São Gabriel da Cachoeira, BRASIL (Agencia Fides, 02/08/2018) - La educación es uno de los
grandes desafíos para las comunidades indígenas de la región amazónica.
Juvencio Piratapuia es profesor en la comunidad de Tabocal dos Pereira,
en el municipio de São Gabriel da Cachoeira en la Amazonía brasileña.
Como relata a Fides, la vida en estas comunidades siempre ha estado
marcada por la experiencia colectiva, que se expresa en el trabajo
comunitario, llamado ayurí, días en los que las actividades comunes,
incluidas las comidas, son la tónica general.
Poco a poco se está perdiendo esta dinámica, de forma que este docente
explica a Fides que “últimamente vemos un crecimiento del
individualismo, menos actividades colectivas, falta de colaboración,
todo el mundo hace las cosas solo para sí mismo”. El fenómeno también
tiene repercusiones en la religiosidad y es un aspecto que está siendo
tratado en el Sínodo de la Amazonía, que ya se está llevando a cabo en
la región.
Piratapuia subraya la importancia de la familia en la experiencia
religiosa, porque “cada familia podría asumir la responsabilidad de
llevar la religión al hogar, entre sus propios hijos”. Además, continúa
el profesor, “la escuela es un lugar donde la idea de la comunidad debe
ser sembrada desde la infancia, la escuela es un punto de referencia en
las comunidades, es donde nos relacionamos más”.
Una de las realidades más preocupantes es la marcha de los jóvenes de
las comunidades debido a la “falta de iniciativas de los poderes
públicos”, lo que se traduce en una falta de apoyo a las necesidades
básicas, como la salud y la educación. En esta perspectiva aparecen una
serie de amenazas, como “el alcoholismo, a menudo presente en las
fiestas tradicionales en las que participan muchos jóvenes durante
varios días”, asegura Juvencio a la Agencia Fides.
Es sorprendente si se tiene en cuenta que, en teoría, está prohibido el
acceso a bebidas alcohólicas en las zonas indígenas. Pero la realidad es
muy diferente, porque los jóvenes “no quieren saber nada de esa ley”.
Lo más preocupante, según el profesor, es que “a menudo las fuerzas
públicas favorecen la entrada de bebidas alcohólicas”.