Bangui, REPÚBLICA CENTROAFRICANA (Agencia Fides, 05/05/2018) - “En la República centro-africana se combate una
guerra de intereses. Los políticos hacen presión sobre las diferencias
para enriquecerse. Pero la población no quiere la guerra y a parte de
los milicianos que son pagados para luchar, todos buscan la
convivencia”. Diletta es una de las cinco focolarinas consagradas de la
comunidad de Bangui, la capital centro-africana. Desde hace años, fiel
al carisma de su movimiento de los Focolares, trabaja por la unidad y el
diálogo entre las comunidades de su País. Un diálogo que, visto desde
fuera, parece difícil pero que ella, con la fuerza de la fe, considera
no solo deseable, sino también posible.
“Desde el estallido de la guerra civil en 2013 - explica Diletta - una
mentalidad de violencia se ha infiltrado entre las personas. Intentamos
desactivar el mecanismo que lleva a la violencia para abrir la puerta a
la reconciliación. Y, día a día, vemos que las personas no pueden más
con todas estas divisiones, ataques, derramamiento de sangre, violencia
de todo tipo. Aunque el conflicto no parece detenerse, sabemos que
terminará porque es una guerra que solo quieren los políticos, no la
gente común”.
En un Bangui dividido por la guerra, donde los barrios predominantemente
musulmanes no se comunican con los de mayoría cristiana, las cinco
focolarinas no temen ir por la calle y trabajar en el campo de la
solidaridad. Visitan prisiones, hospitales, orfanatos, tratando de estar
cerca de los últimos. Eeste año han comenzado con la escuela de Santa
Clara, un complejo que alberga una escuela materna y tres clases de
primaria. “A través de la educación - continúa Diletta -, tratamos de
hacer que los pequeños crezcan con una mentalidad acogedora hacia los
demás. Especialmente si los demás son musulmanes, porque los musulmanes
cada vez más son vistos de forma negativa”.
Las cinco consagradas también llevan a cabo un curso de formación para
niños y jóvenes fuera de las aulas de la escuela. “A través del juego,
el teatro, el arte”, observa Diletta, “enseñamos a los niños los valores
de la no violencia y tratamos de construir una conciencia cívica en
ellos. Lo mismo hacemos con los más grandes. Para ellos organizamos
eventos musicales, poesía, concursos de baile, eventos culturales. Los
musulmanes siempre están involucrados en nuestras iniciativas. No les
hablamos de Jesús, porque para ellos no es una figura tan importante,
sino de la importancia de la amistad y de la vida. Valores que son
comunes y de los cuales hablan nuestros textos sagrados. En una
iniciativa que hemos organizado recientemente han participado más de un
centenar de musulmanes, acompañados por tres imanes”.
Sin embargo no todo es tan sencillo. Cuando ocurren incidentes, como el
ataque del 1 de mayo en la parroquia Notre Dame de Fatima que ha causado
24 muertos y 170 heridos, reunirse se hace muy difícil. “Cuando hay
enfrentamientos - concluye Diletta -, las comunidades se cierran. Pero
es un hecho más físico que mental. Después de los enfrentamientos, por
temor a represalias, ni los musulmanes ni los cristianos abandonan sus
barrios. Esto no significa que se cree un muro entre nosotros. Hablamos
por teléfono. Hablamos unos con otros. Y, tan pronto como es posible,
volvemos a encontrarnos. Créanme, la paz volverá porque la paz está en
los corazones de las personas”.