MENSAJES DEL SANTO PADRE FRANCISCO
JULIO 2015
PARA LA CONCESIÓN DE LA “ECCLESIASTICA COMMUNIO”
AL NUEVO PATRIARCA DE CILICIA DE LOS ARMENIOS,
SU BEATITUD GRÉGOIRE PIERRE XX GHABROYAN
PARA LA CONCESIÓN DE LA “ECCLESIASTICA COMMUNIO”
AL NUEVO PATRIARCA DE CILICIA DE LOS ARMENIOS,
SU BEATITUD GRÉGOIRE PIERRE XX GHABROYAN
A Su Beatitud Grégoire XX Ghabroyan
Patriarca de Cilicia de los armenios
Patriarca de Cilicia de los armenios
Su elección a la sede de Cilicia de los armenios es para mí motivo de
profunda alegría y le agradezco la carta con la que Su Beatitud me
informaba del hecho, pidiendo la comunión eclesiástica.
Me uno a todos los fieles del Patriarcado para expresarles mis
fraternas y cordiales felicitaciones y pido para usted abundancia de
dones, a fin de que su nuevo ministerio dé abundantes frutos. Cuando el
Señor ofrecerá su bien, nuestra tierra dará su fruto (cf. Sal 85, 13).
La elección de Su Beatitud llega en un momento en el que la Iglesia
afronta dificultades y nuevos retos, como concretamente la situación de
una parte de los fieles católicos armenios que están atravesando grandes
pruebas en Oriente Medio. Sin embargo, iluminado por la luz de la fe en
Cristo resucitado, nuestra mirada al mundo está llena de esperanza y de
misericordia, porque estamos seguros de que la Cruz de Jesús es el
árbol que dona la vida.
Estoy convencido de que Su Beatitud, en comunión con los venerables
padres del Sínodo, con la ayuda del Espíritu Santo, sabrá, con sabiduría
evangélica, ser Pater et Caput, Buen Pastor de la parte del
pueblo de Dios que le ha sido encomendada. Los numerosos mártires
armenios, y san Gregorio de Narek, doctor de la Iglesia, no dejarán de
interceder por usted.
De todo corazón, Beatitud, acojo su petición de comunión
eclesiástica, que le concedo conforme a la tradición de la Iglesia y a
las normas en vigor.
Mientras encomiendo su persona, así como su ministerio a Jesucristo y
a la protección de la Santísima Madre de Dios, imparto de gran corazón
la bendición apostólica sobre usted, extendiéndola a todo el
Patriarcado.
Vaticano, 25 de julio de 2015
FRANCISCO
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AL PRESIDENTE DEL CONSEJO PONTIFICIO «JUSTICIA Y PAZ»
CON OCASIÓN DEL ENCUENTRO
"UNA JORNADA DE REFLEXIÓN - UNIDOS A DIOS ESCUCHAMOS UN GRITO"
[ROMA, 17-19 DE JULIO DE 2015]
CON OCASIÓN DEL ENCUENTRO
"UNA JORNADA DE REFLEXIÓN - UNIDOS A DIOS ESCUCHAMOS UN GRITO"
[ROMA, 17-19 DE JULIO DE 2015]
Cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson
Presidente del Consejo pontificio Justicia y paz
Señor cardenal:
Me alegra enviar mi saludo y mi aliento a los participantes en el encuentro de los representantes de comunidades dedicadas a actividades mineras, organizado por el Consejo pontificio Justicia y paz en colaboración con la red latinoamericana Iglesias y minería sobre el tema «Unidos a Dios escuchamos un grito».
Venís de situaciones diferentes y, de diversos modos, experimentáis las repercusiones de las actividades mineras realizadas tanto por grandes compañías industriales como por artesanos, o bien por agentes informales. Habéis querido reuniros en Roma, en esta jornada de reflexión que remite a un pasaje de la exhortación apostólica Evangelii gaudium (cf. nn. 187-190), para hacer resonar el grito de las numerosas personas, familias y comunidades que sufren directa o indirectamente a causa de las consecuencias muy a menudo negativas de las actividades mineras. Un grito por los terrenos perdidos; un grito por la extracción de riqueza del suelo que, paradójicamente, no ha producido riqueza para las poblaciones locales que siguen siendo pobres; un grito de dolor como reacción a la violencia, a las amenazas y a la corrupción; un grito de indignación y de ayuda por la violación de los derechos humanos, clamorosa o discretamente ultrajados en lo que concierne a la salud de las poblaciones, las condiciones de trabajo, a veces la esclavitud y el tráfico de personas que alimenta el trágico fenómeno de la prostitución; un grito de tristeza y de impotencia por la contaminación de las aguas, del aire y de los suelos; un grito de incomprensión por la ausencia de procesos inclusivos y de apoyo por parte de las autoridades civiles, locales y nacionales, que tienen el deber fundamental de promover el bien común.
