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Quito, ECUADOR, 7 de julio de 2015
(VIS).- Más de un millón de personas asistieron ayer a la primera misa
celebrada en Ecuador por el Papa FRANCISCO que ayer se desplazó de la
capital Quito, a Guayaquil donde visitó el Santuario de la Divina
Misericordia, segundo lugar de culto del país, construido por voluntad
de su arzobispo Antonio Arregui Yarza entre 2009 y 2013 para dar cabida a
2.300 personas.
A
su llegada al Santuario el Santo Padre fue acogido por una inmensa
multitud con la que antes de dejar el templo rezó un Ave María y a la
que saludó con estas palabras: ''Ahora voy a celebrar misa y los llevo a
todos ustedes en el corazón. Voy a pedir por cada uno de ustedes, le
voy a decir al Señor, Vos conocéis el nombre de los que estaban ahí. Le
voy a pedir a Jesús para cada uno de ustedes mucha misericordia, que los
cubra con su misericordia, que los cuide. Y a la Virgen que esté
siempre al lado de ustedes''.
''Y
ahora antes de irme -porque esto es de paso- para la misa donde me dice
el señor Arzobispo que nos corre el tiempo, les doy la bendición, pero
..no, no les voy a cobrar nada… pero les pido por favor que recen por mi.
¿Me lo prometen? Los bendiga Dios todopoderoso, el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. Gracias por el testimonio cristiano''.
Después,
el Pontífice recorrió en automóvil los 25 kilómetros que separan el
Santuario del Parque de los Samanes donde celebró la santa misa dedicada
especialmente a las familias y cuyo evangelio fue el relato de las
bodas de Caná. En su homilía el Papa se centró en la figura de María que
manifiesta a Jesús su preocupación porque los novios no tienen vino.
''Las
bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia -dijo
FRANCISCO- con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que
nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, en amores fecundos,
en amores alegres. Demos un lugar a María, ''la madre'' como lo dice el
evangelista. Y hagamos con ella ahora el itinerario de Caná''
''María
está atenta en esas bodas ya comenzadas, es solícita a las necesidades
de los novios. No se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la
hace ''ser hacia'' los otros. Tampoco busca a las amigas para comentar
lo que está pasando y criticar la mala preparación de las bodas. Y como
está atenta, con su discreción, se da cuenta de que falta el vino. El
vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros
adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no hay
de ese vino. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el
amor se fue, cuándo el amor se escurrió de su vida. Cuántos ancianos se
sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya
sin beber del amor cotidiano, de sus hijos, de sus nietos, de sus
bisnietos. También la carencia de ese vino puede ser el efecto de la
falta de trabajo, de las enfermedades, situaciones problemáticas que
nuestras familias en todo el mundo atraviesan. María no es una madre
''reclamadora'', tampoco no es una suegra que vigila para solazarse de
nuestras impericias, de nuestros errores o desatenciones. ¡María,
simplemente, es madre!: Ahí está, atenta y solícita''.
''Pero
María, en ese momento que se percata que falta el vino, acude con
confianza a Jesús: esto significa que María reza -explicó FRANCISCO- No
va al mayordomo; directamente le presenta la dificultad de los esposos a
su Hijo. La respuesta que recibe parece desalentadora: ''¿Y qué podemos
hacer tú y yo? Todavía no ha llegado mi hora'' Pero, entre tanto, ya ha
dejado el problema en las manos de Dios. Su apuro por las necesidades
de los demás apresura la ''hora'' de Jesús. Y María es parte de esa
hora, desde el pesebre a la cruz.... Ella nos enseña a dejar nuestras
familias en manos de Dios; nos enseña a rezar, encendiendo la esperanza
que nos indica que nuestras preocupaciones son también son
preocupaciones de Dios. Y rezar siempre nos saca del perímetro de
nuestros desvelos, nos hace trascender lo que nos duele, lo que nos
agita o lo que nos falta a nosotros mismos y nos ayuda a ponernos en la
piel de los otros, a ponernos en sus zapatos. La familia es una escuela
donde la oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un
prójimo cercano, patente: que vive bajo el mismo techo, que comparte la
vida y está necesitado''.
''Y
, finalmente, María actúa. Las palabras ''Hagan lo que Él les diga'',
dirigidas a los que servían, son una invitación también a nosotros, a
ponernos a disposición de Jesús, que vino a servir y no a ser servido.
