CIUDAD DEL VATICANO (http://es.radiovaticana.va / http://www.news.va - Septiembre 8 de 2016). El Papa FRANCISCO recibió en la Sala del Consistorio a los
participantes del primer encuentro ‘América en diálogo – Nuestra casa
común’ que se lleva a cabo en Roma a quienes invitó a trabajar y a
impulsar iniciativas de forma conjunta, “para que entre todos tomemos conciencia del cuidado y protección de la casa común, construyendo un mundo cada vez más humano, donde nadie sobra y donde todos somos necesarios”.
“América en diálogo – Nuestra casa
común” reúne a participantes, pertenecientes a distintas tradiciones
religiosas y procedentes de varios países que se han centrado en torno a
la Encíclica Laudato Si
y ha sido organizado por el Instituto del Diálogo Interreligioso
(I.D.I.) de Buenos Aires y por la Organización de los Estados
Americanos (O.E.A.) quienes cuentan con el auspicio del Consejo
Pontificio para el Diálogo Interreligioso.
El encuentro tiene por objetivo “discutir sobre la creación de un Instituto de Diálogo que tenga una dimensión continental americana”
y, según explicaron los organizadores, “de cara a los desafíos actuales
al diálogo interreligioso, resulta evidente la importancia que los
creyentes de las diferentes tradiciones religiosas busquen juntos los
modos para amar, curar y custodiar el creado para el bien de toda la
humanidad”.
Por su parte, el Papa FRANCISCO manifestó su alegría porque este encuentro se haya centrado en el estudio de la Encíclica Laudato Si
y explicó: “En ella he querido llamar la atención sobre la importancia
de amar, respetar y salvaguardar nuestra casa común. No podemos dejar de
admirarnos por la belleza y la armonía que existe en todo lo creado; es
ese regalo que Dios nos hace para que podamos hallarlo y contemplarlo
en su obra. Es importante apostar por una «ecología integral», en el que
el respeto por las criaturas valore la riqueza que encierran en sí
mismas y ponga al ser humano como culmen de la creación”.
Además, el Santo Padre recordó el
importante papel que tienen las religiones para promover el cuidado y el
respeto del medio ambiente: “La fe en Dios nos lleva a reconocerlo en
su creación, que es fruto de su amor hacia nosotros, y nos llama a
cuidar y proteger la naturaleza. Para esto, es necesario que las
religiones promuevan una verdadera educación, a todos los niveles, que
ayude a difundir una actitud responsable y atenta hacia las exigencias
del cuidado de nuestro mundo; y, de modo especial, proteger, promover y
defender los derechos humanos”.
Cultura del encuentro
Una vez, el Papa FRANCISCO hizo un llamado a las diferentes
tradiciones religiosas a ser “una fuente necesaria de inspiración para
fomentar una cultura de encuentro” ya que es fundamental “la cooperación
interreligiosa, basada en la promoción de un diálogo sincero y
respetuoso”.
“Si no existe respeto recíproco no existirá diálogo interreligioso;
es la base para poder caminar juntos y afrontar desafíos. Este diálogo
está fundado en la propia identidad y en la confianza mutua que nace
cuando soy capaz de reconocer al otro como don de Dios y acepto que
tiene algo que decirme. Cada encuentro con el otro es una pequeña
semilla que se deposita; si se riega con el trato asiduo y respetuoso,
basado en la verdad, crecerá un árbol frondoso, con multitud de frutos,
donde todos podrán cobijarse y alimentarse, nadie estará excluido, y en
él todos formarán parte de un proyecto común, uniendo sus esfuerzos y
aspiraciones”.
Por otro lado, el Obispo de Roma aseguró que todos los creyentes
están llamados a ser defensores de la creación y de la vida en todas sus
etapas.
“En este camino de diálogo, somos testigos de la bondad de Dios, que
nos ha dado la vida; esta es sagrada y debe ser respetada, no
menospreciada. El creyente es un defensor de la creación y de la vida,
no puede permanecer mudo o de brazos cruzados ante tantos derechos
aniquilados impunemente; el hombre y la mujer de fe están llamados a
defender la vida en todas sus etapas, la integridad física y las
libertades fundamentales, como la libertad de conciencia, de
pensamiento, de expresión y de religión. Es un deber que tenemos, pues
creemos que Dios es el artífice de la creación y nosotros instrumentos
en sus manos para lograr que todos los hombres y mujeres sean respetados
en su dignidad y derechos, y puedan realizarse como personas”.
Colaborar con los hombres y mujeres de buena voluntad
“El mundo constantemente nos observa a nosotros, los creyentes, para
comprobar cuál es nuestra actitud ante la casa común y ante los derechos
humanos; además nos pide que colaboremos entre nosotros y con los
hombres y mujeres de buena voluntad, que no profesan ninguna religión,
para que demos respuestas efectivas a tantas plagas de nuestro mundo,
como la guerra y el hambre, la miseria que aflige a millones de
personas, la crisis ambiental, la violencia, la corrupción y el degrado
moral, la crisis de la familia, de la economía, y sobre todo la falta de
esperanza. El mundo de hoy sufre y necesita nuestra ayuda, nos lo está
pidiendo”.
Condenar los actos de terrorismo y de violencia
Además, el Papa animó a los representantes de diferentes religiones
presentes a buscar siempre la paz: “Constatamos con dolor que a veces el
nombre de la religión es usado para cometer atrocidades, como el
terrorismo, y sembrar miedo y violencia y, en consecuencia, las
religiones son señaladas como responsables del mal que nos rodea. Es
necesario condenar de forma conjunta y rotunda estas acciones
abominables y tomar distancias de todo lo que busca envenenar los
ánimos, dividir y destruir la convivencia; hace falta mostrar los
valores positivos inherentes a nuestras tradiciones religiosas para
lograr un sólido aporte de esperanza”.
Por último, el Santo Padre recordó que este encuentro se realiza en
el año del Jubileo de la Misericordia que “tiene un valor universal que
abarca tanto a los creyentes como a los que no lo son, porque el amor
misericordioso de Dios no tiene límites: ni de cultura, ni de raza, ni
de lengua, ni de religión; abraza a todos los que sufren en el cuerpo y
en el espíritu”.
“Que esta circunstancia del Año Jubilar sea una ocasión para abrir
posteriores espacios de diálogo, para salir al encuentro del hermano que
sufre, como también para luchar para que nuestra casa común sea un
hogar, donde todos tengamos cabida y nadie sea excluido ni eliminado.
Cada ser humano es el regalo más grande que Dios nos puede dar”.
(Mercedes De La Torre – RV).