradiciones espirituales han
insistido que el mundo material (y todo lo que existe) es bueno, puesto
que ha sido creado por Dios y que la persona es una unidad de cuerpo,
alma y espíritu. De hecho, los primeros teólogos medievales pasaron
mucho tiempo criticando a agnósticos y maniqueos precisamente porque
estos grupos asociaban el mundo material y el cuerpo humano con el mal.
Una de las quejas de los autores cristianos de aquella época era que,
los agnósticos y los maniqueos no incluían las escrituras judías como
parte de las escrituras cristianas y, por lo tanto, no aceptaban el
relato del Génesis que describe a Dios creando el mundo y los seres
humanos calificándolos de “muy buenos”. Al contrario, estos grupos
elaboraron relatos mitológicos sobre el origen del mundo material, que
lo asociaban con la “caída” o un “principio maligno”.
Consideraban el mundo material y el cuerpo humano como antagónicos
frente a lo verdaderamente espiritual. En 1979, Juan Pablo II habló a
una delegación de futbolistas italianos y argentinos sobre estas
controversias: “Merece la pena recordar que ya en los primeros siglos
los pensadores cristianos se opusieron resolutivamente a ciertas
ideologías, entonces de moda, a las que caracterizaba una clara
devaluación de lo físico debido a una mal entendida exaltación del
espíritu. Sobre la base de datos bíblicos, estos pensadores afirmaron
con fuerza lo contrario, una visión de unión del ser humano”. [26]
Esta visión unificada del ser humano ha sido expresada ya en la
Sagrada Escritura y por diversos teólogos como la unidad de “cuerpo,
alma y espíritu” o bien de “cuerpo y alma”. Esta comprensión unitaria de
la persona humana fue consecuente con la formación de la actitud
cristiana frente al deporte. Según Juan Pablo II, la Iglesia tiene en
estima al deporte porque ésta valora “todo cuanto contribuye
constructivamente al desarrollo armónico e integral del hombre, alma y
cuerpo. En consecuencia, alienta cuanto tiende a adiestrar, desarrollar y
fortificar el cuerpo humano con objeto de que éste se preste mejor a
alcanzar la madurez personal”. [27]
La comprensión de la persona humana como una unidad es también el
fundamento en el que se apoya la Iglesia para resaltar en sus enseñanzas
la dimensión espiritual en el deporte. De hecho, Juan Pablo II describe
el deporte como “una forma de gimnasia del cuerpo y del espíritu”. [28]
Como él mismo expresó “la actividad deportiva, además de destacar las
ricas posibilidades físicas del hombre, también pone de relieve sus
capacidades intelectuales y espirituales. No es mera potencia física y
eficiencia muscular; también tiene un alma y debe mostrar su rostro
integral”. [29]
3.2 Creatividad, libertad y reglas
La libertad es el regalo que Dios nos hace en el que nos revela la
grandeza de la naturaleza humana. Creados a imagen y semejanza de Dios,
hombre y mujer están llamados a participar en la creación divina. Pero
la libertad conlleva responsabilidad, ya que las decisiones libres de
cada ser humano impactan en las relacionas de uno mismo, en las de la
comunidad y, en algunos casos, en las de toda la creación.
Hoy en día, muchas personas creen que libertad es hacer lo que uno
quiere, sin ningún límite. Ese punto de vista disocia la libertad y la
responsabilidad y puede incluso hacer olvidar las consecuencias de los
actos humanos. Sin embargo, el deporte nos recuerda que ser
verdaderamente libres es también ser responsables.
La tecnología permite hoy a gente de todo el mundo tener a su
disposición muchas cosas con una facilidad sorprendente. En este
contexto, es fácil para una persona perder de vista la necesidad del
esfuerzo y el sacrificio para conseguir alcanzar sus metas. Pero en el
deporte, quien no desarrolla estas virtudes tampoco podrá perseverar en
la práctica del deporte y no alcanzará ninguna meta que se proponga.
Aquí, la comprensión cristiana de libertad es aplicable al deporte en
cuanto que la libertad permite a los humanos realizar elecciones y
sacrificios adecuados incluso cuando se les exige pasar por la “puerta
estrecha”. [30]
Además, en la “cultura de usar y tirar” que el Papa Francisco
denuncia a menudo, los compromisos duraderos con frecuencia nos asustan.
A este respecto el deporte nos ayuda a mejorar enseñándonos que vale la
pena comprometerse con desafíos a largo plazo. El entrenamiento y los
esfuerzos constantes por mejorar valen la pena, ya que los bienes más
altos solo pueden ser alcanzados cuando las personas buscan esos bienes
sin huir de las incertidumbres y desafíos que se presentan. Además,
superar dificultades como las lesiones y resistir a la tentación de
hacer trampa en un juego ayuda a fortalecer el propio carácter a través
de la perseverancia y autocontrol.
El lema del Comité Olímpico Internacional, “citius, altius, fortius” (“más rápido, más alto, más fuerte”)[31]
evoca este ideal de constancia. En cierto sentido, la vida cristiana se
parece más a un maratón que a un corto sprint, en el que hay muchas
etapas, algunas muy difíciles de superar.
Y aun así, ¿por qué la gente corre maratones? Porque en cierta medida
el atleta se divierte con la superación de ese desafío. Ir mejorando
paso a paso, kilómetro a kilómetro, despierta un sentido de satisfacción
que provoca una alegría en la persona que lo ejercita. San Gregorio
Nacianceno y otros padres de la iglesia pensaban en la vida cristiana
como en un juego. También el Papa Francisco ha hablado sobre este tema
en los mismos términos, conectando la categoría del juego con la alegría
cristiana.[32]
Cada persona hace uso de los talentos que ha recibido en la realidad
diaria en la que vive, que puede incluir el deporte. Considerando las
normas y reglamentos de cada deporte unidas a las estrategias de juego
que definen los entrenadores, cada atleta se desarrolla personalmente al
mismo tiempo que lucha, desde su libertad y con su creatividad, por
alcanzar las metas fijadas dentro de los parámetros establecidos. De esa
manera, los deportes son un testimonio de justicia porque requieren
obediencia a las reglas. Y para asegurar dicha justicia hay árbitros,
jueces, comisarios y, en los años recientes, ayudas tecnológicas. Sin
reglas, el sentido del juego y la competición se perdería. En el fútbol,
por ejemplo, si la pelota no cruza por completo la línea de meta, no es
gol. Un insignificante milímetro marca una enorme diferencia. De alguna
forma, esa regla nos ayuda a entender que la justicia no es algo
meramente subjetivo, sino que tiene una dimensión objetiva, incluso bajo
la forma de un juego.
Al contrario de lo que uno puede pensar, en el deporte las reglas no
limitan la creatividad humana, sino que la estimulan. Para alcanzar sus
objetivos dentro de las normas establecidas, el atleta tiene que ser muy
creativo. Tiene que buscar sorprender a su rival con un nuevo o
inesperado truco o estrategia. Por esta razón, los atletas creativos
están altamente valorados.
Algo análogo pasa con la libertad. Las reglas establecidas, que de
por sí son el resultado de la creatividad de los que fundaron cada
deporte, se convierten en objetivas según su observancia. Esa
objetividad no anula la subjetividad del atleta, sino que le ayuda a
desarrollarla libremente cuando practica ese deporte. Las reglas son
claras y están definidas, el atleta se hace más libre y más creativo
cuando las observa.
Los seres humanos crean reglas, y posteriormente se ponen de acuerdo
para seguir esas reglas que fundamentan los diversos deportes. Estas
reglas distinguen los deportes de otras actividades de la vida
cotidiana. Algunos académicos han observado que una de las
características que constituyen las reglas del deporte es que tienen una
lógica gratuita. Como fue mencionado en el último capítulo, cada
deporte tiene unos objetivos. En el golf, por ejemplo, la meta es meter
la bola en el hoyo con el menor número posible de golpes a lo largo de
dieciocho hoyos. Aun así, las reglas del golf prohíben la forma más
eficiente de hacer esto, como ir andando y dejando caer la bola en cada
agujero. Gratuitamente, introducen desafíos y obstáculos que hacen que
sea más difícil alcanzar el objetivo. Cada golfista tiene que usar un
palo de golf, empezar a una cierta distancia del hoyo, y evitar
estanques y búnkeres de arena. Los participantes aceptan las reglas que
constituyen el golf porque disfrutan de formar parte del juego y de
intentar superar los desafíos que propone. Nuestros deportes no tienen
por qué existir, los inventamos y participamos libremente en ellos
porque disfrutamos haciéndolo. En este sentido, los deportes se
encuentran en el ámbito de lo gratuito.
El deporte, pues, parte desde las bases de la colaboración y de la
aceptación de las reglas que lo constituyen. Hay muchas maneras en las
que los participantes necesitan colaborar entre ellos para hacer posible
un evento deportivo. En efecto, la colaboración precede y es la base de
la competición. En este sentido, las dinámicas del deporte son
contrarias a las de la guerra, que tiene lugar cuando la gente cree que
la colaboración ya no es posible y cuando hay una falta de acuerdo en
reglas fundamentales. En el deporte, el competidor está participando en
un concurso gobernado por reglas, no contra un enemigo que debe ser
aniquilado. Por eso, es el oponente el que saca lo mejor de un atleta, y
así la experiencia puede entonces ser muy divertida y atractiva. La
palabra competición alude a esta experiencia, ya que la palabra viene de dos raíces latinas “com” – con y “petere” esforzarse o buscar.
Los competidores “se esfuerzan o buscan juntos” la excelencia. Los
muchos ejemplos de atletas dándose la mano y abrazándose o incluso
socializando o compartiendo una comida después de una intensa pugna
tiene mucho que enseñarnos a este respecto.
Podemos comprobar así que practicar deportes ayuda al ser humano a
crecer, porque se siente capaz de crear un ambiente que combina libertad
y responsabilidad, creatividad y respeto por la reglas, entretenimiento
y seriedad. Este ambiente se genera a través de la colaboración y el
acompañamiento mutuo en el desarrollo de los talentos individuales.
Juego Limpio (Fair play)
En las últimas décadas, ha habido una mayor conciencia de la necesidad de fair play
en el deporte, es decir, que el juego sea limpio. Los atletas honran el
juego limpio cuando no sólo obedecen las reglas formales, sino también
observan la justicia con sus oponentes para que todos los competidores
puedan participar libremente en el juego. Una cosa es cumplir las reglas
del juego para evitar ser reprendido por un árbitro o descalificado, y
otra ser considerado y respetuoso con el oponente y con su libertad,
independientemente de cualquier ventaja proporcionada por las reglas.
Esta forma de actuar incluye evitar el uso de estrategias, como el
dopaje, para tener una ventaja ilícita sobre el competidor. La actividad
deportiva “debe ser ocasión ineludible para practicar las virtudes
humanas y cristianas de solidaridad, lealtad, buen comportamiento y
respeto a los demás, a los que hay que ver como competidores y no como
meros adversarios o rivales.”[33]. De esta manera, los
deportes pueden fijar metas más altas, más allá de la victoria,
encaminadas al desarrollo de la persona en una comunidad de compañeros
de equipo y de competidores.
El fair play permite que los deportes se conviertan en un
medio de educación para toda la sociedad de los valores y las virtudes
como la perseverancia, la justicia y la cortesía, por nombrar algunos
que señala el Papa Benedicto XVI. “Ustedes, queridos atletas, cargan con
la responsabilidad, no menos importante, de dar testimonio de estas
actitudes y convicciones y de encarnarlas más allá de la actividad
deportiva, como en la familia, la cultura y la religión. Al hacerlo,
serán de gran ayuda para los demás, especialmente para los jóvenes, que
están inmersos en una sociedad en rápido desarrollo donde hay una
pérdida generalizada de valores y una desorientación cada vez mayor.”[34]
En este sentido, los atletas tienen la misión de ser “educadores
también, ya que el deporte puede inculcar de manera altamente efectiva
valores como la lealtad, la amistad y el espíritu de equipo”[35]
3.3 Individualismo y equipo
Algo muy típico del mundo de los deportes es la armoniosa relación
entre el individuo y el equipo. En los deportes de equipo, como el
fútbol, el rugby, voleibol y baloncesto, entre otros, esta realidad se
ve claramente. Pero incluso en los deportes individuales como el tenis o
la natación siempre hay alguna forma de trabajo en equipo.
En nuestros días podemos ver muchas manifestaciones de
individualismo. Los objetivos individuales de un atleta parecen
prevalecer sobre los del bien común del equipo.
El Papa Francisco, hablando a los jóvenes con motivo del 70º aniversario del Centro Sportivo Italiano dijo:
“Os deseo también que sintáis el gusto, la belleza del juego de equipo,
que es muy importante para la vida. No al individualismo: No a
desarrollar el juego para sí mismos. En mi tierra, cuando un jugador
hace esto, le decimos: «Pero, ¡este quiere comerse la pelota!». No, esto
es individualismo: no os comáis la pelota, desarrollad el juego de
equipo, de équipe. Pertenecer a una sociedad deportiva quiere
decir rechazar toda forma de egoísmo y de aislamiento, es la ocasión
para encontrarse y estar con los demás, para ayudarse mutuamente, para
competir en la estima recíproca y crecer en la fraternidad.” [36]
Cada miembro es único y contribuye de modo particular al equipo. El
individuo no se difumina en el conjunto, porque cada uno es valorado en
su especialidad. Todos ellos tienen una importancia que hace al equipo
más fuerte. Un gran equipo está siempre hecho de grandes individuos que
no juegan solos, sino juntos. Un equipo de fútbol, por ejemplo, puede
estar formado por los mejores centrocampistas del mundo, pero no será un
gran equipo si no tiene un portero, defensores, atacantes e incluso un
buen entrenador o un fisioterapista, etc. En los deportes, los dones y
talentos de cada persona en particular se ponen al servicio del equipo.
3.4 Sacrificio
Las personas que practican deporte están muy familiarizadas con el
sacrificio. No importa cuál sea el nivel o el tipo de actividad que
realicen, en equipo o individualmente: el deportista debe someterse a la
disciplina y la concentración en la tarea que tiene entre manos si
quiere aprender y adquirir las habilidades necesarias. Para lograr esto a
menudo hace falta que la persona siga un programa reglado y
estructurado. Esto se realiza mejor cuando el deportista acepta qué
tendrá que tomar un camino que implica cierto nivel de dificultad,
negación personal y humildad. Aprender y mejorar en un deporte implica
siempre un encuentro con la derrota, la negación de sí mismo y el
desafío.
El atleta profesional experimenta a menudo estos desafíos
psicológicos, físicos y espirituales como parte de su carrera deportiva;
y es incluso más impresionante cuándo atletas de menor nivel o incluso
de nivel aficionado se preparan para someterse a estas exigencias,
aunque a una menor intensidad, para llegar a ser mejores en algo que
aman.[37] El aficionado que entrena para preparar una media
maratón benéfica, el golfista con un hándicap alto tratando de
desarrollar un mejor swing, o el jugador de “fútbol caminando” que
intenta anotar más para el equipo, entienden a través de sus
experiencias vividas que estos pequeños sacrificios tienen sentido si se
realizan por amor al deporte. Aunque se dirigía a los deportistas
olímpicos, Juan Pablo II hacía mención al valor del sacrificio en el
deporte por parte de todos los atletas, sin importar su nivel: “En las
recientes Olimpíadas de Sydney hemos admirado las hazañas de grandes
atletas, que, para alcanzar esos resultados, se sacrificaron durante
años, día a día. Esta es la lógica del deporte, especialmente del deporte olímpico; y es también la lógica de la vida: sin sacrificio no se obtienen resultados importantes, y tampoco auténticas satisfacciones”.[38]
Estos encuentros con el sacrificio en el deporte pueden ayudar a los
atletas a formar su carácter de un modo particular. Pueden desarrollar
las virtudes de la valentía y la humildad, la perseverancia y la
fortaleza.
La experiencia común del sacrificio en el deporte puede ayudar
también a los creyentes a entender más plenamente su vocación de hijos
de Dios. Mantener una vida de oración, una vida sacramental rica, y
trabajando por el bien común, va acompañado frecuentemente de muchos
obstáculos y dificultades. Intentamos superar estos desafíos mediante
nuestra constancia y autodisciplina, como una gracia que viene de Dios.
“Una estricta disciplina y auto-control, prudencia, espíritu de
sacrificio y dedicación”[39] según San Juan Pablo II,
representan las cualidades espirituales psicológicas y físicas de muchos
deportistas. Las exigencias mentales y físicas y los desafíos del
deporte pueden ayudar a fortalecer el espíritu y a tomar conciencia de
uno mismo. Un aspecto católico del valor antropológico del deporte y del
sacrificio se basa en el mundo cotidiano de los deportistas. Ellos
saben a través de su experiencia vivida que el sacrificio y el
sufrimiento tienen una naturaleza potencialmente transformadora.
Podemos decir entonces que el sacrificio es un término familiar y
bien utilizado en el mundo real del deporte. La Iglesia también utiliza
esta palabra, y a menudo de una manera muy directa y en un sentido muy
claro. Ella sabe que el amor a Dios y al prójimo a menudo conlleva un
coste para nosotros. Como cristianos debemos aceptar los sacrificios y
sufrimientos que recibamos, grandes o pequeños, y alentados por la
gracia de Dios en nuestras vidas, esforzarnos para hacer realidad el
reino de Dios en la tierra y en el mundo que vendrá. Desde esta
perspectiva es más fácil entender lo que San Pablo tenía en mente cuando
pidió que nos preparamos para "luchar la buena batalla" (Tim 6, 12).
Todos los sacrificios nobles qué hacemos son importantes, incluso
aquellos que pueden parecer insignificantes como por el deporte.
3.5 Alegría
Desde la publicación de la carta internacional de la Educación
Física, la actividad física y el deporte en 1978, el deporte se ha
convertido en un derecho para todos, no solo para los jóvenes con salud y
en forma. Más allá de si éste es practicado por niños, personas
mayores, o personas con discapacidad, éste proporciona alegría a todos
aquellos que libremente participan en él, a todos los niveles.
Los atletas principiantes sufren las frustraciones y a veces la
vergüenza de sus repetidos fracasos en la lucha por conseguir destacar
en una actividad. A niveles más altos, los deportistas a menudo se
preparan para superar con disciplina programas muy estrictos. La alegría
para todos aquellos que practican el deporte a menudo emerge junto con
las dificultades y complicados desafíos. También podemos ver en todo el
mundo cómo mucha gente participa en actividades deportivas simplemente
por el hecho disfrutar la sensación de su cuerpo en movimiento, la
oportunidad de socializar con otros, de aprender nuevas habilidades, o
por el simple hecho de sentirse parte de un grupo. La alegría en estos
contextos es la consecuencia de hacer algo que amamos o que disfrutamos.
Vemos que a fin de cuentas la alegría es un don, y que siempre está
basada en el amor, como una fórmula que se aplica a todos los estándares
del deporte.[40] Está relación entre la alegría y el amor en
el deporte tiene mucho que enseñarnos sobre la relación entre Dios,
amor y alegría en nuestras vidas espirituales.
La gran mayoría de las personas no practica deporte con el fin de
obtener dinero o fama. Sin embargo, para el atleta comprometido, los
momentos de alegría se encuentran generalmente junto con el sufrimiento o
los sacrificios de un tipo u otro y después de un gran esfuerzo mental y
físico. Esto nos enseña que la alegría verdadera, profunda y duradera a
menudo surge cuando nos comprometemos sin reservas con algo que amamos.
Este amor puede dirigirse al acto deportivo mismo, o hacia los otros
miembros de un equipo a medida que las relaciones se encauzan hacia la
búsqueda de un objetivo común. Si la alegría relacionada con el amor al
deporte y a los compañeros de equipo es una realidad que los psicólogos
deportivos asocian con nuestras mejores actuaciones y algo que hace que
los jugadores vuelvan una y otra vez para participar, puede ser una
ocasión donde el entrenador incentive la relación entre la práctica
deportiva y la práctica de la fe.
Es importante recordar a este respecto la parábola del tesoro
enterrado en el campo para ilustrar cómo es el reino de Dios. Jesús
enfatiza que el hombre que descubre el tesoro está “lleno de alegría” y
vende todo lo que tiene para comprar ese campo (Mt 13,44). Así
también, nuestro seguimiento de Jesús y el anuncio de que el reino de
Dios está cerca surge de la alegría de haber experimentado el amor
abundante y la misericordia de Dios que caracteriza este reino. Cuando
sigamos a Jesús y trabajemos para la construcción del reino de Dios,
encontraremos dificultades y adversidades, e incluso seremos invitados a
cargar con la cruz. Pero las pruebas y el sufrimiento no pueden
extinguir esta alegría. Ni siquiera la muerte puede hacerlo. Después de
decirle a sus discípulos que, como el Padre le amó, así les ha amado Él,
y a permanecer en su amor, Jesús les dice que él dijo estas cosas “para
que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena” (Jn
15,11). Mientras se acercaba más a su propio sufrimiento y muerte, les
dijo: “También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se
alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar” (Jn 16,22).
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”[41].
El Papa Francisco subraya la centralidad de la alegría en la vida del
creyente, qué es un don a compartir con todos. De la misma manera,
deporte solo tiene sentido cuándo promueve un espacio de alegría común.
No es una cuestión de negar los sacrificios y dolores que provocan el
entrenamiento y la práctica deportiva, pero al final el deporte está
llamado a estimular la alegría en aquellos que lo practican e incluso en
los aficionados que con pasión presencian un deporte en todo el mundo.
3.6 Armonía
El armonioso desarrollo de la persona tiene que estar siempre entre
las prioridades de todos los que tienen responsabilidad en el deporte,
ya sean entrenadores, directivos o educadores. Esta palabra, armonía, se
refiere al equilibrio y el bienestar y es esencial para experimentar la
verdadera felicidad. Sin embargo, existen en el mundo todavía muchas
fuerzas que tientan a las personas a abandonar esta importante virtud en
favor de una perspectiva parcial y desequilibrada. Basta mencionar como
ejemplos preocupantes la sobre-comercialización de algunos deportes y
la excesiva dependencia de soluciones científicas en algunos de ellos
que dejan de lado las implicaciones éticas. Cuando en el deporte se
utilizan métodos en los que el cuerpo humano está visto como un simple
objeto material o la persona como un accesorio, corremos el riesgo te
provocar un gran daño a las personas y a las comunidades.
Por otro lado, el desarrollo armonioso de la persona en su dimensión
física, social y espiritual ha sido reconocido como una contribución al
bienestar psicológico y a la prosperidad de la humanidad. Estamos
empezando a contemplar desarrollos positivos en algunos lugares donde
“muchas personas sienten la necesidad de encontrar formas apropiadas de
ejercicio que ayuden a recuperar un equilibrio saludable de mente y
cuerpo”. [42] En relación a esto, en los últimos años muchas
formas nuevas de deporte y diferentes concepciones de competición han
comenzado a aparecer como respuesta a la necesidad existencial de una
mayor armonía entre el cuerpo y la mente. También el Concilio Vaticano
II señaló que, en relación a la construcción de comunidades en armonía,
el deporte puede “promover relaciones fraternas entre los hombres de
todas las clases, naciones y razas”. [43]
A menudo, en ambientes donde la gente ya no viene considerada como
una criatura amada de Dios, se pasa por alto la importancia de la
formación espiritual de las personas. La armonía implica un equilibrio, y
esto a su vez se relaciona con el conjunto del ser humano, con su vida
moral, física, social y psicológica. El deporte es uno de los ambientes
más efectivos dentro del cual las personas pueden desarrollarse de
manera integral.
Paradójicamente, al participar en lo que a nivel superficial parecen
actividades puramente físicas como el deporte, podemos crecer en nuestro
conocimiento de lo espiritual. Descuidar este aspecto de nuestro ser,
socava nuestro crecimiento, nuestra salud y nuestra felicidad. La
tendencia a ignorar lo espiritual, o reducirlo a lo meramente
psicológico (que es una característica tan frecuente en algunas partes
del mundo de hoy), es común hoy en día y puede ser perjudicial,
especialmente para los jóvenes y para aquellos que carecen de educación
religiosa y espiritual. La Iglesia en su sabiduría nos ofrece una visión
muy necesaria y convincente a este respecto. Se nos pide que vivamos el
deporte en y con el Espíritu, ya que como dijo San Juan Pablo II “Sois verdaderos atletas cuando os preparáis con constancia asumiendo las dimensiones espirituales de la persona, para un desarrollo armonioso de todos los talentos humanos”. [44]
3.7 Valentía
La Iglesia, siguiendo a Santo Tomás de Aquino, nos enseña que la
valentía representa un punto medio entre la cobardía y la temeridad.
Esto es así porque para ser valiente es necesario que hagamos lo que es
bueno, lo correcto, y no lo que es más fácil o conveniente.
El concepto del valor también se puede entender como una elección
personal. No podemos hacer que alguien sea valiente, aunque los
entrenadores, educadores y otros pueden desarrollar la capacidad para
ser valientes en aquellos con quienes trabajan. De hecho, podríamos
argumentar que el coraje se ve con más frecuencia antes, durante y
después de una y otra derrota. Para seguir adelante cuando las
probabilidades están en contra de uno mismo o del equipo, para tratar de
hacer lo correcto, moral y físicamente cuando está sufriendo una dura
derrota, para mantener el grupo unido como un equipo cuando se les
considera mediocres: todas estas ocasiones pueden ofrecer una evidencia
categórica de que el deporte está repleto de momentos de gran valentía.
3.8 Igualdad y respeto
Cada ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y tiene
el derecho de guiar su vida con dignidad y de ser tratado con respeto.
Todos tenemos el mismo derecho de experimentar y llenarnos de las
múltiples dimensiones de la cultura y del deporte. Todos tenemos el
mismo derecho a promover nuestras capacidades individuales, así como ver
respetadas nuestras propias limitaciones.
Esta igualdad de derecho para cada persona no significa, sin embargo,
uniformidad o similitud. Al contrario: significa el respeto por la
multiplicidad y la diversidad de la vida humana respecto al sexo, edad,
formación cultural o tradiciones. Esto se aplica de igual modo al
deporte. Es comprensible que hay diferencias específicas sobre la edad a
la hora de establecer categorías de rendimiento deportivo o que en la
mayoría de las disciplinas deportivas los hombres y las mujeres no
compitan entre sí. Las personas cuyas capacidades físicas básicas se
desvían notablemente de la capacidad promedio esperada, (debido, por
ejemplo, a algún tipo de impedimento), deben ser juzgadas y evaluadas de
manera diferente.
Con toda la atención en la multiplicidad de condiciones, talentos y
habilidades, las diferentes categorías de rendimiento no deben conducir a
rangos ocultos o jerarquías de clasificaciones o incluso a la
delimitación hermética entre diferentes grupos humanos. Esto destruye el
sentimiento de la unidad básica de la familia humana. Lo que el apóstol
San Pablo pide para la comunidad cristiana como un reflejo del cuerpo
de Jesucristo debe también experimentarse en el deporte: “Y el ojo no
puede decir a la mano: No te necesito; ni tampoco la cabeza a los pies:
No os necesito. Por el contrario, la verdad es que los miembros del
cuerpo que parecen ser los más débiles, son los más necesarios; […] Y si
un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es
honrado, todos los miembros se regocijan con él. Ahora bien, vosotros
sois el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él”. [45]
El deporte es una actividad que puede y debe promover la igualdad
entre seres humanos. “La Iglesia considera el deporte como un
instrumento de educación cuando fomenta elevados ideales humanos y
espirituales; cuando forma de manera integral a los jóvenes en valores
como la lealtad, la perseverancia, la amistad, la solidaridad y la paz”.
[46] El deporte es un área de nuestra sociedad que promueve
el encuentro de toda la humanidad, y puede superar barreras
socioeconómicas, raciales, culturales y religiosas.
Todas las personas son iguales porque todas están hechas a imagen y
semejanza de Dios. Somos todos hermanos y hermanas que provienen del
mismo Creador. Pero nuestro mundo todavía se enfrenta a desigualdades
incrustadas, y es tarea de los cristianos afrontar esta realidad. El
deporte es un espacio donde los cristianos pueden buscar la promoción de
la igualdad porque “sin igualdad de oportunidades, las diversas formas
de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o
temprano provocará su explosión”. [47]
Existen muchos ejemplos de cómo el deporte crea vínculos de unión en
la sociedad e igualdad entre las personas. Muchos deportes populares
realizan campañas contra el racismo y promueven la paz, la solidaridad y
la inclusión. “el deporte puede unirnos en un espíritu de amistad entre
pueblos y culturas. De hecho, los deportes son una señal de que la paz
es posible”. [48]
3.9 Solidaridad
El mensaje de la Iglesia sobre la solidaridad nos muestra que existe
un estrecho lazo entre la solidaridad y el bien común, entre solidaridad
y el destino universal de los bienes, entre solidaridad y la igualdad
entre los pueblos, entre solidaridad y la paz en el mundo.[49]
La solidaridad dentro de un equipo deportivo se refiere a la unidad
que se puede desarrollar entre los compañeros de equipo mientras luchan
juntos por el mismo objetivo. Tal experiencia proporciona a todos los
participantes la sensación de atención y estima personal. La solidaridad
en el sentido cristiano, sin embargo, va más allá de los miembros del
propio equipo. Incluso puede incluir un oponente cuando están en el
suelo y ya no puede levantarse sin ayuda. Aquí, se requiere el apoyo y
la solidaridad que ya no se pregunta si la derrota del otro es su propia
culpa o el resultado de una desafortunada secuencia de eventos.
