''Verlos
a todos, cada cada uno proveniente de un sector, de una organización,
de esta querida sociedad paraguaya, con sus alegrías, preocupaciones,
luchas y búsquedas, me lleva a hacer una acción de gracias a Dios. O
sea, parece que Paraguay no está muerto, gracias a Dios. Porque un
pueblo que vive, un pueblo que no mantiene viva sus preocupaciones, un
pueblo que vive en la inercia de la aceptación pasiva, es un pueblo
muerto. Por el contrario, veo en ustedes la savia de una vida que corre y
que quiere germinar. Y eso siempre Dios lo bendice. Dios siempre está a
favor de todo lo que ayude a levantar, mejorar, la vida de sus hijos.
Hay cosas que están mal, sí. Hay situaciones injustas, sí. Pero verlos y
sentirlos, me ayuda a renovar la esperanza en el Señor que sigue
actuando en medio de su gente. Ustedes vienen desde distintas miradas,
distintas situaciones y búsquedas, todos juntos forman la cultura
paraguaya. Todos son necesarios en la búsqueda del bien común. En las
condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas
iniquidades y cada vez más las personas son descartables, verlos a
ustedes acá aquí es un regalo''.
La
primera pregunta la hizo un joven que manifestó su preocupación por
hacer que la sociedad sea un ámbito de fraternidad, de justicia, de paz y
dignidad para todos.
''La
juventud es tiempo de grandes ideales -dijo el Papa- A mí me viene
decir muchas veces que me da tristeza ver un joven jubilado. Qué
importante es que ustedes los jóvenes ...vayan intuyendo que la
verdadera felicidad pasa por la lucha de un mundo más país fraterno. Y
es bueno que ustedes los jóvenes, vean que felicidad y placer no son
sinónimos. Una cosa es la felicidad y el gozo... y otra cosa es un
placer pasajero. La felicidad construye, es sólida, edifica...exige, el
compromiso y la entrega. Son muy valiosos; y, por eso, el compromiso, la
entrega...Paraguay tiene abundante población joven y es una gran
riqueza. Por eso, pienso que lo primero que se ha de hacer es evitar que
esa fuerza se apague, que esa luz que hay en sus corazones desaparezca,
y contrarrestar la creciente mentalidad que considera inútil y absurdo
aspirar a cosas que valen la pena..A jugársela por algo, a jugársela por
alguien. Esa es la vocación de la juventud y no tengan miedo de dejar
todo en la cancha. Jueguen limpio, jueguen con todo. No tengan miedo de
entregar lo mejor de sí. No busquen el arreglo previo para evitar el
cansancio, la lucha. No coiméen al réferi (no sobornen al árbitro n.d.r)
Eso sí, esta lucha no lo hagan solos. Busquen charlar, aprovechen a
escuchar la vida, las historias, los cuentos de sus mayores, y de sus
abuelos, que hay sabiduría allí. Pierdan mucho tiempo en escuchar todo
lo bueno que tienen para enseñarles. Ellos son los custodios de ese
patrimonio espiritual de fe y valores que definen a un pueblo y alumbran
el camino. Encuentren también consuelo en la fuerza de la oración, en
Jesús. En su presencia cotidiana y constante. Él no defrauda. Jesús
invita a través de la memoria de su pueblo,. ...La fraternidad, la
justicia, la paz y la dignidad son concretas, sino no sirven. ¡Se hacen
todos los días! Entonces, yo te pregunto a vos, joven: “¿Cómo esos
ideales los amasás, día a día, en lo concreto? Aunque te equivoques, ¿te
corregís y volvés a andar?”. Pero lo concreto. Yo les confieso que a
veces a mí me da un poquito de alergia... escuchar discursos
grandilocuentes con todas estas palabras y, cuando uno conoce la persona
que habla, dice: “Qué mentiroso que sos”. Por eso, palabras solas no
sirven. Si vos decís una palabra comprometéte con esa palabra, amasá día
a día, ¡Sacrificáte por eso! ¡Comprometéte!''.
La segunda pregunta se refería al diálogo como medio para forjar un proyecto de nación que incluyese a todos.
