Bangui, REPÚBLICA CENTROAFRICANA (Agencia Fides, 18/06/2020) - Un grupo armado ha retomado las armas en la
República Centroafricana y está generando nuevamente tensión en la
región de Bozoum, en el oeste del país. La emergencia se suma a la
propagación del coronavirus y a la interferencia cada vez más fuerte de
las naciones extranjeras en la política y la sociedad local. Esta es la
imagen delineada a la Agencia Fides por el padre Aurelio Gazzera, un
carmelita que es misionero desde hace años en este país de África
Central.
Desde 2013, cuando las milicias de Seleka derribaron al presidente
François Bozizé, la nación se encuentra en un estado de gran
inestabilidad. En los años que siguieron al golpe de estado contra
Bozizé, los milicianos de Seleka se opusieron gradualmente a los grupos
animistas cristianos reunidos bajo el acrónimo anti-Balaka. “La religión
ha sido instrumentalizada – continúa el padre Gazzera –. Para los
líderes de la milicia es un medio útil para incitar a los milicianos,
casi todos muy jóvenes, pobres y poco educados, contra sus oponentes. La
convivencia, se puede decir sin ser desmentido, ha sido minada por los
comandantes y los políticos”.
La visita del Papa Francisco a Bangui en 2015 puso un freno a la
violencia. Su presencia condujo a un acercamiento de las partes en
conflicto y a más acuerdos de paz. Sin embargo, las firmas en los
documentos no detuvieron la violencia.
“Hace unos días - continúa el misionero -, un grupo de rebeldes rechazó
los acuerdos de Jartum (firmados en 2019, y que trazaban una hoja de
ruta hacia la paz) y retomó las armas. Los milicianos atacaron un
campamento militar. Temíamos que trataran de saquear Bozoum. Por suerte
no han llegado tan lejos y la ciudad se ha salvado”. Estos rebeldes
están vinculados a los pastores de etnia peul y se oponen a los
agricultores locales. “La zona de Bozoum - dice el padre Aurelio - está
habitada por granjeros que con gran esfuerzo cultivan la tierra
alrededor de las aldeas. Periódicamente, los rebaños de bestias de
pastoreo invaden sus tierras destruyendo todo o parte del cultivo.
Cuando los granjeros intentan impedirlo, intervienen los milicianos. Es
una espiral de violencia que parece no tener fin”.
En este contexto, el coronavirus se está extendiendo rápidamente. Los
casos han alcanzado los 1.950. “Al comienzo de la epidemia - continúa el
misionero -, el gobierno cerró de inmediato los aeropuertos, pero
dejaron las carreteras abiertas, especialmente aquellas que conectan
Centroáfrica y Camerún (donde hay más de nueve mil casos). Los contagios
probablemente se han extendido a partir de allí. Las autoridades
sanitarias han aumentado los tampones, pero las instalaciones son
absolutamente insuficientes: 150 camas para Covid-19 en todo el país.
Son muy pocas”.
La Iglesia Católica ha activado una red de solidaridad internacional
que, gracias a las Caritas italianas, la Conferencia Episcopal Italiana y
las Caritas estadounidenses, ha permitido la llegada de material de
protección y ha favorecido la formación de animadores que son enviados a
las aldeas para crear conciencia entre la comunidad.
La interferencia extranjera en el país también continúa. Cada vez es más
voluminosa esta presencia que busca acapararse las riquezas minerales
(oro, hierro, uranio, diamantes) y naturales (maderas preciosas). “Hasta
hace unas semanas - concluye el sacerdote carmelita -, en nuestra área
había compañías chinas que extraían oro del agua. Luego abandonaron la
zona. El daño ambiental causado por su acción sigue siendo
significativo. Desde hace algún tiempo también está los rusos,
protegidos por los mercenarios del Grupo Wagner. Son cada vez más
fuertes e influyentes. Incluso se permiten apoyar campañas de prensa
contra la Unión Europea que había organizado un puente aéreo para traer
ayudas. En Centroáfrica la situación sigue siendo muy delicada e
inestable”.