Bangui, REPÚBLICA CENTROAFRICANA (Agencia Fides, 18/01/2018) - “¿Cuál es la esperanza para nuestro país a
principios de este año?”, se preguntan los Obispos de la República
Centroafricana en el mensaje publicado al final de su Asamblea Plenaria,
el domingo 14 de enero.
Una pregunta legítima dada la dramática situación del país que ha
surgido durante el transcurso de los trabajos de la reunión. Los obispos
delinean una situación dramática de las condiciones de seguridad, al
tiempo que reconocen “los esfuerzos para consolidar la paz a nivel
nacional con el inicio del restablecimiento de la Autoridad del Estado, a
través del nombramiento de prefectos y subprefectos”.
“Desafortunadamente - afirma el mensaje enviado a la Agencia Fides - a
nivel social, los dolorosos acontecimientos que han ocurrido en los
últimos tiempos en algunas prefecturas como Haut-Mbomou, Mbomou,
Haute-Kotto, Basse-Kotto, Ouaka, Nana-Gribizi, Ouham, Ouham-Pendé y
Nana-Mambéré, nos llevan a creer que nuestro país continúa hundiéndose
en el abismo”.
“Los grupos armados siempre crean anarquía e imponen sus
leyes a los civiles exhaustos que ya no saben de dónde les llegará la
ayuda. En nuestras diócesis somos testigos cotidianos de esta triste
realidad y deploramos el hecho de que nuestro país esté siempre bajo la
presunción de la arrogancia y la intrusión de milicias armadas que no
quieren que la guerra se termine”.
“Las bandas armadas todavía están realizando incursiones y masacres,
violaciones y vandalismo entre las poblaciones civiles. Las aldeas son
vandalizadas y quemadas. Los habitantes son torturados y asesinados sin
escrúpulos” denuncian los obispos.
En Centroáfrica esta presente desde hace años una misión de Cascos
Azules de la ONU, la MINUSCA, para ayudar a las autoridades locales a
restablecer las condiciones de seguridad. Pero los obispos se lamentan
de “la lentitud y la inacción de algunos contingentes de la MINUSCA en
su trabajo para mantener la paz”, hasta el punto de que “las poblaciones
locales desean ardientemente el despliegue de las fuerzas de seguridad
centro-africanas; desafortunadamente, tan pronto como son desplegadas,
algunos de sus elementos se dedican inmediatamente a extorsionar a la
población”.
La inseguridad y la sensación de abandono del estado se traducen en la
falta de instalaciones educativas y sanitarias. A expensas de los
jóvenes, tanto es así que los obispos afirman que “el futuro de los
hijos de nuestro país es incierto y muy sombrío”. “Las niñas y niños
están expuestos a todas las formas de violencia, incluido el abuso
sexual de todo tipo y el alistamiento forzado en grupos armados”.
También la Iglesia ha sufrido ataques y persecuciones. Entre estos esta
“la agresión cobarde y criminal contra el padre Blaise Bissialo en la
parroquia de Cristo de Tokoyo en Bangassou y los
intentos de intimidar a los agentes pastorales”.
La Conferencia Episcopal pide a la comunidad internacional que “continúe
acompañando y apoyando el proceso de paz en Centroáfrica” y a las ONG
“que pasen en cuanto sea posible de la fase de emergencia a la de
recuperación y desarrollo”, mientras que terminan dirigiendo un
llamamiento apremiante a los grupos armados para que “en nombre de Dios
depongan las armas y detengan los crímenes y los sufrimientos de
nuestros compatriotas, el saqueo de los recursos naturales y el mal
funcionamiento del Estado”.
Para terminar, los obispos recuerdan al pueblo centro-africano, “que la
seguridad, antes que nada es un compromiso y una actitud personal,
comunitaria y nacional a través de palabras, actos y comportamientos
patrióticos (rechazo del odio, respeto, unidad, dignidad)”.