Los atletas, especialmente los de mayor renombre, tienen una
inexcusable responsabilidad social. Es importante que estos atletas
adquieran una mayor conciencia de su papel con respecto a la
solidaridad, que debe notarse en la sociedad: “Vosotros, los jugadores
sois exponentes de una actividad deportiva, que cada fin de semana
congrega a tanta gente en los estadios y a la que los medios de
comunicación social dedican grandes espacios. Por eso mismo, tenéis una
responsabilidad especial”. [50]
El Papa Francisco invita claramente a los atletas a involucrarse “con
los demás y con Dios, dando lo mejor de uno mismo, gastando la vida por
lo que realmente vale y dura para siempre. Poned vuestros talentos al
servicio del encuentro entre personas, de la amistad y de la inclusión”.
[51]
San Juan Pablo II exhortaba a las personas vinculadas al deporte a
“favorecer la construcción de un mundo más fraterno y solidario,
contribuyendo a la superación de situaciones de incomprensión recíproca
entre personas y pueblos”. [52]
El deporte siempre debe ir de la mano de la solidaridad, porque la
actividad deportiva está llamada a irradiar los valores más sublimes de
la sociedad, especialmente la promoción de la unidad de los pueblos,
razas, religiones y culturas, ayudando a superar muchas divisiones que
nuestro mundo hoy todavía experimenta.[53]
3.10 El deporte revela la búsqueda por su sentido ultimo
El deporte pone de manifiesto la tensión entre la fuerza y la
debilidad, experiencias inherentes a la existencia humana. El deporte es
un ámbito dentro del cual los seres humanos pueden vivir de forma
auténtica sus talentos y su creatividad, pero al mismo tiempo
experimentar sus limitaciones y finitud, ya que el éxito no está en
absoluto garantizado.
Como se menciona al comienzo del capítulo, el deporte es al mismo
tiempo un vínculo que puede revelar la verdad de la libertad humana. “La
libertad –dice el Papa Francisco –es algo grandioso, pero podemos
echarla a perder”. [54] El deporte respeta la libertad humana
porque dentro de los límites de un conjunto específico de reglas, no
impide la creatividad, sino que la fomenta. Por lo tanto, la experiencia
de ser uno mismo no se pierde.
La relación intrínseca entre la libertad individual y la aceptación
de las reglas también muestra que la persona está dirigida hacia una
comunidad de personas. De hecho, la persona nunca es una entidad aislada
sino “un ser social, y a menos que se relacione con otros no puede
vivir ni desarrollar su potencial”. [55] Los deportes de
equipo por ejemplo, o la presencia de espectadores, revelan la relación
entre los individuos y la comunidad. Tampoco en los deportes
individuales se pueden practicar sin las contribuciones de muchos otros.
El deporte puede servir como un paradigma que ilustra cómo la persona
puede llegar a ser él mismo a través de la experiencia de la comunidad.
Finalmente, en el contexto del mundo moderno, el deporte es quizás el
ejemplo más llamativo de la unidad de cuerpo y alma. Hay que resaltar
que, una interpretación unilateral de las experiencias mencionadas
anteriormente conduce a una noción falsa del ser humano. Concentrarse
únicamente en la fuerza, por ejemplo, podría sugerir que los seres
humanos son seres autosuficientes. Un concepto unilateral de libertad
implica la idea de un yo irresponsable que solo puede seguir sus propias
reglas. Del mismo modo, un énfasis demasiado fuerte en la comunidad
conduce a una subestimación de la dignidad del individuo. Y, por último,
descuidar la unidad del cuerpo y el alma da como resultado una actitud
que, o bien deja de lado por completo al cuerpo o fomenta un
materialismo mundano. Por lo tanto, todas las dimensiones deben tenerse
en cuenta para comprender qué constituye realmente el ser humano.
En resumen, podríamos decir que, en el deporte, los seres humanos
experimentan de forma particular la tensión entre la fuerza y la
debilidad, la libertad de someterse a unas reglas generales que
constituyen una práctica común, la individualidad dirigida a la
comunidad y la unidad del cuerpo y el alma. Además, a través del
deporte, los seres humanos pueden experimentar la belleza. Como señaló
acertadamente Hans Urs von Balthasar, la facultad estética del ser
humano es también una característica decisiva que estimula la búsqueda
del sentido último.[56] Si se aplica una visión antropológica
tan integral, el deporte puede ser visto como un campo extraordinario
donde el ser humano experimenta algunas verdades significativas acerca
de sí mismo en la búsqueda del sentido último.
El sentido último desde un punto de vista cristiano
Los seres humanos encuentran su verdad más profunda sobre quiénes son en la imagen y semejanza de Dios,
ya que así es como nos creó (Génesis 1,27). Aunque es cierto que el
deporte encarna la búsqueda de un cierto tipo de felicidad, que el
Concilio Vaticano II caracterizó como “una plena liberación de la
humanidad; una en la que [las personas y los grupos sociales] ponen a su
servicio las inmensas posibilidades que les ofrece el mundo actual”, [57]
también es cierto que fuimos creados para una felicidad que es aún
mayor. Esta felicidad es posible gracias al regalo gratuito de la gracia
de Dios. Es importante enfatizar que la gracia de Dios no destruye lo
humano, sino que "perfecciona la naturaleza"[58] o nos eleva a la comunión con Dios, que es el Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos lleva a la comunión de unos con otros.
Una de las formas importantes en que podemos experimentar la gracia
de Dios es en su misericordia. Como el Papa Francisco ha insistido a lo
largo de su pontificado, y especialmente en el Año de la Misericordia,
Dios nunca se cansa de perdonarnos. Dios nos ama incondicionalmente.
Incluso cuando cometemos errores o cometemos pecados, Dios es paciente
con nosotros y siempre nos ofrece su perdón y una segunda oportunidad.
El perdón de Dios, al igual que nuestro perdón mutuo, provoca la
sanación y la recuperación de la imagen y semejanza de Dios en nosotros.
Como dijo San Pablo en su carta a los Colosenses: “No os mintáis unos a
otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre
nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador”
(Col 3,10). Y también a los Corintios: “Todos nosotros, que con el
rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es el Espíritu” (2 Cor
3:18). Si el proceso de redención significa que estamos siendo
renovados y transformados a imagen y semejanza de Dios, que es Padre,
Hijo y Espíritu Santo, esto significa comprender que somos
fundamentalmente seres relacionales y estamos hechos para la comunión
con Dios y con los demás.
Capítulo 4: Desafíos a la luz del Evangelio
4.1 Un deporte humano y justo
Ya hemos mencionado anteriormente el significado de las dimensiones
del deporte, así como su lugar en la búsqueda del bien y de la verdad.
Sin embargo, como cualquier otra realidad humana, el deporte puede
volverse en contra de la dignidad y los derechos de la persona.
Consecuentemente, la Iglesia alza la voz cuando ve amenazada esta
dignidad y la verdadera felicidad.
Promoción de los valores humanos del deporte
Los avances actuales en el deporte deben juzgarse de acuerdo a si
proceden de un reconocimiento de la dignidad de la persona y si muestran
un respeto adecuado por los demás, por las criaturas y por el medio
ambiente. Además, la Iglesia reconoce la importancia de la alegría de la
propia participación en el deporte y la coexistencia leal de los seres
humanos. Cuando las reglas del deporte se acuerdan a nivel
internacional, los atletas de diferentes culturas, naciones y religiones
tienen la posibilidad de sentir una experiencia compartida de sana
competición y de alegría, que permite ayudar a fomentar la unidad de la
familia humana.
Participando del deporte, las personas pueden experimentar lo
corpóreo de nuestra existencia de una manera elemental y positiva.
Jugando en equipo, aprenden también a superar el individualismo y a
tomar conciencia de su pertenencia a algo más grande que sí mismos.
Crítica a los enfoques erróneos
Desde esta perspectiva, hay una serie de fenómenos y construcciones
que se deben juzgar con espíritu crítico. La Doctrina Social de la
Iglesia nos recuerda siempre que las personas involucradas en la
política, la economía o la ciencia deben preguntarse si sus actos están o
no al servicio de la persona humana y la justicia. Las personas
relacionadas con las actividades deportivas deben enfrentarse igualmente
a esta misma pregunta.
La calidad de las experiencias que se viven en los deportes es la
base de su fuerza atractiva. No obstante, es, al mismo tiempo,
susceptible de desviarse hacia políticas y prácticas que no están al
servicio de la persona. Esto atañe tanto a los participantes como al
público. La gran importancia del deporte, para muchos, puede degradarse
como vehículo de otros intereses: propósitos políticos y demostraciones
de poder, búsqueda ciega del beneficio económico, o autoafirmaciones
nacionalistas. Así se amenaza tanto la autonomía del deporte como sus
bondades intrínsecas. Los intereses, que han dejado de ser deportivos
para convertirse más bien en intereses políticos, económicos o
mediáticos, comienzan a imperar en la dinámica del deporte e incluso en
la experiencia de los mismos atletas. El deporte es parte integrante de
una compleja sociedad, que tiene muchos sectores, y en la cual el
deporte participa; pero, por otro lado, debe tener cuidado para no poner
su autonomía en peligro. Hablando a una delegación de equipos de fútbol
italianos profesionales, el Papa Francisco recordaba la alegría de los
días en que iba al estadio con su familia y del aire de celebración de
aquellos días. Dijo a jugadores y dirigentes: “Espero que el fútbol, y
cualquier otro deporte muy popular, pueda recuperar la dimensión de la
fiesta. Hoy el fútbol se mueve en un ambiente de negocios, por la
publicidad y la televisión. Pero el factor económico no debe prevalecer
sobre el deportivo, porque puede contaminarlo todo, tanto a nivel
internacional como nacional o local”. [59]
Cuando se practica deporte con una actitud de "ganar a toda costa",
este se ve seriamente amenazado. Fijarse solamente en el éxito
deportivo, ya sea por motivos personales, políticos o económicos, deja
los derechos y el bienestar de los participantes reducidos a aspectos
marginales. Respecto al propio cuerpo, un deseo del ascenso a cualquier
precio determina el comportamiento y tiene graves consecuencias. El
criterio que prevalece sobre el resto ya no es la dignidad de la
persona, sino más bien su eficiencia, y esto puede acarrear riesgos para
la propia salud o la de los compañeros. La dignidad y los derechos de
la persona nunca pueden verse subordinados a otros intereses
arbitrarios. Los atletas tampoco pueden convertirse en una suerte de
mercancía. Tal y como el Papa Francisco expresó a miembros del Comité
Olímpico Europeo: “Cuando el deporte viene considerado únicamente en
conformidad a los parámetros económicos o de persecución de la victoria a
toda costa, se corre el peligro de reducir a los atletas a una mera
mercancía lucrativa. Los mismos atletas entran en un mecanismo que los
arrastra, pierden el verdadero sentido de su actividad, esa alegría de
jugar que les atraía de niños y que les empujó a hacer tantos
sacrificios para convertirse en campeones”. [60]
Los derechos fundamentales para la libertad y una vida digna deben
protegerse en el mundo del deporte. Esto afecta sobre todo a los pobres y
débiles, especialmente a los niños, que tienen el derecho de ser
protegidos en su integridad corporal. Los hechos de abusos de niños, ya
sean físicos, sexuales o emocionales, por parte de sus entrenadores u
otros adultos, son una afrenta directa a la persona joven, que ha sido
creada a imagen y semejanza de Dios, y se deben condenar de manera
tajante.
Los atletas, además, tienen el derecho de asociar sus intereses y
representarlos de manera conjunta. Como ciudadanos, no se les puede
privar del derecho de expresarse libremente según su conciencia. Deben
ser tratados como personas, con todos sus derechos correspondientes. En
el deporte, no se debe aceptar nunca ningún tipo de discriminación
debida a origen social, nacionalidad, sexo, raza, etnia, constitución
física o religión.
Pero incluso más allá de la inmediatez del evento deportivo, el
deporte es responsable de lo que ocurre en su entorno. Hay mucha gente
que se ve afectada por la preparación y celebración de grandes eventos
deportivos, y sus condiciones de vida e intereses legítimos deben
respetarse.
4.2 Responsabilidad compartida para un deporte
El deporte es una realidad polifacética. Ni los críticos del deporte
deberían sospechar tanto del mismo, ni sus aspectos positivos deben
contemplarse ingenuamente. Es más, debemos distinguir qué agentes y
organizaciones del deporte tienen responsabilidades concretas en cada
caso particular. De hecho, la responsabilidad no recae sólo en los
atletas o participantes, sino también en muchas otras personas como sus
familias, los entrenadores y ayudantes, médicos, dirigentes,
espectadores y muchos más actores conectados con el deporte a través de
otras áreas, como los investigadores científicos del deporte, los
líderes políticos y empresariales o los representantes de los medios.
Los espectadores y los aficionados que participan de las actividades
deportivas directamente o a través de los medios de comunicación tienen
su propia parte de esta responsabilidad en los eventos deportivos.
Pueden mostrar que respetan a los jugadores de ambas partes de la
contienda y expresar su desaprobación ante el comportamiento
antideportivo porque el juego limpio se debe mostrar también a los
aficionados del equipo rival. Cualquier clase de desprecio o violencia
se debe condenar, y los responsables del deporte deben hacer todo lo
posible para luchar contra ello. Hay modelos acerca de cómo se puede
tratar la violencia en ambientes deportivos. Por ejemplo, algunos
equipos profesionales, en Europa y otros lugares, forman voluntarios que
trabajan entre los aficionados contrarrestando comportamientos
antideportivos e incluso sofocando la violencia de los hinchas, que
demasiadas veces ha formado parte de los partidos de fútbol estos
últimos años. El deporte no puede descargar esta responsabilidad hacia
otras instituciones.
Mucha gente practica deporte en la naturaleza. No obstante, la
actividad deportiva no mantiene intacto este entorno. En algunos casos
tiene un impacto, a largo plazo. Así pues, tanto los atletas como los
patrocinadores del deporte tienen una responsabilidad añadida, que es la
tarea de tratar la creación con el mayor respeto. Otra vez, esta
responsabilidad recae sobre varios hombros. No solo debe considerar cada
persona el coste ecológico que se puede asociar a su deporte, sino que
aquellos que promueven los grandes eventos deportivos deben también
valorar si han encontrado o no un formato sostenible que respete el
medio ambiente.
Aún más, en aquellos deportes en los que hay animales involucrados,
se debe prestar atención para asegurar un trato moralmente adecuado de
los mismos, no solamente como meros objetos.
La Iglesia reitera la responsabilidad de cada persona en el mundo del
deporte e invoca la conciencia de cada uno para comprometerse en el
desarrollo de un deporte lo más justo y humano posible. Sin embargo, no
sería justo poner toda la carga de responsabilidad sobre los hombros de
los atletas individuales. También se debe prestar atención a las
estructuras sociales que afectan a cómo pensamos y actuamos. “Estos
criterios permiten también juzgar el valor de las estructuras, las
cuales son el conjunto de instituciones y de realizaciones prácticas que
los hombres encuentran ya existentes o que crean, en el plano nacional e
internacional, y que orientan u organizan la vida económica, social y
política”. [61] Dichas estructuras pueden influir en
determinadas acciones, de tal manera que resulta difícil permanecer
fieles a los beneficios y valores internacionales del deporte. Pero
estas estructuras no conforman el destino. “Éstas dependen siempre de la
responsabilidad del hombre, que puede modificarlas, y no de un
pretendido determinismo de la historia”. [62] Por lo tanto,
quedan dentro del área de nuestra responsabilidad. La importancia social
de algunas instituciones y organizaciones deportivas a nivel regional,
nacional e internacional es considerable, y también lo es por tanto su
responsabilidad moral. Todo debe estar al servicio de los bienes
intrínsecos del deporte y de la persona.
4.3 Cuatro desafíos específicos en crecimiento
Hay cuatro desafíos que la Iglesia estima particularmente en nuestros
días y que este documento quiere mencionar. Pueden entenderse como el
resultado de una búsqueda desenfrenada de éxito y de la ingente cantidad
de intereses económicos que se mueven en las competiciones deportivas.
Cuantos más agentes diferentes involucrados en los eventos deportivos
–atletas, espectadores, medios, empresarios –insisten en presenciar,
cada vez, mejores actuaciones o en ganar a toda costa, más intensa se
hace la presión ejercida sobre los deportistas y más buscan ellos formas
de aumentar el rendimiento que son moralmente dudosas.
La degradación del cuerpo
Así como la práctica deportiva puede ser una forma positiva de
experimentar la propia corporeidad, como se mencionó anteriormente,
también puede ser un contexto en el que el cuerpo humano queda reducido
al estatus de objeto o es utilizado como una simple máquina. Como
comentó un jugador de fútbol americano una vez terminada su carrera
“paradójicamente, me percaté de lo separado que estaba de mi cuerpo. Lo
conocía más a fondo de lo que muchos hombres pueden llegar a hacerlo
nunca, pero lo había usado como si fuera una máquina y había pensado en
él como tal, cómo algo que tenía que estar bien engrasado, bien
alimentado y cuidado para realizar una tarea específica.”[63]
Cuando los jóvenes se forman de esta manera, corren el riesgo de vender
su propia afectividad, lo que compromete su capacidad del sentido de
intimidad, una importante tarea de desarrollo para los jóvenes adultos.[64]
Esto tiene un impacto negativo en su habilidad para establecer una
relación íntima física y emocional, que es uno de los dones y gracias de
la vida matrimonial.
Los padres, los entrenadores y las sociedades a menudo fabrican
atletas para garantizar el éxito y satisfacer esperanzas de medallas,
récords, lucrativos contratos publicitarios y riqueza. Es posible ver
este tipo de aberraciones en la alta competición de deportes infantiles.
Cada vez es más corriente que una persona joven se vea en manos de
padres, entrenadores y representantes cuyo único interés es la
especialización unilateral de un solo talento. Sin embargo –como el
cuerpo joven de una persona no puede soportar pasar todo el año
entrenando un deporte –esta especialización temprana conduce con
demasiada frecuencia a lesiones por exceso de entrenamiento. En el caso
de las gimnastas de élite, el canon del cuerpo ideal ha cambiado con el
paso de los años hasta quedarse en el de una delgada pre púber. En
muchos ambientes, esto ha llevado a que muchas chicas se entrenen
durante muchas horas todos los días de la semana y algunas de las que se
encuentran en esta situación, desarrollan una obsesión por perder peso
que ha producido trastornos alimenticios entre las gimnastas en
proporciones mucho más elevadas que la población femenina general. Este
ejemplo señala la importancia del papel de los padres de los atletas
jóvenes en todos los deportes. Los padres tienen la responsabilidad de
mostrar a los niños que son amados por lo que son, no por sus éxitos, su
apariencia o sus habilidades físicas.
No se pueden justificar éticamente aquellos deportes que
inevitablemente causan daños serios en el cuerpo humano. En los casos en
los que se haya tenido conocimiento acerca de los efectos nocivos para
el cuerpo de un deporte, incluyendo daños cerebrales, es importante que
las personas de todos los sectores de la sociedad tomen decisiones que
pongan la dignidad de la persona y su bienestar en primer lugar.
El dopaje
La cuestión del dopaje afecta al fundamento mismo del deporte. Y,
desafortunadamente, hoy en día lo practican tanto atletas individuales
como equipos o incluso estados. Del dopaje nacen una serie de problemas
morales, ya que se corresponde con los valores de salud y juego limpio.
También es un buen ejemplo de cómo la mentalidad de "ganar a toda costa"
corrompe el deporte violando las reglas que lo constituyen. Durante el
proceso, se rompe el "marco del juego" y los bienes propios del deporte,
que dependen del respeto hacia las reglas. En estos casos, más
importante que las capacidades deportivas de una persona o el
entrenamiento es el poder de aquellos que intentan incrementar sus
capacidades por todos los medios posibles e imaginables. El cuerpo del
atleta se degrada convirtiéndose en un objeto que demuestra la eficacia
médico-científica.
En algunos deportes en los que se usan medios mecánicos (ciclismo, deportes de motor, Fórmula 1), el fair play
se deteriora al adoptar fraude o dopaje mecánico. Este fraude puede ser
hecho individualmente por el deportista, pero también en un grupo más
amplio, con la ayuda de asistentes mecánicos e impulsado por
patrocinadores o incluso manipulado a una mayor escala.
Para combatir los peligros del doping físico y mecánico y para apoyar el fair play
en las competiciones deportivas, no es suficiente con apelar solamente a
la moral y la ética de los atletas. El problema del doping no puede ser
individualizado, sin importar la culpa que tiene dicha persona. Existe
un problema mucho más grande. Es responsabilidad de las organizaciones
internacionales crear reglas efectivas y condiciones básicas a nivel
institucional que respalden y recompensen a los atletas individualmente
por su responsabilidad y reduzcan cualquier incentivo para recurrir al
dopaje. En el mundo globalizado del deporte, se necesitan esfuerzos
coordinados y efectivos. Otros agentes que ejercen una influencia
significativa en el deporte en la actualidad, como los medios de
comunicación y los estamentos políticos y financieros, deben estar
igualmente involucrados.
Los espectadores también tienen que considerar si sus cada vez más
altas expectativas y su anhelo de un mayor espectáculo durante los
eventos deportivos, llevan a los deportistas a doparse físicamente o a
utilizar el dopaje mecánico.
La corrupción
En igual medida que el dopaje, la corrupción también puede arruinar
el deporte. Se usa para explotar el sentido de competencia deportiva de
jugadores y espectadores que son engañados deliberadamente y
decepcionados. La corrupción no se refiere solo a los eventos
deportivos, ya que puede extenderse a las políticas deportivas. Las
decisiones relativas a los deportes son tomadas por agentes externos que
a menudo tienen intereses financieros o políticos. Igualmente
reprensible es cualquier tipo de soborno en relación con las apuestas
deportivas. Si muchos deportistas y entusiastas del deporte son
engañados solo para que unos pocos puedan enriquecerse descaradamente,
esto también amenaza la integridad del deporte. Como en el caso del
dopaje, se debe advertir a las personas involucradas sobre este hecho,
así como alentar a las organizaciones deportivas a tener sus propias
reglas transparentes y efectivas para evitar que sus valores se vean
erosionados. El deporte no debe parecer un espacio sin derechos en el
que no se apliquen los estándares morales de coexistencia leal y humana.
Los aficionados y espectadores
Los espectadores durante los eventos deportivos, animan y apoyan
juntos como un único cuerpo. Este sentimiento común que va más allá de
la edad, el sexo, la raza y las creencias religiosas es una maravillosa
fuente de alegría y belleza. Los aficionados son uno y representan la
totalidad de la comunidad cuando su equipo gana, pero también frente a
la derrota. Están siempre con sus jugadores y respetan tanto a los
integrantes como a los aficionados del otro equipo y a los árbitros en
un recíproco fair play. Estos son momentos, ocasiones y
comportamientos que nos hacen ser conscientes de la alegría, la fuerza y
el sentido armonioso del deporte. Aun así, el papel de los espectadores
en el deporte puede ser ambiguo. En algunos casos, los espectadores
desprecian a los oponentes o a los árbitros. Este comportamiento puede
deteriorarse y transformarse en violencia, ya sea vocalmente (al cantar
canciones odiosas o insultar) o físicamente. Las peleas entre las
aficiones rivales violan el fair play que siempre debería reinar
durante los eventos deportivos. Una identificación exagerada con un
atleta o un equipo también puede exacerbar tensiones ya existentes entre
diferentes grupos culturales, nacionales o religiosos. A veces un
aficionado puede llegar a usar un evento deportivo para propagar el
racismo o ideologías extremistas. Incluso, los aficionados que no
respetan a los atletas, también a veces los atacan físicamente o
continuamente los insultan o los denigran. Esta falta de respeto a veces
ocurre hacia los miembros del propio equipo cuando realizan una
actuación mejorable. Los equipos, las federaciones y ligas, ya sea en
las escuelas, a nivel de élite o en deportes profesionales, tienen la
responsabilidad de garantizar que el comportamiento del espectador
respete la dignidad de todas las personas que participan o asisten a
eventos deportivos.
Capítulo 5: La Iglesia como principal protagonista
Hasta aquí, el documento ha buscado formas de enfocar y evaluar el
deporte, su significación y sus diferentes dimensiones dentro del marco
de un entendimiento cristiano de una sociedad justa y de la persona. Al
tiempo que se han evaluado las inmensas oportunidades y posibilidades
del deporte, se han considerado también los peligros, amenazas y
desafíos.
La Iglesia, como Pueblo de Dios, está genuinamente conectada e
interesada en el deporte como realidad humana contemporánea.
Naturalmente, la Iglesia se siente llamada a hacer todo lo posible
dentro de su ámbito de influencia para asegurar que el deporte se
realice de forma humana y razonable.
“El cuidado pastoral del deporte es un momento necesario y parte
integral del cuidado pastoral ordinario de la comunidad. El propósito
primero y específico de la Iglesia en el campo del deporte se manifiesta
en un compromiso de dar sentido, valor y perspectiva a la práctica del
deporte como hecho social humano y personal.” [65]
5.1 En el deporte, la Iglesia está en su casa
Como ya se ha recalcado en el primer capítulo, la Iglesia ha tenido
una relación fructífera con el deporte moderno involucrándose de forma
activa y proactiva desde principios del siglo XX.
Una presencia responsable
La Iglesia es consciente de la corresponsabilidad del desarrollo y
destino del deporte. Por lo tanto, desea establecer un diálogo con las
diferentes organizaciones deportivas y sus órganos de gobierno para
abogar por la humanización de los deportes de hoy. Busca activamente la
mejora de las prácticas, sistemas y procedimientos deportivos, a través
de asociaciones que colaboran con las organizaciones del deporte. La
Iglesia puede ofrecer una visión moral en el contexto de las malas
prácticas, como son el dopaje, la corrupción, la violencia entre el
público y la feroz comercialización, que pueden desvirtuar el espíritu
deportivo.
La Iglesia tiene tal presencia organizativa e institucional en el
mundo del deporte que le permite promover una visión cristiana del
deporte, de varias maneras y a diferentes niveles. La Santa Sede, dentro
de sus propias estructuras internas, tiene diferentes organismos que se
interesan en el fenómeno del deporte, que siguen y promueven el deporte
desde un punto de vista institucional, pastoral y cultural.
En varios países, las conferencias episcopales trabajan en estrecha
colaboración con asociaciones nacionales e internacionales que fomentan
el deporte. En ciertos países, las asociaciones y clubes deportivos
eclesiales existen desde hace más de cien años y hoy siguen muy
involucradas en eventos deportivos locales y nacionales. Estas
organizaciones en ocasiones forman redes y constituyen organismos
deportivos de mayor tamaño a nivel nacional e internacional. Por último,
además del apostolado de muchos laicos, hay muchos sacerdotes que se
implican en grupos deportivos aficionados de parroquias, en asociaciones
deportivas, o son capellanes en clubes profesionales o en los Juegos
Olímpicos.
Una Iglesia que sale al encuentro
El deporte es un ámbito en el que se experimenta de forma muy
concreta la invitación a ser una Iglesia que sale al encuentro, no a
construir muros y fronteras, sino puentes y “hospitales de campaña”.