''El
diálogo no es fácil -respondió FRANCISCO- También está el
“diálogo-teatro”, es decir, representemos al diálogo, juguemos al
diálogo, y después hablamos entre nosotros dos, entre nosotros dos, y
aquello quedó borrado....Cierto, por ejemplo, yo pienso en el diálogo
nuestro, el diálogo interreligioso, donde representantes de las diversas
religiones hablamos. Nos reunimos, a veces, para hablar... pero cada
uno habla desde su identidad: “Yo soy budista, yo soy evangélico, yo soy
ortodoxo, yo soy católico”. Cada uno dice, pero su identidad. No
negocia su identidad. O sea, para que haya diálogo es necesaria esa base
fundamental. ¿Y cuál es la identidad en un país? –estamos hablando del
diálogo social acá–. El amor a la patria? ¡La patria primero, después mi
negocio... Y Esa es la identidad. Entonces, yo, desde esa identidad,
voy a dialogar. Si yo voy a dialogar sin esa identidad, el diálogo no
sirve. Además, el diálogo presupone, y nos exige buscar esa la cultura
del encuentro. Es decir, un encuentro que sabe reconocer que la
diversidad no solo es buena:, es necesaria. La uniformidad nos anula,
nos hace autómatas. La riqueza de la vida está en la diversidad. Por lo
que el punto de partida no puede ser: “Voy a dialogar pero aquel está
equivocado”. No, no, no podemos presumir que el otro está equivocado. Yo
voy con lo mío y voy a escuchar qué dice el otro, en qué me enriquece
el otro, en qué el otro me hace caer en la cuenta que yo estoy
equivocado, y en qué cosas le puedo dar yo al otro. Es un ida y vuelta,
ida y vuelta, pero con el corazón abierto... Esa es la cultura del
encuentro. Dialogar no es negociar. Negociar es procurar sacar la propia
tajada.... Si vas con esa intención no pierdas tiempo. Es buscar el
bien común para todos. No sacar “su propia tajada”, sino discutir
juntos, pensar una mejor solución para todos. Muchas veces esta cultura
del encuentro se ve envuelta en el conflicto.... ¡No le tenemos que
temer!. No tenemos que ignorar el conflicto... El conflicto existe: hay
que asumirlo, hay que procurar resolverlo hasta donde se pueda, pero con
miras a lograr una unidad que no es uniformidad, sino que es unidad en
la diversidad... Las verdaderas culturas nunca están cerradas en sí
mismas, - si se cierran en sí mismas mueren–, sino que están llamadas a
encontrarse con otras culturas y crear nuevas realidades... Sin este
presupuesto esencial, sin esta base de hermandad será muy difícil
arribar al diálogo. Si alguien considera que hay personas, culturas,
situaciones de segunda, de tercera o de cuarta... algo, seguro, saldrá
mal, porque simplemente carece de lo mínimo, que es del el
reconocimiento de la dignidad del otro. Que no hay persona de primera,
de segunda, de tercera, de cuarta: son de la misma línea''.
La tercera fue sobre cómo acoger el clamor de los pobres para construir una sociedad más inclusiva.
''Es
curioso: el egoísta se excluye. Nosotros queremos incluir -observó el
Pontífice- No excluir a nadie, pero no autoexcluirse, porque todos
necesitamos de todos. También un aspecto fundamental para promover a los
pobres está en el modo en que los vemos. No sirve una mirada
ideológica, que los termina utilizándolos al servicio de otros intereses
políticos o y personales Las ideologías terminan mal, no sirven. Las
ideologías tienen una relación o incompleta o enferma o mala con el
pueblo. Las ideologías no asumen al pueblo. Por eso, fíjense en el siglo
pasado. ¿En qué terminaron las ideologías? En dictaduras, siempre,
siempre. Piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo. Para buscar
efectivamente su bien, lo primero es tener una verdadera preocupación
por su persona –estoy hablando de los pobres-, valorarlos en su bondad
propia. Pero, una valoración real exige estar dispuestos a aprender de
los pobres.... Los pobres tienen mucho que enseñarnos en humanidad, en
bondad, en sacrificio, en solidaridad. Los cristianos, además, tenemos
además un motivo mayor para amar y servir a los pobres, porque en ellos
tenemos el rostro, vemos el rostro y la carne de Cristo, que se hizo
pobre para enriquecernos con su pobreza... Pensemos bien. Es uno como yo
y, si está pasando un mal momento por miles razones –económicas,
políticas, sociales o personales-, yo podría estar en ese lugar y podría
estar deseando que alguien me ayude. Y además de desear que alguien me
ayude, si estoy en ese lugar, tengo el derecho de ser respetado''.
Otro tema fue el crecimiento económico y la creación de riqueza.
''Ciertamente,
es muy necesario para un país el crecimiento económico y la creación de
riqueza, y que esta llegue a todos los ciudadanos sin que nadie quede
excluido. Y eso es necesario -aseveró el Santo Padre- La creación de
esta riqueza debe estar siempre en función del bien común, de todos, y
no de unos pocos. Y en esto hay que ser muy bien claros.¡¡La adoración
del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada
en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro.
