viernes, 3 de julio de 2015

FRANCISCO: Viaje Apostólico a Sarajevo (Bosnia y Herzegovina) Junio 6 de 2015









ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES
DISCURSO DEL SANTO PADRE

Sábado 6 de junio de 2015


Señores Miembros de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina
Señor Presidente de turno
Miembros del Cuerpo Diplomático
Queridos hermanos y hermanas


Agradezco de corazón a los miembros de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina por su amable acogida, y de modo particular al Señor Presidente de turno Mladen Ivanić por el cordial saludo que, en nombre de todos, me ha dirigido. Es para mí un motivo de alegría encontrarme en esta ciudad, que ha sufrido tanto a causa de los sangrientos conflictos del siglo pasado, y vuelve a ser un lugar de diálogo y de convivencia pacífica. Ha pasado de una cultura de la confrontación, de la guerra, a una cultura del encuentro.


Sarajevo, así como Bosnia y Herzegovina, tienen un significado especial para Europa y el mundo entero. En estos territorios hay comunidades que, desde hace siglos, profesan religiones diferentes y pertenecen a etnias y culturas distintas, cada una con sus características peculiares y orgullosa de sus tradiciones específicas, lo que no ha sido obstáculo para que durante mucho tiempo hayan tenido relaciones de mutua amistad y cordialidad.


Incluso en la misma estructura arquitectónica de Sarajevo se encuentran huellas visibles y permanentes de esas relaciones, ya que en su tejido urbano, a poca distancia unas de otras, surgen sinagogas, iglesias y mezquitas, de tal modo que la ciudad recibió el nombre de la “Jerusalén de Europa”. Representa en efecto una encrucijada de culturas, naciones y religiones; y ese papel requiere que se construyan siempre nuevos puentes, que se sane y restaure los ya existentes, de modo que se asegure una  comunicación fluida, segura y civil.


Tenemos necesidad de comunicarnos, de descubrir las riquezas de cada uno, de valorar lo que nos une y ver las diferencias como oportunidades de crecimiento en el respeto de todos. Se necesita un diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades puedan transmitir los valores de su propia cultura y acoger lo que hay de bueno en la experiencia de los demás.


Así, es posible también curar las graves heridas del pasado reciente, y mirar hacia el futuro con esperanza, enfrentándose con el corazón libre de temores y rencores a los problemas cotidianos que toda comunidad civilizada ha de afrontar.


Dieciocho años después de la visita histórica de san Juan Pablo II, que tuvo lugar casi dos años después de la firma de los Acuerdos de Paz de Dayton, vengo como peregrino de la paz y el diálogo. Me complace ver los progresos realizados, que debemos agradecer al Señor y a tantas personas de buena voluntad. Sin embargo, es importante no contentarse con lo ya logrado, sino procurar que se adopten nuevas medidas para fortalecer la confianza y crear oportunidades para que aumente la comprensión y el respeto mutuos. 


Para facilitar este proceso se requiere la cercanía –¡la cercanía!– y colaboración de la Comunidad internacional, en particular de la Unión Europea, y de todos los países y organizaciones presentes y activas en el territorio de Bosnia y Herzegovina.


Bosnia y Herzegovina forma parte de Europa; sus logros y sus dramas se insertan de lleno en la historia de los éxitos y dramas de Europa, y al mismo tiempo son un serio llamamiento a hacer todo lo posible para que el proceso de paz comenzado sea cada vez más sólido e irreversible.


En esta tierra, la paz y la concordia entre croatas, serbios y bosnios, así como las iniciativas encaminadas a su fortalecimiento, las relaciones cordiales y fraternas entre musulmanes, judíos, cristianos y otras minorías religiosas, tienen una importancia que va más allá de sus fronteras. Testimonian ante el mundo que la colaboración entre los diversos grupos étnicos y religiones para el bien común es posible, que se puede dar una pluralidad de culturas y tradiciones que contribuyan a encontrar soluciones originales y eficaces a los problemas, que incluso las heridas más profundas pueden ser curadas a través de un proceso que purifique la memoria y dé esperanza para el futuro. Hoy, he visto esta esperanza en los niños que he saludado en el aeropuerto –musulmanes, ortodoxos, judíos, católicos y otras minorías– todos juntos, ¡alegres! ¡Esta es la esperanza! Apostemos por ella.