Más que muchas otras plataformas, el deporte reúne a los oprimidos y
poderosos, los marginados, los inmigrantes y los nativos, los ricos y
los pobres, en torno a un interés compartido y, en ocasiones, en un
espacio común. Para la Iglesia, cualquier realidad presenta en sí misma
una invitación al encuentro con otras personas de diferentes
procedencias y con circunstancias vitales muy diferentes. A la vez que
la Iglesia da la bienvenida a todo el que acude a ella, también sale al
mundo. Como dice el Papa Francisco “el camino de la Iglesia es
precisamente el de salir del propio recinto para ir a buscar a los
lejanos en las “periferias” esenciales de la existencia; no sólo acoger e
integrar, con valor evangélico, a aquellos que llaman a la puerta, sino
salir, ir a buscar, sin prejuicios y sin miedos, a los lejanos,
manifestándoles gratuitamente aquello que también nosotros hemos
recibido gratuitamente.” [66]
Un moderno Patio de los Gentiles
En algunas zonas del mundo, existe la tradición de abrir las
instalaciones físicas de las propias iglesias para los jóvenes -que se
reúnen para jugar y hacer deporte. En el diverso entorno cultural
actual, este espacio se convierte en uno de los canales que facilita la
interacción armoniosa entre comunidades, culturas y religiones. Como ya
se ha mencionado, la Iglesia ve un gran valor en estas interacciones que
pueden fomentar un sentido de unidad de la familia humana. Este espacio
puede posibilitar también, en palabras de Benedicto XVI, “un diálogo
con aquellos para quienes la religión es algo extraño, para quienes Dios
es desconocido y que, a pesar de eso, no quisieran estar simplemente
sin Dios, sino acercarse a él al menos como Desconocido”.[67]
Habla de la misión de la de la Iglesia con estas personas: “creo que la
Iglesia debería abrir también hoy una especie de “Patio de los
Gentiles” donde los hombres puedan entrar en contacto de alguna manera
con Dios sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su
misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia.”[68]
Así, la Iglesia percibe que hay un abanico de posibilidades que
tienen un papel en la realidad contemporánea del deporte. Son
especialmente relevantes en cuanto a que están alineados con la misión
superior de la Iglesia.
5.2 En la Iglesia, el deporte está en su casa
La visión del Magisterio sobre el deporte se ha concretado en una
propuesta pastoral activa, lo que esencialmente se traduce en un
compromiso educativo hacia la persona, que a su vez genera un compromiso
social hacia la comunidad.
El deporte como experiencia educativa de humanización
La persona, creada a imagen y semejanza de Dios, es más importante
que el deporte. La existencia de la persona no está al servicio del
deporte, sino que el deporte debe servir a la persona en su desarrollo
integral.
Como se ha mencionado con anterioridad, la persona es una unidad de
cuerpo, alma y espíritu. Esto significa que las experiencias corporales
de juego y deporte están íntimamente relacionadas con el alma y el
espíritu de la gente, y tienen un impacto directo en ellos. Por este
motivo, pueden ser parte de la educación integral de la persona. El Papa
Francisco ha fomentado la visión del juego y el deporte como parte de
una educación holística dirigida a la mente, el corazón y las manos, o a
lo que uno piensa, siente y hace. De acuerdo con el Santo Padre, la
educación formal de nuestro tiempo se ha visto estrechamente ligada a la
“tecnicidad intelectual y el lenguaje de la cabeza”.[69] El
Papa nos anima a abrirnos la posibilidad a aceptar formas de educación
no formal, como el deporte. Tal como se formula, encerrados a veces en
la rígida exclusividad de la educación formal “no hay humanismo, y donde
no hay humanismo, ¡Cristo no puede entrar!” [70]
El deporte y la educación católica
¿Cómo puede empezar la Iglesia a integrar la actividad física o el
deporte en su propio marco de trabajo fundamental? ¿Cómo puede permear
la visión de la Iglesia en el deporte en las conferencias episcopales,
en las diócesis y en las parroquias? Quizá se debería comenzar con el
establecimiento de un apostolado visible para los deportes. Tal
apostolado será una manifestación concreta del compromiso de la Iglesia
hacia la persona en el deporte, y asimismo dará herramientas a los
diferentes organismos de la Iglesia para emprender directamente
actividades relacionadas con el deporte.
Desde el origen de la Cristiandad, el deporte apareció como metáfora
efectiva de la vida cristiana: el apóstol San Pablo no dudó en incluir
el deporte entre los valores humanos, lo que le sirvió como punto de
apoyo y referencia en el diálogo con la gente de su época. Hoy en día
podemos introducir en el deporte, los juegos y otras actividades lúdicas
para llevar a los jóvenes a un entendimiento más profundo de las
escrituras, las enseñanzas de la Iglesia o los sacramentos.
Cuando se vive el deporte de manera respetuosa con la dignidad de la
persona y está libre de explotación económica, mediática o política, se
convierte en un modelo para todo en la vida. “Cuando es así,” como dice
el Papa Francisco, “el deporte trasciende el ámbito de lo puramente
físico y nos lleva al ámbito del espíritu y hasta del misterio. te
trasciende el nivel de la pura física y nos lleva al campo del espíritu,
incluso del misterio”[71]. Educar cristianamente es llevar a
las personas a los valores humanos en la realidad completa, y uno de
esos valores es la trascendencia. Este es el profundo significado del
deporte: puede educar en la plenitud de la vida y la apertura a la
experiencia de la trascendencia.
El deporte también es camino que presenta a los jóvenes las virtudes
cardinales de la fortaleza, templanza, prudencia y justicia; y facilita
su crecimiento en las mismas. En el campo de la educación física, San
Juan Bosco, entonces solo un capellán juvenil de Turín, seguramente fue,
desde 1847, el primer educador católico en haber reconocido lo
importante que es el movimiento, el juego y el deporte para el
desarrollo holístico de la personalidad de los jóvenes. La educación en
el deporte significa para Don Bosco cultivar el acompañamiento personal
del joven y el respeto mutuo, también en la competición.
El deporte para crear una cultura de encuentro y paz
En un mundo repleto de cuestiones como la migración, el
nacionalismo y la identidad individual, la humanidad se esfuerza cada
vez más en coexistir con aquellos que son culturalmente diferentes o
tienen sistemas de creencias diferentes de los propios. Las fronteras,
las percepciones y los límites están constantemente redibujándose. En
este sentido, debemos recordar que el deporte es una de las pocas
realidades que a día de hoy ha trascendido las fronteras de la religión o
la cultura. La vocación de la Iglesia universal de trabajar en busca de
la unidad de la familia humana adquiere una significación especial
desde el punto de vista del deporte. En este sentido, la idea de ser
“católico” va de la mano de lo mejor del espíritu deportivo. En el mundo
del deporte, la Iglesia puede tener un papel significativo ayudando a
construir puentes, abrir puertas y apoyar causas comunes -permeando la
sociedad como “levadura”.
El deporte como obra de misericordia
El deporte puede también erigirse como una potente herramienta
cuando se hace presente entre las personas marginadas y sin privilegios.
Hay muchos organismos de gobierno del deporte a nivel internacional,
así como instituciones privadas y organizaciones sin ánimo de lucro que
fomentan y emplean el deporte como un medio positivo de cohesión entre
los jóvenes y adolescentes que viven en ambientes susceptibles de
violencia de bandas, consumo y tráfico de drogas. Las comunidades
cristianas de todo el mundo están involucradas a menudo en iniciativas
que se sirven de la práctica deportiva y los eventos deportivos como
mecanismos relevantes que alejan a la juventud de las drogas y la
violencia.
El deporte para crear una cultura de inclusión
Puesto que hay aspectos positivos de carácter humanos asociados al
deporte, cualquiera que lo desee participar debería ser capaz de
hacerlo. Esto se hace especialmente patente en niños pobres o
desplazados, en las personas con discapacidad física o intelectual y en
personas sin techo o refugiados. Más aun, en ciertas partes del mundo, a
las niñas y mujeres se les niega el derecho de practicar deportes, por
lo que no pueden participar de sus beneficios. Todo el mundo puede
enriquecerse al crecer la participación. A los atletas de élite, entre
otros, ver jugar a atletas con discapacidades, les recuerda de qué trata
verdaderamente el deporte: de la alegría de la participación y la
competición contra el oponente y contra uno mismo. Tales ejemplos son
una ayuda para reorientarnos hacia el potencial humanizador del deporte.[72]
La creación de los Juegos Paralímpicos o los Special Olympics
son un signo visible de cómo el deporte puede ser una gran oportunidad
de inclusión, y es capaz de dar significado a la vida y ser un signo de
esperanza. También lo es la constitución del primer Equipo Olímpico de
Refugiados en 2016, así como el desarrollo de la “Homeless Cup” (Copa
Mundial de los sin techo) por poner un ejemplo; son iniciativas
importantes a través de las cuales la conciencia del bien común que el
deporte fomenta, se propaga de tal manera que las personas desplazadas o
que experimentan las dificultades asociadas con la pobreza tienen
oportunidad de participar.
5.3 Lugares para la pastoral del deporte
El compromiso de la Iglesia con el deporte es asegurarse que el
deporte siempre permanezca como una experiencia capaz de dar significado
y valor a la vida de las personas, a cualquier nivel al que sea
promovido o practicado, en cualquier lugar o entorno en el que se
organice. El deporte siempre debe apuntar a la formación integral de la
persona, mejorando las condiciones sociales, y a la construcción de
relaciones interpersonales. Por esto, la pastoral del deporte está
encajando en muchos ambientes y se puede promover en muchos contextos
diversos.
Los padres como primeros educadores
Habitualmente, los padres son los primeros educadores en la fe y en
el deporte para sus hijos. Si los padres no son quienes enseñan
directamente a sus hijos cómo lanzar una bola de béisbol, o no enseñan a
su hijo a nadar o a montar en bicicleta, al menos tienen el papel de
estimularles a participar en un deporte, compartir aficiones o asistir
juntos a eventos deportivos o incluso llevándoles a los entrenamientos y
partidos. A menudo los padres se encuentran entre la multitud, animando
a su atleta en la cancha o en el campo. Estos ejemplos nos enseñan cómo
el deporte es una fuente primaria de vinculación entre padres e hijos.
Esta vinculación permite a los padres educar a los hijos en las virtudes
y en los valores humanos intrínsecos al deporte. Si el deporte corre el
riesgo de ser el motivo para dividir a una familia y disminuir la
santificación del domingo como un día para celebrar, también puede
ayudar a integrar a una familia con otras familias en la celebración del
domingo, no solo en la liturgia, sino en la vida de la comunidad. Por
eso, no significa que los eventos deportivos no deban realizarse en
domingo, sino que dichos eventos no deben excusar a las familias de
asistir a Misa y también deben promover la vida de familia dentro de la
comunidad.
Parroquias (y oratorios o centros juveniles)
Como el Papa Francisco ha dicho, “es hermoso cuando en la parroquia
hay un grupo deportivo, y si no hay un grupo deportivo en la parroquia,
falta algo”.[73] No obstante, un club deportivo de parroquia
debe ser coherente con el compromiso de fe de la parroquia y tener su
raíz en un proyecto educativo y pastoral. El club deportivo de la
parroquia puede generar ocasiones de encuentro entre los jóvenes de la
misma diócesis o del mismo país a través de competiciones amistosas.
Toda realidad genuinamente humana está definitivamente encaminada a
verse reflejada dentro de la Iglesia. La Iglesia debe siempre estar al
tanto del mundo del deporte, leyendo los signos de la época en este
campo. Se debería animar a los sacerdotes a tener un conocimiento
razonable acerca de las realidades y tendencias deportivas
contemporáneas, especialmente acerca de aquellas que afectan a la
juventud, y a vincular el deporte y la fe en las homilías cuando esto
tenga sentido. Además, las parroquias pueden y deben ofrecer actividades
deportivas no solo para los jóvenes sino también para los adultos y
mayores.
Colegios y universidades
Los colegios y las universidades son lugares ideales para
incentivar un entendimiento del deporte que este orientado a la
educación, la inclusión y el progreso humano. Los padres y las familias
tienen un papel importante, en diálogo con los profesores y la dirección
del colegio, en el modo de promover a las actividades deportivas, para
que éstas lleven al desarrollo integral de los estudiantes. Las
universidades de muchos países también han asumido la tarea del estudio
del deporte. Hay cursos y programas de investigación que buscan educar,
formar y entrenar a los futuros entrenadores, dirigentes del deporte, y
científicos y administradores deportivos. Este campo, presenta una
oportunidad maravillosa para la Iglesia de dialogar con aquellos que
tienen una responsabilidad específica en educar a los líderes actuales y
futuros del deporte, para que contribuyan al desarrollo del deporte
respetando la dignidad de la persona y la construcción de una sociedad
más justa.
Asociaciones amateur y clubes deportivos
Los entrenadores y dirigentes tienen una gran influencia en sus
atletas, por lo que la acción pastoral y educativa requiere una alianza
con ellos. A la vez que se reconoce la naturaleza específica del trabajo
que las asociaciones y clubes de aficionados llevan a cabo, es
importante buscar un diálogo con estas, especialmente en lo que a planes
pedagógicos formativos y culturales se refiere.
Deporte profesional
El nivel de deporte profesional y de élite es una realidad
internacional que abarca a jugadores, espectadores, hinchas,
organizaciones deportivas, medios, agencias de publicidad e incluso
gobiernos. Es un fenómeno con un gran espectro comunicativo, capaz de
influenciar profundamente no sólo a la juventud sino también el estilo
de vida de toda una sociedad. Por estos motivos, la Iglesia debe seguir
mejorando el desarrollo de competencias relevantes y formando capellanes
deportivos preparados, o laicos que ayuden en la labor pastoral y
espiritual de entrenadores y atletas que participan en eventos
deportivos como los Juegos Olímpicos o la Copa del Mundo.
La Iglesia debe desarrollar un plan pastoral adecuado para el
acompañamiento de jugadores y atletas, muchos de los cuales tienen una
influencia considerable en el deporte y en el mundo entero. Parte de
este acompañamiento debe ser ayudar a los atletas a permanecer en
contacto con el significado intrínseco del deporte y del hecho de
participar en él. "Esta dimensión profesional no debe dejar de lado la
vocación inicial de un deportista o de un equipo: ser aficionado[74].
Cuando un deportista, aun siendo profesional, cultiva esta dimensión de
aficionado, hace bien a la sociedad, construye el bien común a partir
del valor de la gratuidad, de la camaradería, de la belleza”.[75]
La Iglesia debe acompañar a estos atletas en su viaje personal,
apoyándoles en el entendimiento y potenciando su responsabilidad de ser
heraldos de la humanidad.
El acompañamiento pastoral y el cuidado espiritual deben ir más allá
de la vida deportiva en activo de un deportista. El mundo ha visto
muchos jugadores y atletas de primera clase que, al final de sus
carreras, experimentan vacío y depresión, cayendo muchas veces en la
dependencia del alcohol o las drogas. Por eso, un plan de acompañamiento
consistente puede ayudar a estas personas a explorar su identidad,
quizá por primera vez en su vida, fuera del mundo del deporte. En el
sentido más fundamental, su identidad y su valor proviene del hecho de
haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, que sigue llamándoles,
solo que de una manera nueva. El cuidado pastoral de los atletas una vez
que ha finalizado su carrera, debe por lo tanto incorporar la ayuda
necesaria para descubrir lo que harán con sus dones y talentos en el
futuro.
Hoy en día, los espectadores son una parte fundamental del mundo del
deporte profesional. Alrededor de los espectadores diseminados por el
mundo se arremolinan los clubes de fans, las plataformas online y la
técnica de mercado. Es frecuente que los hinchas y seguidores
experimenten la pasión por el deporte como algo absoluto, lo que lleva a
excesos y desviaciones. En ese sentido, la Iglesia, junto a los líderes
de otras tradiciones religiosas, puede ayudar a recordar a la gente que
mantenga la perspectiva justa con respecto al deporte. Los juegos y el
deporte son buenos, hechos para vivirlos y disfrutarlos con pasión, pero
no son lo más importante en la vida.
Los medios de comunicación como puente
Los medios son el principal interlocutor de la Iglesia en lo que
respecta al deporte. Son los medios -especialmente en las redes
sociales- los que conforman la imagen del deporte para gran parte del
público. Por lo tanto, la Iglesia, con su inmensa actividad en sus
plataformas de redes sociales, puede tener un alcance importantísimo en
el mundo de los espectadores y líderes de opinión del deporte.
Es imperativo que la Iglesia dé respuestas con significado a los
eventos y sucesos deportivos. De hecho, los fieles desean que cada vez
más se oiga la voz de la Iglesia, que acepta el deporte y lo percibe
como algo bueno. Estas respuestas tendrán mucho recorrido si se ayuda a
las generaciones más jóvenes a sentirse conectadas a la Iglesia.
Ciencias especializadas
La Iglesia también debería dialogar con aquellos que trabajan en
los campos de la ciencia y la medicina del deporte. En estos diálogos,
la Iglesia puede adquirir un amplio conocimiento acerca de las
realidades contemporáneas del deporte para poder emitir juicios precisos
y competentes. No obstante, este diálogo debe explorar, sobre todo,
cómo dar forma a la práctica del deporte y su entorno de tal manera que
lleve o se acerque a una cultura del cuerpo humanizada. Las
colaboraciones de la Iglesia con otras ciencias, como las ciencias de la
vida, las ciencias culturales o las ciencias sociales, también pueden
proporcionar puntos de vista interesantes acerca del deporte y las
formas en las que éste puede ser una actividad beneficiosa durante toda
la vida.
Nuevos lugares del deporte
También hay centros de fitness y parques en los que uno se puede
encontrar con jóvenes, adultos y mayores, interesados en una cultura de
bienestar y abiertos a una interpretación holística humanizada de la
vida, de unidad entre el cuerpo, el alma y el espíritu.
Más allá de los lugares habituales de práctica de deporte, se debe
prestar atención a los lugares no habituales del deporte en donde la
gente, especialmente la gente joven que a menudo rechaza los códigos y
contextos prestablecidos, practica nuevos deportes callejeros. El riesgo
de estos ambientes, sin embargo, es que el deporte a veces se practica
en solitario, fomentando el individualismo, en el que no caben
propósitos sociales ni educativos. Por eso, es esencial y urgente
establecer un diálogo activo con los medios de comunicación deportivos y
con los deportes electrónicos o e-Sports.
5.4 El cuidado de los agentes pastorales del deporte
No puede haber una atención pastoral adecuada del deporte si no hay
una estrategia educativa. Esto implica un papel activo de todos los que
han elegido, cada uno a su manera, ofrecer un servicio a la Iglesia a
través del deporte. El deporte necesita educadores y no simplemente
proveedores de servicios. La atención pastoral a través del deporte no
puede improvisarse, sino que requiere personal entrenado y motivado para
redescubrir el sentido del deporte en un contexto educativo e
involucrarse para lograr en su misión dar una visión cristiana del
deporte.
Educadores deportivos
Cuando hablamos del deporte, los entrenadores, árbitros, profesores
y dirigentes juegan un importante papel en la actitud de los jugadores y
deportistas. Un ambicioso plan espiritual y pastoral enfocado a ellos
permitirá que tengan un papel clave en la humanización del deporte. De
hecho, la mayoría de ellos, están en constante búsqueda para lograr el
mejor y más completo programa para sus jugadores.
La Iglesia debe entablar un diálogo con las academias de formación
deportiva, colaborar con ellas o promover vías de formación
complementarias sobre los aspectos pastorales del deporte. El plan
pastoral puede incluir materiales, interacciones personales y talleres
especializados para entrenadores deportivos que incluirán orientación a
nivel espiritual y eclesial, lo que les permitirá ser testigos “para
anunciar a Jesucristo con palabras y acciones, o sea, hacerse
instrumento de su presencia y actuación en el mundo”.[76]
Familia y Padres
El diálogo con la familia, especialmente con los padres, se
convierte en un aspecto esencial en la promoción de una pastoral
orgánica y continua, especialmente dirigida a los niños y jóvenes. Es
importante que las familias conozcan y compartan las metas educativas y
pastorales. Esto no significa que la propuesta deportiva deba ser una
propuesta confesional, pero ciertamente no puede ser una propuesta
neutral desde el punto de vista de los valores. Por lo tanto, es
esencial crear momentos de reunión y discusión con los padres, para que
conozcan los objetivos de la capacitación ofrecida, para compartir las
prioridades educativas con ellos, para que tomen conciencia de una
participación consciente, respetando los roles de entrenadores y
gerentes deportivos.
Los voluntarios
El mundo del deporte ha crecido y se ha desarrollado gracias a la
estratégica colaboración de los voluntarios. Los voluntarios tienen un
papel fundamental que va más allá de la dimensión técnica o la capacidad
de organización. Mantienen viva, a través de sus elecciones y su
testimonio, la cultura del dar y el estilo de la gratuidad; contribuyen a
que el deporte permanezca orientado al servicio de los demás y no se
centre solamente en el aspecto burocrático y económico. Estas personas
necesitan un acompañamiento que les ayude a crecer, reafirme sus
motivaciones y les integre armónicamente en el tejido organizacional del
deporte.
Sacerdotes y personas consagradas
La presencia pastoral de sacerdotes y consagrados en el mundo del
deporte, debe manifestar su cometido de proporcionar un propósito
educativo en el deporte y un acompañamiento espiritual de los atletas.
Este cometido no se puede articular en términos “intelectuales”
abstractos alejados de la vida real. El mundo del deporte es un mundo
acogedor, pero exhorta a los líderes de la pastoral a tener una
presencia centrada y respetuosa, así como una conciencia de las
dinámicas, cargos y habilidades específicas necesarias para el deporte.
Para el cuidado pastoral del deporte, es importante que se incluya
esta temática en la formación de candidatos al sacerdocio y que tengan
ocasión de practicar deporte mientras estén en el seminario. En muchos
seminarios del mundo, utilizan “buenas prácticas” del deporte, en
ocasiones de forma bien organizada para evangelizar.
5.5 Algunos elementos esenciales para la planificación de la pastoral en el deporte
La belleza del deporte al servicio de la educación
Para que el deporte sea un bien pastoral, ha de ser impulsado de
forma adecuada. El deporte tiene sus reglas, su especificidad, su
belleza y estamos llamados a promover el deporte aprovechando al máximo
su cualidad técnica y organizativa. Sin embargo, la belleza de un gesto
deportivo, la cualidad de la enseñanza técnica y de la eficiencia
organizativa no son fines en sí mismos.
El deporte genera pasiones y emociones fuertes, pero la tarea de la
acción pastoral no debe quedarse en el nivel emocional, sino producir un
efecto a largo plazo, capaz de ser incisivo y que continúe en la vida
diaria.
El deporte para reconstruir el pacto educativo
“Sólo es posible cambiar el mundo si cambiamos la educación”.[77]
Para tener un impacto concreto, un proyecto de cuidado pastoral del
deporte debe ser un proyecto conectado con los agentes locales
involucrados en la educación, empezando por las familias, los colegios y
las instituciones públicas. Si queremos influir en el proceso
educativo, no es suficiente delegar la responsabilidad de la educación
en gente que trabaja en compartimentos estancos que no tienen relación
unos con otros. “Debemos reintegrar el esfuerzo de todos por la
educación, rehacer armónicamente el pacto educativo, porque solamente
así, si todos los responsables de la educación de nuestros chicos y
jóvenes nos armonizamos, podrá cambiar la educación.”[78] En
esta misión, la Iglesia debería trabajar cercana y respetuosamente con
las autoridades competentes para que fructifique su visión de una
cultura del deporte que sirve a la persona, que refleja el ser una
criatura amada, hecha a imagen y semejanza de Dios.
El deporte al servicio de la humanidad
San Juan Pablo II señalaba “la relatividad del deporte respecto a
la superioridad de la persona, de tal forma que el valor subsidiario del
deporte quede resaltado en el proyecto creativo de Dios. Así pues, el
deporte debería ser visto también en las dinámicas de servicio, y no en
aquello que se beneficia. Si uno tiene presentes los objetivos de
humanización, no puede evitar sentir la necesidad indispensable de la
tarea de transformar el deporte cada vez más en un instrumento de
elevación humana hacia la meta sobrenatural a la que está llamado.” [79]
Esto significa que, en un plan pastoral, tiene que primar la persona,
que tiene una unidad de cuerpo, alma y espíritu. El deporte se debe
fomentar y practicar con el más alto respeto por la persona y
orientándolo a su desarrollo integral. El atleta no puede quedar
reducido a una mera herramienta de la que se hace uso para lograr
resultados deportivos, que se asocia en ocasiones incluso, con
importantes objetivos políticos y económicos.
El juego como base del deporte
El deporte es una subcategoría del juego y jugar es la base del
deporte a todos los niveles. Tal y como lo expresa el Papa Francisco,
"Es importante, queridos muchachos, que el deporte siga siendo un juego.
Sólo si es un juego, hará bien al cuerpo y al espíritu."[80]
Es especialmente importante que el deporte siga siendo un juego para
los jóvenes en el medio educativo. Reflexionando acerca del rumbo que
debería tomar la educación de hoy en día, el Papa Francisco dijo que
“hay que ir a buscar lo fundacional de la persona, la sanidad
fundacional, la capacidad lúdica, la capacidad creativa del juego. El
libro de la Sabiduría dice que Dios jugaba, la sabiduría de Dios jugaba.
Redescubrir el juego como camino educativo, como expresión educativa.
Entonces, ya la educación no es meramente información; es creatividad en
el juego, esa dimensión lúdica que nos hace crecer en la creatividad y
en el trabajo en conjunto”.[81]
Trabajo en equipo contra el individualismo
Se ha hecho hincapié en este documento en que participando del
deporte, las personas “saborean la belleza del trabajo en equipo, que es
tan importante en la vida.”[82] Pertenecer a un club
deportivo implica rechazar cualquier forma de individualismo, egoísmo y
aislamiento, y aporta “una oportunidad de encuentro y compañía con los
demás, de ayudarse unos a otros, de competir con mutua estima y crecer
en fraternidad.”[83] La experiencia deportiva fomenta de
manera natural las dinámicas de la amistad y la convivencia, que cuando
se cultivan y valoran pueden ir más allá de los límites de los campos y
estadios y llegar a ser oportunidad de relaciones sólidas y duraderas.
Deporte para todos
El deporte es empático, y reúne gente de todo tipo, generando una
cultura de encuentro. Debe rechazar la cultura del descarte y ha de ser
abierto, inclusivo y acogedor. El deporte también debe posibilitar la
integración de la diversidad de habilidades. “Por favor, que todos
jueguen, no sólo los mejores, sino todos, con los talentos y los límites
que cada uno tiene, más aún, privilegiando a los más desfavorecidos,
como hacía Jesús”.[84] De este modo “la actividad deportiva se convierte en un auténtico servicio a la comunidad.”[85]
Una visión ecológica del deporte
Los tiempos que vivimos no son únicamente tiempos de cambio, sino
que se trata de un cambio de era, un cambio acelerado por las
revoluciones tecnológica y digital. Los jóvenes que crecen hoy se ven
profundamente afectados por estas revoluciones, y el deporte también
acusa su impacto. La presencia de los e-Sports (deportes
electrónicos) y de nuevas formas de dopaje, que dependen de innovaciones
tecnológicas y médicas, son sólo la punta del iceberg de un fenómeno
que está permeando en el deporte a un nivel más profundo.
Así como las revoluciones tecnológica y digital han supuesto muchos
beneficios para la humanidad que es bueno celebrarlas, el paradigma
tecnológico actual también tiene efectos negativos. De acuerdo con el
Papa Francisco, estos se hacen evidentes en un cierto número de
síntomas, “como la degradación del ambiente, la angustia, la pérdida del
sentido de la vida y de la convivencia”.[86]
Ante este panorama, el deporte puede resultar revolucionario, en
cuanto a que ofrece a los jóvenes la oportunidad de encontrarse cara a
cara con otros jóvenes que, en ocasiones tienen orígenes muy distintos
unos de otros. Jugando en un equipo, aprenden cómo abordar los
conflictos de unos con otros de una forma muy directa, mientras
comparten una actividad que significa mucho para ellos. También tienen
la oportunidad de jugar contra gente de otras zonas de su comunidad, de
su país o del mundo, y así de expandir su horizonte de contacto humano.
Estas experiencias pueden ayudar a los jóvenes a darse cuenta de que
forman parte de algo más grande que ellos mismos y ser parte de lo que
da significado y propósito a sus vidas.
Conclusiones finales
El deporte es un contexto en el que muchos jóvenes y adultos de todas
las culturas y tradiciones religiosas aprenden a dar lo mejor de sí
mismos. Este tipo de experiencias pueden servir como una “señal de
trascendencia”.[87] El documento trata de mostrar cómo a
través de la práctica del deporte se puede experimentar la alegría, el
encuentro con personas diferentes a ellos y la construcción de un
sentido de comunidad, y cómo el crecimiento en virtudes y en
auto-trascendencia pueden enseñarnos también algo acerca de la persona
humana y su destino.
En su discurso al Centro Sportivo Italiano en 2014, el Papa
Francisco alentó a sus participantes, y nos alienta hoy, a dar lo mejor
de nosotros mismos, no solo en el deporte, sino también en el resto de
nuestras vidas: “Y precisamente porque sois deportistas, os invito no
sólo a jugar, como ya lo hacéis, sino también a algo más: a poneros en
juego tanto en la vida como en el deporte. Poneros en juego en busca del
bien, en la Iglesia y en la sociedad, sin miedo, con valentía y
entusiasmo. Poneros en juego con los demás y con Dios; no contentarse
con un «empate» mediocre, dar lo mejor de sí mismos, gastando la vida
por lo que de verdad vale y dura para siempre”.[88]
___________________
[1] Gaudium et spes, 1.
