Asunción, PARAGUAY (Agencia Fides, 02/05/2018) - “Caminando de la mano con ella, en estos 23
años he recogido más de 5.000 testimonios de gracias recibidas: curación
de enfermos, personas que han podido desintoxicarse, que han decidido
no abortar, que han encontrado trabajo”: así lo dice Nancy Melgarejo
hablando con la Agencia Fides sobre María Felicia Guggiari, conocida
como Chiquitunga, una joven carmelita descalza que será la primera mujer
beatificada este 23 de junio en Paraguay, la tierra del amado jesuita,
San Roque González.
Las hermanas de Nancy, hoy Carmelitas, le hicieron conocer la historia
de esta chica nacida en Villarica el 12 de enero de 1925 y que se fue al
cielo con solo 34 años, después de una vida de apostolado alegre y de 4
años en un convento en Asunción. Siendo adolescente, María Felicia (que
en el convento agregó “de Jesús en el Santísimo Sacramento” a su
nombre) entró en Acción Católica, fue catequista y se dedicó con celo a
las obras de misericordia con enfermos y prisioneros. La donación
personal, el amor al Señor, la adoración al Santísimo Sacramento y la
alegría profunda y constante son las características por las que los
obispos del Paraguay la quieren declarar patrona de la juventud.
Nancy ilustra las muchas manifestaciones de afecto y fe que han
precedido a la beatificación. Ella misma ha reunido en un libro que se
acaba de publicar 51 testimonios sobre “Chiquitunga” (como la llamaba su
padre cariñosamente) entre las cuales está la suya propia: por
complicaciones, la gestación de su primer hijo, Lucas, había sido
declarada incompatible con la vida de su madre, a la que le aconsejaron
abortar.
Después de la intercesión de María Felicia, todo salió bien y Lucas
nació y creció sano. Desde entonces, Nancy Melgarejo ha dedicado su vida
a Chiquitunga. “Le prometí que a partir de entonces me ocuparía de
darla a conocer al mundo. Tenemos una santa que conoce todo sobre
Paraguay - injusticias, problemas, corrupción, pobreza... - y quiere
ayudarnos y ayudar a los jóvenes”. Nancy es una misionera: además de
recoger testimonios, se dedica a vivir y difundir el apostolado y la
espiritualidad de Chiquitunga, y ha formado un grupo de personas que
visitan a los presos y a las personas enfermas, brindando el apoyo de la
fe a través de su veneración e intercesión. No faltan quienes,
acompañando a alguna persona del grupo, descubren su vocación a este
servicio, incluso tratándose de personas que no frecuentaban mucho los
sacramentos. Una palabra de Chiquitunga, una oración, la historia de
algunos episodios de su vida, son de ayuda para aquellos que a menudo
han
olvidado a Dios y viven “sin saber dónde ir”, en un cierto vacío
existencial, según Melgarejo.
Gracias al artista Koki Ruiz, el gran retablo del altar para la Misa
presidida por el Papa Francisco durante su visita a Paraguay en 2015,
realizada con miles de elementos naturales como calabazas, mazorcas de
maíz y semillas, mostró un símbolo de la veneración a Chiquitunga, a
través del trabajo de Nancy y de algunos voluntarios que escribieron
sobre las 22.800 frutas de un tipo de coco pequeño de la zona que
componían la zona central del altar, peticiones y oraciones de los
fieles a María Felicia.
Ahora, el mismo Ruiz inspirándose en la vida de la que pronto será
beata, ha realizado el retablo para la ceremonia de beatificación con
miles de rosarios llegados desde todo el mundo (incluido uno enviado por
el Papa).
Entre las manifestaciones de afecto y fe que atestiguan el amor de la
gente por la futura beata, enumeramos la obra teatral sobre su vida,
realizada con estudiantes, presentada en varias ciudades del país en
febrero, otros tres libros, incluido el “Diario íntimo” de la misma
María Felicia y un documental del famoso director Juan Carlos Maneglia
llamado “Jazmines del alma”. “Ella nos enseña a aceptar los designios de
Dios, a aprender qué cosas son agradables al corazón de Dios. Nos lleva
a ser simples y pequeños como ella, y nos guía en nuestro camino hacia
Dios”, concluye Nancy Melgarejo, para la cual, esta esperada celebración
de la beatificación no es un punto de llegada, sino un comienzo.