Para oponernos con éxito a la barbarie de los que toman ocasión y pretexto de cualquier diferencia para una violencia cada vez más brutal, tenemos que reconocer los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los cuales podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio.


Los responsables políticos están llamados a la noble tarea de ser los primeros servidores de sus comunidades con una actividad que proteja en primer lugar los derechos fundamentales de la persona humana, entre los que destaca el de la libertad religiosa. De ese modo, será posible construir, con un compromiso concreto, una sociedad más pacífica y justa, para que con la ayuda de todos se encuentre solución a los múltiples problemas de la vida cotidiana del pueblo.


Para ello, es indispensable que todos los ciudadanos sean iguales ante la ley y su aplicación, independientemente de su origen étnico, religioso y geográfico: así todos y cada uno se sentirán plenamente participes de la vida pública y, disfrutando de los mismos derechos, podrán dar su contribución específica al bien común.


Excelentísimos señores y señoras:


La Iglesia católica, a través de la oración y la acción de sus fieles y de sus instituciones, participa en el trabajo de reconstrucción material y moral de Bosnia y Herzegovina, compartiendo sus alegrías y preocupaciones, deseosa de manifestar con decisión su cercanía especial con los pobres y necesitados, inspirada por la enseñanza y el ejemplo de su divino Maestro, Jesús.


La Santa Sede se alegra por todo el camino recorrido en estos años y asegura su compromiso de seguir promoviendo la cooperación, el diálogo y la solidaridad, a sabiendas de que, en una convivencia civil y ordenada,  la paz y la escucha mutua son condiciones indispensables para un desarrollo auténtico y permanente. Espera fervientemente que, con la ayuda de todos y después de que las nubes oscuras de la tormenta han desaparecido finalmente, Bosnia y Herzegovina pueda proceder en el camino emprendido, para que después del frío invierno florezca la primavera. Y aquí se ve florecer la primavera.


Con estos sentimientos, imploro del Altísimo paz y prosperidad para Sarajevo y para toda Bosnia y Herzegovina. Gracias.


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SANTA MISA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Estadio Koševo
Sábado 6 de junio de 2015
Queridos hermanos y hermanas:


En las lecturas bíblicas que hemos escuchado ha resonado varias veces la palabra «paz». Palabra profética por excelencia. Paz es el sueño de Dios, es el proyecto de Dios para la humanidad, para la historia, con toda la creación. Y es un proyecto que encuentra siempre oposición por parte del hombre y por parte del maligno. También en nuestro tiempo, el deseo de paz y el compromiso por construirla contrastan con el hecho de que en el mundo existen numerosos conflictos armados. Es una especie de tercera guerra mundial combatida «por partes»; y, en el contexto de la comunicación global, se percibe un clima de guerra.


Hay quien este clima lo quiere crear y fomentar deliberadamente, en particular los que buscan la confrontación entre las distintas culturas y civilizaciones, y también cuantos especulan con las guerras para vender armas. Pero la guerra significa niños, mujeres y ancianos en campos de refugiados; significa desplazamientos forzados; significa casas, calles, fábricas destruidas; significa, sobre todo, vidas truncadas. Vosotros lo sabéis bien, por haberlo experimentado precisamente aquí, cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor. Hoy, queridos hermanos y hermanas, se eleva una vez más desde esta ciudad el grito del pueblo de Dios y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad: 
¡Nunca más la guerra!


