jueves, 4 de enero de 2018

Santo Padre recibe en Audiencia a la Asociación Teológica Italiana

CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.mx - 4 de enero de 2018).- A las 12.00 horas del 29 de diciembre, último viernes del año, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, el Papa FRANCISCO ha recibido en Audiencia a los Miembros de la Asociación Teológica Italiana en ocasión del 50° aniversario de su fundación.


Texto del discurso del Santo Padre traducido del original italiano por http://catolicidad.blogspot.mx:


DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA ASOCIACIÓN TEOLÓGICA ITALIANA


Sala Clementina
Viernes 29 de diciembre de 2017


Queridos hermanos y hermanas,


Les doy la bienvenida y agradezco a vuestro Presidente por sus palabras. En esto días estamos inmersos en la contemplación gloriosa del misterio de nuestro Dios, que se ha involucrado y comprometido a tal punto con nuestra pobre humanidad para enviarnos a su Hijo y de tomar, en Él, nuestra frágil carne. Cada pensamiento teológico cristiano no puede comenzar siempre e incesantemente desde aquí, en una reflexión que no extinguirá nunca el manantial vivo del Amor divino, que se ha dejado tocar, mirar y saborear en la gruta de Belén.


En el 2017 la Asociación Teológica Italiana ha cumplido medio sigle. Me es grato unirme a vosotros en el dar gracias al Señor por cuantos han tenido el coraje, desde hace cincuenta años, de tomar la iniciativa de dar vida a la Asociación Teológica Italiana; por cuantos se han adherido en este tiempo, ofreciendo su presencia, su inteligencia y su esfuerzo de una reflexión libre y responsable; y sobretodo por la aportación que vuestra Asociación ha dado al desarrollo teológico y a la vida de la Iglesia, con una búsqueda que siempre se ha propuesto – con el esfuerzo crítico que le compete – de estar en sintonia con los pasos fundamentales y los desafíos de la vida eclesial italiana.


Es digno de notar el hecho que la Asociación Teológica Italiana ha nacido, como recita el primer artículo de vuestro Estatuto, «en el espíritu de servicio y de comunión indicado en el Concilio Ecuménico Vaticano II». La Iglesia debe siempre referirse a aquel evento, con el cual ha dado inicio «una nueva etapa de la evangelización» (Bolla Misericordiae vultus, 4) y con la cual se ha asumido la responsabilidad de anunciar el Evangelio de un modo nuevo, más apropiado a un mundo y a una cultura profundamente mutate. Es evidente como aquel esfuerzo da a toda la Iglesia, a los teólogos en particular, de ser impulsado a la enseñanza de una “fidelidad creativa”: en la conciencia que en estos 50 años han ocurrido otros cambios en la confianza que el Evangelio pueda continuar y tocar a las mujeres y a los hombres de hoy. Entonces les pido continuar y permanecer fieles y anclados a vuestro trabajo teológico, al Concilio y a la capacidad que la Iglesia ha mostrado de dejarse fecundar de la perenne novedad del Evangelio de Cristo; así como habéis hecho, por otra parte, en estos decenios, como lo demuestran los temas que vosotros elegisteis y tratados en los Congresos y en los Cursos de actualización, así como el reciente y poderoso trabajo de comentarios de todos los Documentos del Vaticano II.


En particular, es un claro fruto del Concilio y una riqueza de no dispersar el hecho que habíasis advertido y continuar y sentir la exigencia de “hacer teología juntos”, como Asociación, que cuenta con más de 330 teólogos. Este aspecto es un hecho de estilo, que ya expresa algo esencial de la Verdad a cual servicio se pone la teología. No se puede pensar, de hecho, de servir a la Verdad de un Dios que es Amor, eterna comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y cual diseño salvífico es aquel de la comunión de los hombres con Él y entre nosotros, haciéndolo de modo individual, particular o, peor aún, en una lógica competitiva. Aquella de los teólogos no puede que sea una búsqueda personal; sino de personas que están inmersas en una comunidad teológica la más amplia posible, de la cual se sientan y se hagan realmente parte, involucrando lazos de solidaridad y también de amistad auténtica. ¡Esto no es un aspecto accesorio del ministero teologico!