[2] Francisco, Discurso a la Federación italiana de tenis, 8 de mayo de 2015.
[3] Cfr. D. Vanysacker, The Catholic Church and Sport. A burgeoning territory within historical Research! Revue d'histoire ecclésiastique, Louvain Journal of Church History 108 (2013), 344-356.
[4] Juan Pablo II, Homilía con ocasión del Jubileo del Redentor en el estadio olímpico, 12 de abril de 1984.
[5] Francisco, Discurso a los miembros del Comité Olímpico Europeo, 23 de noviembre de 2013.
[6] En el contexto estadounidense, según J. Stuart Weir,
la pastoral cristiana en los deportes profesionales comenzó con la
atención pastoral de los jugadores de la NFL a mediados de la década de
1960. Además, afirma que John Jackson fue el primer capellán nombrado
oficialmente como tal para un club de fútbol americano profesional en
marzo de 1962. J. Stuart Weir, "Sports Chaplaincy: A Global Overview"
in: Sports Chaplaincy: Trends, Issues and Debates. Ed. by A. Parker, N.J. Watson and J.B. White. London, 2016.
[7] Pio XII, Discurso a una delegación de atletas italianos, 20 de mayo de 1945.
[8] Pablo VI, Discurso a los miembros del Comité Olímpico Internacional, 28 de abril de 1966.
[9] Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la
Asamblea Nacional de la Conferencia Episcopal Italiana, 25 de noviembre
de 1989.
[10] Cfr. P. Kelly SJ, Catholic perspectives on sports. From Medieval to modern times, Nahwah, NJ 2012.
[11] Cfr. A. Stelitano, A. M. Dieguez, Q. Bortolato. I Papi e lo sport, 4-5.
[12] Conferencia Episcopal Italiana, Sport e Vita cristiana n. 32.
[13] Ibídem n. 11.
[14] Juan Pablo II, Homilía con ocasión del Jubileo del Redentor en el estadio olímpico, 12 de abril de 1984.
[15] P. Gummert, “Sport”. In: Brill’s New Pauly. Ed. by H. Cancik and H. Schneider, English Edition by: C.F. Salazar, Classical Tradition volumes edited.
[16] Juan pablo II, Homilía con ocasión del Jubileo de los deportistas, 29 de octubre de 2000.
[17] Cfr. P. Kelly, Catholic Perspectives on Sports: From Medieval to Modern Times, Nahwah, NJ 2012.
[18] W. Behringer, Kulturgeschichte des Sports: Vom antiken Olympia bis ins 21. Jahrhundert, München 2011, 198-238.
[19] Ibidem, 257.
[20] Cfr. N. Müller, “Die olympische Devise ‘citius, altius, fortius’ und ihr Urheber Henri Didon”, in: Wissenschaftliche Kommission des Arbeitskreises Kirche und Sport (ed.), Forum Kirche und Sport 2 Düsseldorf 1996, 7-27.
[21] Cfr. D. Vanysacker, “The Attitude of the Holy See Toward Sport During the Interwar Period (1919–39)”, in Catholic Historical Review
101 (2015) 4, 794-808; see also Dries Vanysacker, “La position du
Saint-Siège sur la gymnastique féminine dans l’Allemagne de
L’entre-deux-guerres (1927-1928) à partir de quelques témoignages tirés
des archives des nonciatures de Munich et Berlin” to appear in Miscellanea Pagano.
[22] Cfr. C. Hübenthal, “Morality and Beauty: Sport at the
Service of the Human Person”, in: K. Lixey, C. Hübenthal, D. Mieth, N.
Müller, Sport and Christianity: A Sign of the Times in the Light of Faith, Washington DC 2012, 61-78.
[23] Cfr. H. Reid, Introduction to the Philosophy of Sport, Lanham, MA 2010, 180-185.
[24] Francisco, Evangelii gaudium nn. 234, 236.
[25] En una línea similar, el historiador del deporte
Allen Guttmann aplicó distinciones binarias para definir el deporte.
Comienza desde el juego de categoría general, y luego continúa
determinando el deporte como juego organizado (= juegos), juegos de
competencia (= concursos), concursos físicos (= deportes). Véase A.
Guttmann, A Whole New Ball Game: An Interpretation of American Sports, Chapel Hill – London 1988.
[26] Juan Pablo II, Discurso a los equipos de fútbol de Italia y Argentina, 25 de mayo de 1979.
[27] Ídem, Discurso al Consejo del Comité Olímpico Nacional Italiano, 20 de diciembre de 1979.
[28] Ídem, Discurso a los dirigentes y jugadores del equipo de fútbol “A.C. Milan”, 12 de mayo de 1979.
[29] Ídem, Discurso a los participantes en el Congreso Internacional sobre el deporte, 28 de octubre de 2000.
[30] Cfr. Mt 7, 13-14.
[31] Adoptado por Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos de la Era moderna a finales del siglo XIX.
[32] Francisco, Discurso a los participantes del IV encuentro organizado por Scholas Ocurrentes, 5 de febrero de 2015.
[33] Juan Pablo II, Discurso a la selección nacional de México de fútbol, 3 de febrero de 1984.
[34] Benedicto XVI, Discurso a los miembros de la Federación Austriaca de esquí alpino, 6 de octubre de 2007.
[35] Juan Pablo II, Discurso a los miembros de la FIFA, 11 de diciembre de 2000.
[36] Francisco, Discurso a los miembros de las
asociaciones deportivas con motivo del 70° aniversario del CSI (Centro
Sportivo Italiano), 7 de junio de 2014.
[37] Cfr. J. Parry, S. Robinson, N. Watson, y N. Nesti, Sport and Spirituality: An introduction, London 2007.
[38] Juan pablo II, Homilía con ocasión del Jubileo de los deportistas, 29 de octubre de 2000.
[39] Juan Pablo II, Discurso a una delegación del Club Alpino Italiano, 26 de abril de 1986.
[40] Cfr. J. Pieper, About Love, Chicago 1974.
[41] Francisco, Evangelii gaudium, n. 1.
[42] Juan pablo II, Discurso a los participantes en el Campeonato Mundial de Atlética, 2 de septiembre de 1987.
[43] Gaudium et spes, n. 61.
[44] Juan pablo II, Discurso a los participantes en el Campeonato Mundial de Atlética, 2 de septiembre de 1987.
[45] 1Cor 12, 21-27
[46] Juan pablo II, Discurso a una delegación del equipo “Real Madrid Club de Fútbol”, 16 de septiembre de 2002.
[47] Francisco, Evangelii gaudium, n. 59.
[48] Benedicto XVI, Ángelus, 8 de julio de 2007.
[49] Cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 194.
[50] Juan Pablo II, Discurso a una delegación del equipo “Fútbol Club Barcelona”, 14 de mayo de 1999.
[51] Francisco, Discurso a la Federación italiana de tenis, 8 de mayo de 2015.
[52] Juan Pablo II, Discurso a una delegación del equipo de fútbol “A.S. Roma”, 30 de noviembre de 2000.
[53] Francisco, Discurso a los miembros del Comité Olímpico Europeo, 23 de noviembre de 2013.
[54] Francisco, Amoris laetitia, n. 267.
[55] Gaudium et spes, n. 12.
[56] Cfr. H.U. Gumbrecht, In Praise of Athletic Beauty, Cambridge 2006.
[57] Gaudium et spes, n. 9.
[58] Tomas de Aquino, Suma Teológica, 1ª Parte, Cuestión 1, artículo 8, respuesta a la objeción 2.
[59] Francisco, Discurso a los equipos del Nápoles y la
Fiorentina y a una delegación de la Federación Italiana de Fútbol y de
la Liga Serie A, 2 de mayo de 2014.
[60] Ídem, Discurso a los miembros del Comité Olímpico Europeo, 23 de noviembre de 2013.
[61] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Libertatis Conscientia sobre la libertad y la liberación cristianas “La verdad os hará libres”, 22 de marzo de 1986.
[62] Ibídem.
[63] Cfr. D. Meggysey, Out of Their League, Berkeley, CA 1970, 231.
[64] Cfr. E. Erikson, Identity and the Life Cycle, New York, NY 1980.
[65] Conferencia Episcopal Italiana, “Sport e Vita Cristiana”, n. 43.
[66] Francisco, Homilía con motivo de la creación de nuevos Cardenales, 15 de febrero de 2015.
[67] Benedicto XVI, Discurso a la Curia romana, 21 de diciembre de 2009.
[68] Ibídem.
[69] Francisco, Discurso a los participantes en el
Congreso mundial sobre “Educar hoy y mañana, una pasión que se renueva”,
21 de noviembre de 2015.
[70] Ibídem.
[71] Francisco, Discurso a los participantes en la conferencia “Deporte al Servicio de la Humanidad”, 5 de octubre de 2016.
[72] N. Watson & A. Parker (Ed.), Sports, Religion, and Disability. New York 2015.
[73] Francisco, Discurso a los miembros de las
asociaciones deportivas con motivo del 70 aniversario del CSI (Centro
Sportivo Italiano), 7 de junio de 2014.
[74] Amateur en este documento se refiere a un deportista que participa por amor al deporte y no solamente por cuestiones económicas.
[75] Francisco, Discurso a las selecciones nacionales de fútbol de Argentina e Italia, 13 de agosto de 2013.
[76] Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota
doctrinal sobre algunos aspectos de la Evangelización, n. 2, 3 de
diciembre de 2007.
[77] Francisco, Discurso a los participantes del IV encuentro organizado por Scholas Ocurrentes, 5 de febrero de 2015.
[78] Ibidem.
[79] Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la
Asamblea Nacional de la Conferencia Episcopal Italiana, 25 de noviembre
de 1989.
[80] Francisco, Discurso a los miembros de las
asociaciones deportivas con motivo del 70 aniversario del CSI (Centro
Sportivo Italiano), 7 de junio de 2014.
[81] Francisco, Discurso a los participantes del IV encuentro organizado por Scholas Ocurrentes, 5 de febrero de 2015.
[82] Francisco, Discurso a los miembros de las
asociaciones deportivas con motivo del 70º aniversario del CSI (Centro
Sportivo Italiano), 7 de junio de 2014.
[83] Ibídem.
[84] Ibídem.
[85] Juan Pablo II, Discurso a una delegación del equipo de fútbol “Juventus”. 23 de marzo de 1991.
[86] Francisco, Laudato Si’ nn. 107, 108, 110.
[87] Cfr. P.L. Berger, A Rumour of Angels: Modern Society and the Rediscovery of the Supernatural, New York 1969.
[88] Francisco, Discurso a los miembros de las
asociaciones deportivas con motivo del 70º aniversario del CSI (Centro
Sportivo Italiano), 7 de junio de 2014.
“Dar lo mejor de uno mismo”.Documento sobre la perspectiva
cristiana del deporte y la persona humana del Dicasterio para los
Laicos, la Familia y la Vida
Dar lo mejor de uno mismo
Documento sobre la perspectiva cristiana
del deporte y la persona humana
Capítulo 1 Motivos y propósito
Dar lo mejor de uno mismo
Dar lo mejor de uno es un tema fundamental en el deporte, ya que
los atletas se esfuerzan individual y colectivamente para lograr sus
objetivos en el juego. Cuando una persona da lo mejor de sí misma,
experimenta la alegría del deber cumplido. Todos quisiéramos poder decir
un día, con San Pablo: “He peleado hasta el fin el buen combate, he
concluido mi carrera, he conservado la fe”. (2Tim 4,7). Este documento
pretende ayudar al lector a entender la relación entre dar lo mejor de
uno mismo en el deporte y a vivir la fe cristiana en todos los aspectos
de nuestra vida.
1.1 Motivo de este documento
La Iglesia, como Pueblo de Dios, tiene una profunda y rica
experiencia de humanidad. Con gran humildad, quiere compartir su
experiencia y ponerla al servicio de la humanidad. La Iglesia se acerca
al mundo del deporte porque desea contribuir a la construcción de un
deporte que sea cada vez más auténtico y más humano.
De hecho, “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco”[1]
en los corazones de los seguidores de Cristo. El deporte es universal y
ha alcanzado un nuevo nivel de importancia en nuestro tiempo y también,
por eso, encuentra un eco en el corazón del Pueblo de Dios.
La Iglesia entiende a la persona humana como una unidad de cuerpo,
alma y espíritu, y busca evitar cualquier tipo de reduccionismo en el
deporte que rebaje la dignidad humana. “La Iglesia se interesa por el
deporte porque le interesa el hombre, todo el hombre y reconoce que la
actividad deportiva incide en la formación de la persona, en sus
relaciones, en su espiritualidad”. [2]
Este documento pretende ser una carta de presentación de los puntos
de vista de la Santa Sede y de la Iglesia Católica en lo referente al
deporte. En la forma como se ha escrito la historia del deporte se ha
llegado a pensar que la Iglesia Católica ha tenido un punto de vista
negativo sobre el deporte y su impacto, especialmente durante la Edad
Media y durante los periodos más tempranos de la Edad Moderna, por las
posturas negativas de algunos católicos hacia el cuerpo. Esta tendencia
negativa, sin embargo, se basa en una mala interpretación de la postura
católica hacia el cuerpo durante estos periodos, y olvida la influencia
positiva de las tradiciones educativas, teológicas y espirituales,
católicas referentes al deporte como un aspecto más de la cultura.[3]
“La postura cristiana hacia el deporte, así como hacia otras
expresiones de las facultades naturales del hombre, como la ciencia, el
aprendizaje, el trabajo, el arte, el amor, y los compromisos sociales y
políticos, no es una postura de rechazo o huida, sino de respeto y
estima, aun cuando los corrija y los eleve: en una palabra, una postura
de redención.”[4] Una postura de redención que se presenta en
el deporte cuando la primacía de la dignidad de la persona es respetada
y el deporte está al servicio de la persona humana en lo que a su
desarrollo integral se refiere. Como apunta el Papa Francisco, “El
vínculo entre la Iglesia y el mundo del deporte es una maravillosa
realidad que se ha fortalecido a lo largo del tiempo, por lo que la
Comunidad Eclesial ve en el deporte un instrumento poderoso para el
crecimiento integral de la persona humana. Comprometerse en el deporte,
de hecho, nos lleva a mirar más allá de nosotros mismos y de nuestros
propios intereses, de una manera sana; entrena el espíritu de sacrificio
y, si se organiza bien, promueve la lealtad en las relaciones
interpersonales, la amistad, y el respeto a las normas”. [5]
La Iglesia Católica dirige este documento a toda la gente de buena
voluntad. En particular, la Iglesia está interesada en dialogar con
todas las personas y las organizaciones que han estado desarrollando –y
desarrollan –programas para defender aquellos valores humanos que son
inherentes a la práctica del deporte.
Lo dirige también a todos los fieles católicos, empezando por los
obispos y sacerdotes, pero especialmente a los laicos, quienes están más
en contacto con el deporte como una realidad de vida. El objetivo del
documento es que hable a todos aquellos que aman y valoran el deporte,
ya sean jugadores, profesores, entrenadores, padres y a todos aquellos
para los cuales el deporte es tanto un trabajo como una vocación. Nos
gustaría extender estos pensamientos a nuestros hermanos y hermanas en
la fe que han evangelizado y promocionando los valores cristianos en el
deporte durante más de 50 años.[6]
¿Cómo podría la Iglesia no estar interesada?
La Iglesia ha motivado y promovido siempre la belleza en el arte,
la música y otras áreas de la actividad humana a lo largo de su
historia. La razón última es que la belleza es algo que proviene de
Dios, y la percepción de la misma es algo inherente a todo ser humano en
cuanto criatura amada. El deporte nos ofrece la oportunidad de
participar en momentos bellos, o de presenciarlos. En este sentido, el
deporte tiene el potencial de recordarnos que la belleza es una de las
muchas maneras de encontrar a Dios.
La universalidad de la experiencia de los deportes, su fuerza
simbólica y comunicativa, y su gran potencial educativo son muy
evidentes a día de hoy. El deporte es un fenómeno de la civilización que
reside tan plenamente en la cultura contemporánea y empapa los estilos
de vida de tanta gente y sus elecciones, que podríamos preguntarnos con
Pio XII: “¿Cómo no va a estar la Iglesia interesada en el deporte?”[7]
Pío XII y Pablo VI abrieron vigorosamente la puerta del diálogo entre
la Iglesia y el mundo del deporte en el siglo XX, promocionando los
aspectos que eran comunes al deporte y la vida cristiana y uniendo los
ideales del movimiento olímpico con los ideales católicos: “Esfuerzo
físico, cualidades morales, amor a la paz: en estos tres puntos,
esperamos haberos mostrado, que el diálogo que la Iglesia tiene con el
mundo del deporte es sincero y cordial. Nuestro deseo es que sea cada
vez más grande y más fructífero”. [8]
La necesidad del cuidado pastoral en el deporte: una tarea esencialmente educativa.
El diálogo entre Iglesia y deporte ha producido y sigue produciendo
una propuesta polifacética para el cuidado pastoral, especialmente en
colegios, parroquias y asociaciones católicas. San Juan Pablo II apoyó
este proceso, por un lado, desde el Magisterio, y por otro abriendo por
primera vez en la Santa Sede una oficina dedicada a la relación entre la
Iglesia y el deporte.
“La Iglesia debe estar en primera fila en esta área para elaborar una
pastoral específica adaptada a las necesidades de los atletas y
especialmente para promover un deporte que pueda crear las condiciones
de una vida rica en esperanza”. [9] La Iglesia no sólo
incentiva la práctica del deporte, sino que quiere estar en el deporte,
considerado como un moderno “Patio de los Gentiles” y el areópago donde
es anunciada la Buena Noticia.
El Magisterio de la Iglesia se refiere continuamente a la necesidad
de promover “un deporte para la persona” que sea capaz de dar un
significado a la vida y desarrollar plenamente a la persona en lo moral,
social, ético, espiritual y religioso. La relación de la Iglesia con el
deporte, toma la forma de una variada y extensa presencia pastoral
inspirada por el interés de la Iglesia en la persona humana.
1.2 La Iglesia y el deporte hasta la actualidad
La Iglesia ha estado en constante diálogo con el mundo del deporte
desde su existencia. Son bien conocidas las metáforas utilizadas por San
Pablo para explicar la fe y la vida cristiana a los gentiles. En la
época medieval, los laicos católicos organizaban juegos y deportes
durante las fiestas, que representaban buena parte del año, así como los
domingos. Estos juegos encontraron apoyo teológico en los escritos de
Santo Tomás de Aquino cuando argumentó que puede existir "una virtud en
el juego" porque la virtud tiene que ver con la moderación. Una persona
virtuosa, por esto mismo, no debería estar trabajando todo el tiempo,
sino que también necesita tiempo para el juego y el ocio. Los humanistas
del Renacimiento y los primeros jesuitas pusieron en práctica el
concepto de virtud de Santo Tomás de Aquino al decidir que los alumnos
necesitaban tiempo para jugar y recrearse durante el transcurso de la
jornada escolar. Esta fue la razón original para la inclusión del juego y
el deporte en las instituciones educativas en el mundo occidental. [10]
Además, ya desde el comienzo de la Edad Moderna, la Iglesia ha
mostrado interés en este fenómeno, ya que aprecia su potencial educativo
a la vez que comparte muchos valores con el deporte. La Iglesia ha
promovido activamente el desarrollo del deporte a través de formas
organizadas y estructuradas.
El deporte en el mundo moderno surge en el contexto de la revolución
industrial, cuyo terreno social, político y económicamente fértil, dio
al deporte los medios para avanzar en todo el mundo. El deporte es el
resultado de la modernidad y, al mismo tiempo, se ha convertido en un
"catalizador" de la modernidad. Por otro lado, en nuestros días, el
deporte está experimentando profundos cambios y presiones para hacer
realidad esos cambios. Nuestra esperanza es que los expertos del deporte
no solo "gestionen" el cambio, sino que lo hagan tratando de comprender
y mantener firmes los principios tan queridos por el deporte antiguo y
moderno: la educación y la promoción humana.
En 1904, Pío X abrió las puertas del Vaticano al deporte organizando
un evento de gimnasia juvenil. Las crónicas de esa época no ocultan su
asombro ante este gesto. Se cuenta que, en respuesta a la pregunta de un
desconcertado sacerdote de la curia, “¿Dónde vamos a terminar?” Pío X
respondió: “¡Querido mío, en el Paraíso!” [11]
Pero sin duda alguna, San Juan Pablo II puso el compromiso y el
diálogo con el deporte en su más alto nivel de importancia con respecto a
la jerarquía de la Iglesia Católica. Después del Jubileo del año 2000,
donde predicó frente a 80,000 jóvenes atletas en el Estadio Olímpico de
Roma, decidió crear la oficina de Iglesia y Deporte, que desde 2004 ha
estado estudiando y promoviendo una visión cristiana del deporte que
enfatiza su importancia para construir una sociedad más humana, pacífica
y justa, así como para la evangelización.
No un deporte cristiano sino una visión cristiana del deporte
Incluso si las federaciones deportivas nacionales o internacionales
se declararon en su origen como “de inspiración católica”, el objetivo
no era crear un deporte "cristiano" que fuera diferente, separado o con
un desarrollo alternativo, sino ofrecer una visión del deporte basada en
una comprensión cristiana de la persona y de una sociedad justa.
Este nuevo enfoque, ha madurado rápidamente. En uno de sus documentos
sobre la pastoral del deporte, la Conferencia Episcopal Italiana dice
que, "si no se tiene por objetivo la existencia de un deporte cristiano,
es completamente legítimo tener una visión cristiana del deporte que no
solo le dé valores éticos universalmente compartidos, sino que
desarrolle su propia perspectiva, que es innovadora y que se pone al
servicio del deporte mismo y de la persona y de la sociedad”. [12]
“Sin socavar e invalidar de ninguna manera la naturaleza específica
del deporte, el patrimonio de la fe cristiana ayuda a que esta actividad
esté libre de ambigüedades y desviaciones, lo que facilita su plena
realización”. [13] El cristianismo, por lo tanto, no es una
"marca de calidad ética" del deporte, o una etiqueta yuxtapuesta pero
externa a ella. El cristianismo se propone como un valor agregado que
puede ayudar a dar plenitud a la experiencia deportiva.
1.3 Propósito del documento
La Iglesia valora el deporte en sí mismo, como un campo de la
actividad humana donde virtudes como la sobriedad, humildad, valentía y
paciencia, pueden encontrarse y fomentar la belleza, la bondad, la
verdad, y donde puede testimoniarse la alegría. Este tipo de
experiencias pueden ser vividas por personas de todas las naciones y
comunidades de todo el mundo, independientemente de su edad, del nivel
social o nivel deportivo. Es esta dimensión la que hace del deporte un
fenómeno global verdaderamente moderno y, por lo tanto, algo en lo que
la Iglesia está apasionadamente interesada.
Por lo tanto, la Iglesia quiere elevar su voz al servicio del
deporte. La Iglesia se siente corresponsable del deporte y de la
salvaguardia de las situaciones que lo amenazan todos los días, en
particular del engaño, las manipulaciones y el abuso comercial.
“El deporte es la alegría de vivir, de jugar, de divertirse
y, como tal, debe ser valorado y quizás redimido, hoy, por los excesos
del tecnicismo y el profesionalismo a cualquier precio, a través de la
recuperación de su gratuidad, su capacidad de estrechar los lazos de
amistad, fomentar el diálogo y la apertura de uno hacia el otro, como
una expresión de la riqueza del ser, mucho más válida y apreciable que el tener,
y por lo tanto muy por encima de las duras leyes de producción y
consumo y cualquier otra consideración puramente utilitaria y hedonista
de la vida.”[14] A este nivel, el diálogo y la colaboración entre la Iglesia y el deporte, será siempre rentable y dará muchos frutos.
Además, la Iglesia desea estar al servicio de todos los que trabajan
en el deporte, ya sea en puestos remunerados o, como la gran mayoría de
los que participan en el deporte, como voluntarios, funcionarios,
entrenadores, profesores, dirigentes, padres, etc., y de los propios
atletas.
Habiendo articulado las motivaciones y el propósito de diálogo entre
la Iglesia y los deportes en este primer capítulo, el documento explora
en el capítulo 2 la realidad del deporte desde sus orígenes hasta sus
contextos modernos. Al hacerlo, se configura una definición de “deporte”
y se refleja la relevancia de éste en y para el mundo. A continuación,
el capítulo 3, profundiza en una comprensión antropológica del deporte y
su importancia, específicamente para la persona humana, como una unidad
de cuerpo, alma y espíritu. Además, el capítulo trata cómo el deporte
se acerca a nuestra búsqueda del significado último de la vida, y
promueve la libertad y la creatividad humanas. La experiencia del
deporte implica la justicia, el sacrificio, la alegría, la armonía, el
coraje, la igualdad, el respeto y la solidaridad en esta búsqueda de
sentido. El significado último de la comprensión cristiana es la
felicidad máxima que se encuentra en la experiencia del amor y la
misericordia de Dios que todo lo abarca, tal como se realiza en una
relación con Jesucristo en el Espíritu que tiene lugar y se vive en la
comunidad de fe.
En el capítulo 4, el documento explora algunos desafíos específicos
para la promoción de un deporte humano y justo, que incluye la
degradación del cuerpo, el dopaje, la corrupción y la influencia, a
veces negativa, de los espectadores. La Iglesia reconoce su
responsabilidad compartida con los líderes deportivos a la hora de
denunciar las desviaciones y el comportamiento poco ético y para dirigir
el deporte de una manera que promueva el desarrollo humano. Finalmente,
en el capítulo 5, el documento presenta una visión general de los
esfuerzos continuos de la Iglesia para contribuir a la humanización de
los deportes en el mundo moderno. El deporte en sus diversos contextos,
como en el ámbito profesional o en el aficionado, puede servir –y lo
hace –como una herramienta efectiva para la educación y la formación en
valores humanos.
Ciertamente, hay más temas relacionados con las posibilidades y
desafíos del deporte que no se tratan en este documento. Pero este texto
no pretende ser un resumen exhaustivo de las teorías y realidades que
afectan al deporte, sino que busca articular la comprensión de la
Iglesia sobre el fenómeno deportivo y su relación con la fe.
Capítulo 2: El fenómeno del deporte
El deporte es un fenómeno universal. Allí donde los seres humanos
viven juntos, disfrutan jugando, disfrutan perfeccionando sus
habilidades físicas o compitiendo entre ellos. Probablemente, a lo largo
de la historia y en todos los lugares del mundo, las personas han
practicado lo que hoy en día llamamos deportes. Con este trasfondo, no
sería un error tomar el deporte como un tipo de constante antropológica.
El término “deporte” como tal, por supuesto, es mucho más reciente.
Tiene su raíz en el término del francés antiguo desporter o se desporter – el cual proviene de la palabra latina de(s)portare – que significa entretenerse uno mismo. Pero, es en la Edad Moderna donde se acuñó la abreviación sport,
y desde entonces, el término se ha utilizado para describir la variedad
de actividades que fascinan a tantas personas, ya sean atletas o
espectadores.[15]
Como ya se ha mencionado, con este documento la Iglesia quiere alzar
la voz al servicio del deporte y de forma paralela arrojar luz sobre la
importancia antropológica del deporte, el reto que afronta, y las
oportunidades pastorales que ofrece. No obstante, antes de que esto se
produzca, será útil adquirir un conocimiento más cercano con el este
fenómeno como tal. Será bueno conocer así, por ejemplo, como adquiere el
deporte su forma actual o cuáles son sus características principales.
Además, será bueno tomar nota de las diversas relaciones con las
distintas sociedades de las que forma parte.
2.1 La génesis del deporte moderno
Posiblemente todas las culturas históricas han desarrollado
actividades lúdicas, físicas y competitivas las cuales hoy podrían
llamarse deporte. El deporte, por tanto, ha existido a lo largo de toda
la historia de la humanidad. Y sin embargo fue el Papa Juan Pablo II
quien designó el deporte como un “fenómeno típico de la Era Moderna […]
“un signo de los tiempos que corren” capaz de interpretar las nuevas
necesidades y expectativas de la humanidad.” El deporte, decía, “se ha
propagado hasta el último rincón del mundo, trascendiendo las
diferencias entre las culturas y las naciones”. [16] Lo que
el Papa quiso claramente subrayar fue el hecho de que el deporte, a
pesar de su historia inmemorial ha sufrido un cambio radical durante los
dos últimos siglos. En tiempos pasados, el deporte estaba
exclusivamente determinado por las culturas particulares a las que
pertenecía. El deporte moderno es, en cambio, compatible con casi todos
los escenarios culturales y ha superado así las viejas limitaciones de
cultura y nación. Por supuesto, aún existen formas de deporte local que
disfrutan a día de hoy de una popularidad creciente, pero junto a ellas
existe también un tipo de deporte global el cual –como una lengua
global –puede ser comprendida por casi todos los seres humanos. Así que
la pregunta es: ¿Cómo llegó a ser el deporte un fenómeno global?