Dentro de este clima de guerra, como un rayo de sol que atraviesa las nubes, resuena la palabra de Jesús en el Evangelio: «Bienaventurados los constructores de paz» (Mt 5,9). Es una llamada siempre actual, que vale para todas las generaciones. No dice: 
«Bienaventurados los predicadores de paz»: todos son capaces de proclamarla, incluso de forma hipócrita o aun engañosa. No. Dice: «Bienaventurados los constructores de paz», es decir, los que la hacen. Hacer la paz es un trabajo artesanal: requiere pasión, paciencia, experiencia, tesón. Bienaventurados quienes siembran paz con sus acciones cotidianas, con actitudes y gestos de servicio, de fraternidad, de diálogo, de misericordia… Estos, sí, «serán llamados hijos de Dios», porque Dios siembra paz, siempre, en todas partes; en la plenitud de los tiempos ha sembrado en el mundo a su Hijo para que tuviésemos paz. 
Hacer la paz es un trabajo que se realiza cada día, paso a paso, sin cansarse jamás.
Y ¿cómo se hace, cómo se construye la paz? Nos lo ha recordado de forma esencial el profeta Isaías: «La obra de la justicia será la paz» (32,17). «Opus iustitiae pax», según la versión de la Vulgata, convertida en un lema célebre adoptado proféticamente por el Papa Pío XII. La paz es obra de la justicia. Tampoco aquí retrata una justicia declamada, teorizada, planificada… sino una justicia practicada, vivida. Y el Nuevo Testamento nos enseña que el pleno cumplimiento de la justicia es amar al prójimo como a sí mismo (cf. Mt 22,39; Rm 13,9). Cuando nosotros seguimos, con la gracia de Dios, este mandamiento, ¡cómo cambian las cosas! ¡Porque cambiamos nosotros! Esa persona, ese pueblo, que vemos como enemigo, en realidad tiene mi mismo rostro, mi mismo corazón, mi misma alma. Tenemos el mismo Padre en el cielo. Entonces, la verdadera justicia es hacer a esa persona, a ese pueblo, lo que me gustaría que me hiciesen a mí, a mi pueblo (cf. Mt 7,12).


San Pablo, en la segunda lectura, nos ha indicado las actitudes necesarias para la paz: «Revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor 
os ha perdonado: haced vosotros lo mismo» (3, 12-13).


Estas son las actitudes para ser “artesanos” de paz en lo cotidiano, allí donde vivimos. Pero no nos engañemos creyendo que esto depende sólo de nosotros. Caeríamos en un moralismo ilusorio. La paz es don de Dios, no en sentido mágico, sino porque Él, con su Espíritu, puede imprimir estas actitudes en nuestros corazones y en nuestra carne, y hacer de nosotros verdaderos instrumentos de su paz. y, profundizando más todavía, el Apóstol dice que la paz es don de Dios porque es fruto de su reconciliación con nosotros. Sólo si se deja reconciliar con Dios, el hombre puede llegar a ser constructor de paz.

Queridos hermanos y hermanas, hoy pedimos juntos al Señor, por la intercesión de la Virgen María, la gracia de tener un corazón sencillo, la gracia de la paciencia, la gracia de luchar y trabajar por la justicia, de ser misericordiosos, de construir la paz, de sembrar la paz y no guerra y discordia. Este es el camino que nos hace felices, que nos hace bienaventurados. 


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ENCUENTRO CON LOS SACERDOTES, RELIGIOSAS, RELIGIOSOS Y SEMINARISTAS EN LA CATEDRAL
DISCURSO DEL SANTO PADRE

Sábado 6 de junio de 2015
Queridos hermanos y hermanas:


Saludo afectuosamente a todos vosotros, así como a vuestros hermanos y hermanas enfermos y ancianos que no pueden estar aquí, pero están con nosotros espiritualmente. Doy las gracias al Cardenal Puljić por sus palabras, como también a Sor Ljubica, al Reverendo Zvonimir y Fray Jozo por sus testimonios. A agradezco a todos el servicio que hacéis al Evangelio y a la Iglesia. He venido a vuestra tierra como peregrino de paz y de diálogo, para confirmar y animar a los hermanos en la fe, y en particular a vosotros, llamados a trabajar “a tiempo completo” en la viña del Señor. Él nos dice: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,21). Esta es la certeza que infunde consuelo y esperanza, especialmente en los momentos difíciles para el ministerio. 


