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Asunción, PARAGUAY, 12 de julio de 2015 (VIS).- Después de saludar a los pacientes del hospital pediátrico ''Niños de Acosat Ñu'', el Papa FRANCISCO se trasladó en automóvil al Santuario de Caacupé que en guaraní significa ''detrás del monte'' y desde el que se divisa el lago Ypacaray. Caacupé se considera la capital espiritual de Paraguay y es famosa por la fiesta que se celebra el 8 de diciembre en honor de la Inmaculada Concepción de los Milagros. La leyenda narra que la imagen fue esculpida en el siglo XVI por un indio atyrá convertido que huyendo de otros indígenas mhayaes rivales pidió a la Virgen que lo salvase y como ex voto talló la imagen de Nuestra Señora en la madera del tronco en que se había refugiado. El indio, que se llamaba José construyó allí una cabaña que fue el núcleo del futuro santuario, terminado en 1770, fecha que se considera la de la fundación oficial de la ciudad de Caacupé.
El
Papa recorrió los últimos kilómetros que lo llevaban al santuario en
papamóvil, saludado por las decenas de miles de fieles que lo esperaban
para participar en la santa misa cuyas oraciones se leyeron en español y
en guaraní. En su homilía el Papa subrayó que el santuario de Caacupé
atesoraba la memoria de un pueblo que sabe que María es madre y está al
lado de sus hijos y reiteró su admiración por las mujeres y madres
paraguayas que ''con gran valor y abnegación han sabido levantar un país
derrotado y hundido por una guerra inicua''.
''Estar
aquí con ustedes es sentirme en casa, a los pies de nuestra Madre, la
Virgen de los Milagros de Caacupé- afirmó FRANCISCO- En un santuario los
hijos nos encontramos con nuestra Madre y entre nosotros recordamos que
somos hermanos. Es un lugar de fiesta, de encuentro, de familia. Venimos
a presentar nuestras necesidades, venimos a agradecer, a pedir perdón y
a volver a empezar. Cuántos bautismos, cuántas vocaciones sacerdotales y
religiosas, cuántos noviazgos y matrimonios nacieron a los pies de
nuestra Madre. Cuántas lágrimas y despedidas. Venimos siempre con
nuestra vida, porque acá se está en casa y lo mejor es saber que hay
alguien que nos espera''.
''Como
tantas otras veces -prosiguió- hemos venido porque queremos renovar
nuestras ganas de vivir la alegría del Evangelio. Cómo no reconocer que
este Santuario es parte vital del pueblo paraguayo, de ustedes. Así lo
sienten, así lo rezan, así lo cantan: ''En tu Edén de Caacupé, es tu
pueblo Virgen pura que te da su amor y fe''. Y estamos hoy, como el
Pueblo de Dios, a los pies de nuestra Madre a darle nuestro amor y fe".
FRANCISCO
citó el anuncio del Ángel a María que le dice: ''Alégrate, llena de
gracia. El Señor está contigo''. Alégrate, María, alégrate. ''Frente a
este saludo -explicó- ella, quedó desconcertada y se preguntaba qué
quería decir. No entendía mucho lo que estaba sucediendo. Pero supo que
venía de Dios y dijo ''sí''. María es la madre del ''sí''. Sí, al sueño
de Dios,; sí, al proyecto de Dios,; sí, a la voluntad de Dios. Un ''sí''
que, como sabemos, no fue nada fácil de vivir. Un ''sí'' que no la
llenó de privilegios o diferencias, sino que, como le dirá Simeón en su
profecía: ''A ti una espada te va a atravesar el corazón'' . ¡Y ¡vaya
que se lo atravesó! Por eso la queremos tanto y encontramos en ella una
verdadera Madre que nos ayuda a mantener viva la fe y la esperanza en
medio de situaciones complicadas''.
Después
el Papa siguiendo la profecía de Simeón repasó brevemente tres momentos
difíciles en la vida de María, el nacimiento de Jesús, la huida a
Egipto y la muerte en la cruz.
Hablando
del primero recordó que ''No había un lugar para ellos'' . No tenían
una casa, una habitación para recibir a su hijo. No había espacio para
que pudiera dar a luz. Tampoco familia cercana,: estaban solos. El único
lugar disponible era una cueva de animales. Y en su memoria seguramente
resonaban las palabras del Ángel: ''Alégrate María, el Señor está
contigo''. Y Ella podría haberse preguntado: ''¿Dónde está ahora?''.
Durante
la huída a Egipto, María, José y Jesús, ''tuvieron que irse, exiliarse.
Ahí no solo no tenían un espacio, ni familia, sino que incluso sus
vidas corrían peligro. Tuvieron que marcharse a tierra extranjera.
Fueron migrantes perseguidos por la codicia y la avaricia del emperador.
Y ahí ella también podría haberse preguntado: ''¿Y dónde está lo que me
dijo el Ángel?''.
Por
último, la muerte en la cruz. ''No debe existir una situación más
difícil para una madre que acompañar la muerte de su hijo -afirmó el
Papa- Son momentos desgarradores. Ahí vemos a María, al pie de la cruz,
como toda madre, firme, sin abandonar, acompañando a su Hijo hasta el
extremo de la muerte y muerte de cruz. Y allí también podría haberse
preguntado: ¿Dónde está lo que me dijo el Ángel? Luego la vemos
conteniendo y sosteniendo a los discípulos".