Ya en los siglos dieciséis y diecisiete, muchas – aunque no todas[17]
– las actividades deportivas en occidente se desligaron de los
contextos religiosos y culturales a los que habían pertenecido
anteriormente. Por supuesto, esto no significa que se haya convertido en
un fenómeno desligado. Sea como sea, en ese periodo podemos observar el
inicio de una institucionalización, profesionalización y
comercialización del deporte.[18] La creciente soberanía del
deporte junto con la adquisición de los ideales pedagógicos de la Grecia
Antigua iniciaron un desarrollo durante el cual las actividades físicas
se veían más y más como una parte crucial de la educación holística.
Una larga fila de educadores progresistas – desde John Amos Comenius
(1590-1670) a través del fundador del movimiento filantrópico John
Bernhard Basedow (1724-1790) hasta Thomas Arnold (1795-1842) – tomaron
esta idea holística y la tradujeron al currículo educativo el cual puso
especial énfasis en el entrenamiento físico.
En términos generales, el deporte moderno bebe de dos fuentes
principalmente, que son, por un lado, los juegos y competiciones que se
iniciaron en los colegios públicos ingleses en la primera mitad del
siglo diecinueve y, por otro lado, los ejercicios y deportes que
emergieron del filantropismo (un movimiento de reforma educativa) y que
fueron desarrollado posteriormente los educadores suecos. En referencia a
la primera tradición, se debe mencionar que los juegos antiguos,
competiciones y actividades de ocio, fueron incorporados en los
programas educativos de los colegios públicos ingleses. Siendo una parte
central de la educación pública, el deporte se expandió gradualmente
por todas las clases y los estratos sociales dentro de la sociedad
británica. Cuando Gran Bretaña se convirtió en una potencial mundial, el
sistema educativo se transfirió a todas las partes del imperio
británico. De todos modos, hay que mencionar, que también existieron
formas de resistencia locales contra este proceso como, por ejemplo, la
Asociación Atlética Gaélica en Irlanda.
Algunos años antes, había surgido ya el filantropismo. Este tuvo,
como ya se ha mencionado previamente, un impacto en la reforma educativa
del sistema educativo público en Gran Bretaña. Por otro lado,
desarrolló también sus propias dinámicas en el continente europeo y en
Escandinavia. Originalmente, el filantropismo era un ideal pedagógico
que abogaba por una educación holística. Tal educación, no obstante, no
sólo incluía actividades físicas como la gimnasia, sino que buscaba
también promover el reconocimiento de la igualdad humana y la formación
en virtudes democráticas. Esta idea surgió en Suecia donde los gimnastas
formaron parte del sistema educativo. Del mismo modo, sirvió como medio
para la educación militar, estética o sanitaria. La importancia del
sistema sueco podía verse en el hecho de que había tenido una influencia
considerable en el desarrollo del deporte de la mujer.[19]
A finales del siglo XIX, Pierre de Coubertin, unió las diferentes
tradiciones y las convirtió el ideal olímpico. Lo que Coubertin tenía en
mente era un programa pedagógico global para educar a los jóvenes del
mundo. Sus metas principales eran la paz, la democracia, el
entendimiento internacional y la perfección humana. Para propagar el
ideal olímpico, Coubertin fundó (o revitalizó) los Juegos Olímpicos, un
evento cuatrienal donde se darían cita los jóvenes del mundo. El
objetivo original de los Juegos Olímpicos, no obstante, no era solo una
competición atlética sino una celebración de la belleza y la nobleza
humanas. El lema olímpico citius, altius, fortius, (más rápido, más alto, más fuerte) – el cual, por cierto, había tomado del dominico Henri Didon[20]
– no se refería solo a la excelencia física sino también a la
excelencia humana en general. Por esta razón, la exhibición de las
artes, la música, y la poesía, eran vistas también como una parte
esencial de los Juegos. Se ha de mencionar, de manera crítica, que para
Coubertin el olimpismo era una religión del mundo, llamándola “religio
athletae”. Y como podemos comprobar fácilmente desde la ceremonia
inaugural plagada de ritos hasta la ceremonia de entrega de premios o la
ceremonia de clausura, la actual representación de los juegos recoge su
naturaleza religiosa.
Los primeros Juegos Olímpicos de la edad moderna tuvieron lugar en
Atenas en 1896, aunque había habido Juego Olímpicos nacionales en
Grecia, Inglaterra y Alemania antes. Pero solo la iniciativa de
Coubertin, que perseguía un reconocimiento internacional, fue la que
resultó exitosa. Desde entonces los deportes Olímpicos han hecho
progresos sin precedentes. Desde 1900, las mujeres tenían la posibilidad
de participar en los Juegos Olímpicos. Otro elemento para explicar el
éxito del deporte, por supuesto, fue la proximidad de los medios de
comunicación en la primera mitad del siglo XX. Mediante el cine, la
radio o la televisión, los grandes eventos deportivos fueron fácilmente
retransmitidos a lo largo de muchos países y posteriormente a nivel
mundial. Gracias a los medios de comunicación e internet, el deporte es
hoy un fenómeno global al cual la mayoría de países y personas del mundo
tienen un acceso básico.
Aunque, en la mayoría de los casos, el deporte no reclama ser una
religión o tener una conexión intrínseca con otros logros humanos como
el arte, la música, o la poesía, corre el peligro de ser utilizado con
propósitos ideológicos. Esto tiene que ver con el hecho de que, en el
deporte, el cuerpo humano se esfuerza por llegar a la perfección. En
particular, los grandes eventos deportivos como los Juegos Olímpicos o
los campeonatos del mundo, presentan cuerpos humanos realizando grandes
actuaciones frente a una audiencia global. Sin embargo, un cuerpo humano
de alto rendimiento, es un signo de interpretación múltiple al que se
le puede atribuir una amplia gama de significados diferentes. Por lo
tanto, el deporte – y en concreto el deporte de élite – se utiliza en
muchas ocasiones para comunicar mensajes políticos, comerciales o
ideológicos.[21] Por un lado, esta interpretabilidad múltiple
explica el atractivo global del deporte, pero por el otro, pone al
descubierto los peligros relacionados con esta actividad. El deporte en
general, es un signo altamente expresivo, pero a la vez un signo
altamente indeterminado que no puede servir para su propia
interpretación. Por lo tanto, debe ser interpretado por otros y estas
interpretaciones pueden ser ideológicas o incluso amorales e inhumanas.[22]
De acuerdo con algunos estudiosos, el deporte se utiliza con
propósitos ideológicos cuando el campo de juego queda inclinado hacia
Occidente y hacia la riqueza, y cuando el deporte refuerza las
estructuras de poder existentes o promulga los valores culturales de la
élite.[23] Las reflexiones del Papa
Francisco sobre la globalización, tienen mucho que aportar a nuestra
consideración de este tipo de asuntos en el deporte mundial. En
referencia a una tensión innata que existe entre la globalización y la
localización, el Papa Francisco escribe en Evangelii Gaudium: “Hace
falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad
cotidiana. Al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo local, que
nos hace caminar con los pies sobre la tierra. [...] El modelo no es la
esfera [...] donde cada punto es equidistante del centro y no hay
diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la
confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su
originalidad. Tanto la acción pastoral como la acción política procuran
recoger en ese poliedro lo mejor de cada uno”. [24] Respecto a
los eventos deportivos a nivel mundial, como los Juegos Olímpicos, si
estuvieran representados más países no occidentales, en lo relativo a la
sede de los juegos así como en el origen de los deportes practicados y
en su representación en el coi, sería incluso más exitoso su
organización y gestión siendo realmente un evento global y reuniendo lo
mejor de cada país.
2.2 ¿Qué es el deporte?
Durante mucho tiempo, filósofos y académicos del deporte han
intentado dar una definición idónea del deporte. No se trata de una
tarea sencilla, ya que, hasta ahora, no se ha llegado a un acuerdo para
enunciar un axioma generalmente aceptado. Además, se debe tener en
cuenta que los deportes están sujeto a cambios históricos. Lo que
consideramos como deporte a día de hoy, no tiene porqué ser visto como
deporte mañana, y viceversa. Sin embargo, estas dificultades no impiden
que podamos enunciar algunas características que habitualmente
atribuimos al deporte.
En primer lugar, el concepto de deporte se asocia con el cuerpo humano en movimiento.
Por supuesto, existen actividades que muchas veces se toman como
deporte, pero apenas conllevan movimiento corporal. Pero, en general, el
deporte se identifica con individuos o grupos de seres humanos que
mueven su cuerpo ejercitando sus músculos.
El segundo lugar cabe resaltar que el deporte es una actividad lúdica.
Esto significa que no se trata solo de una actividad dirigida a
alcanzar un propósito externo, sino que tiene un propósito en sí mismo.
Algunos propósitos internos son, por ejemplo, perfeccionar un gesto
particular, sobrepasar los propios logros o los logros de otros, o jugar
en equipo para ganar una competición. Seguramente, el deporte moderno, y
en particular el deporte profesional, sirve también a propósitos
externos como, por ejemplo, obtener el reconocimiento para un país,
mostrar la supremacía de un sistema político o ganar dinero. Y aunque el
propósito externo domina o incluso elimina el propósito interno,
dejaríamos de llamarlo juego para llamarlo simplemente trabajo o
profesión. Podría decirse incluso que las actuaciones de los atletas
profesionales nunca alcanzarían el más alto nivel si condujeren su
trabajo sin una actitud lúdica.
En tercer lugar, las participaciones deportivas están sujetas a ciertas reglas.
El propósito intrínseco de la actividad deportiva no debe ser logrado
por todos los medios sino cumpliendo las reglas del juego.
Habitualmente, algunas reglas están para dificultar la consecución de la
meta. En una competición de natación, por ejemplo, los nadadores no
pueden cubrir una distancia de cien metros usando una embarcación a
motor o corriendo por el borde lateral de la piscina, sino que tienen
que nadar en el agua sin herramientas y empleando un estilo particular
como el crol o la mariposa. Por supuesto, las reglas pueden disponer
diferentes niveles de rigidez. Un atleta amateur que sale a correr tres
veces a la semana una distancia concreta, se pondrá el listón en no
correr por debajo de ese tiempo, mientras que un corredor profesional
está regulado por un código de numerosas reglas y leyes cuyo
cumplimiento, además, está monitorizado por árbitros especializados y
por un equipamiento técnico. En definitiva, el deporte sin reglas es
difícil de concebir.
Un cuarto aspecto del deporte es su carácter competitivo. Una
vez más, podríamos poner el ejemplo de un deportista amateur que solo
entrena esporádicamente y por mera diversión. Presumiblemente este
atleta no está involucrado en una competición. Pero esto no es del todo
cierto. Incluso este atleta puede competir consigo mismo mejorando la
calidad del ejercicio, luchando por cubrir una distancia concreta en un
tiempo determinado, o correr, nadar o escalar con un tiempo fijo y así
sucesivamente. En el resto de los casos, el elemento competitivo del
deporte está incluso más desarrollado lo que nos lleva a decir que esa
competitividad es una característica indispensable del deporte.
El componente final está relacionado con los anteriores. Si el
deporte es realmente una competición regulada por unas normas concretas,
la igualdad de oportunidades tiene que estar garantizada. No
tendría sentido tener dos o más competidores, ya sean individuales o
colectivos, cuyo punto de partida fuese exageradamente desigual. Esta es
la razón por la que en las competiciones deportivas se haga
habitualmente una distinción por sexos, niveles, edad, peso, grados de
discapacidad y demás.
Resumiendo estos cinco rasgos, podríamos decir que los deportes son movimientos
corporales, de agentes individuales o colectivos que, en coherencia con
unas reglas de juego particulares, llevan a cabo actuaciones, en
condiciones de igualdad, se comparan con actuaciones similares de otros
en una competición. Como ya se ha dicho, esta definición no muestra toda la riqueza que contiene el concepto de deporte.[25] No obstante, será suficiente para nuestro propósito.
Pero aún hay más. Como ya hemos visto, el deporte no es solo una
actividad en sí misma, sino que también tiene una parte externa. Después
de todo, los que no participan pueden enterarse de los deportes,
observarlos, evaluarlos, o incluso estar a gusto o molestos con él, y
pueden interpretarlo de formas muy diferentes. Como se indica arriba, el
cuerpo humano en movimiento es una señal que da lugar a muchas
interpretaciones. Tras haber destapado los aspectos lúdicos,
reglamentarios y competitivos del deporte, esta significación múltiple
debe ser explicada un poco más en profundidad. En cierto sentido, la
competición deportiva puede ser comprendida como una narración que
cuenta la historia de un concurso entre dos o más grupos que compiten
entre ellos por un objeto artificial sin tener razones reales para esta
competición. De acuerdo con las reglas específicas del juego, ambos
grupos se esfuerzan por la excelencia. Independientemente de sus
motivaciones subjetivas, los participantes ponen en práctica formas
estéticas y artísticas que son comprensibles para otros y pueden, por
tanto, ser activamente comprendidas por ellos. Como con muchas otras
obras de arte, esta historia no tiene un contenido distinto y es por
este motivo está abierta a la diversidad e incluso a atribuciones
contrarias de significado.
Para concluir con estas reflexiones, podemos afirmar que, por un
lado, el deporte contiene en sí, un mundo propio en el sentido en que
exhibe el carácter de una obra que, en términos ideales, no persigue
fines externos. Por otro lado, este mundo encapsulado tiene también un
exterior en el que se presenta a sí mismo a los forasteros con la forma
de una historia altamente expresiva que sin embargo no tiene un contenido específico
y a la que se le pueden atribuir diferentes significados. Una vez más,
es esta múltiple interpretación la que hace al deporte tan atractivo
para tantas personas de todo el mundo. Al mismo tiempo esta variedad
significativa hace que el deporte sea más propenso a una manipulación
externa de carácter ideológico.
2.3 Los Contextos del deporte
Pero eso no es todo lo que se puede decir sobre el deporte, porque el
deporte nunca existe sin un contexto. En primer lugar, tenemos que
pensar en la integración institucional de los deportes en la sociedad.
Esto comienza, por ejemplo, con un grupo de niños, cuando se reúnen por
la tarde en el patio trasero para jugar al fútbol o al baloncesto. Aquí,
el encuentro como tal, así como el tiempo y el lugar en particular,
señalan ya un tipo de institución inicial. A medida que acudimos a
formas más avanzadas de deporte, nos encontramos con programas de
entrenamiento, con la coordinación de las competiciones, la gestión de
los terrenos de juego y su mantenimiento, el transporte de los atletas y
los equipos deportivos, el compromiso de los árbitros, la documentación
de los partidos y sus resultados, etc. Y en un nivel aún mayor, vemos
que debe establecer una jurisdicción deportiva, ejecutar programas de
monitoreo de dopaje y organizar grandes eventos deportivos. Esta es la
tarea de las organizaciones deportivas como clubes o asociaciones
nacionales e internacionales. En general, podríamos llamar a estas
formas organizativas de deporte, el sistema deportivo.
Ahora bien, es evidente que el sistema deportivo no puede generar los
recursos necesarios por sus propios medios. Para facilitar las tareas
que acabamos de mencionar, el sistema deportivo necesita benefactores
externos, por ejemplo, el trabajo de los voluntarios, la financiación
pública o donantes privados, pero sobre todo los clientes, que están
dispuestos a comprar entradas, artículos de merchandising o
adquirir los paquetes de programación en televisión. Solo de esta
manera, el sistema deportivo es capaz de generar los recursos
requeridos. Esta dependencia estructural del sistema deportivo, explica
por qué este sistema tiene que dar a conocer constantemente el atractivo
del deporte a los agentes externos. El sistema deportivo, en otras
palabras, tiene que preocuparse por dar una apariencia de deporte que
motive a los benefactores potenciales a hacer sus contribuciones para
mantener o incluso impulsar el sistema. Esto, sin embargo, implica
presentar el deporte de una manera que se ajuste a los diversos
intereses de los posibles benefactores y así, el deporte se convierte en
una especie de producto que promete satisfacer los intereses de varios
individuos, grupos e instituciones. Es por eso que el mismo sistema
deportivo está disponible de manera fácil y rápida para servir a
intereses ideológicos, políticos o económicos de otros, ya que de lo
contrario no sería capaz de generar los recursos que necesita para
sobrevivir.
Dado que el deporte, como hemos visto, es una historia expresiva con
poco contenido al que se pueden atribuir varios significados, el sistema
deportivo en general demuestra ser muy exitoso en generar recursos
externos porque los benefactores potenciales pueden usar el deporte para
comunicar sus mensajes particulares. Esto se puede comprobar, por
ejemplo, viendo los acuerdos de patrocinio que los atletas y las grandes
organizaciones deportivas establecen con empresas comerciales y la
industria publicitaria. En este caso, se podría decir que el deporte
sirve como un vehículo para transmitir mensajes económicos.
La dependencia estructural del sistema deportivo que acabamos de
describir no tiene que ser necesariamente negativa, ya que el deporte
puede servir para muchos propósitos que son éticamente aceptables e
incluso verdaderamente humanos. Si los políticos, por ejemplo, están
dispuestos a invertir dinero público en el sistema deportivo porque esto
permite mejorar la salud de la población o la educación integral de
niños y jóvenes, entonces no está mal que el sistema deportivo presente
un deporte que sirve a ese fin. Pero, esta dependencia estructural del
sistema deportivo conlleva también muchos peligros. Si, por ejemplo, se
pueden generar una mayor cantidad de recursos haciendo que el sistema
deportivo dependa del sistema económico o de los sistemas ideológicos,
entonces el riesgo para hacer exactamente esto y solo esto será muy
alto, incluso si los propósitos son éticamente dudosos o inhumanos, es
decir, contrarios al deporte. De esto se hablará con más detalle en el
cuarto capítulo.
Capítulo 3: El sentido del deporte para el ser humano
3.1 Cuerpo, alma y espíritu
Aunque es común en las investigaciones de tipo histórico caracterizar
las actitudes católicas sobre el cuerpo como esencialmente negativas,
en realidad la teología católica y las tradiciones espirituales han
insistido que el mundo material (y todo lo que existe) es bueno, puesto
que ha sido creado por Dios y que la persona es una unidad de cuerpo,
alma y espíritu. De hecho, los primeros teólogos medievales pasaron
mucho tiempo criticando a agnósticos y maniqueos precisamente porque
estos grupos asociaban el mundo material y el cuerpo humano con el mal.
Una de las quejas de los autores cristianos de aquella época era que,
los agnósticos y los maniqueos no incluían las escrituras judías como
parte de las escrituras cristianas y, por lo tanto, no aceptaban el
relato del Génesis que describe a Dios creando el mundo y los seres
humanos calificándolos de “muy buenos”. Al contrario, estos grupos
elaboraron relatos mitológicos sobre el origen del mundo material, que
lo asociaban con la “caída” o un “principio maligno”.
Consideraban el mundo material y el cuerpo humano como antagónicos
frente a lo verdaderamente espiritual. En 1979, Juan Pablo II habló a
una delegación de futbolistas italianos y argentinos sobre estas
controversias: “Merece la pena recordar que ya en los primeros siglos
los pensadores cristianos se opusieron resolutivamente a ciertas
ideologías, entonces de moda, a las que caracterizaba una clara
devaluación de lo físico debido a una mal entendida exaltación del
espíritu. Sobre la base de datos bíblicos, estos pensadores afirmaron
con fuerza lo contrario, una visión de unión del ser humano”. [26]
Esta visión unificada del ser humano ha sido expresada ya en la
Sagrada Escritura y por diversos teólogos como la unidad de “cuerpo,
alma y espíritu” o bien de “cuerpo y alma”. Esta comprensión unitaria de
la persona humana fue consecuente con la formación de la actitud
cristiana frente al deporte. Según Juan Pablo II, la Iglesia tiene en
estima al deporte porque ésta valora “todo cuanto contribuye
constructivamente al desarrollo armónico e integral del hombre, alma y
cuerpo. En consecuencia, alienta cuanto tiende a adiestrar, desarrollar y
fortificar el cuerpo humano con objeto de que éste se preste mejor a
alcanzar la madurez personal”. [27]
La comprensión de la persona humana como una unidad es también el
fundamento en el que se apoya la Iglesia para resaltar en sus enseñanzas
la dimensión espiritual en el deporte. De hecho, Juan Pablo II describe
el deporte como “una forma de gimnasia del cuerpo y del espíritu”. [28]
Como él mismo expresó “la actividad deportiva, además de destacar las
ricas posibilidades físicas del hombre, también pone de relieve sus
capacidades intelectuales y espirituales. No es mera potencia física y
eficiencia muscular; también tiene un alma y debe mostrar su rostro
integral”. [29]
3.2 Creatividad, libertad y reglas
La libertad es el regalo que Dios nos hace en el que nos revela la
grandeza de la naturaleza humana. Creados a imagen y semejanza de Dios,
hombre y mujer están llamados a participar en la creación divina. Pero
la libertad conlleva responsabilidad, ya que las decisiones libres de
cada ser humano impactan en las relacionas de uno mismo, en las de la
comunidad y, en algunos casos, en las de toda la creación.
Hoy en día, muchas personas creen que libertad es hacer lo que uno
quiere, sin ningún límite. Ese punto de vista disocia la libertad y la
responsabilidad y puede incluso hacer olvidar las consecuencias de los
actos humanos. Sin embargo, el deporte nos recuerda que ser
verdaderamente libres es también ser responsables.
La tecnología permite hoy a gente de todo el mundo tener a su
disposición muchas cosas con una facilidad sorprendente. En este
contexto, es fácil para una persona perder de vista la necesidad del
esfuerzo y el sacrificio para conseguir alcanzar sus metas. Pero en el
deporte, quien no desarrolla estas virtudes tampoco podrá perseverar en
la práctica del deporte y no alcanzará ninguna meta que se proponga.
Aquí, la comprensión cristiana de libertad es aplicable al deporte en
cuanto que la libertad permite a los humanos realizar elecciones y
sacrificios adecuados incluso cuando se les exige pasar por la “puerta
estrecha”. [30]
Además, en la “cultura de usar y tirar” que el Papa Francisco
denuncia a menudo, los compromisos duraderos con frecuencia nos asustan.
A este respecto el deporte nos ayuda a mejorar enseñándonos que vale la
pena comprometerse con desafíos a largo plazo. El entrenamiento y los
esfuerzos constantes por mejorar valen la pena, ya que los bienes más
altos solo pueden ser alcanzados cuando las personas buscan esos bienes
sin huir de las incertidumbres y desafíos que se presentan. Además,
superar dificultades como las lesiones y resistir a la tentación de
hacer trampa en un juego ayuda a fortalecer el propio carácter a través
de la perseverancia y autocontrol.
El lema del Comité Olímpico Internacional, “citius, altius, fortius” (“más rápido, más alto, más fuerte”)[31]
evoca este ideal de constancia. En cierto sentido, la vida cristiana se
parece más a un maratón que a un corto sprint, en el que hay muchas
etapas, algunas muy difíciles de superar.
Y aun así, ¿por qué la gente corre maratones? Porque en cierta medida
el atleta se divierte con la superación de ese desafío. Ir mejorando
paso a paso, kilómetro a kilómetro, despierta un sentido de satisfacción
que provoca una alegría en la persona que lo ejercita. San Gregorio
Nacianceno y otros padres de la iglesia pensaban en la vida cristiana
como en un juego. También el Papa Francisco ha hablado sobre este tema
en los mismos términos, conectando la categoría del juego con la alegría
cristiana.[32]
Cada persona hace uso de los talentos que ha recibido en la realidad
diaria en la que vive, que puede incluir el deporte. Considerando las
normas y reglamentos de cada deporte unidas a las estrategias de juego
que definen los entrenadores, cada atleta se desarrolla personalmente al
mismo tiempo que lucha, desde su libertad y con su creatividad, por
alcanzar las metas fijadas dentro de los parámetros establecidos. De esa
manera, los deportes son un testimonio de justicia porque requieren
obediencia a las reglas. Y para asegurar dicha justicia hay árbitros,
jueces, comisarios y, en los años recientes, ayudas tecnológicas. Sin
reglas, el sentido del juego y la competición se perdería. En el fútbol,
por ejemplo, si la pelota no cruza por completo la línea de meta, no es
gol. Un insignificante milímetro marca una enorme diferencia. De alguna
forma, esa regla nos ayuda a entender que la justicia no es algo
meramente subjetivo, sino que tiene una dimensión objetiva, incluso bajo
la forma de un juego.
Al contrario de lo que uno puede pensar, en el deporte las reglas no
limitan la creatividad humana, sino que la estimulan. Para alcanzar sus
objetivos dentro de las normas establecidas, el atleta tiene que ser muy
creativo. Tiene que buscar sorprender a su rival con un nuevo o
inesperado truco o estrategia. Por esta razón, los atletas creativos
están altamente valorados.
Algo análogo pasa con la libertad. Las reglas establecidas, que de
por sí son el resultado de la creatividad de los que fundaron cada
deporte, se convierten en objetivas según su observancia. Esa
objetividad no anula la subjetividad del atleta, sino que le ayuda a
desarrollarla libremente cuando practica ese deporte. Las reglas son
claras y están definidas, el atleta se hace más libre y más creativo
cuando las observa.
Los seres humanos crean reglas, y posteriormente se ponen de acuerdo
para seguir esas reglas que fundamentan los diversos deportes. Estas
reglas distinguen los deportes de otras actividades de la vida
cotidiana. Algunos académicos han observado que una de las
características que constituyen las reglas del deporte es que tienen una
lógica gratuita. Como fue mencionado en el último capítulo, cada
deporte tiene unos objetivos. En el golf, por ejemplo, la meta es meter
la bola en el hoyo con el menor número posible de golpes a lo largo de
dieciocho hoyos. Aun así, las reglas del golf prohíben la forma más
eficiente de hacer esto, como ir andando y dejando caer la bola en cada
agujero. Gratuitamente, introducen desafíos y obstáculos que hacen que
sea más difícil alcanzar el objetivo. Cada golfista tiene que usar un
palo de golf, empezar a una cierta distancia del hoyo, y evitar
estanques y búnkeres de arena. Los participantes aceptan las reglas que
constituyen el golf porque disfrutan de formar parte del juego y de
intentar superar los desafíos que propone. Nuestros deportes no tienen
por qué existir, los inventamos y participamos libremente en ellos
porque disfrutamos haciéndolo. En este sentido, los deportes se
encuentran en el ámbito de lo gratuito.
El deporte, pues, parte desde las bases de la colaboración y de la
aceptación de las reglas que lo constituyen. Hay muchas maneras en las
que los participantes necesitan colaborar entre ellos para hacer posible
un evento deportivo. En efecto, la colaboración precede y es la base de
la competición. En este sentido, las dinámicas del deporte son
contrarias a las de la guerra, que tiene lugar cuando la gente cree que
la colaboración ya no es posible y cuando hay una falta de acuerdo en
reglas fundamentales. En el deporte, el competidor está participando en
un concurso gobernado por reglas, no contra un enemigo que debe ser
aniquilado. Por eso, es el oponente el que saca lo mejor de un atleta, y
así la experiencia puede entonces ser muy divertida y atractiva. La
palabra competición alude a esta experiencia, ya que la palabra viene de dos raíces latinas “com” – con y “petere” esforzarse o buscar.
Los competidores “se esfuerzan o buscan juntos” la excelencia. Los
muchos ejemplos de atletas dándose la mano y abrazándose o incluso
socializando o compartiendo una comida después de una intensa pugna
tiene mucho que enseñarnos a este respecto.
Podemos comprobar así que practicar deportes ayuda al ser humano a
crecer, porque se siente capaz de crear un ambiente que combina libertad
y responsabilidad, creatividad y respeto por la reglas, entretenimiento
y seriedad. Este ambiente se genera a través de la colaboración y el
acompañamiento mutuo en el desarrollo de los talentos individuales.
Juego Limpio (Fair play)
En las últimas décadas, ha habido una mayor conciencia de la necesidad de fair play
en el deporte, es decir, que el juego sea limpio. Los atletas honran el
juego limpio cuando no sólo obedecen las reglas formales, sino también
observan la justicia con sus oponentes para que todos los competidores
puedan participar libremente en el juego. Una cosa es cumplir las reglas
del juego para evitar ser reprendido por un árbitro o descalificado, y
otra ser considerado y respetuoso con el oponente y con su libertad,
independientemente de cualquier ventaja proporcionada por las reglas.