Pienso en los sufrimientos y en las pruebas pasadas y presentes de vuestras comunidades cristianas. Incluso viviendo en esas situaciones, vosotros no os habéis rendido, habéis resistido, esforzándoos por afrontar las dificultades personales, sociales y pastorales con incansable espíritu de servicio. El Señor os lo recompense.


Imagino que la situación numéricamente minoritaria de la Iglesia Católica en vuestra tierra, así como los fracasos del ministerio, en ocasiones os hacen sentir como los discípulos de Jesús cuando, habiendo bregado toda la noche, no habían pescado nada (cf. Lc5,5). Pero es precisamente en estos momentos, si nos fiamos del Señor, cuando experimentamos el poder de su Palabra, la fuerza de su Espíritu, que renueva en nosotros la confianza y la esperanza. La fecundidad de nuestro servicio depende sobre todo de la fe; la fe en el amor de Cristo, del cual nada podrá separarnos, como afirma el apóstol Pablo, que de pruebas entendía (cf. Rm8,35-39). Y también la fraternidad nos sostiene y nos anima; la fraternidad entre sacerdotes, entre religiosos, entre laicos consagrados, entre seminaristas; la fraternidad entre todos nosotros, a quienes el Señor ha llamado a dejarlo todo para seguirlo, nos da alegría y consuelo, y hace más eficaz nuestro trabajo. Nosotros somos testimonio de fraternidad.


«Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño» (Hch 20,28). Esta exhortación de san Pablo –narrada en los Hechos de los Apóstoles– nos recuerda que, si queremos ayudar los demás a ser santos, debemos cuidar de nosotros mismos, es decir, de nuestra santificación. Y, de la misma manera, la dedicación al pueblo fiel de Dios, la inmersión en su vida y sobre todo la cercanía a los pobres y a los pequeños nos hace crecer en la configuración con Cristo. El cuidado del propio camino personal y la caridad pastoral hacía los demás van siempre juntas y se enriquecen mutuamente. No van nunca por separado.
¿Qué significa para un sacerdote y para una persona consagrada, hoy, aquí en Bosnia y Herzegovina, servir al rebaño de Dios? Pienso que significa realizar la pastoral de la esperanza, cuidando las ovejas que están en el redil, pero también yendo, saliendo en la búsqueda de cuantos esperan la Buena Noticia y no saben hallar o reencontrar solos el camino que conduce a Jesús. Encontrar a la gente allí donde vive, incluso aquella parte del rebaño que está fuera del redil, lejos, en ocasiones sin conocer aún a Jesucristo. Cuidar la formación de los católicos en la fe y en la vida cristiana. Animar los fieles laicos a ser protagonistas de la misión evangelizadora de la Iglesia. Por tanto, os exhorto a formar comunidades católicas abiertas y “en salida”, capaces de acogida y de encuentro, y que den testimonio con valentía del Evangelio.


El sacerdote, el consagrado esta llamado a vivir las inquietudes y las esperanzas de su gente; a actuar en los contextos concretos de su tiempo, con frecuencia caracterizado de tensión, discordia, desconfianza, precariedad y pobreza. Ante las situaciones más dolorosas, pidamos a Dios un corazón que sepa conmoverse, capacidad de empatía; no hay mejor testimonio que estar cerca de las necesidades materiales y espirituales de los demás. Es nuestra tarea como obispos, sacerdotes y religiosos hacer sentir a las personas la cercanía de Dios, su mano que conforta y sana; acercase a las heridas y a las lágrimas de nuestro pueblo; no nos cansemos de abrir el corazón y de tender la mano a cuantos nos piden ayuda y a cuantos, quizás por pudor, no la piden, pero tienen gran necesidad. A este respecto, deseo expresar mi reconocimiento a las religiosas, por todo lo que hacen con generosidad y sobre todo por su presencia fiel y solícita.