Las personas cuya vocación es ayudar al desarrollo económico tienen la
tarea de velar para que éste siempre tenga rostro humano... Y en sus
manos está la posibilidad de ofrecer un trabajo a muchas personas y dar
así una esperanza a tantas familias...Les pido que no cedan a un modelo
económico idolátrico que necesita sacrificar vidas humanas en el altar
del dinero y de la rentabilidad. En la economía, en la empresa, en la
política, lo primero siempre es la persona y el habitat en donde vive''.
''Con
justa razón, Paraguay es conocido en el mundo por haber sido la tierra
donde comenzaron las Reducciones, una de las experiencias de
evangelización y organización social más interesantes de la historia. En
ellas, el Evangelio fue alma y vida de comunidades donde no había
hambre, no había desocupación, ni analfabetismo, ni opresión. Esta
experiencia histórica nos enseña que una sociedad más humana también hoy
es posible. Ustedes la vivieron en sus raíces acá. ¡Es posible! Cuando
hay amor al hombre, y voluntad de servirlo, es posible crear las
condiciones para que todos tengan acceso a los bienes necesarios, sin
que nadie sea descartado. Buscar en cada caso las soluciones por el
diálogo''.
La quinta cuestión se centró en la definición e importancia de la cultura para un país.
''Hay
una cultura ilustrada, que es cultura y es buena y hay que respetarla
-contestó FRANCISCO- Pero hay otra cultura, que tiene el mismo valor,
que es la cultura de los pueblos, de los pueblos originarios, de las
diversas etnias. Una cultura que me atrevería a llamarla, –pero en el
buen sentido–, una cultura popular. Los pueblos tienen su cultura y
hacen su cultura.... Y hay dos cosas que, antes de terminar, quisiera
referirme''.
''Y
en esto, como hay políticos aquí presentes -añadió- lo digo
fraternalmente Alguien me dijo: “Mire, “fulano de tal” está secuestrado
por el ejército, ¡haga algo!, ¿no?”. Yo no digo si es verdad, si no es
verdad, si es justo, si no es justo, pero uno de los métodos que tenían
las ideologías dictatoriales del siglo pasado, era apartar a la gente, o
con el exilio o con la prisión o, en el caso de los campos de
exterminio, nazis o estalinistas, la apartaban con la muerte, ¿no? Para
que haya una verdadera cultura en un pueblo, una cultura política y del
bien común, rápido juicios claros, juicios nítidos. Y no sirve otro tipo
de estratagema. La justicia nítida, clara. Eso nos va a ayudar a
todos.... Y después está... otra cosa que también por honestidad quiero
decir: un método que no da libertad a las personas para asumir
responsablemente su tarea de construcción de la sociedad., y es el
chantaje. El chantaje siempre es corrupción: “Si vos hacés esto, te
vamos a hacer esto, con lo cual te destruimos”. La corrupción es la
polilla, es la gangrena de un pueblo. Por ejemplo, ningún político puede
cumplir su rol, su trabajo, si está chantajeado por actitudes de
corrupción.. Eso que se da en todos los pueblos del mundo, porque eso se
da, si un pueblo quiere mantener su dignidad, tiene que desterrarlo.
Estoy hablando de algo universal''.
''Y
termino -concluyó el Santo Padre- Para mí es una gran alegría ver la
cantidad y variedad de asociaciones que están comprometidas en la
construcción de un Paraguay cada vez mejor y más próspero, pero, si no
dialogan, no sirve para nada. Si chantajean, no sirve para nada. Esta
multitud de grupos y personas son una gran sinfonía, cada uno con su
peculiaridad y su riqueza propia, pero buscando la armonía final, la
armonía, y eso es lo que cuenta. Y no le tengan miedo al conflicto, pero
háblenlo y busquen caminos de solución. Amen a su patria, a sus
conciudadanos y, sobre todo, amen a los más pobres. Así serán ante el
mundo un testimonio de que otro modelo de desarrollo es posible. Estoy
convencido, por la propia historia de ustedes, de que tienen la fuerza
más grande que existe: su humanidad, su fe, su amor. Ese ser del pueblo
paraguayo que lo distingue tan ricamente entre las naciones del mundo''.
''Y
pido a la Virgen de Caacupé, nuestra Madre, que los cuide, que los
proteja, y les que los aliente en sus esfuerzos. Que Dios los bendiga y
recen por mí. Gracias''.