Esta forma de actuar incluye evitar el uso de estrategias, como el
dopaje, para tener una ventaja ilícita sobre el competidor. La actividad
deportiva “debe ser ocasión ineludible para practicar las virtudes
humanas y cristianas de solidaridad, lealtad, buen comportamiento y
respeto a los demás, a los que hay que ver como competidores y no como
meros adversarios o rivales.”[33]. De esta manera, los
deportes pueden fijar metas más altas, más allá de la victoria,
encaminadas al desarrollo de la persona en una comunidad de compañeros
de equipo y de competidores.
El fair play permite que los deportes se conviertan en un
medio de educación para toda la sociedad de los valores y las virtudes
como la perseverancia, la justicia y la cortesía, por nombrar algunos
que señala el Papa Benedicto XVI. “Ustedes, queridos atletas, cargan con
la responsabilidad, no menos importante, de dar testimonio de estas
actitudes y convicciones y de encarnarlas más allá de la actividad
deportiva, como en la familia, la cultura y la religión. Al hacerlo,
serán de gran ayuda para los demás, especialmente para los jóvenes, que
están inmersos en una sociedad en rápido desarrollo donde hay una
pérdida generalizada de valores y una desorientación cada vez mayor.”[34]
En este sentido, los atletas tienen la misión de ser “educadores
también, ya que el deporte puede inculcar de manera altamente efectiva
valores como la lealtad, la amistad y el espíritu de equipo”[35]
3.3 Individualismo y equipo
Algo muy típico del mundo de los deportes es la armoniosa relación
entre el individuo y el equipo. En los deportes de equipo, como el
fútbol, el rugby, voleibol y baloncesto, entre otros, esta realidad se
ve claramente. Pero incluso en los deportes individuales como el tenis o
la natación siempre hay alguna forma de trabajo en equipo.
En nuestros días podemos ver muchas manifestaciones de
individualismo. Los objetivos individuales de un atleta parecen
prevalecer sobre los del bien común del equipo.
El Papa Francisco, hablando a los jóvenes con motivo del 70º aniversario del Centro Sportivo Italiano dijo:
“Os deseo también que sintáis el gusto, la belleza del juego de equipo,
que es muy importante para la vida. No al individualismo: No a
desarrollar el juego para sí mismos. En mi tierra, cuando un jugador
hace esto, le decimos: «Pero, ¡este quiere comerse la pelota!». No, esto
es individualismo: no os comáis la pelota, desarrollad el juego de
equipo, de équipe. Pertenecer a una sociedad deportiva quiere
decir rechazar toda forma de egoísmo y de aislamiento, es la ocasión
para encontrarse y estar con los demás, para ayudarse mutuamente, para
competir en la estima recíproca y crecer en la fraternidad.” [36]
Cada miembro es único y contribuye de modo particular al equipo. El
individuo no se difumina en el conjunto, porque cada uno es valorado en
su especialidad. Todos ellos tienen una importancia que hace al equipo
más fuerte. Un gran equipo está siempre hecho de grandes individuos que
no juegan solos, sino juntos. Un equipo de fútbol, por ejemplo, puede
estar formado por los mejores centrocampistas del mundo, pero no será un
gran equipo si no tiene un portero, defensores, atacantes e incluso un
buen entrenador o un fisioterapista, etc. En los deportes, los dones y
talentos de cada persona en particular se ponen al servicio del equipo.
3.4 Sacrificio
Las personas que practican deporte están muy familiarizadas con el
sacrificio. No importa cuál sea el nivel o el tipo de actividad que
realicen, en equipo o individualmente: el deportista debe someterse a la
disciplina y la concentración en la tarea que tiene entre manos si
quiere aprender y adquirir las habilidades necesarias. Para lograr esto a
menudo hace falta que la persona siga un programa reglado y
estructurado. Esto se realiza mejor cuando el deportista acepta qué
tendrá que tomar un camino que implica cierto nivel de dificultad,
negación personal y humildad. Aprender y mejorar en un deporte implica
siempre un encuentro con la derrota, la negación de sí mismo y el
desafío.
El atleta profesional experimenta a menudo estos desafíos
psicológicos, físicos y espirituales como parte de su carrera deportiva;
y es incluso más impresionante cuándo atletas de menor nivel o incluso
de nivel aficionado se preparan para someterse a estas exigencias,
aunque a una menor intensidad, para llegar a ser mejores en algo que
aman.[37] El aficionado que entrena para preparar una media
maratón benéfica, el golfista con un hándicap alto tratando de
desarrollar un mejor swing, o el jugador de “fútbol caminando” que
intenta anotar más para el equipo, entienden a través de sus
experiencias vividas que estos pequeños sacrificios tienen sentido si se
realizan por amor al deporte. Aunque se dirigía a los deportistas
olímpicos, Juan Pablo II hacía mención al valor del sacrificio en el
deporte por parte de todos los atletas, sin importar su nivel: “En las
recientes Olimpíadas de Sydney hemos admirado las hazañas de grandes
atletas, que, para alcanzar esos resultados, se sacrificaron durante
años, día a día. Esta es la lógica del deporte, especialmente del deporte olímpico; y es también la lógica de la vida: sin sacrificio no se obtienen resultados importantes, y tampoco auténticas satisfacciones”.[38]
Estos encuentros con el sacrificio en el deporte pueden ayudar a los
atletas a formar su carácter de un modo particular. Pueden desarrollar
las virtudes de la valentía y la humildad, la perseverancia y la
fortaleza.
La experiencia común del sacrificio en el deporte puede ayudar
también a los creyentes a entender más plenamente su vocación de hijos
de Dios. Mantener una vida de oración, una vida sacramental rica, y
trabajando por el bien común, va acompañado frecuentemente de muchos
obstáculos y dificultades. Intentamos superar estos desafíos mediante
nuestra constancia y autodisciplina, como una gracia que viene de Dios.
“Una estricta disciplina y auto-control, prudencia, espíritu de
sacrificio y dedicación”[39] según San Juan Pablo II,
representan las cualidades espirituales psicológicas y físicas de muchos
deportistas. Las exigencias mentales y físicas y los desafíos del
deporte pueden ayudar a fortalecer el espíritu y a tomar conciencia de
uno mismo. Un aspecto católico del valor antropológico del deporte y del
sacrificio se basa en el mundo cotidiano de los deportistas. Ellos
saben a través de su experiencia vivida que el sacrificio y el
sufrimiento tienen una naturaleza potencialmente transformadora.
Podemos decir entonces que el sacrificio es un término familiar y
bien utilizado en el mundo real del deporte. La Iglesia también utiliza
esta palabra, y a menudo de una manera muy directa y en un sentido muy
claro. Ella sabe que el amor a Dios y al prójimo a menudo conlleva un
coste para nosotros. Como cristianos debemos aceptar los sacrificios y
sufrimientos que recibamos, grandes o pequeños, y alentados por la
gracia de Dios en nuestras vidas, esforzarnos para hacer realidad el
reino de Dios en la tierra y en el mundo que vendrá. Desde esta
perspectiva es más fácil entender lo que San Pablo tenía en mente cuando
pidió que nos preparamos para "luchar la buena batalla" (Tim 6, 12).
Todos los sacrificios nobles qué hacemos son importantes, incluso
aquellos que pueden parecer insignificantes como por el deporte.
3.5 Alegría
Desde la publicación de la carta internacional de la Educación
Física, la actividad física y el deporte en 1978, el deporte se ha
convertido en un derecho para todos, no solo para los jóvenes con salud y
en forma. Más allá de si éste es practicado por niños, personas
mayores, o personas con discapacidad, éste proporciona alegría a todos
aquellos que libremente participan en él, a todos los niveles.
Los atletas principiantes sufren las frustraciones y a veces la
vergüenza de sus repetidos fracasos en la lucha por conseguir destacar
en una actividad. A niveles más altos, los deportistas a menudo se
preparan para superar con disciplina programas muy estrictos. La alegría
para todos aquellos que practican el deporte a menudo emerge junto con
las dificultades y complicados desafíos. También podemos ver en todo el
mundo cómo mucha gente participa en actividades deportivas simplemente
por el hecho disfrutar la sensación de su cuerpo en movimiento, la
oportunidad de socializar con otros, de aprender nuevas habilidades, o
por el simple hecho de sentirse parte de un grupo. La alegría en estos
contextos es la consecuencia de hacer algo que amamos o que disfrutamos.
Vemos que a fin de cuentas la alegría es un don, y que siempre está
basada en el amor, como una fórmula que se aplica a todos los estándares
del deporte.[40] Está relación entre la alegría y el amor en
el deporte tiene mucho que enseñarnos sobre la relación entre Dios,
amor y alegría en nuestras vidas espirituales.
La gran mayoría de las personas no practica deporte con el fin de
obtener dinero o fama. Sin embargo, para el atleta comprometido, los
momentos de alegría se encuentran generalmente junto con el sufrimiento o
los sacrificios de un tipo u otro y después de un gran esfuerzo mental y
físico. Esto nos enseña que la alegría verdadera, profunda y duradera a
menudo surge cuando nos comprometemos sin reservas con algo que amamos.
Este amor puede dirigirse al acto deportivo mismo, o hacia los otros
miembros de un equipo a medida que las relaciones se encauzan hacia la
búsqueda de un objetivo común. Si la alegría relacionada con el amor al
deporte y a los compañeros de equipo es una realidad que los psicólogos
deportivos asocian con nuestras mejores actuaciones y algo que hace que
los jugadores vuelvan una y otra vez para participar, puede ser una
ocasión donde el entrenador incentive la relación entre la práctica
deportiva y la práctica de la fe.
Es importante recordar a este respecto la parábola del tesoro
enterrado en el campo para ilustrar cómo es el reino de Dios. Jesús
enfatiza que el hombre que descubre el tesoro está “lleno de alegría” y
vende todo lo que tiene para comprar ese campo (Mt 13,44). Así
también, nuestro seguimiento de Jesús y el anuncio de que el reino de
Dios está cerca surge de la alegría de haber experimentado el amor
abundante y la misericordia de Dios que caracteriza este reino. Cuando
sigamos a Jesús y trabajemos para la construcción del reino de Dios,
encontraremos dificultades y adversidades, e incluso seremos invitados a
cargar con la cruz. Pero las pruebas y el sufrimiento no pueden
extinguir esta alegría. Ni siquiera la muerte puede hacerlo. Después de
decirle a sus discípulos que, como el Padre le amó, así les ha amado Él,
y a permanecer en su amor, Jesús les dice que él dijo estas cosas “para
que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena” (Jn
15,11). Mientras se acercaba más a su propio sufrimiento y muerte, les
dijo: “También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se
alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar” (Jn 16,22).
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”[41].
El Papa Francisco subraya la centralidad de la alegría en la vida del
creyente, qué es un don a compartir con todos. De la misma manera,
deporte solo tiene sentido cuándo promueve un espacio de alegría común.
No es una cuestión de negar los sacrificios y dolores que provocan el
entrenamiento y la práctica deportiva, pero al final el deporte está
llamado a estimular la alegría en aquellos que lo practican e incluso en
los aficionados que con pasión presencian un deporte en todo el mundo.
3.6 Armonía
El armonioso desarrollo de la persona tiene que estar siempre entre
las prioridades de todos los que tienen responsabilidad en el deporte,
ya sean entrenadores, directivos o educadores. Esta palabra, armonía, se
refiere al equilibrio y el bienestar y es esencial para experimentar la
verdadera felicidad. Sin embargo, existen en el mundo todavía muchas
fuerzas que tientan a las personas a abandonar esta importante virtud en
favor de una perspectiva parcial y desequilibrada. Basta mencionar como
ejemplos preocupantes la sobre-comercialización de algunos deportes y
la excesiva dependencia de soluciones científicas en algunos de ellos
que dejan de lado las implicaciones éticas. Cuando en el deporte se
utilizan métodos en los que el cuerpo humano está visto como un simple
objeto material o la persona como un accesorio, corremos el riesgo te
provocar un gran daño a las personas y a las comunidades.
Por otro lado, el desarrollo armonioso de la persona en su dimensión
física, social y espiritual ha sido reconocido como una contribución al
bienestar psicológico y a la prosperidad de la humanidad. Estamos
empezando a contemplar desarrollos positivos en algunos lugares donde
“muchas personas sienten la necesidad de encontrar formas apropiadas de
ejercicio que ayuden a recuperar un equilibrio saludable de mente y
cuerpo”. [42] En relación a esto, en los últimos años muchas
formas nuevas de deporte y diferentes concepciones de competición han
comenzado a aparecer como respuesta a la necesidad existencial de una
mayor armonía entre el cuerpo y la mente. También el Concilio Vaticano
II señaló que, en relación a la construcción de comunidades en armonía,
el deporte puede “promover relaciones fraternas entre los hombres de
todas las clases, naciones y razas”. [43]
A menudo, en ambientes donde la gente ya no viene considerada como
una criatura amada de Dios, se pasa por alto la importancia de la
formación espiritual de las personas. La armonía implica un equilibrio, y
esto a su vez se relaciona con el conjunto del ser humano, con su vida
moral, física, social y psicológica. El deporte es uno de los ambientes
más efectivos dentro del cual las personas pueden desarrollarse de
manera integral.
Paradójicamente, al participar en lo que a nivel superficial parecen
actividades puramente físicas como el deporte, podemos crecer en nuestro
conocimiento de lo espiritual. Descuidar este aspecto de nuestro ser,
socava nuestro crecimiento, nuestra salud y nuestra felicidad. La
tendencia a ignorar lo espiritual, o reducirlo a lo meramente
psicológico (que es una característica tan frecuente en algunas partes
del mundo de hoy), es común hoy en día y puede ser perjudicial,
especialmente para los jóvenes y para aquellos que carecen de educación
religiosa y espiritual. La Iglesia en su sabiduría nos ofrece una visión
muy necesaria y convincente a este respecto. Se nos pide que vivamos el
deporte en y con el Espíritu, ya que como dijo San Juan Pablo II “Sois verdaderos atletas cuando os preparáis con constancia asumiendo las dimensiones espirituales de la persona, para un desarrollo armonioso de todos los talentos humanos”. [44]
3.7 Valentía
La Iglesia, siguiendo a Santo Tomás de Aquino, nos enseña que la
valentía representa un punto medio entre la cobardía y la temeridad.
Esto es así porque para ser valiente es necesario que hagamos lo que es
bueno, lo correcto, y no lo que es más fácil o conveniente.
El concepto del valor también se puede entender como una elección
personal. No podemos hacer que alguien sea valiente, aunque los
entrenadores, educadores y otros pueden desarrollar la capacidad para
ser valientes en aquellos con quienes trabajan. De hecho, podríamos
argumentar que el coraje se ve con más frecuencia antes, durante y
después de una y otra derrota. Para seguir adelante cuando las
probabilidades están en contra de uno mismo o del equipo, para tratar de
hacer lo correcto, moral y físicamente cuando está sufriendo una dura
derrota, para mantener el grupo unido como un equipo cuando se les
considera mediocres: todas estas ocasiones pueden ofrecer una evidencia
categórica de que el deporte está repleto de momentos de gran valentía.
3.8 Igualdad y respeto
Cada ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y tiene
el derecho de guiar su vida con dignidad y de ser tratado con respeto.
Todos tenemos el mismo derecho de experimentar y llenarnos de las
múltiples dimensiones de la cultura y del deporte. Todos tenemos el
mismo derecho a promover nuestras capacidades individuales, así como ver
respetadas nuestras propias limitaciones.
Esta igualdad de derecho para cada persona no significa, sin embargo,
uniformidad o similitud. Al contrario: significa el respeto por la
multiplicidad y la diversidad de la vida humana respecto al sexo, edad,
formación cultural o tradiciones. Esto se aplica de igual modo al
deporte. Es comprensible que hay diferencias específicas sobre la edad a
la hora de establecer categorías de rendimiento deportivo o que en la
mayoría de las disciplinas deportivas los hombres y las mujeres no
compitan entre sí. Las personas cuyas capacidades físicas básicas se
desvían notablemente de la capacidad promedio esperada, (debido, por
ejemplo, a algún tipo de impedimento), deben ser juzgadas y evaluadas de
manera diferente.
Con toda la atención en la multiplicidad de condiciones, talentos y
habilidades, las diferentes categorías de rendimiento no deben conducir a
rangos ocultos o jerarquías de clasificaciones o incluso a la
delimitación hermética entre diferentes grupos humanos. Esto destruye el
sentimiento de la unidad básica de la familia humana. Lo que el apóstol
San Pablo pide para la comunidad cristiana como un reflejo del cuerpo
de Jesucristo debe también experimentarse en el deporte: “Y el ojo no
puede decir a la mano: No te necesito; ni tampoco la cabeza a los pies:
No os necesito. Por el contrario, la verdad es que los miembros del
cuerpo que parecen ser los más débiles, son los más necesarios; […] Y si
un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es
honrado, todos los miembros se regocijan con él. Ahora bien, vosotros
sois el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él”. [45]
El deporte es una actividad que puede y debe promover la igualdad
entre seres humanos. “La Iglesia considera el deporte como un
instrumento de educación cuando fomenta elevados ideales humanos y
espirituales; cuando forma de manera integral a los jóvenes en valores
como la lealtad, la perseverancia, la amistad, la solidaridad y la paz”.
[46] El deporte es un área de nuestra sociedad que promueve
el encuentro de toda la humanidad, y puede superar barreras
socioeconómicas, raciales, culturales y religiosas.
Todas las personas son iguales porque todas están hechas a imagen y
semejanza de Dios. Somos todos hermanos y hermanas que provienen del
mismo Creador. Pero nuestro mundo todavía se enfrenta a desigualdades
incrustadas, y es tarea de los cristianos afrontar esta realidad. El
deporte es un espacio donde los cristianos pueden buscar la promoción de
la igualdad porque “sin igualdad de oportunidades, las diversas formas
de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o
temprano provocará su explosión”. [47]
Existen muchos ejemplos de cómo el deporte crea vínculos de unión en
la sociedad e igualdad entre las personas. Muchos deportes populares
realizan campañas contra el racismo y promueven la paz, la solidaridad y
la inclusión. “el deporte puede unirnos en un espíritu de amistad entre
pueblos y culturas. De hecho, los deportes son una señal de que la paz
es posible”. [48]
3.9 Solidaridad
El mensaje de la Iglesia sobre la solidaridad nos muestra que existe
un estrecho lazo entre la solidaridad y el bien común, entre solidaridad
y el destino universal de los bienes, entre solidaridad y la igualdad
entre los pueblos, entre solidaridad y la paz en el mundo.[49]
La solidaridad dentro de un equipo deportivo se refiere a la unidad
que se puede desarrollar entre los compañeros de equipo mientras luchan
juntos por el mismo objetivo. Tal experiencia proporciona a todos los
participantes la sensación de atención y estima personal. La solidaridad
en el sentido cristiano, sin embargo, va más allá de los miembros del
propio equipo. Incluso puede incluir un oponente cuando están en el
suelo y ya no puede levantarse sin ayuda. Aquí, se requiere el apoyo y
la solidaridad que ya no se pregunta si la derrota del otro es su propia
culpa o el resultado de una desafortunada secuencia de eventos.
Los atletas, especialmente los de mayor renombre, tienen una
inexcusable responsabilidad social. Es importante que estos atletas
adquieran una mayor conciencia de su papel con respecto a la
solidaridad, que debe notarse en la sociedad: “Vosotros, los jugadores
sois exponentes de una actividad deportiva, que cada fin de semana
congrega a tanta gente en los estadios y a la que los medios de
comunicación social dedican grandes espacios. Por eso mismo, tenéis una
responsabilidad especial”. [50]
El Papa Francisco invita claramente a los atletas a involucrarse “con
los demás y con Dios, dando lo mejor de uno mismo, gastando la vida por
lo que realmente vale y dura para siempre. Poned vuestros talentos al
servicio del encuentro entre personas, de la amistad y de la inclusión”.
[51]
San Juan Pablo II exhortaba a las personas vinculadas al deporte a
“favorecer la construcción de un mundo más fraterno y solidario,
contribuyendo a la superación de situaciones de incomprensión recíproca
entre personas y pueblos”. [52]
El deporte siempre debe ir de la mano de la solidaridad, porque la
actividad deportiva está llamada a irradiar los valores más sublimes de
la sociedad, especialmente la promoción de la unidad de los pueblos,
razas, religiones y culturas, ayudando a superar muchas divisiones que
nuestro mundo hoy todavía experimenta.[53]
3.10 El deporte revela la búsqueda por su sentido ultimo
El deporte pone de manifiesto la tensión entre la fuerza y la
debilidad, experiencias inherentes a la existencia humana. El deporte es
un ámbito dentro del cual los seres humanos pueden vivir de forma
auténtica sus talentos y su creatividad, pero al mismo tiempo
experimentar sus limitaciones y finitud, ya que el éxito no está en
absoluto garantizado.
Como se menciona al comienzo del capítulo, el deporte es al mismo
tiempo un vínculo que puede revelar la verdad de la libertad humana. “La
libertad –dice el Papa Francisco –es algo grandioso, pero podemos
echarla a perder”. [54] El deporte respeta la libertad humana
porque dentro de los límites de un conjunto específico de reglas, no
impide la creatividad, sino que la fomenta. Por lo tanto, la experiencia
de ser uno mismo no se pierde.
La relación intrínseca entre la libertad individual y la aceptación
de las reglas también muestra que la persona está dirigida hacia una
comunidad de personas. De hecho, la persona nunca es una entidad aislada
sino “un ser social, y a menos que se relacione con otros no puede
vivir ni desarrollar su potencial”. [55] Los deportes de
equipo por ejemplo, o la presencia de espectadores, revelan la relación
entre los individuos y la comunidad. Tampoco en los deportes
individuales se pueden practicar sin las contribuciones de muchos otros.
El deporte puede servir como un paradigma que ilustra cómo la persona
puede llegar a ser él mismo a través de la experiencia de la comunidad.
Finalmente, en el contexto del mundo moderno, el deporte es quizás el
ejemplo más llamativo de la unidad de cuerpo y alma. Hay que resaltar
que, una interpretación unilateral de las experiencias mencionadas
anteriormente conduce a una noción falsa del ser humano. Concentrarse
únicamente en la fuerza, por ejemplo, podría sugerir que los seres
humanos son seres autosuficientes. Un concepto unilateral de libertad
implica la idea de un yo irresponsable que solo puede seguir sus propias
reglas. Del mismo modo, un énfasis demasiado fuerte en la comunidad
conduce a una subestimación de la dignidad del individuo. Y, por último,
descuidar la unidad del cuerpo y el alma da como resultado una actitud
que, o bien deja de lado por completo al cuerpo o fomenta un
materialismo mundano. Por lo tanto, todas las dimensiones deben tenerse
en cuenta para comprender qué constituye realmente el ser humano.
En resumen, podríamos decir que, en el deporte, los seres humanos
experimentan de forma particular la tensión entre la fuerza y la
debilidad, la libertad de someterse a unas reglas generales que
constituyen una práctica común, la individualidad dirigida a la
comunidad y la unidad del cuerpo y el alma. Además, a través del
deporte, los seres humanos pueden experimentar la belleza. Como señaló
acertadamente Hans Urs von Balthasar, la facultad estética del ser
humano es también una característica decisiva que estimula la búsqueda
del sentido último.[56] Si se aplica una visión antropológica
tan integral, el deporte puede ser visto como un campo extraordinario
donde el ser humano experimenta algunas verdades significativas acerca
de sí mismo en la búsqueda del sentido último.
El sentido último desde un punto de vista cristiano
Los seres humanos encuentran su verdad más profunda sobre quiénes son en la imagen y semejanza de Dios,
ya que así es como nos creó (Génesis 1,27). Aunque es cierto que el
deporte encarna la búsqueda de un cierto tipo de felicidad, que el
Concilio Vaticano II caracterizó como “una plena liberación de la
humanidad; una en la que [las personas y los grupos sociales] ponen a su
servicio las inmensas posibilidades que les ofrece el mundo actual”, [57]
también es cierto que fuimos creados para una felicidad que es aún
mayor. Esta felicidad es posible gracias al regalo gratuito de la gracia
de Dios. Es importante enfatizar que la gracia de Dios no destruye lo
humano, sino que "perfecciona la naturaleza"[58] o nos eleva a la comunión con Dios, que es el Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos lleva a la comunión de unos con otros.
Una de las formas importantes en que podemos experimentar la gracia
de Dios es en su misericordia. Como el Papa Francisco ha insistido a lo
largo de su pontificado, y especialmente en el Año de la Misericordia,
Dios nunca se cansa de perdonarnos. Dios nos ama incondicionalmente.
Incluso cuando cometemos errores o cometemos pecados, Dios es paciente
con nosotros y siempre nos ofrece su perdón y una segunda oportunidad.
El perdón de Dios, al igual que nuestro perdón mutuo, provoca la
sanación y la recuperación de la imagen y semejanza de Dios en nosotros.
Como dijo San Pablo en su carta a los Colosenses: “No os mintáis unos a
otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre
nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador”
(Col 3,10). Y también a los Corintios: “Todos nosotros, que con el
rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es el Espíritu” (2 Cor
3:18). Si el proceso de redención significa que estamos siendo
renovados y transformados a imagen y semejanza de Dios, que es Padre,
Hijo y Espíritu Santo, esto significa comprender que somos
fundamentalmente seres relacionales y estamos hechos para la comunión
con Dios y con los demás.
Capítulo 4: Desafíos a la luz del Evangelio
4.1 Un deporte humano y justo
Ya hemos mencionado anteriormente el significado de las dimensiones
del deporte, así como su lugar en la búsqueda del bien y de la verdad.
Sin embargo, como cualquier otra realidad humana, el deporte puede
volverse en contra de la dignidad y los derechos de la persona.
Consecuentemente, la Iglesia alza la voz cuando ve amenazada esta
dignidad y la verdadera felicidad.
Promoción de los valores humanos del deporte
Los avances actuales en el deporte deben juzgarse de acuerdo a si
proceden de un reconocimiento de la dignidad de la persona y si muestran
un respeto adecuado por los demás, por las criaturas y por el medio
ambiente. Además, la Iglesia reconoce la importancia de la alegría de la
propia participación en el deporte y la coexistencia leal de los seres
humanos. Cuando las reglas del deporte se acuerdan a nivel
internacional, los atletas de diferentes culturas, naciones y religiones
tienen la posibilidad de sentir una experiencia compartida de sana
competición y de alegría, que permite ayudar a fomentar la unidad de la
familia humana.
Participando del deporte, las personas pueden experimentar lo
corpóreo de nuestra existencia de una manera elemental y positiva.
Jugando en equipo, aprenden también a superar el individualismo y a
tomar conciencia de su pertenencia a algo más grande que sí mismos.
Crítica a los enfoques erróneos
Desde esta perspectiva, hay una serie de fenómenos y construcciones
que se deben juzgar con espíritu crítico. La Doctrina Social de la
Iglesia nos recuerda siempre que las personas involucradas en la
política, la economía o la ciencia deben preguntarse si sus actos están o
no al servicio de la persona humana y la justicia. Las personas
relacionadas con las actividades deportivas deben enfrentarse igualmente
a esta misma pregunta.
La calidad de las experiencias que se viven en los deportes es la
base de su fuerza atractiva. No obstante, es, al mismo tiempo,
susceptible de desviarse hacia políticas y prácticas que no están al
servicio de la persona. Esto atañe tanto a los participantes como al
público. La gran importancia del deporte, para muchos, puede degradarse
como vehículo de otros intereses: propósitos políticos y demostraciones
de poder, búsqueda ciega del beneficio económico, o autoafirmaciones
nacionalistas. Así se amenaza tanto la autonomía del deporte como sus
bondades intrínsecas. Los intereses, que han dejado de ser deportivos
para convertirse más bien en intereses políticos, económicos o
mediáticos, comienzan a imperar en la dinámica del deporte e incluso en
la experiencia de los mismos atletas. El deporte es parte integrante de
una compleja sociedad, que tiene muchos sectores, y en la cual el
deporte participa; pero, por otro lado, debe tener cuidado para no poner
su autonomía en peligro. Hablando a una delegación de equipos de fútbol
italianos profesionales, el Papa Francisco recordaba la alegría de los
días en que iba al estadio con su familia y del aire de celebración de
aquellos días. Dijo a jugadores y dirigentes: “Espero que el fútbol, y
cualquier otro deporte muy popular, pueda recuperar la dimensión de la
fiesta. Hoy el fútbol se mueve en un ambiente de negocios, por la
publicidad y la televisión. Pero el factor económico no debe prevalecer
sobre el deportivo, porque puede contaminarlo todo, tanto a nivel
internacional como nacional o local”. [59]
Cuando se practica deporte con una actitud de "ganar a toda costa",
este se ve seriamente amenazado. Fijarse solamente en el éxito
deportivo, ya sea por motivos personales, políticos o económicos, deja
los derechos y el bienestar de los participantes reducidos a aspectos
marginales. Respecto al propio cuerpo, un deseo del ascenso a cualquier
precio determina el comportamiento y tiene graves consecuencias. El
criterio que prevalece sobre el resto ya no es la dignidad de la
persona, sino más bien su eficiencia, y esto puede acarrear riesgos para
la propia salud o la de los compañeros. La dignidad y los derechos de
la persona nunca pueden verse subordinados a otros intereses
arbitrarios. Los atletas tampoco pueden convertirse en una suerte de
mercancía. Tal y como el Papa Francisco expresó a miembros del Comité
Olímpico Europeo: “Cuando el deporte viene considerado únicamente en
conformidad a los parámetros económicos o de persecución de la victoria a
toda costa, se corre el peligro de reducir a los atletas a una mera
mercancía lucrativa. Los mismos atletas entran en un mecanismo que los
arrastra, pierden el verdadero sentido de su actividad, esa alegría de
jugar que les atraía de niños y que les empujó a hacer tantos
sacrificios para convertirse en campeones”. [60]
Los derechos fundamentales para la libertad y una vida digna deben
protegerse en el mundo del deporte. Esto afecta sobre todo a los pobres y
débiles, especialmente a los niños, que tienen el derecho de ser
protegidos en su integridad corporal. Los hechos de abusos de niños, ya
sean físicos, sexuales o emocionales, por parte de sus entrenadores u
otros adultos, son una afrenta directa a la persona joven, que ha sido
creada a imagen y semejanza de Dios, y se deben condenar de manera
tajante.