Queridos sacerdotes, religiosos y religiosas, os animo a proseguir con alegría vuestro servicio pastoral, cuya fecundidad viene de la fe y la gracia, pero también del testimonio de una vida humilde y despegada de los intereses del mundo. No caigáis, por favor, en la tentación de formar una especie de elite cerrada en sí misma. El generoso y transparente testimonio sacerdotal y religioso constituyen un ejemplo y un estímulo para los seminaristas y para cuantos el Señor llama a servirlo. Estando al lado de los jóvenes, invitándolos a compartir experiencias de servicio y de oración, los ayudáis a descubrir el amor de Cristo y a abrirse a la llamada del Señor. Que los fieles laicos puedan ver en vosotros aquel amor fiel y generoso que Cristo ha dejado como testamento a sus discípulos.


Y una palabra en particular para vosotros, queridos seminaristas. Ente los bellos testimonios de consagrados de vuestra tierra, recordamos al siervo de Dios Petar Barbarić. Él une Herzegovina, donde nace, con Bosnia, donde emite su profesión, y une también a todo el clero, tanto diocesano como religioso. Esté joven candidato al sacerdocio, con su vida virtuosa, sea para todos un gran ejemplo.


La Virgen María está siempre con nosotros, como madre presurosa. Ella es la primera discípula del Señor y ejemplo de vida dedicada a Él y a los hermanos. Cuando nos encontramos en una dificultad o ante una situación que nos hace sentir impotentes, nos dirigimos a Ella con confianza de hijos. Y Ella siempre nos dice –como en las bodas de Caná– : «Haced lo que Él os diga» (Jn2,5). Nos enseña a escuchar a Jesús y a seguir su Palabra, pero con fe. Este es su secreto, que como madre nos quiere transmitir: la fe, aquella fe genuina, de la que basta una migaja para mover montañas.


Con este confiado abandono, podemos servir al Señor con alegría y ser por dondequiera sembradores de esperanza. Os aseguro mi recuerdo en la oración y bendigo de corazón a todos vosotros y a vuestras comunidades. Por favor, no se olviden de rezar por mí.



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ENCUENTRO ECUMÉNICO E INTERRELIGIOSO
DISCURSO DEL SANTO PADRE

Centro internacional estudiantil franciscano
Sábado 6 de junio de 2015
Queridos hermanos y hermanas:


Me alegro de poder participar en este encuentro, que reúne a los representantes de las confesiones religiosas presentes en Bosnia y Herzegovina. Saludo cordialmente a cada uno de vosotros y a vuestras comunidades, y agradezco en particular sus amables palabras y las reflexiones que me han propuesto. Y escuchándolas puedo deciros que me han hecho bien.


El encuentro de hoy es signo de un deseo común de fraternidad y de paz; y da fe de una amistad que se ha ido construyendo a lo largo del tiempo y que ya vivís en la convivencia y la colaboración cotidianas. Estar aquí es ya un «mensaje» de ese diálogo que todos buscamos y por el que estamos trabajando.


Quisiera recordar especialmente, como fruto de este deseo de encuentro y reconciliación, la institución, en 1997, del Consejo local para el Diálogo Interreligioso, que reúne a musulmanes, cristianos y judíos. Me congratulo por la obra que el Consejo está desarrollando en la promoción de varias actividades de diálogo, la coordinación de iniciativas comunes y las conversaciones con las Autoridades estatales. Vuestro trabajo es de gran valor para esta región, y en Sarajevo particularmente, cruce de pueblos y culturas, donde la diversidad, por un lado, constituye un gran recurso que ha permitido el desarrollo social, cultural y espiritual de esta región y, por otro, ha sido motivo de dolorosas heridas y sangrientas guerras.


