Yaundé, CAMERÚN (Agencia Fides, 02/06/2020) - “Aunque las diez regiones del país han sufrido
contagios, en algunas se han verificado más que en otras, con algunos
epicentros desde los cuales los contagios se han propagado al resto de
Camerún. Dichos epicentros son: las ciudades de Yaundé, Douala y
Bafoussam" escribe el p. Moïse Tam Nkudé, CICM, párroco de la parroquia
Notre - Dame de la Paix Gadji, en la diócesis de Batouri, en el este de
Camerún. “El transporte por carretera ha sido un factor importante para
la propagación de la infección desde los centros más afectados al resto
del país”, subraya el sacerdote, quien hace referencia a los datos
reportados por las autoridades.
“Naturalmente, las personas que han dado positivo en Camerún en su
conjunto no muestran la situación real. Es posible que haya muchas más
personas contagiadas. Los centros de salud del país y los hospitales
regionales no tienen equipos o materiales suficientes para hacer pruebas
de forma sistemática”, explica el p. Nkudé “Ya cuidar a los pacientes
de ordinario es problemático. Hoy en Camerún, aparte de los casos
conocidos, notificados o detectados, no se puede tener una idea o la
proporción exacta del desarrollo de COVID-19”. Los factores culturales
también tienen un fuerte impacto en la progresión de la pandemia en el
país. “La enfermedad a menudo comienza en la familia sin que el paciente
y los miembros de la familia lo sepan, exponiéndose al contagio, así
como los vecinos que lo visitan. Se sabe que en África y particularmente
en Camerún, cuando alguien está enfermo, un gran número de familiares,
vecinos y amigos visitan al paciente. Es un problema
antropológico y sociológico" subraya el p. Nkudé. "Una vez que se ha
comprobado que la persona ha contraído la enfermedad COVID-19, los
familiares y amigos también están sujetos a controles, con la
consiguiente crisis psicológica de los mismos”.
El drama se acentúa en caso de muerte del paciente, porque las normas de
salud prohíben que el difunto sea devuelto a la familia. Las
autoridades proceden al entierro inmediato por parte de equipos
especializados. Solo unos pocos miembros de la familia pueden asistir al
entierro. La costumbre quiere que las familias transporten a los
fallecidos a la aldea de origen, para organizar el funeral con todos los
riesgos que esto conlleva. Por esta razón, no está permitido que las
familias se encarguen del funeral. Las operaciones tradicionales de
lavado y vestimenta corporal también están prohibidas por razones de
salud.
“Se han producido enfrentamientos entre las familias y el personal del
servicio de salud y la policía. Algunas familias rechazan los
certificados de defunción emitidos por médicos, que atestiguan que su
ser querido había contraído COVID-19. Por otra parte, hay médicos que
emiten certificados de defunción falsos por dinero para permitir los
funerales", dice el sacerdote.
Evidentemente, las actividades económicas se ven gravemente afectadas
por el bloqueo, especialmente para aquellos que trabajan todos los días
en el sector informal. La violencia familiar ha aumentado, además de los
robos y saqueos. “En las parroquias, las colectas han disminuido
drásticamente. Se han lanzado llamamientos para ayudar a los sacerdotes
en dificultades", dice el p. Nkudé quien concluye haciendo un
llamamiento a la Virgen María para que "apoye a la humanidad que sufre,
para que triunfe la vida sobre la muerte”.