El servicio es el criterio del verdadero amor... Y esto se aprende
especialmente en la familia, donde nos hacemos por amor servidores por
amor los unos de los otros. En el seno de la familia, nadie es
descartado; todos valen lo mismo''.
Allí
en la familia ''se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir
“gracias” como expresión de una sentida valoración de las cosas que
recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y allí se aprende
también a pedir perdón cuando hacemos algún daño, cuando nos peleamos.
Porque en toda familia hay peleas. El problema es después, pedir
perdón.... La familia es el hospital más cercano, cuando uno está
enfermo lo cuidan ahí, mientras se puede. La familia es la primera
escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los
jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la
gran ''riqueza social'', que otras instituciones no pueden sustituir,
que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido
de los servicios que la sociedad presta a sus los ciudadanos. En
efecto, estos servicios... no son una forma de limosna, sino una
verdadera ''deuda social'' respecto a la institución familiar, que es la
base y la que tanto aporta al bien común de todos''.
''La
familia también forma una pequeña Iglesia, la llamamos ''Iglesia
doméstica'', que, junto con la vida, encauza la ternura y la
misericordia divina. En la familia la fe se mezcla con la leche materna:
experimentando el amor de los padres se siente más cercano el amor de
Dios''.
''Y
en la familia - de esto todos somos testigos - los milagros se hacen
con lo que hay, con lo que somos, con lo que uno tiene a mano… y muchas
veces no es el ideal, no es lo que soñamos, ni lo que ''debería ser''.
Hay un detalle que nos tiene que hacer pensar: el vino nuevo, ese vino
tan bueno que dice el mayordomo en las bodas de Caná, nace de las
tinajas de purificación, es decir, del lugar donde todos habían dejado
su pecado… Nace de lo ‘peorcito’ porque ''donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia'' . Y en la familia de cada uno de nosotros y en
la familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil.
Poco antes de comenzar el Año Jubilar de la Misericordia, la Iglesia
celebrará el Sínodo Ordinario dedicado a las familias, para madurar un
verdadero discernimiento espiritual y encontrar soluciones y ayudas
concretas a las muchas dificultades e importantes desafíos que la
familia hoy debe afrontar en nuestros días. Los invito a intensificar su
oración por esta intención, para que aun aquello que nos parezca
impuro, como el agua de las tinajas nos escandalice o nos espante, Dios
–haciéndolo pasar por su ''hora''– lo pueda transformar en milagro. La
familia hoy necesita de este milagro''.
''Y
toda esta historia comenzó porque ''no tenían vino'', y todo se pudo
hacer porque una mujer –la Virgen– estuvo atenta, supo poner en manos de
Dios sus preocupaciones, y actuó con sensatez y coraje. Pero hay un
detalle, no es menor el dato final: gustaron el mejor de los vinos. Y
esa es la buena noticia: el mejor de los vinos está por ser tomado, lo
más lindo, lo más profundo y lo más bello para la familia está por
venir.... El mejor de los vinos está en esperanza, está por venir para
cada persona que se arriesga al amor. Y en la familia hay que
arriesgarse al amor, hay que arriesgarse a amar''.
''Y
el mejor de los vinos – dijo el Papa al millón de personas que lo
esuchaban- está por venir, aunque todas las variables y estadísticas
digan lo contrario. El mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven
derrumbarse todo. Murmúrenlo hasta creérselo: el mejor vino está por
venir. Murmúrenselo cada uno en su corazón: el mejor vino está por
venir. Y susúrrenselo a los desesperados o a los desamorados: Tened
paciencia, tened esperanza, haced como María, rezad, actuad, abrid el
corazón, porque el mejor de los vinos va a venir. Dios siempre se acerca
a las periferias de los que se han quedado sin vino, los que sólo
tienen para beber desalientos; Jesús siente debilidad por derrochar el
mejor de los vinos con aquellos a los que por una u otra razón, ya
sienten que se les han roto todas las tinajas''.
Después
de la bendición final,el Papa se desplazó en automóvil al Colegio
Javier de la Compañía de Jesús, fundado en 1956, donde estudian
actualmente 1560 alumnos y la comunidad está formada por 20 padres
jesuitas con los que el Papa almorzó y tras un breve descanso emprendió
el regreso a Quito para encontrarse con el Presidente de la República.