No es casualidad que el Consejo para el Diálogo Interreligioso y las otras valiosas iniciativas en el campo interreligioso y ecuménico surgieran al final de la guerra, como una respuesta a la exigencia de reconciliación y para hacer frente a la necesidad de reconstruir una sociedad desgarrada por el conflicto armado. De hecho, el diálogo interreligioso, tanto aquí como en cualquier parte del mundo, es una condición indispensable para la paz, y por eso es un deber para todos los creyentes (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 250).


El diálogo interreligioso, antes incluso de ser una discusión sobre los grandes temas de la fe, es una «conversación sobre la vida humana» (ibid.). En él se comparte el día a día de la vida concreta, en sus gozos y sus tristezas, con sus angustias y sus esperanzas; se asumen responsabilidades comunes; se proyecta un futuro mejor para todos. Se aprende a vivir juntos, a conocerse y aceptarse con las propias diferencias, libremente, por lo que cada uno es. En el diálogo se reconoce y se desarrolla una convergencia espiritual, que unifica y ayuda a promover los valores morales, los grandes valores morales, la justicia, la libertad y la paz. El diálogo es una escuela de humanidad y un factor de unidad, que ayuda a construir una sociedad fundada en la tolerancia y el respeto mutuo.


Por este motivo, el diálogo interreligioso no puede limitarse solo a unos pocos, a los responsables de las comunidades religiosas, sino que debería extenderse en lo más posible a todos los creyentes, involucrando las distintas esferas de la sociedad civil. Y una atención particular merecen en este sentido los jóvenes, llamados a construir el futuro del País. Sin embargo, es bueno recordar que el diálogo, para que sea auténtico y eficaz, presupone una identidad formada: sin una identidad formada, el diálogo es inútil o perjudicial. Esto lo digo pensando en los jóvenes, pero vale para todos.


Aprecio sinceramente todo lo que habéis hecho hasta ahora y os animo en este compromiso por la causa de la paz, de la que vosotros, como líderes religiosos, sois los primeros custodios aquí en Bosnia y Herzegovina. Os aseguro que la Iglesia católica seguirá dando su pleno apoyo y asegurando su completa disponibilidad.


Todos somos conscientes que todavía hay mucho camino por recorrer. Pero no nos dejemos desanimar por las dificultades y continuemos con perseverancia por el camino del perdón y de la reconciliación. Al hacer justa memoria del pasado, también para aprender las lecciones de la historia, evitemos los reproches y recriminaciones; más bien, dejémonos purificar por Dios, que nos da el presente y el futuro, Él es nuestro futuro: Él es la fuente última de la paz.


Esta ciudad, que en su reciente historia se ha convertido tristemente en un símbolo de la guerra y de su devastación, esta Jerusalén de Europa, hoy, con su variedad de pueblos, culturas y religiones, puede llegar a ser nuevamente signo de unidad, lugar en el que la diversidad no represente una amenaza, sino una riqueza y una oportunidad para crecer juntos. En un mundo desgraciadamente todavía herido por los conflictos, esta tierra puede convertirse en un mensaje: dar fe que es posible vivir uno junto a otro, en la diferencia pero en la humanidad común, construyendo juntos un futuro de paz y de hermandad. Se puede vivir haciendo la paz.


Os doy las gracias a todos por vuestra presencia y por las oraciones que tendréis la bondad de ofrecer por mi servicio. Por mi parte, os aseguro que rezaré también por vosotros, por vuestras comunidades, y lo haré de corazón. El Señor os bendiga a todos.
Ahora os invito a rezar esta oración. Al Eterno, al Único y Verdadero Dios Vivo, al Misericordioso.


