Asunción, PARAGUAY (Agencia Fides, 20/05/2020) – “En el Año de la Palabra de Dios que celebra
nuestra Iglesia en Paraguay, Dios ha buscado la forma de hacer más viva y
presente la Buena Noticia. Los templos han estado vacíos, pero los
púlpitos se han llenado de la Palabra de Vida Eterna. Esperamos que,
respetando las medidas de higiene y bioseguridad necesarias, podamos
pronto volver a reunirnos para compartir la fracción del pan y los
sacramentos de la Iglesia. Mantengamos viva la fe, que no decaiga
nuestro ánimo, como nos dijo San Juan Pablo II”. Esta es la exhortación
que los obispos del Paraguay han dirigido a la comunidad de fieles el 19
de mayo. “El centenario del nacimiento de San Juan Pablo II, que siendo
Papa nos visitó hace 32 años, coincide con la ocasión de este mensaje
pastoral – explican -. Recordamos de su ministerio y de su magisterio su
fe convencida y firme… El Papa Juan Pablo II, nos visitó para
confirmarnos en la fe, la esperanza y la caridad, animándonos
a no desistir del sueño y del compromiso de un Paraguay reconciliado y
fraterno”.
En su mensaje, recibido en la Agencia Fides, los obispos recuerdan que
“el Papa Juan Pablo II, nos visitó para confirmarnos en la fe, la
esperanza y la caridad, animándonos a no desistir del sueño y del
compromiso de un Paraguay reconciliado y fraterno”. Ante el cansancio,
el miedo a la enfermedad, la angustia por el pan cotidiano, el hastío
por la corrupción, el sentimiento de inseguridad y de vulnerabilidad por
el fututo, invitan a todos a elevar juntos: “nuestras plegarias, para
que, desde la solidaridad internacional y nacional, se puedan ofrecer
soluciones científicas, técnicas, económicas y administrativas, para
sostener la vida, proteger la convivencia y abrir nuevos y mejores
caminos para la humanidad”. Los obispos del Paraguay instan a todos a
ser “solidarios en esta adversidad”, y recuerdan las palabras de San
Juan Pablo II sobre la valorización de la cultura local para superar las
pruebas.
El mensaje se compone de cinco puntos, en los que se recuerdan también
las palabras del Papa Juan Pablo II. El primero, “Avivemos la esperanza,
no el miedo”, recuerda que “como cristianos debemos ser prudentes,
buscar la sabiduría, escuchar el consejo de los médicos y protegernos.
Pero más aún, debemos renovar nuestro compromiso con Cristo en cada
enfermo, con el prójimo que está solo, en condiciones vulnerables, lejos
de su casa y de su familia… Para fortalecer la esperanza debemos
apoyarnos más fuertemente en la fe y en el amor, que nos humaniza y nos
mueve a hacer el bien”. En el segundo punto titulado “Saquemos fuerza de
la debilidad, para atender con hospitalidad a los más vulnerables”,
escriben: “Nuestra fortaleza cristiana se manifiesta en la capacidad de
atender y cuidar al extraño, al abandonado, al visitante, al necesitado,
compartiendo lo que tenemos, aunque sea poco”.
Luego, en el tercer punto, exhortan a sostener “la valentía de la
solidaridad”, a cuidar de las familias y la educación. Muchos han
perdido el trabajo y no pueden sostener a sus familias. La economía
entra en una fase de recesión. Aumentan los de casos de violencia
intrafamiliar y hechos de delincuencia, por todo ello “Debemos decidir
entre el egoísmo o la generosidad, optar por la construcción de un mundo
más cristiano y más humano, cuidando de la integridad de las personas,
velando por la vida de las familias, sumando los esfuerzos solidarios de
todos para el pan, el techo, el trabajo, la salud y la educación”.
El cuarto punto pide un “liderazgo con una moral elevada, comprometido
con la vida y con un nuevo Paraguay”. “Nuestra misión de pastores y de
todos los cristianos – escriben - es edificar una sociedad más sana en
lo moral y llena de paz en la convivencia. La moralidad pública es el
presupuesto que hace posibles los más grandes ideales de justicia, paz,
libertad y participación”, luego subrayan que “La hora que vivimos
debemos entenderla como el llamado de Dios para los que ocupan una
posición de liderazgo y para todos los ciudadanos. Es la hora de tomar
las decisiones correctas, de hacer los cambios necesarios y de plantear
los planes adecuados para el desarrollo integral de nuestro país en
beneficio de todos”.
Por último, en el quinto punto, los obispos invitan a dirigirse a la
Virgen de Caacupé: “Ella no nos abandona en nuestra pobreza, en nuestra
enfermedad, en las situaciones de olvido social, y nos pide que no nos
desanimemos, que tengamos fe en su Hijo Jesús, que escuchemos su Palabra
y sigamos juntos como sus discípulos”.