Los atletas, además, tienen el derecho de asociar sus intereses y
representarlos de manera conjunta. Como ciudadanos, no se les puede
privar del derecho de expresarse libremente según su conciencia. Deben
ser tratados como personas, con todos sus derechos correspondientes. En
el deporte, no se debe aceptar nunca ningún tipo de discriminación
debida a origen social, nacionalidad, sexo, raza, etnia, constitución
física o religión.
Pero incluso más allá de la inmediatez del evento deportivo, el
deporte es responsable de lo que ocurre en su entorno. Hay mucha gente
que se ve afectada por la preparación y celebración de grandes eventos
deportivos, y sus condiciones de vida e intereses legítimos deben
respetarse.
4.2 Responsabilidad compartida para un deporte
El deporte es una realidad polifacética. Ni los críticos del deporte
deberían sospechar tanto del mismo, ni sus aspectos positivos deben
contemplarse ingenuamente. Es más, debemos distinguir qué agentes y
organizaciones del deporte tienen responsabilidades concretas en cada
caso particular. De hecho, la responsabilidad no recae sólo en los
atletas o participantes, sino también en muchas otras personas como sus
familias, los entrenadores y ayudantes, médicos, dirigentes,
espectadores y muchos más actores conectados con el deporte a través de
otras áreas, como los investigadores científicos del deporte, los
líderes políticos y empresariales o los representantes de los medios.
Los espectadores y los aficionados que participan de las actividades
deportivas directamente o a través de los medios de comunicación tienen
su propia parte de esta responsabilidad en los eventos deportivos.
Pueden mostrar que respetan a los jugadores de ambas partes de la
contienda y expresar su desaprobación ante el comportamiento
antideportivo porque el juego limpio se debe mostrar también a los
aficionados del equipo rival. Cualquier clase de desprecio o violencia
se debe condenar, y los responsables del deporte deben hacer todo lo
posible para luchar contra ello. Hay modelos acerca de cómo se puede
tratar la violencia en ambientes deportivos. Por ejemplo, algunos
equipos profesionales, en Europa y otros lugares, forman voluntarios que
trabajan entre los aficionados contrarrestando comportamientos
antideportivos e incluso sofocando la violencia de los hinchas, que
demasiadas veces ha formado parte de los partidos de fútbol estos
últimos años. El deporte no puede descargar esta responsabilidad hacia
otras instituciones.
Mucha gente practica deporte en la naturaleza. No obstante, la
actividad deportiva no mantiene intacto este entorno. En algunos casos
tiene un impacto, a largo plazo. Así pues, tanto los atletas como los
patrocinadores del deporte tienen una responsabilidad añadida, que es la
tarea de tratar la creación con el mayor respeto. Otra vez, esta
responsabilidad recae sobre varios hombros. No solo debe considerar cada
persona el coste ecológico que se puede asociar a su deporte, sino que
aquellos que promueven los grandes eventos deportivos deben también
valorar si han encontrado o no un formato sostenible que respete el
medio ambiente.
Aún más, en aquellos deportes en los que hay animales involucrados,
se debe prestar atención para asegurar un trato moralmente adecuado de
los mismos, no solamente como meros objetos.
La Iglesia reitera la responsabilidad de cada persona en el mundo del
deporte e invoca la conciencia de cada uno para comprometerse en el
desarrollo de un deporte lo más justo y humano posible. Sin embargo, no
sería justo poner toda la carga de responsabilidad sobre los hombros de
los atletas individuales. También se debe prestar atención a las
estructuras sociales que afectan a cómo pensamos y actuamos. “Estos
criterios permiten también juzgar el valor de las estructuras, las
cuales son el conjunto de instituciones y de realizaciones prácticas que
los hombres encuentran ya existentes o que crean, en el plano nacional e
internacional, y que orientan u organizan la vida económica, social y
política”. [61] Dichas estructuras pueden influir en
determinadas acciones, de tal manera que resulta difícil permanecer
fieles a los beneficios y valores internacionales del deporte. Pero
estas estructuras no conforman el destino. “Éstas dependen siempre de la
responsabilidad del hombre, que puede modificarlas, y no de un
pretendido determinismo de la historia”. [62] Por lo tanto,
quedan dentro del área de nuestra responsabilidad. La importancia social
de algunas instituciones y organizaciones deportivas a nivel regional,
nacional e internacional es considerable, y también lo es por tanto su
responsabilidad moral. Todo debe estar al servicio de los bienes
intrínsecos del deporte y de la persona.
4.3 Cuatro desafíos específicos en crecimiento
Hay cuatro desafíos que la Iglesia estima particularmente en nuestros
días y que este documento quiere mencionar. Pueden entenderse como el
resultado de una búsqueda desenfrenada de éxito y de la ingente cantidad
de intereses económicos que se mueven en las competiciones deportivas.
Cuantos más agentes diferentes involucrados en los eventos deportivos
–atletas, espectadores, medios, empresarios –insisten en presenciar,
cada vez, mejores actuaciones o en ganar a toda costa, más intensa se
hace la presión ejercida sobre los deportistas y más buscan ellos formas
de aumentar el rendimiento que son moralmente dudosas.
La degradación del cuerpo
Así como la práctica deportiva puede ser una forma positiva de
experimentar la propia corporeidad, como se mencionó anteriormente,
también puede ser un contexto en el que el cuerpo humano queda reducido
al estatus de objeto o es utilizado como una simple máquina. Como
comentó un jugador de fútbol americano una vez terminada su carrera
“paradójicamente, me percaté de lo separado que estaba de mi cuerpo. Lo
conocía más a fondo de lo que muchos hombres pueden llegar a hacerlo
nunca, pero lo había usado como si fuera una máquina y había pensado en
él como tal, cómo algo que tenía que estar bien engrasado, bien
alimentado y cuidado para realizar una tarea específica.”[63]
Cuando los jóvenes se forman de esta manera, corren el riesgo de vender
su propia afectividad, lo que compromete su capacidad del sentido de
intimidad, una importante tarea de desarrollo para los jóvenes adultos.[64]
Esto tiene un impacto negativo en su habilidad para establecer una
relación íntima física y emocional, que es uno de los dones y gracias de
la vida matrimonial.
Los padres, los entrenadores y las sociedades a menudo fabrican
atletas para garantizar el éxito y satisfacer esperanzas de medallas,
récords, lucrativos contratos publicitarios y riqueza. Es posible ver
este tipo de aberraciones en la alta competición de deportes infantiles.
Cada vez es más corriente que una persona joven se vea en manos de
padres, entrenadores y representantes cuyo único interés es la
especialización unilateral de un solo talento. Sin embargo –como el
cuerpo joven de una persona no puede soportar pasar todo el año
entrenando un deporte –esta especialización temprana conduce con
demasiada frecuencia a lesiones por exceso de entrenamiento. En el caso
de las gimnastas de élite, el canon del cuerpo ideal ha cambiado con el
paso de los años hasta quedarse en el de una delgada pre púber. En
muchos ambientes, esto ha llevado a que muchas chicas se entrenen
durante muchas horas todos los días de la semana y algunas de las que se
encuentran en esta situación, desarrollan una obsesión por perder peso
que ha producido trastornos alimenticios entre las gimnastas en
proporciones mucho más elevadas que la población femenina general. Este
ejemplo señala la importancia del papel de los padres de los atletas
jóvenes en todos los deportes. Los padres tienen la responsabilidad de
mostrar a los niños que son amados por lo que son, no por sus éxitos, su
apariencia o sus habilidades físicas.
No se pueden justificar éticamente aquellos deportes que
inevitablemente causan daños serios en el cuerpo humano. En los casos en
los que se haya tenido conocimiento acerca de los efectos nocivos para
el cuerpo de un deporte, incluyendo daños cerebrales, es importante que
las personas de todos los sectores de la sociedad tomen decisiones que
pongan la dignidad de la persona y su bienestar en primer lugar.
El dopaje
La cuestión del dopaje afecta al fundamento mismo del deporte. Y,
desafortunadamente, hoy en día lo practican tanto atletas individuales
como equipos o incluso estados. Del dopaje nacen una serie de problemas
morales, ya que se corresponde con los valores de salud y juego limpio.
También es un buen ejemplo de cómo la mentalidad de "ganar a toda costa"
corrompe el deporte violando las reglas que lo constituyen. Durante el
proceso, se rompe el "marco del juego" y los bienes propios del deporte,
que dependen del respeto hacia las reglas. En estos casos, más
importante que las capacidades deportivas de una persona o el
entrenamiento es el poder de aquellos que intentan incrementar sus
capacidades por todos los medios posibles e imaginables. El cuerpo del
atleta se degrada convirtiéndose en un objeto que demuestra la eficacia
médico-científica.
En algunos deportes en los que se usan medios mecánicos (ciclismo, deportes de motor, Fórmula 1), el fair play
se deteriora al adoptar fraude o dopaje mecánico. Este fraude puede ser
hecho individualmente por el deportista, pero también en un grupo más
amplio, con la ayuda de asistentes mecánicos e impulsado por
patrocinadores o incluso manipulado a una mayor escala.
Para combatir los peligros del doping físico y mecánico y para apoyar el fair play
en las competiciones deportivas, no es suficiente con apelar solamente a
la moral y la ética de los atletas. El problema del doping no puede ser
individualizado, sin importar la culpa que tiene dicha persona. Existe
un problema mucho más grande. Es responsabilidad de las organizaciones
internacionales crear reglas efectivas y condiciones básicas a nivel
institucional que respalden y recompensen a los atletas individualmente
por su responsabilidad y reduzcan cualquier incentivo para recurrir al
dopaje. En el mundo globalizado del deporte, se necesitan esfuerzos
coordinados y efectivos. Otros agentes que ejercen una influencia
significativa en el deporte en la actualidad, como los medios de
comunicación y los estamentos políticos y financieros, deben estar
igualmente involucrados.
Los espectadores también tienen que considerar si sus cada vez más
altas expectativas y su anhelo de un mayor espectáculo durante los
eventos deportivos, llevan a los deportistas a doparse físicamente o a
utilizar el dopaje mecánico.
La corrupción
En igual medida que el dopaje, la corrupción también puede arruinar
el deporte. Se usa para explotar el sentido de competencia deportiva de
jugadores y espectadores que son engañados deliberadamente y
decepcionados. La corrupción no se refiere solo a los eventos
deportivos, ya que puede extenderse a las políticas deportivas. Las
decisiones relativas a los deportes son tomadas por agentes externos que
a menudo tienen intereses financieros o políticos. Igualmente
reprensible es cualquier tipo de soborno en relación con las apuestas
deportivas. Si muchos deportistas y entusiastas del deporte son
engañados solo para que unos pocos puedan enriquecerse descaradamente,
esto también amenaza la integridad del deporte. Como en el caso del
dopaje, se debe advertir a las personas involucradas sobre este hecho,
así como alentar a las organizaciones deportivas a tener sus propias
reglas transparentes y efectivas para evitar que sus valores se vean
erosionados. El deporte no debe parecer un espacio sin derechos en el
que no se apliquen los estándares morales de coexistencia leal y humana.
Los aficionados y espectadores
Los espectadores durante los eventos deportivos, animan y apoyan
juntos como un único cuerpo. Este sentimiento común que va más allá de
la edad, el sexo, la raza y las creencias religiosas es una maravillosa
fuente de alegría y belleza. Los aficionados son uno y representan la
totalidad de la comunidad cuando su equipo gana, pero también frente a
la derrota. Están siempre con sus jugadores y respetan tanto a los
integrantes como a los aficionados del otro equipo y a los árbitros en
un recíproco fair play. Estos son momentos, ocasiones y
comportamientos que nos hacen ser conscientes de la alegría, la fuerza y
el sentido armonioso del deporte. Aun así, el papel de los espectadores
en el deporte puede ser ambiguo. En algunos casos, los espectadores
desprecian a los oponentes o a los árbitros. Este comportamiento puede
deteriorarse y transformarse en violencia, ya sea vocalmente (al cantar
canciones odiosas o insultar) o físicamente. Las peleas entre las
aficiones rivales violan el fair play que siempre debería reinar
durante los eventos deportivos. Una identificación exagerada con un
atleta o un equipo también puede exacerbar tensiones ya existentes entre
diferentes grupos culturales, nacionales o religiosos. A veces un
aficionado puede llegar a usar un evento deportivo para propagar el
racismo o ideologías extremistas. Incluso, los aficionados que no
respetan a los atletas, también a veces los atacan físicamente o
continuamente los insultan o los denigran. Esta falta de respeto a veces
ocurre hacia los miembros del propio equipo cuando realizan una
actuación mejorable. Los equipos, las federaciones y ligas, ya sea en
las escuelas, a nivel de élite o en deportes profesionales, tienen la
responsabilidad de garantizar que el comportamiento del espectador
respete la dignidad de todas las personas que participan o asisten a
eventos deportivos.
Capítulo 5: La Iglesia como principal protagonista
Hasta aquí, el documento ha buscado formas de enfocar y evaluar el
deporte, su significación y sus diferentes dimensiones dentro del marco
de un entendimiento cristiano de una sociedad justa y de la persona. Al
tiempo que se han evaluado las inmensas oportunidades y posibilidades
del deporte, se han considerado también los peligros, amenazas y
desafíos.
La Iglesia, como Pueblo de Dios, está genuinamente conectada e
interesada en el deporte como realidad humana contemporánea.
Naturalmente, la Iglesia se siente llamada a hacer todo lo posible
dentro de su ámbito de influencia para asegurar que el deporte se
realice de forma humana y razonable.
“El cuidado pastoral del deporte es un momento necesario y parte
integral del cuidado pastoral ordinario de la comunidad. El propósito
primero y específico de la Iglesia en el campo del deporte se manifiesta
en un compromiso de dar sentido, valor y perspectiva a la práctica del
deporte como hecho social humano y personal.” [65]
5.1 En el deporte, la Iglesia está en su casa
Como ya se ha recalcado en el primer capítulo, la Iglesia ha tenido
una relación fructífera con el deporte moderno involucrándose de forma
activa y proactiva desde principios del siglo XX.
Una presencia responsable
La Iglesia es consciente de la corresponsabilidad del desarrollo y
destino del deporte. Por lo tanto, desea establecer un diálogo con las
diferentes organizaciones deportivas y sus órganos de gobierno para
abogar por la humanización de los deportes de hoy. Busca activamente la
mejora de las prácticas, sistemas y procedimientos deportivos, a través
de asociaciones que colaboran con las organizaciones del deporte. La
Iglesia puede ofrecer una visión moral en el contexto de las malas
prácticas, como son el dopaje, la corrupción, la violencia entre el
público y la feroz comercialización, que pueden desvirtuar el espíritu
deportivo.
La Iglesia tiene tal presencia organizativa e institucional en el
mundo del deporte que le permite promover una visión cristiana del
deporte, de varias maneras y a diferentes niveles. La Santa Sede, dentro
de sus propias estructuras internas, tiene diferentes organismos que se
interesan en el fenómeno del deporte, que siguen y promueven el deporte
desde un punto de vista institucional, pastoral y cultural.
En varios países, las conferencias episcopales trabajan en estrecha
colaboración con asociaciones nacionales e internacionales que fomentan
el deporte. En ciertos países, las asociaciones y clubes deportivos
eclesiales existen desde hace más de cien años y hoy siguen muy
involucradas en eventos deportivos locales y nacionales. Estas
organizaciones en ocasiones forman redes y constituyen organismos
deportivos de mayor tamaño a nivel nacional e internacional. Por último,
además del apostolado de muchos laicos, hay muchos sacerdotes que se
implican en grupos deportivos aficionados de parroquias, en asociaciones
deportivas, o son capellanes en clubes profesionales o en los Juegos
Olímpicos.
Una Iglesia que sale al encuentro
El deporte es un ámbito en el que se experimenta de forma muy
concreta la invitación a ser una Iglesia que sale al encuentro, no a
construir muros y fronteras, sino puentes y “hospitales de campaña”.
Más que muchas otras plataformas, el deporte reúne a los oprimidos y
poderosos, los marginados, los inmigrantes y los nativos, los ricos y
los pobres, en torno a un interés compartido y, en ocasiones, en un
espacio común. Para la Iglesia, cualquier realidad presenta en sí misma
una invitación al encuentro con otras personas de diferentes
procedencias y con circunstancias vitales muy diferentes. A la vez que
la Iglesia da la bienvenida a todo el que acude a ella, también sale al
mundo. Como dice el Papa Francisco “el camino de la Iglesia es
precisamente el de salir del propio recinto para ir a buscar a los
lejanos en las “periferias” esenciales de la existencia; no sólo acoger e
integrar, con valor evangélico, a aquellos que llaman a la puerta, sino
salir, ir a buscar, sin prejuicios y sin miedos, a los lejanos,
manifestándoles gratuitamente aquello que también nosotros hemos
recibido gratuitamente.” [66]
Un moderno Patio de los Gentiles
En algunas zonas del mundo, existe la tradición de abrir las
instalaciones físicas de las propias iglesias para los jóvenes -que se
reúnen para jugar y hacer deporte. En el diverso entorno cultural
actual, este espacio se convierte en uno de los canales que facilita la
interacción armoniosa entre comunidades, culturas y religiones. Como ya
se ha mencionado, la Iglesia ve un gran valor en estas interacciones que
pueden fomentar un sentido de unidad de la familia humana. Este espacio
puede posibilitar también, en palabras de Benedicto XVI, “un diálogo
con aquellos para quienes la religión es algo extraño, para quienes Dios
es desconocido y que, a pesar de eso, no quisieran estar simplemente
sin Dios, sino acercarse a él al menos como Desconocido”.[67]
Habla de la misión de la de la Iglesia con estas personas: “creo que la
Iglesia debería abrir también hoy una especie de “Patio de los
Gentiles” donde los hombres puedan entrar en contacto de alguna manera
con Dios sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su
misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia.”[68]
Así, la Iglesia percibe que hay un abanico de posibilidades que
tienen un papel en la realidad contemporánea del deporte. Son
especialmente relevantes en cuanto a que están alineados con la misión
superior de la Iglesia.
5.2 En la Iglesia, el deporte está en su casa
La visión del Magisterio sobre el deporte se ha concretado en una
propuesta pastoral activa, lo que esencialmente se traduce en un
compromiso educativo hacia la persona, que a su vez genera un compromiso
social hacia la comunidad.
El deporte como experiencia educativa de humanización
La persona, creada a imagen y semejanza de Dios, es más importante
que el deporte. La existencia de la persona no está al servicio del
deporte, sino que el deporte debe servir a la persona en su desarrollo
integral.
Como se ha mencionado con anterioridad, la persona es una unidad de
cuerpo, alma y espíritu. Esto significa que las experiencias corporales
de juego y deporte están íntimamente relacionadas con el alma y el
espíritu de la gente, y tienen un impacto directo en ellos. Por este
motivo, pueden ser parte de la educación integral de la persona. El Papa
Francisco ha fomentado la visión del juego y el deporte como parte de
una educación holística dirigida a la mente, el corazón y las manos, o a
lo que uno piensa, siente y hace. De acuerdo con el Santo Padre, la
educación formal de nuestro tiempo se ha visto estrechamente ligada a la
“tecnicidad intelectual y el lenguaje de la cabeza”.[69] El
Papa nos anima a abrirnos la posibilidad a aceptar formas de educación
no formal, como el deporte. Tal como se formula, encerrados a veces en
la rígida exclusividad de la educación formal “no hay humanismo, y donde
no hay humanismo, ¡Cristo no puede entrar!” [70]
El deporte y la educación católica
¿Cómo puede empezar la Iglesia a integrar la actividad física o el
deporte en su propio marco de trabajo fundamental? ¿Cómo puede permear
la visión de la Iglesia en el deporte en las conferencias episcopales,
en las diócesis y en las parroquias? Quizá se debería comenzar con el
establecimiento de un apostolado visible para los deportes. Tal
apostolado será una manifestación concreta del compromiso de la Iglesia
hacia la persona en el deporte, y asimismo dará herramientas a los
diferentes organismos de la Iglesia para emprender directamente
actividades relacionadas con el deporte.
Desde el origen de la Cristiandad, el deporte apareció como metáfora
efectiva de la vida cristiana: el apóstol San Pablo no dudó en incluir
el deporte entre los valores humanos, lo que le sirvió como punto de
apoyo y referencia en el diálogo con la gente de su época. Hoy en día
podemos introducir en el deporte, los juegos y otras actividades lúdicas
para llevar a los jóvenes a un entendimiento más profundo de las
escrituras, las enseñanzas de la Iglesia o los sacramentos.
Cuando se vive el deporte de manera respetuosa con la dignidad de la
persona y está libre de explotación económica, mediática o política, se
convierte en un modelo para todo en la vida. “Cuando es así,” como dice
el Papa Francisco, “el deporte trasciende el ámbito de lo puramente
físico y nos lleva al ámbito del espíritu y hasta del misterio. te
trasciende el nivel de la pura física y nos lleva al campo del espíritu,
incluso del misterio”[71]. Educar cristianamente es llevar a
las personas a los valores humanos en la realidad completa, y uno de
esos valores es la trascendencia. Este es el profundo significado del
deporte: puede educar en la plenitud de la vida y la apertura a la
experiencia de la trascendencia.
El deporte también es camino que presenta a los jóvenes las virtudes
cardinales de la fortaleza, templanza, prudencia y justicia; y facilita
su crecimiento en las mismas. En el campo de la educación física, San
Juan Bosco, entonces solo un capellán juvenil de Turín, seguramente fue,
desde 1847, el primer educador católico en haber reconocido lo
importante que es el movimiento, el juego y el deporte para el
desarrollo holístico de la personalidad de los jóvenes. La educación en
el deporte significa para Don Bosco cultivar el acompañamiento personal
del joven y el respeto mutuo, también en la competición.
El deporte para crear una cultura de encuentro y paz
En un mundo repleto de cuestiones como la migración, el
nacionalismo y la identidad individual, la humanidad se esfuerza cada
vez más en coexistir con aquellos que son culturalmente diferentes o
tienen sistemas de creencias diferentes de los propios. Las fronteras,
las percepciones y los límites están constantemente redibujándose. En
este sentido, debemos recordar que el deporte es una de las pocas
realidades que a día de hoy ha trascendido las fronteras de la religión o
la cultura. La vocación de la Iglesia universal de trabajar en busca de
la unidad de la familia humana adquiere una significación especial
desde el punto de vista del deporte. En este sentido, la idea de ser
“católico” va de la mano de lo mejor del espíritu deportivo. En el mundo
del deporte, la Iglesia puede tener un papel significativo ayudando a
construir puentes, abrir puertas y apoyar causas comunes -permeando la
sociedad como “levadura”.
El deporte como obra de misericordia
El deporte puede también erigirse como una potente herramienta
cuando se hace presente entre las personas marginadas y sin privilegios.
Hay muchos organismos de gobierno del deporte a nivel internacional,
así como instituciones privadas y organizaciones sin ánimo de lucro que
fomentan y emplean el deporte como un medio positivo de cohesión entre
los jóvenes y adolescentes que viven en ambientes susceptibles de
violencia de bandas, consumo y tráfico de drogas. Las comunidades
cristianas de todo el mundo están involucradas a menudo en iniciativas
que se sirven de la práctica deportiva y los eventos deportivos como
mecanismos relevantes que alejan a la juventud de las drogas y la
violencia.
El deporte para crear una cultura de inclusión
Puesto que hay aspectos positivos de carácter humanos asociados al
deporte, cualquiera que lo desee participar debería ser capaz de
hacerlo. Esto se hace especialmente patente en niños pobres o
desplazados, en las personas con discapacidad física o intelectual y en
personas sin techo o refugiados. Más aun, en ciertas partes del mundo, a
las niñas y mujeres se les niega el derecho de practicar deportes, por
lo que no pueden participar de sus beneficios. Todo el mundo puede
enriquecerse al crecer la participación. A los atletas de élite, entre
otros, ver jugar a atletas con discapacidades, les recuerda de qué trata
verdaderamente el deporte: de la alegría de la participación y la
competición contra el oponente y contra uno mismo. Tales ejemplos son
una ayuda para reorientarnos hacia el potencial humanizador del deporte.[72]
La creación de los Juegos Paralímpicos o los Special Olympics
son un signo visible de cómo el deporte puede ser una gran oportunidad
de inclusión, y es capaz de dar significado a la vida y ser un signo de
esperanza. También lo es la constitución del primer Equipo Olímpico de
Refugiados en 2016, así como el desarrollo de la “Homeless Cup” (Copa
Mundial de los sin techo) por poner un ejemplo; son iniciativas
importantes a través de las cuales la conciencia del bien común que el
deporte fomenta, se propaga de tal manera que las personas desplazadas o
que experimentan las dificultades asociadas con la pobreza tienen
oportunidad de participar.
5.3 Lugares para la pastoral del deporte
El compromiso de la Iglesia con el deporte es asegurarse que el
deporte siempre permanezca como una experiencia capaz de dar significado
y valor a la vida de las personas, a cualquier nivel al que sea
promovido o practicado, en cualquier lugar o entorno en el que se
organice. El deporte siempre debe apuntar a la formación integral de la
persona, mejorando las condiciones sociales, y a la construcción de
relaciones interpersonales. Por esto, la pastoral del deporte está
encajando en muchos ambientes y se puede promover en muchos contextos
diversos.
Los padres como primeros educadores
Habitualmente, los padres son los primeros educadores en la fe y en
el deporte para sus hijos. Si los padres no son quienes enseñan
directamente a sus hijos cómo lanzar una bola de béisbol, o no enseñan a
su hijo a nadar o a montar en bicicleta, al menos tienen el papel de
estimularles a participar en un deporte, compartir aficiones o asistir
juntos a eventos deportivos o incluso llevándoles a los entrenamientos y
partidos. A menudo los padres se encuentran entre la multitud, animando
a su atleta en la cancha o en el campo. Estos ejemplos nos enseñan cómo
el deporte es una fuente primaria de vinculación entre padres e hijos.
Esta vinculación permite a los padres educar a los hijos en las virtudes
y en los valores humanos intrínsecos al deporte. Si el deporte corre el
riesgo de ser el motivo para dividir a una familia y disminuir la
santificación del domingo como un día para celebrar, también puede
ayudar a integrar a una familia con otras familias en la celebración del
domingo, no solo en la liturgia, sino en la vida de la comunidad. Por
eso, no significa que los eventos deportivos no deban realizarse en
domingo, sino que dichos eventos no deben excusar a las familias de
asistir a Misa y también deben promover la vida de familia dentro de la
comunidad.
Parroquias (y oratorios o centros juveniles)
Como el Papa Francisco ha dicho, “es hermoso cuando en la parroquia
hay un grupo deportivo, y si no hay un grupo deportivo en la parroquia,
falta algo”.[73] No obstante, un club deportivo de parroquia
debe ser coherente con el compromiso de fe de la parroquia y tener su
raíz en un proyecto educativo y pastoral. El club deportivo de la
parroquia puede generar ocasiones de encuentro entre los jóvenes de la
misma diócesis o del mismo país a través de competiciones amistosas.
Toda realidad genuinamente humana está definitivamente encaminada a
verse reflejada dentro de la Iglesia. La Iglesia debe siempre estar al
tanto del mundo del deporte, leyendo los signos de la época en este
campo. Se debería animar a los sacerdotes a tener un conocimiento
razonable acerca de las realidades y tendencias deportivas
contemporáneas, especialmente acerca de aquellas que afectan a la
juventud, y a vincular el deporte y la fe en las homilías cuando esto
tenga sentido. Además, las parroquias pueden y deben ofrecer actividades
deportivas no solo para los jóvenes sino también para los adultos y
mayores.
