Caracas, VENEZUELA (Agencia Fides, 22/05/2020) – Los obispos venezolanos y las organizaciones
de la Iglesia Católica que se ocupan de las poblaciones indígenas, han
expresado su solidaridad y preocupación por cuanto acontece a los
pueblos indígenas, como han expresado en su “Documento Sobre la
situación del Covid-19”, y hacen suyos "sus clamores, dolores y
angustias".
En el comunicado recibido en la Agencia Fides, que lleva la fecha del 20
de mayo, se subraya que se trata de “una situación desesperada que se
agrava aún más con la aparición del Covid-19”. La pandemia y el
aislamiento que se deriva de ella “viene a profundizar el grave
deterioro de las condiciones de vida de los pueblos indígenas en general
y de los amazónicos en particular, producto de la sistemática exclusión
de sus derechos a los bienes y servicios necesarios para una vida
digna”. El documento subraya que la incertidumbre que genera la Pandemia
“se suma a la situación de abandono de los pueblos indígenas y al
nefasto influjo de la explotación minera, con las consecuencias de
evidentes peligros para el futuro de estos pueblos”.
En el documento se indican 6 puntos que son prioritarios. No se conoce
sobre un protocolo específico para la atención de los pueblos indígenas
en caso de contagio. En algunas comunidades se realizan operativos de
prevención y se exigen medidas de higiene sin garantizar el servicio de
agua potable e ignorando la precariedad económica de las familias. Los
dispensarios y puestos de salud, en las comunidades indígenas, no
cuentan con la mínima presencia de personal sanitario y dotación que
permita resolver situaciones médicas básicas. Muchos indígenas han
quedado atrapados en las cabeceras de los municipios donde se
encontraban y no existe una propuesta para volver a sus hogares.
La cuarentena obligatoria impide a los indígenas trabajar en sus campos o
en la pesca, reduciéndolos así al hambre, además la falta de transporte
y de suministro de combustible dificulta la comercialización de los
productos agrícolas, pescados y artesanías, intensificando la ya
precaria realidad que viven los pueblos indígenas.
En particular la situación educativa es alarmante: la falta de
combustible impide a los estudiantes llegar a los establecimientos
educativos, mientras que en la mayoría de las localidades no hay
electricidad, ni señal de televisión ni de internet. La actividad minera
desbocada produce incursiones violentas y armadas para oponerse a
poblaciones que se resisten a ver destruidas sus tierras, sus aguas y
sus culturas.
Los firmatarios del documento, Episcopado venezolano (CEV), Consejo
Misionero Nacional (COMINA), Red Eclesial Panamazónica (REPAM) de
Venezuela, Obras Misonales Pontificias (OMP), Conferencia venezolana de
los religiosos y de las religiosas (CONVER), Consejo nacional de laicos
(CONALAI), exigen “en nombre del Dios de la Vida”, “que se detenga esta
barbarie”, y “se realice ante la Pandemia un plan de atención para los
pueblos indígenas”.
Por último se reconoce “el trabajo silencioso y heroico de tantos
misioneros y misioneras quienes enfrentando dificultades inmensas, en
medio de tantos sufrimientos y corriendo la misma suerte de nuestros
hermanos indígenas, hacen presente el amor misericordioso de Dios que
alimenta, cura, consuela y restablece la dignidad humana”. A los
hermanos indígenas una vez recuerdan que “no están solos”, ya que “sus
anhelos y pesares son también los de la Iglesia”.