Un ministerio del cual hoy continua e ejercer una gran necesidad de la Iglesia. De hecho verdaderamente que para ser auténticamente creyentes no es necesario haber tomado cursos académicos de teología. Hay un sentido de la realidad de la fe que pertenece a todo el pueblo de Dios, incluso cuantos no tienen medios intelectuales para expresarlo, y que pide ser interceptado y escuchado - pienso en el famoso infalible en creyendo: debemos ir allí a menudo - y son personas también muy simples que saben como agudizarlas “ojos de la fe”. Y en esta fe viva del santo pueblo fiel de Dios que cada teólogo debe sentirse inmerso y de la cual debe saberse soportado, transportado y abrazado. Esto no resta valor, sin embargo, siempre existe la necesidad de aquel específico trabajo teológico por medio del cual, como decía el santo doctor Buenaventura, se puede pervenir al credibile ut intelligibile, a lo que se cree en cuanto viene incluído. Es una exigencia de toda la humanidad de los mismos creyentes, antes que nada, para que nuestra creencia sea plenamente humana y no escape a la sed de conciencia y de comprensión, la más profunda y amplia posible, de lo que creemos. Y es una exigencia de la comunicación de la fe, porque aparece siempre y dondequiera que no sólo no mutila lo que es humano, sino que se presenta siempre como un llamado a la libertad de las personas.



Y sobretodo en el deseo y en la perspectiva de una Iglesia en unión misionera que el ministerio teológico resulta, en este flagrante histórico, particularmente importante y urgente. De hecho, una Iglesia que se replantea así se preocupa, como ha dicho en la Evangelii gaudium, de hacer evidente a las mujeres y alos humanos cual es el centro y el núcleo fundamental del Evangelio, o «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitadoo» (n. 36). Una tarea de esencialidad, en la época de la complejidad y de un desarrollo científico y técnico sin precedentes y en una cultura que ha sido permeada, en el pasado, del cristianismo pero en la cual puede hoy distorcionar visiones del corazón mismo del Evangelio, de hecho hace indispensable un gran trabajo teológico. Porque la Iglesia puede continuar y hacer escuhcar el centro del Evangelio a las mujeres y a los humanos de hoy, porque el Evangelio alcanza realmente a las personas en su singularidad y para permear la sociedad en todas sus dimensiones, es imprescindible la tarea de la teología, con su esfuerzo de pensar en grandes temas de la fe cristiana al interior de una cultura profundamente mutada.



Es necesario de una teología que ayude a todos los cristianos y anunciar y mostrar, sobretodo, el rostro salvífico de Dios, el Dios misericordioso, especie al presencia de algunos desafíos inéditos que implica hoy al humano: como aquella de la crisis ecológica, del desarrollo de las neurosciencias o de las técnicas que pueden modificar al hombre; como aquella de las siempre más grandes desigualdades sociales o de las migraciones de pueblos enteros; como aquella del relativismo teórico pero también de aquel prático. Es necesario, para esto, de una teologia que, como en la mejor tradición de la Asociación Teológica Italiana, esté hecha de cristianos y cristianas que no piensan hablar solo entre ellos, sino saben estar al servicio de las diversas Iglesias y de la Iglesia; y que asumen también la tarea de pensar en la Iglesia para estar en conformidad con lo que el Evangelio debe anunciar.
 

Me complace saber que tantas veces y en diversas formas, incluso recientemente, ya lo habéis hecho: afrontando esplícitamente el tema del anuncio del Evangelio y de la forma Eclesial, de la sinodalidad, de la presencia eclesial en contexto de laicidad y democracia, del poder en la Iglesia. Mi deseo para que vuestra investigación pueda fecundar y enriquecer todo el pueblo de Dios. Y deseo añadir algunos pensamientos que me han venido a la mente mientras les hablaba. No perder la capacidad de sorprenderse; hacer teología en el asombro. El asombro que trae Cristo, el encuentro con Cristo. Es como aire en el cual nuestra reflexión será más fecunda. Y repito otra cosa que he dicho: el teólogo es aquello que estudia, piensa, reflecciones, pero lo hace de rodillas. Hace teología de rodillas, incado, como los grandes Padres. Los grandes Padres que pensaban, oraban, adoraban, alababan: la teología fuerte, que es fundamento de todo el desarrollo teológico cristiano. Y también repido una tercer cosa que he dicho aquí, pero deseo repetirla porque es importante: hacer teología en la Iglesia, es decir en el santo pueblo fiel de Dios, que ha – lo diré con una palabra no teológica – que tiene el “fruto” de la fe. Recuerdo, una vez, en una confesión, el diálogo que tuve con una anciana portuguesa que se acusaba de pecados que no existian, ¡pero era tan creyente! Y yo le hice algunas preguntas y ella respondió bien; al final yo le dije: “Pero, dígame señora: usted ha estudiado en la Gregoriana?”. Era simplemente una mujer simple, sencilla, que tenía el “fiuto”, tenía el sensus fidei, aquel que en la fe no puede equivocarse. El Vaticano retoma esto.
 

Los bendigo de corazón, y por facor, no se olviden de rezar por mí. 


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