Milán, ITALIA (Agencia Fides, 21/12/2017) – El padre Pietro Gheddo, misionero del Pontificio
Instituto Misiones Extranjeras, falleció ayer, 20 de diciembre, a la
edad de 88 años. Misionero y periodista, era una de las personalidades
más conocidas del mundo misionero italiano. Los funerales se celebrarán
el 23 de diciembre en Milán a las diez de la mañana en la iglesia del
Pime.
Fue ordenado sacerdote el 28 de junio de 1953 por el cardenal Ildefonso
Schuster, futuro beato. Además de sus más de 60 años como misionero, el
padre Gheddo ha escrito 80 libros, ha publicado miles de artículos en
revistas y ha dirigido programas radiofónicos y televisivos, centrados
en el tema de la misión ad gentes, un trabajo del que fue testigo
gracias a sus 80 viajes por todo el mundo. Fue director de “Mondo e
Missione” de 1959 a 1994 y director de la Oficina Histórica del Pime. El
padre Gheddo colaboró además en la elaboración del decreto conciliar
“Ad Gentes” y en los 90 en la encíclica “Redemptoris Missio”. El
misionero fue también colaborador de la Agencia Fides: hoy lo recordamos
volviendo a publicar esta entrevista que lanzó la Agencia Fides en 2003
con ocasión de su jubileo sacerdotal, poco después de la publicación de
su libro “La missione continua. Cinquant'anni a servizio della Chiesa e
del terzo mondo” (San Pablo 2003). Una
entrevista que toca temas de actualidad.
Padre Gheddo ¿cómo valora este medio siglo de misión “ad gentes”?
Quería contar, documentando lo que digo con mi experiencia, cómo la
misión ad gentes ha cambiado de 1953 a 2003, es decir, en mis 50 años de
sacerdocio y periodismo misionero. La idea central que me guió fue
esta: las generaciones jóvenes no saben casi nada del tiempo
preconciliar y del Concilio Vaticano II (1962-1965), que he yo seguido
de cerca, como un “experto” de la Comisión de Misiones (nominado por
Juan XXIII en 1962) y como periodista de l'Osservatore Romano. Me
pareció interesante comenzar describiendo cómo era la misión ad gentes
en los años cincuenta, cómo ha cambiado y cómo es hoy. Destaqué el
progreso y las dificultades del mundo misionero, y también los caminos
para recuperar el impulso en la tarea de proclamar el Evangelio y de
convertir a los hombres a Cristo, siempre según mi experiencia como uno
que ha visitado y estudiado las jóvenes Iglesias.
Hoy hablamos de la misión más que ayer, pero las vocaciones misioneras y
la ayuda están disminuyendo ¿Quizás porque los misioneros son vistos
como aquellos que “cavan pozos, construyen escuelas y hospitales, ayudan
a los pobres, a los huérfanos y a los prisioneros”, como lo hacen
muchas otras organizaciones internacionales?
Me temo que hoy el misionero no suele mostrar a la opinión pública lo
que realmente es: un enviado de la Iglesia para llevar a cabo el
objetivo de misionar entre los pueblos, es decir, llegar a los no
cristianos, para evangelizarlos y fundar la Iglesia “en aquellos pueblos
donde no existe”. Es decir, proclamar a Jesucristo y bautizar a los que
creen en Él, comenzando las primeras comunidades cristianas en todo el
mundo (“Ad Gentes”, n. ° 6). Por lo tanto, si el misionero es visto como
un trabajador social, -o con otro papel social o político que sea
respetable-, y no como un evangelizador, entonces no podemos quejarnos
de que las vocaciones y la ayuda a las misiones disminuyan.
¿Cree que la “missio ad gentes” volverá a ocupar un lugar importante?
Sin duda sí, porque todos los hombres necesitan el Evangelio y no debe
olvidarse que aproximadamente la mitad de la humanidad, -más de tres mil
millones de hombres-, nunca ha oído hablar de Jesucristo. Dedico una
buena parte del libro a explicar cómo se lleva a cabo hoy la misión
dirigida a los no cristianos. Hay muchas novedades de las que no nos
damos cuenta nosotros, que vivimos en los países del arraigado
cristianismo. Cada vez estoy más convencido de que son la misión ad
gentes y las Iglesias jóvenes dirigidas hacia los no cristianos las que
pueden renovar la “Nueva Evangelización” en nuestros países que cuentan
con dos mil años de cristianismo. Y ya nos están renovando no solo en
los métodos pastorales, sino en el entusiasmo de la fe que conduce a la
misión.
Uno de los temas de su libro está relacionado con el mundo de las
comunicaciones. ¿Qué tipo de ayuda pueden proporcionar estos medios a la
misión?
No es suficiente trabajar al servicio del Evangelio, también debemos
informar, comunicar, contar las maravillas que obra el Espíritu en cada
parte del mundo. A menudo, visitando las misiones, más recientemente en
Indonesia, digo, “aquí están experimentando los primeros días después
del anuncio del Evangelio y el Espíritu Santo actúa hoy como en tiempos
de los apóstoles”. El Espíritu no ha envejecido, nunca se ha marchado.
Las Iglesias jóvenes son las que pueden darnos el entusiasmo de la fe,
si tan solo conociésemos lo que sucede y si los misioneros vivieran su
experiencia con el asombro rejuvenecedor que da fe. Estamos todos
demasiado enfermos de pesimismo, de desaliento, creemos que el mundo y
la Iglesia van de mal en peor. No es cierto, el mundo y la Iglesia son
guiados por Dios, por el Espíritu Santo que camina hacia el Reino de
Dios: la vida de las jóvenes Iglesias y de las misiones lo demuestran.
¿Cuál es el camino que debe seguir la misión en el Tercer Milenio para
que se lleve a cabo “la primavera misionera” indicada por el Papa en la
Redemptoris Missio?
La misión es una obra de fe. Sin fe en Cristo, el único Salvador del
hombre, no se comprende. Estamos en un momento de declive en el espíritu
misionero, precisamente porque la fe, al menos en nuestros países, se
ha vuelto difusa, ya no tiene la fuerza del pasado. El “tiempo de las
certezas” ha pasado y hoy la cultura moderna es la del “pensamiento
débil”, la “filosofía de la duda sistemática”. En el libro insisto en
esto, aportando ejemplos concretos y positivos, porque las teorías no
son suficientes, la renovación cristiana de nuestro pueblo vendrá cuando
la dirijamos hacia la fe y la misión, como dice el Papa: “¡La fe se
fortalece al darla!” (Redemptoris Missio, No. 2).
El último capítulo de su libro está dedicado a “El futuro de la misión” ...
La misión de la Iglesia sigue siendo la misma, pero debe avanzar mucho
para adaptarse a los tiempos, lugares y pueblos donde se lleva a cabo:
una misión con diálogo, con una fuerte apertura a las culturas locales,
comprometida con la promoción del hombre y de los pueblos, favoreciendo
la atención a los últimos y a los derechos de los hombres y las mujeres.
Pero siempre manteniendo firmemente el principio de que Cristo es el
único Salvador del hombre. Además, debe decirse que la misión está
todavía comenzando. Pensemos solamente en que en África, con más de mil
idiomas hablados, el Evangelio solo se traduce a unos 300 de ellos. En
Asia hay regiones inmensas en las que no hay nada cristiano, nada
católico. Estoy convencido de que el tema misionero volverá a ser de
gran relevancia para la Iglesia en estos tiempos de globalización. Hay
valores “misioneros”, como saber mirar más allá de nuestras fronteras,
como considerar a todos los pueblos como iguales y hermanos,
como tener un corazón y una mentalidad tan