Colegios y universidades
Los colegios y las universidades son lugares ideales para
incentivar un entendimiento del deporte que este orientado a la
educación, la inclusión y el progreso humano. Los padres y las familias
tienen un papel importante, en diálogo con los profesores y la dirección
del colegio, en el modo de promover a las actividades deportivas, para
que éstas lleven al desarrollo integral de los estudiantes. Las
universidades de muchos países también han asumido la tarea del estudio
del deporte. Hay cursos y programas de investigación que buscan educar,
formar y entrenar a los futuros entrenadores, dirigentes del deporte, y
científicos y administradores deportivos. Este campo, presenta una
oportunidad maravillosa para la Iglesia de dialogar con aquellos que
tienen una responsabilidad específica en educar a los líderes actuales y
futuros del deporte, para que contribuyan al desarrollo del deporte
respetando la dignidad de la persona y la construcción de una sociedad
más justa.
Asociaciones amateur y clubes deportivos
Los entrenadores y dirigentes tienen una gran influencia en sus
atletas, por lo que la acción pastoral y educativa requiere una alianza
con ellos. A la vez que se reconoce la naturaleza específica del trabajo
que las asociaciones y clubes de aficionados llevan a cabo, es
importante buscar un diálogo con estas, especialmente en lo que a planes
pedagógicos formativos y culturales se refiere.
Deporte profesional
El nivel de deporte profesional y de élite es una realidad
internacional que abarca a jugadores, espectadores, hinchas,
organizaciones deportivas, medios, agencias de publicidad e incluso
gobiernos. Es un fenómeno con un gran espectro comunicativo, capaz de
influenciar profundamente no sólo a la juventud sino también el estilo
de vida de toda una sociedad. Por estos motivos, la Iglesia debe seguir
mejorando el desarrollo de competencias relevantes y formando capellanes
deportivos preparados, o laicos que ayuden en la labor pastoral y
espiritual de entrenadores y atletas que participan en eventos
deportivos como los Juegos Olímpicos o la Copa del Mundo.
La Iglesia debe desarrollar un plan pastoral adecuado para el
acompañamiento de jugadores y atletas, muchos de los cuales tienen una
influencia considerable en el deporte y en el mundo entero. Parte de
este acompañamiento debe ser ayudar a los atletas a permanecer en
contacto con el significado intrínseco del deporte y del hecho de
participar en él. "Esta dimensión profesional no debe dejar de lado la
vocación inicial de un deportista o de un equipo: ser aficionado[74].
Cuando un deportista, aun siendo profesional, cultiva esta dimensión de
aficionado, hace bien a la sociedad, construye el bien común a partir
del valor de la gratuidad, de la camaradería, de la belleza”.[75]
La Iglesia debe acompañar a estos atletas en su viaje personal,
apoyándoles en el entendimiento y potenciando su responsabilidad de ser
heraldos de la humanidad.
El acompañamiento pastoral y el cuidado espiritual deben ir más allá
de la vida deportiva en activo de un deportista. El mundo ha visto
muchos jugadores y atletas de primera clase que, al final de sus
carreras, experimentan vacío y depresión, cayendo muchas veces en la
dependencia del alcohol o las drogas. Por eso, un plan de acompañamiento
consistente puede ayudar a estas personas a explorar su identidad,
quizá por primera vez en su vida, fuera del mundo del deporte. En el
sentido más fundamental, su identidad y su valor proviene del hecho de
haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, que sigue llamándoles,
solo que de una manera nueva. El cuidado pastoral de los atletas una vez
que ha finalizado su carrera, debe por lo tanto incorporar la ayuda
necesaria para descubrir lo que harán con sus dones y talentos en el
futuro.
Hoy en día, los espectadores son una parte fundamental del mundo del
deporte profesional. Alrededor de los espectadores diseminados por el
mundo se arremolinan los clubes de fans, las plataformas online y la
técnica de mercado. Es frecuente que los hinchas y seguidores
experimenten la pasión por el deporte como algo absoluto, lo que lleva a
excesos y desviaciones. En ese sentido, la Iglesia, junto a los líderes
de otras tradiciones religiosas, puede ayudar a recordar a la gente que
mantenga la perspectiva justa con respecto al deporte. Los juegos y el
deporte son buenos, hechos para vivirlos y disfrutarlos con pasión, pero
no son lo más importante en la vida.
Los medios de comunicación como puente
Los medios son el principal interlocutor de la Iglesia en lo que
respecta al deporte. Son los medios -especialmente en las redes
sociales- los que conforman la imagen del deporte para gran parte del
público. Por lo tanto, la Iglesia, con su inmensa actividad en sus
plataformas de redes sociales, puede tener un alcance importantísimo en
el mundo de los espectadores y líderes de opinión del deporte.
Es imperativo que la Iglesia dé respuestas con significado a los
eventos y sucesos deportivos. De hecho, los fieles desean que cada vez
más se oiga la voz de la Iglesia, que acepta el deporte y lo percibe
como algo bueno. Estas respuestas tendrán mucho recorrido si se ayuda a
las generaciones más jóvenes a sentirse conectadas a la Iglesia.
Ciencias especializadas
La Iglesia también debería dialogar con aquellos que trabajan en
los campos de la ciencia y la medicina del deporte. En estos diálogos,
la Iglesia puede adquirir un amplio conocimiento acerca de las
realidades contemporáneas del deporte para poder emitir juicios precisos
y competentes. No obstante, este diálogo debe explorar, sobre todo,
cómo dar forma a la práctica del deporte y su entorno de tal manera que
lleve o se acerque a una cultura del cuerpo humanizada. Las
colaboraciones de la Iglesia con otras ciencias, como las ciencias de la
vida, las ciencias culturales o las ciencias sociales, también pueden
proporcionar puntos de vista interesantes acerca del deporte y las
formas en las que éste puede ser una actividad beneficiosa durante toda
la vida.
Nuevos lugares del deporte
También hay centros de fitness y parques en los que uno se puede
encontrar con jóvenes, adultos y mayores, interesados en una cultura de
bienestar y abiertos a una interpretación holística humanizada de la
vida, de unidad entre el cuerpo, el alma y el espíritu.
Más allá de los lugares habituales de práctica de deporte, se debe
prestar atención a los lugares no habituales del deporte en donde la
gente, especialmente la gente joven que a menudo rechaza los códigos y
contextos prestablecidos, practica nuevos deportes callejeros. El riesgo
de estos ambientes, sin embargo, es que el deporte a veces se practica
en solitario, fomentando el individualismo, en el que no caben
propósitos sociales ni educativos. Por eso, es esencial y urgente
establecer un diálogo activo con los medios de comunicación deportivos y
con los deportes electrónicos o e-Sports.
5.4 El cuidado de los agentes pastorales del deporte
No puede haber una atención pastoral adecuada del deporte si no hay
una estrategia educativa. Esto implica un papel activo de todos los que
han elegido, cada uno a su manera, ofrecer un servicio a la Iglesia a
través del deporte. El deporte necesita educadores y no simplemente
proveedores de servicios. La atención pastoral a través del deporte no
puede improvisarse, sino que requiere personal entrenado y motivado para
redescubrir el sentido del deporte en un contexto educativo e
involucrarse para lograr en su misión dar una visión cristiana del
deporte.
Educadores deportivos
Cuando hablamos del deporte, los entrenadores, árbitros, profesores
y dirigentes juegan un importante papel en la actitud de los jugadores y
deportistas. Un ambicioso plan espiritual y pastoral enfocado a ellos
permitirá que tengan un papel clave en la humanización del deporte. De
hecho, la mayoría de ellos, están en constante búsqueda para lograr el
mejor y más completo programa para sus jugadores.
La Iglesia debe entablar un diálogo con las academias de formación
deportiva, colaborar con ellas o promover vías de formación
complementarias sobre los aspectos pastorales del deporte. El plan
pastoral puede incluir materiales, interacciones personales y talleres
especializados para entrenadores deportivos que incluirán orientación a
nivel espiritual y eclesial, lo que les permitirá ser testigos “para
anunciar a Jesucristo con palabras y acciones, o sea, hacerse
instrumento de su presencia y actuación en el mundo”.[76]
Familia y Padres
El diálogo con la familia, especialmente con los padres, se
convierte en un aspecto esencial en la promoción de una pastoral
orgánica y continua, especialmente dirigida a los niños y jóvenes. Es
importante que las familias conozcan y compartan las metas educativas y
pastorales. Esto no significa que la propuesta deportiva deba ser una
propuesta confesional, pero ciertamente no puede ser una propuesta
neutral desde el punto de vista de los valores. Por lo tanto, es
esencial crear momentos de reunión y discusión con los padres, para que
conozcan los objetivos de la capacitación ofrecida, para compartir las
prioridades educativas con ellos, para que tomen conciencia de una
participación consciente, respetando los roles de entrenadores y
gerentes deportivos.
Los voluntarios
El mundo del deporte ha crecido y se ha desarrollado gracias a la
estratégica colaboración de los voluntarios. Los voluntarios tienen un
papel fundamental que va más allá de la dimensión técnica o la capacidad
de organización. Mantienen viva, a través de sus elecciones y su
testimonio, la cultura del dar y el estilo de la gratuidad; contribuyen a
que el deporte permanezca orientado al servicio de los demás y no se
centre solamente en el aspecto burocrático y económico. Estas personas
necesitan un acompañamiento que les ayude a crecer, reafirme sus
motivaciones y les integre armónicamente en el tejido organizacional del
deporte.
Sacerdotes y personas consagradas
La presencia pastoral de sacerdotes y consagrados en el mundo del
deporte, debe manifestar su cometido de proporcionar un propósito
educativo en el deporte y un acompañamiento espiritual de los atletas.
Este cometido no se puede articular en términos “intelectuales”
abstractos alejados de la vida real. El mundo del deporte es un mundo
acogedor, pero exhorta a los líderes de la pastoral a tener una
presencia centrada y respetuosa, así como una conciencia de las
dinámicas, cargos y habilidades específicas necesarias para el deporte.
Para el cuidado pastoral del deporte, es importante que se incluya
esta temática en la formación de candidatos al sacerdocio y que tengan
ocasión de practicar deporte mientras estén en el seminario. En muchos
seminarios del mundo, utilizan “buenas prácticas” del deporte, en
ocasiones de forma bien organizada para evangelizar.
5.5 Algunos elementos esenciales para la planificación de la pastoral en el deporte
La belleza del deporte al servicio de la educación
Para que el deporte sea un bien pastoral, ha de ser impulsado de
forma adecuada. El deporte tiene sus reglas, su especificidad, su
belleza y estamos llamados a promover el deporte aprovechando al máximo
su cualidad técnica y organizativa. Sin embargo, la belleza de un gesto
deportivo, la cualidad de la enseñanza técnica y de la eficiencia
organizativa no son fines en sí mismos.
El deporte genera pasiones y emociones fuertes, pero la tarea de la
acción pastoral no debe quedarse en el nivel emocional, sino producir un
efecto a largo plazo, capaz de ser incisivo y que continúe en la vida
diaria.
El deporte para reconstruir el pacto educativo
“Sólo es posible cambiar el mundo si cambiamos la educación”.[77]
Para tener un impacto concreto, un proyecto de cuidado pastoral del
deporte debe ser un proyecto conectado con los agentes locales
involucrados en la educación, empezando por las familias, los colegios y
las instituciones públicas. Si queremos influir en el proceso
educativo, no es suficiente delegar la responsabilidad de la educación
en gente que trabaja en compartimentos estancos que no tienen relación
unos con otros. “Debemos reintegrar el esfuerzo de todos por la
educación, rehacer armónicamente el pacto educativo, porque solamente
así, si todos los responsables de la educación de nuestros chicos y
jóvenes nos armonizamos, podrá cambiar la educación.”[78] En
esta misión, la Iglesia debería trabajar cercana y respetuosamente con
las autoridades competentes para que fructifique su visión de una
cultura del deporte que sirve a la persona, que refleja el ser una
criatura amada, hecha a imagen y semejanza de Dios.
El deporte al servicio de la humanidad
San Juan Pablo II señalaba “la relatividad del deporte respecto a
la superioridad de la persona, de tal forma que el valor subsidiario del
deporte quede resaltado en el proyecto creativo de Dios. Así pues, el
deporte debería ser visto también en las dinámicas de servicio, y no en
aquello que se beneficia. Si uno tiene presentes los objetivos de
humanización, no puede evitar sentir la necesidad indispensable de la
tarea de transformar el deporte cada vez más en un instrumento de
elevación humana hacia la meta sobrenatural a la que está llamado.” [79]
Esto significa que, en un plan pastoral, tiene que primar la persona,
que tiene una unidad de cuerpo, alma y espíritu. El deporte se debe
fomentar y practicar con el más alto respeto por la persona y
orientándolo a su desarrollo integral. El atleta no puede quedar
reducido a una mera herramienta de la que se hace uso para lograr
resultados deportivos, que se asocia en ocasiones incluso, con
importantes objetivos políticos y económicos.
El juego como base del deporte
El deporte es una subcategoría del juego y jugar es la base del
deporte a todos los niveles. Tal y como lo expresa el Papa Francisco,
"Es importante, queridos muchachos, que el deporte siga siendo un juego.
Sólo si es un juego, hará bien al cuerpo y al espíritu."[80]
Es especialmente importante que el deporte siga siendo un juego para
los jóvenes en el medio educativo. Reflexionando acerca del rumbo que
debería tomar la educación de hoy en día, el Papa Francisco dijo que
“hay que ir a buscar lo fundacional de la persona, la sanidad
fundacional, la capacidad lúdica, la capacidad creativa del juego. El
libro de la Sabiduría dice que Dios jugaba, la sabiduría de Dios jugaba.
Redescubrir el juego como camino educativo, como expresión educativa.
Entonces, ya la educación no es meramente información; es creatividad en
el juego, esa dimensión lúdica que nos hace crecer en la creatividad y
en el trabajo en conjunto”.[81]
Trabajo en equipo contra el individualismo
Se ha hecho hincapié en este documento en que participando del
deporte, las personas “saborean la belleza del trabajo en equipo, que es
tan importante en la vida.”[82] Pertenecer a un club
deportivo implica rechazar cualquier forma de individualismo, egoísmo y
aislamiento, y aporta “una oportunidad de encuentro y compañía con los
demás, de ayudarse unos a otros, de competir con mutua estima y crecer
en fraternidad.”[83] La experiencia deportiva fomenta de
manera natural las dinámicas de la amistad y la convivencia, que cuando
se cultivan y valoran pueden ir más allá de los límites de los campos y
estadios y llegar a ser oportunidad de relaciones sólidas y duraderas.
Deporte para todos
El deporte es empático, y reúne gente de todo tipo, generando una
cultura de encuentro. Debe rechazar la cultura del descarte y ha de ser
abierto, inclusivo y acogedor. El deporte también debe posibilitar la
integración de la diversidad de habilidades. “Por favor, que todos
jueguen, no sólo los mejores, sino todos, con los talentos y los límites
que cada uno tiene, más aún, privilegiando a los más desfavorecidos,
como hacía Jesús”.[84] De este modo “la actividad deportiva se convierte en un auténtico servicio a la comunidad.”[85]
Una visión ecológica del deporte
Los tiempos que vivimos no son únicamente tiempos de cambio, sino
que se trata de un cambio de era, un cambio acelerado por las
revoluciones tecnológica y digital. Los jóvenes que crecen hoy se ven
profundamente afectados por estas revoluciones, y el deporte también
acusa su impacto. La presencia de los e-Sports (deportes
electrónicos) y de nuevas formas de dopaje, que dependen de innovaciones
tecnológicas y médicas, son sólo la punta del iceberg de un fenómeno
que está permeando en el deporte a un nivel más profundo.
Así como las revoluciones tecnológica y digital han supuesto muchos
beneficios para la humanidad que es bueno celebrarlas, el paradigma
tecnológico actual también tiene efectos negativos. De acuerdo con el
Papa Francisco, estos se hacen evidentes en un cierto número de
síntomas, “como la degradación del ambiente, la angustia, la pérdida del
sentido de la vida y de la convivencia”.[86]
Ante este panorama, el deporte puede resultar revolucionario, en
cuanto a que ofrece a los jóvenes la oportunidad de encontrarse cara a
cara con otros jóvenes que, en ocasiones tienen orígenes muy distintos
unos de otros. Jugando en un equipo, aprenden cómo abordar los
conflictos de unos con otros de una forma muy directa, mientras
comparten una actividad que significa mucho para ellos. También tienen
la oportunidad de jugar contra gente de otras zonas de su comunidad, de
su país o del mundo, y así de expandir su horizonte de contacto humano.
Estas experiencias pueden ayudar a los jóvenes a darse cuenta de que
forman parte de algo más grande que ellos mismos y ser parte de lo que
da significado y propósito a sus vidas.
Conclusiones finales
El deporte es un contexto en el que muchos jóvenes y adultos de todas
las culturas y tradiciones religiosas aprenden a dar lo mejor de sí
mismos. Este tipo de experiencias pueden servir como una “señal de
trascendencia”.[87] El documento trata de mostrar cómo a
través de la práctica del deporte se puede experimentar la alegría, el
encuentro con personas diferentes a ellos y la construcción de un
sentido de comunidad, y cómo el crecimiento en virtudes y en
auto-trascendencia pueden enseñarnos también algo acerca de la persona
humana y su destino.
En su discurso al Centro Sportivo Italiano en 2014, el Papa
Francisco alentó a sus participantes, y nos alienta hoy, a dar lo mejor
de nosotros mismos, no solo en el deporte, sino también en el resto de
nuestras vidas: “Y precisamente porque sois deportistas, os invito no
sólo a jugar, como ya lo hacéis, sino también a algo más: a poneros en
juego tanto en la vida como en el deporte. Poneros en juego en busca del
bien, en la Iglesia y en la sociedad, sin miedo, con valentía y
entusiasmo. Poneros en juego con los demás y con Dios; no contentarse
con un «empate» mediocre, dar lo mejor de sí mismos, gastando la vida
por lo que de verdad vale y dura para siempre”.[88]
___________________
[1] Gaudium et spes, 1.
[2] Francisco, Discurso a la Federación italiana de tenis, 8 de mayo de 2015.
[3] Cfr. D. Vanysacker, The Catholic Church and Sport. A burgeoning territory within historical Research! Revue d'histoire ecclésiastique, Louvain Journal of Church History 108 (2013), 344-356.
[4] Juan Pablo II, Homilía con ocasión del Jubileo del Redentor en el estadio olímpico, 12 de abril de 1984.
[5] FRANCISCO, Discurso a los miembros del Comité Olímpico Europeo, 23 de noviembre de 2013.
[6] En el contexto estadounidense, según J. Stuart Weir,
la pastoral cristiana en los deportes profesionales comenzó con la
atención pastoral de los jugadores de la NFL a mediados de la década de
1960. Además, afirma que John Jackson fue el primer capellán nombrado
oficialmente como tal para un club de fútbol americano profesional en
marzo de 1962. J. Stuart Weir, "Sports Chaplaincy: A Global Overview"
in: Sports Chaplaincy: Trends, Issues and Debates. Ed. by A. Parker, N.J. Watson and J.B. White. London, 2016.
[7] Pio XII, Discurso a una delegación de atletas italianos, 20 de mayo de 1945.
[8] Pablo VI, Discurso a los miembros del Comité Olímpico Internacional, 28 de abril de 1966.
[9] Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la
Asamblea Nacional de la Conferencia Episcopal Italiana, 25 de noviembre
de 1989.
[10] Cfr. P. Kelly SJ, Catholic perspectives on sports. From Medieval to modern times, Nahwah, NJ 2012.
[11] Cfr. A. Stelitano, A. M. Dieguez, Q. Bortolato. I Papi e lo sport, 4-5.
[12] Conferencia Episcopal Italiana, Sport e Vita cristiana n. 32.
[13] Ibídem n. 11.
[14] Juan Pablo II, Homilía con ocasión del Jubileo del Redentor en el estadio olímpico, 12 de abril de 1984.
[15] P. Gummert, “Sport”. In: Brill’s New Pauly. Ed. by H. Cancik and H. Schneider, English Edition by: C.F. Salazar, Classical Tradition volumes edited.
[16] Juan Pablo II, Homilía con ocasión del Jubileo de los deportistas, 29 de octubre de 2000.
[17] Cfr. P. Kelly, Catholic Perspectives on Sports: From Medieval to Modern Times, Nahwah, NJ 2012.
[18] W. Behringer, Kulturgeschichte des Sports: Vom antiken Olympia bis ins 21. Jahrhundert, München 2011, 198-238.
[19] Ibidem, 257.
[20] Cfr. N. Müller, “Die olympische Devise ‘citius, altius, fortius’ und ihr Urheber Henri Didon”, in: Wissenschaftliche Kommission des Arbeitskreises Kirche und Sport (ed.), Forum Kirche und Sport 2 Düsseldorf 1996, 7-27.
[21] Cfr. D. Vanysacker, “The Attitude of the Holy See Toward Sport During the Interwar Period (1919–39)”, in Catholic Historical Review
101 (2015) 4, 794-808; see also Dries Vanysacker, “La position du
Saint-Siège sur la gymnastique féminine dans l’Allemagne de
L’entre-deux-guerres (1927-1928) à partir de quelques témoignages tirés
des archives des nonciatures de Munich et Berlin” to appear in Miscellanea Pagano.
[22] Cfr. C. Hübenthal, “Morality and Beauty: Sport at the
Service of the Human Person”, in: K. Lixey, C. Hübenthal, D. Mieth, N.
Müller, Sport and Christianity: A Sign of the Times in the Light of Faith, Washington DC 2012, 61-78.
[23] Cfr. H. Reid, Introduction to the Philosophy of Sport, Lanham, MA 2010, 180-185.
[24] FRANCISCO, Evangelii gaudium nn. 234, 236.
[25] En una línea similar, el historiador del deporte
Allen Guttmann aplicó distinciones binarias para definir el deporte.
Comienza desde el juego de categoría general, y luego continúa
determinando el deporte como juego organizado (= juegos), juegos de
competencia (= concursos), concursos físicos (= deportes). Véase A.
Guttmann, A Whole New Ball Game: An Interpretation of American Sports, Chapel Hill – London 1988.
[26] Juan Pablo II, Discurso a los equipos de fútbol de Italia y Argentina, 25 de mayo de 1979.
[27] Ídem, Discurso al Consejo del Comité Olímpico Nacional Italiano, 20 de diciembre de 1979.
[28] Ídem, Discurso a los dirigentes y jugadores del equipo de fútbol “A.C. Milan”, 12 de mayo de 1979.
[29] Ídem, Discurso a los participantes en el Congreso Internacional sobre el deporte, 28 de octubre de 2000.
[30] Cfr. Mt 7, 13-14.
[31] Adoptado por Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos de la Era moderna a finales del siglo XIX.
[32] FRANCISCO, Discurso a los participantes del IV encuentro organizado por Scholas Ocurrentes, 5 de febrero de 2015.
[33] Juan Pablo II, Discurso a la selección nacional de México de fútbol, 3 de febrero de 1984.
[34] Benedicto XVI, Discurso a los miembros de la Federación Austriaca de esquí alpino, 6 de octubre de 2007.
[35] Juan Pablo II, Discurso a los miembros de la FIFA, 11 de diciembre de 2000.
[36] FRANCISCO, Discurso a los miembros de las
asociaciones deportivas con motivo del 70° aniversario del CSI (Centro
Sportivo Italiano), 7 de junio de 2014.
[37] Cfr. J. Parry, S. Robinson, N. Watson, y N. Nesti, Sport and Spirituality: An introduction, London 2007.
[38] Juan Pablo II, Homilía con ocasión del Jubileo de los deportistas, 29 de octubre de 2000.
[39] Juan Pablo II, Discurso a una delegación del Club Alpino Italiano, 26 de abril de 1986.
[40] Cfr. J. Pieper, About Love, Chicago 1974.
[41] FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 1.
[42] Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el Campeonato Mundial de Atlética, 2 de septiembre de 1987.
[43] Gaudium et spes, n. 61.
[44] Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el Campeonato Mundial de Atlética, 2 de septiembre de 1987.
[45] 1Cor 12, 21-27
[46] Juan Pablo II, Discurso a una delegación del equipo “Real Madrid Club de Fútbol”, 16 de septiembre de 2002.
[47] FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 59.
[48] Benedicto XVI, Ángelus, 8 de julio de 2007.
[49] Cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 194.
[50] Juan Pablo II, Discurso a una delegación del equipo “Fútbol Club Barcelona”, 14 de mayo de 1999.
[51] FRANCISCO, Discurso a la Federación italiana de tenis, 8 de mayo de 2015.
[52] Juan Pablo II, Discurso a una delegación del equipo de fútbol “A.S. Roma”, 30 de noviembre de 2000.
[53] FRANCISCO, Discurso a los miembros del Comité Olímpico Europeo, 23 de noviembre de 2013.
[54] FRANCISCO, Amoris laetitia, n. 267.
[55] Gaudium et spes, n. 12.
[56] Cfr. H.U. Gumbrecht, In Praise of Athletic Beauty, Cambridge 2006.
[57] Gaudium et spes, n. 9.
[58] Tomas de Aquino, Suma Teológica, 1ª Parte, Cuestión 1, artículo 8, respuesta a la objeción 2.
[59] FRANCISCO, Discurso a los equipos del Nápoles y la
Fiorentina y a una delegación de la Federación Italiana de Fútbol y de
la Liga Serie A, 2 de mayo de 2014.
[60] Ídem, Discurso a los miembros del Comité Olímpico Europeo, 23 de noviembre de 2013.
[61] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Libertatis Conscientia sobre la libertad y la liberación cristianas “La verdad os hará libres”, 22 de marzo de 1986.
[62] Ibídem.
[63] Cfr. D. Meggysey, Out of Their League, Berkeley, CA 1970, 231.
[64] Cfr. E. Erikson, Identity and the Life Cycle, New York, NY 1980.
[65] Conferencia Episcopal Italiana, “Sport e Vita Cristiana”, n. 43.
[66] FRANCISCO, Homilía con motivo de la creación de nuevos Cardenales, 15 de febrero de 2015.
[67] Benedicto XVI, Discurso a la Curia romana, 21 de diciembre de 2009.
[68] Ibídem.
[69] FRANCISCO, Discurso a los participantes en el
Congreso mundial sobre “Educar hoy y mañana, una pasión que se renueva”,
21 de noviembre de 2015.
[70] Ibídem.
[71] FRANCISCO, Discurso a los participantes en la conferencia “Deporte al Servicio de la Humanidad”, 5 de octubre de 2016.
[72] N. Watson & A. Parker (Ed.), Sports, Religion, and Disability. New York 2015.
[73] FRANCISCO, Discurso a los miembros de las
asociaciones deportivas con motivo del 70 aniversario del CSI (Centro
Sportivo Italiano), 7 de junio de 2014.
[74] Amateur en este documento se refiere a un deportista que participa por amor al deporte y no solamente por cuestiones económicas.
[75] FRANCISCO, Discurso a las selecciones nacionales de fútbol de Argentina e Italia, 13 de agosto de 2013.
[76] Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota
doctrinal sobre algunos aspectos de la Evangelización, n. 2, 3 de
diciembre de 2007.
[77] FRANCISCO, Discurso a los participantes del IV encuentro organizado por Scholas Ocurrentes, 5 de febrero de 2015.
[78] Ibidem.
[79] Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la
Asamblea Nacional de la Conferencia Episcopal Italiana, 25 de noviembre
de 1989.
[80] FRANCISCO, Discurso a los miembros de las
asociaciones deportivas con motivo del 70 aniversario del CSI (Centro
Sportivo Italiano), 7 de junio de 2014.
[81] FRANCISCO, Discurso a los participantes del IV encuentro organizado por Scholas Ocurrentes, 5 de febrero de 2015.
[82] FRANCISCO, Discurso a los miembros de las
asociaciones deportivas con motivo del 70º aniversario del CSI (Centro
Sportivo Italiano), 7 de junio de 2014.
[83] Ibídem.
[84] Ibídem.
[85] Juan Pablo II, Discurso a una delegación del equipo de fútbol “Juventus”. 23 de marzo de 1991.
[86] FRANCISCO, Laudato Si’ nn. 107, 108, 110.
[87] Cfr. P.L. Berger, A Rumour of Angels: Modern Society and the Rediscovery of the Supernatural, New York 1969.
[88]FRANCISCO, Discurso a los miembros de las
asociaciones deportivas con motivo del 70º aniversario del CSI (Centro
Sportivo Italiano), 7 de junio de 2014.