''Contemplamos
su vida, y nos sentimos comprendidos, entendidos. Podemos sentarnos a
rezar y usar un lenguaje común frente a un sinfín de situaciones que
vivimos a diario. Nos podemos identificar en muchas situaciones de su
vida. Contarle de nuestras realidades porque ella las comprende".
''Ella
es mujer de fe, es la Madre de la Iglesia, ella creyó. Su vida, es
testimonio de que Dios no defrauda, que Dios no abandona a su Pueblo,
aunque existan momentos o situaciones en que parece que Él no está. Ella
fue la primera discípula que acompañó a su Hijo y sostuvo la esperanza
de los apóstoles en los momentos difíciles. Estaban encerrados con no sé
cuántas llaves, de miedo, en el cenáculo. Fue la mujer que estuvo
atenta y supo decir –cuando parecía que la fiesta y la alegría se
terminaba–: ''mirá no tienen vino''. Fue la mujer que supo ir y estar
con su prima Isabel ''unos tres meses'' , para que no estuviera sola en
su parto. Esa es nuestra madre, así de buena, así de generosa, así de
acompañadora en nuestra vida''.
''Y
todo esto lo sabemos por el Evangelio, pero también sabemos que, en
esta tierra, es la Madre que ha estado a nuestro lado en tantas
situaciones difíciles. Este Santuario, guarda, atesora, la memoria de un
pueblo que sabe que María es Madre y que ha estado y está al lado de
sus hijos.Ha estado y está en nuestros hospitales, en nuestras escuelas,
en nuestras casas. Ha estado y está en nuestros trabajos y en nuestros
caminos. Ha estado y está en las mesas de cada hogar. Ha estado y está
en la formación de la patria, haciéndonos nación. Siempre con una
presencia discreta y silenciosa. En la mirada de una imagen, una
estampita o una medalla. Bajo el signo de un rosario, sabemos que no
vamos solos, que Ella nos acompaña''.
''Y,
¿por qué? Porque María simplemente quiso estar en medio de su Pueblo,
con sus hijos, con su familia. Siguiendo siempre a Jesús, desde la
muchedumbre. Como buena madre no abandonó a los suyos, sino por el
contrario, siempre se metió en donde un hijo pudiera estar necesitando
de ella. Tan solo, porque es Madre. Una Madre que aprendió a escuchar y a
vivir en medio de tantas dificultades de aquel: ''no temas, el Señor
está contigo'' . Una madre que continúa diciéndonos: ''Hagan lo que Él
les diga'' Es su invitación constante y continua: ''Hagan lo que Él les
diga''. No tiene un programa propio, no viene a decirnos nada nuevo,;
más bien, le gusta estar callada, tan solo su fe acompaña nuestra fe''.
''Y
ustedes lo saben -afirmó el Papa dirigiéndose a los presentes- han
hecho experiencia de esto que estamos compartiendo. Todos ustedes, todos
los paraguayos, tienen la memoria viva, de un Pueblo que ha hecho carne
estas palabras del Evangelio. Y quisiera referirme de modo especial a
ustedes mujeres y madres paraguayas, que, con gran valor y abnegación,
han sabido levantar un País derrotado, hundido, sumergido por una guerra
inicua. Ustedes tienen la memoria, ustedes tienen la genética de
aquellas que reconstruyeron la vida, la fe, la dignidad de su Pueblo,
junto a María. Han vivido situaciones muy pero muy difíciles, que desde
una lógica común sería contraria a toda fe. Ustedes al contrario,
impulsadas y sostenidas por la Virgen , siguieron creyentes, inclusive
''esperando contra toda esperanza'' Y cuando todo parecía derrumbarse,
junto a María se decían: No temamos, el Señor está con nosotras
nosotros, está con nuestro Pueblo, con nuestras familias, hagamos lo que
Él nos diga. Y allí encontraron ayer y encuentran hoy, la fuerza para
no dejar que esta tierra se desmadre. Dios bendiga ese tesón, Dios
bendiga y aliente la fe de ustedes , Dios bendiga a la mujer paraguaya,
la más gloriosa de América''.
''Como
Pueblo, hemos venido a nuestra casa, a la casa de la Patria paraguaya, a
escuchar una vez más, esas palabras que tanto bien nos hacen:
''Alégrate, el Señor está contigo''. Es un llamado a no perder la
memoria, a no perder las raíces, los muchos testimonios que han recibido
de pueblo creyente y jugado por sus luchas. Una fe que se ha hecho
vida, una vida que se ha hecho esperanza y una esperanza que las lleva a
primerear en la caridad. Sí, al igual que Jesús, primereen sigan
primereando en el amor. Sean ustedes los portadores de esta fe, de esta
vida, de esta esperanza. Ustedes, paraguayos, sean los forjadores de
este hoy y mañana''.
El
Santo Padre invitó entonces a todos a pronunciar la oración: ''En tu
Edén de Caacupé, es tu pueblo Virgen pura que te da su amor y fe''.
''Todos juntos -exclamó-: ''En tu Edén de Caacupé, es tu pueblo Virgen
pura que te da su amor y fe''. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de nuestro
Señor Jesucristo. Amén''.
Finalizada
la santa misa, el Papa renovó el acto de encomienda de Paraguay a la
Inamculada Concepción Milagrosa de Caacupé que llevó a cabo San Juan
Pablo II el 18 de mayo de 1988 en ese Santuario durante su Viaje Apostólico a Paraguay.