Los minerales y, más generalmente, las riquezas del suelo y del subsuelo constituyen un don valioso de Dios, que la humanidad utiliza desde hace milenios (cf. Jb 28, 1-10). En efecto, los minerales son fundamentales para numerosos sectores de la vida y la actividad humana. En la encíclica Laudato si’ quise hacer un apremiante llamamiento a colaborar en el cuidado de nuestra casa común, contrastando las dramáticas consecuencias de la degradación ambiental en la vida de los más pobres y de los excluidos, y avanzando hacia un desarrollo integral, inclusivo y sostenible (cf. n. 13). Indudablemente, todo el sector minero está llamado a realizar un cambio radical de paradigma para mejorar su situación en muchos países. A esto pueden dar su contribución los gobiernos de los países de origen de las sociedades multinacionales y de aquellos en los que trabajan, los empresarios y los inversores, las autoridades locales que supervisan el desarrollo de las operaciones mineras, los obreros y sus representantes, las cadenas internacionales de aprovisionamiento con sus varios intermediarios y quienes trabajan en los mercados de estas materias, los consumidores de mercancías para la realización de las cuales se utilizan minerales. Todas estas personas están llamadas a adoptar un comportamiento inspirado en el hecho de que constituimos una única familia humana, «que todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás» (ibídem, n. 70).
Aliento a las comunidades representadas en este encuentro a reflexionar sobre cómo pueden interactuar constructivamente con todos los demás agentes implicados mediante un diálogo sincero y respetuoso. Deseo que esta ocasión contribuya a una mayor conciencia y responsabilidad sobre estos temas: partiendo de la dignidad humana es como se crea la cultura necesaria para afrontar la crisis actual.
Pido al Señor que vuestro trabajo de estos días sea rico en frutos, y que tales frutos puedan ser compartidos con todos los que tienen necesidad de ellos. Os pido, por favor, que recéis por mí, y con afecto os bendigo a vosotros, a vuestras comunidades de pertenencia y a vuestras familias.
Vaticano, 17 de julio de 2015
FRANCISCO
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VIDEOMENSAJE EN LAS VÍSPERAS DEL VIAJE APOSTÓLICO
A ECUADOR, BOLIVIA Y PARAGUAY
A ECUADOR, BOLIVIA Y PARAGUAY
Queridos hermanos y hermanas de Ecuador, Bolivia y Paraguay:
Falta poco para el viaje. Con este saludo previo quisiera expresar mi cercanía, mi simpatía, mi buena voluntad. Mi deseo es estar con ustedes, compartir sus preocupaciones, manifestarles mi afecto y cercanía y alegrarme con ustedes también.
Quiero ser testigo de esta alegría del Evangelio y llevarles la ternura y la caricia de Dios, nuestro Padre, especialmente a sus hijos más necesitados, a los ancianos, a los enfermos, a los encarcelados, a los pobres, a los que son víctimas de esta cultura del descarte. El amor del Padre tan misericordioso nos permite sin medida descubrir el rostro de su Hijo Jesús en cada hermano, en cada hermana nuestra, en el prójimo. Solamente es necesario aproximarse, hacerse prójimo. Como Jesús le dijo a aquel joven doctor de la ley cuando le preguntó: ¿Quién es mi prójimo? Hacer lo que hizo el buen samaritano, andar y hacer lo mismo, acercarte, no pases de largo.
En este viaje visitaré tres naciones hermanas en esas tierras del Conteniente americano. La fe que todos nosotros compartimos es fuente de fraternidad y solidaridad, construye pueblos, forma familia de familias, fomenta la concordia y alienta el deseo y el compromiso por la paz.
En estos días previos a nuestro encuentro, doy gracias a Dios por ustedes, y pido que sean perseverantes en la fe, que tengan el fuego del amor, de la caridad y que se mantengan firmes en la esperanza que nunca defrauda. Les ruego que unan sus oraciones a las mías para que el anuncio del Evangelio llegue a las periferias más alejadas y siga haciendo que los valores del Reino de Dios sean fermento de la tierra también en nuestros días.
Que la Virgen Santa los cuide, como Madre de América, los cuide y que el Señor los bendiga. Muchas gracias, hasta prontito y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
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