Ghardaia, ARGELIA (Agencia Fides, 17/07/2015) - El Valle de M'Zab en el sur de Argelia, sigue
siendo escenario de violencia sectaria de base étnico-religiosa y los
organismos de seguridad argelinos no consiguen detenerla. Los
enfrentamientos se producen desde hace más de medio año entre la
población berebere Ibadi y los grupos de sunitas islamistas, y el cuadro
se comlica por las maniobras de las bandas de delincuentes que
fomentan el choque entre identidades para aprovecharse del caos y
realizar saqueos y otros actos delictivos. En los últimos tiempos, la
espiral de violencia ha visto a estas poblaciones pasar de la lucha con
palos y cuchillos al uso de armas de fuego, con el consecuente aumento
exponencial del número de víctimas. En los últimos estallidos de
violencia se han registrado 25 muertos y decenas de heridos.
Nos ha proporcionado un panorama sombrío de la situación del Valle de
M'Zab - transformado de un lugar de convivencia pacífica en un verdadero
“valle de lágrimas” - Su Exc. Mons. Claude Rault, M. Afr., Obispo de la
diócesis de Laghouat. En su último informe - difundido por la
asociación “Amis du Diocèse du Sahara” y enviado a la Agencia Fides - el
titular de una de las diócesis territorialmente más grandes del mundo
(más de 2 millones de kilómetros cuadrados) hace referen cia a los
testimonios que él mismo ha recogido directamente entorno a los “tristes
acontecimientos” que han afectado a los centros de Ghardaia y
especialmente Berriane y Guerrara. “Muchas de las familias - dice el
Obispo - lloran a sus muertos, viven en el miedo y la inquietud ante la
reanudación de una barbarie que parece ciega. Y, ciertamente, la
represión por sí sola no puede conseguir que deje de propagarse el
incendio, aunque parezca que logra apaciguar un poco esta locura
mortal”.
En este escenario dramático, los cristianos locales siguen ofreciendo
sus oraciones y su contribución activa para ayudar a superar las heridas
que están destruyendo la coexistencia secular entre los diferentes
grupos enraizados en la región. “Como una pequeña comunidad cristiana
que vive desde hace mucho tiempo en el Valle - escribe en su mensaje el
obispo Ruault - hemos tejido fuertes lazos de fraternidad, convivencia y
colaboración, y queremos continuar por este camino. Hemos recibido
mucho de esta población, a la que queremos, y que siempre nos ha
respetado a pesar de las diferencias que habrían podido dar lugar a la
exclusión”. “Por esto -, añade el obispo - lloramos con las familias que
han perdido a sus seres queridos. Sufrimos sus heridas. Estamos
inquietos con los que ven a unos u otros sembrar la violencia y el odio.
Tenemos miedo de este futuro incierto. Pero creemos en los recursos de
humanidad y sabiduría que Dios ha puesto en esta población que nos
acoge... Nuestra oración, en estos tiempos de Ramadán - concluye Mons.
Rault - es que el Valle de M'Zab vuelva a ser un valle feliz”.