Oración


Dios todopoderoso y eterno,
Padre bueno y misericordioso;
Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles;
Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob,
Rey y Señor del pasado, del presente y del futuro;
único juez de todos los hombres,
que recompensas a tus fieles con la gloria eterna.
Nosotros, descendientes de Abrahán según la fe en ti, único Dios,
judíos, cristianos y musulmanes,
humildemente nos ponemos en tu presencia
y con confianza te pedimos
por este país, Bosnia y Herzegovina,
para que puedan habitarlo en paz y armonía
hombres y mujeres creyentes de distintas religiones, naciones y culturas.
Te pedimos, Padre, que esto mismo suceda
en todos los países del mundo.
Refuerza, en cada uno de nosotros, la fe y la esperanza,
el respeto recíproco y el amor sincero
por todos nuestros hermanos y hermanas.
Haz que, con valentía, nos comprometamos
a construir la justicia social,
a ser hombres de buena voluntad,
llenos de comprensión recíproca y de perdón,
pacientes artesanos de diálogo y de paz.
Que todos nuestros pensamientos, palabras y obras
estén en armonía con tu santa voluntad.
Todo sea para tu honor y gloria, y para nuestra salvación.
A ti sea la alabanza y la gloria, por los siglos de los siglos, Dios nuestro. Amén.



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ENCUENTRO CON LOS JÓVENES
DISCURSO DEL SANTO PADRE

Centro diocesano juvenil “Juan Pablo II”
Sábado 6 de junio de 2015




Estos cuatro compañeros vuestros harán algunas preguntas. Yo entregaré a Mons. Semren el discurso “preparado antes”, que os lo dará después. Y ahora hacemos un turno de preguntas y respuestas.

PREGUNTA:

PAPA:


Te respondo así: no puedo responder sin mirar a la persona…
Sí, desde mediados de los años 90, sentí una noche que eso no me hacía bien, me alienaba, me llevaba... y decidí no mirarla.

Cuando quería ver una buena película, iba al centro de televisión del arzobispado y la veía allí. Pero sólo la película... La televisión en cambio me alienaba y me sacaba fuera de mí: no me ayudaba. Por supuesto, yo soy de la edad de piedra, ¡soy antiguo!
Y nosotros ahora –entiendo que los tiempos han cambiado– vivimos en la época de la imagen. Y esto es muy importante. Y en la época de la imagen hay que hacer lo que se hacía en la época de los libros: elegir lo que me hace bien. De esto se derivan dos cosas. Primero: la responsabilidad que tienen los centros de televisión en hacer programas que ayuden, que sean buenos para los valores, que construyan la sociedad, que nos lleven hacia delante, que no nos tiren abajo. Y luego hacer programas que ayuden a que los valores, los verdaderos valores, sean cada vez más fuertes y nos preparen para la vida. Esta es la responsabilidad de los centros de televisión. Segundo: saber elegir los programas, y esta es una responsabilidad nuestra. Si veo que un programa no es bueno para mí, me echa por tierra los valores, me hace ser vulgar, incluso con cosas sucias, tengo que cambiar de canal. Como se hacía en mi época de la piedra: cuando un libro era bueno, lo leías; cuando un libro te hacía daño, lo tirabas. Y luego hay un tercer punto: el punto de la fantasía mala, la fantasía que mata el alma. Si tú, que eres joven, vives conectado al ordenador y te conviertes en un esclavo del ordenador, pierdes la libertad. Y si tú buscas en el ordenador programas sucios, pierdes la dignidad.
Ver la televisión, usar el ordenador, pero para cosas buenas, cosas grandes, cosas que nos hagan crecer. ¡Esto es bueno! Gracias.


PREGUNTA


Querido Santo Padre, estoy aquí, en este centro San Juan Pablo II y yo quería preguntarle si usted ha sentido la alegría y el amor que todos estos jóvenes de Bosnia y Herzegovina tienen por su persona.


PAPA:


Si te digo la verdad, cuando me encuentro con los jóvenes siento la alegría y el amor que tienen. No sólo por mí, sino por los ideales, por la vida. ¡Quieren crecer! Pero vosotros tenéis una particularidad: vosotros sois –creo– la primera generación después de la guerra. Vosotros sois las flores de una primavera, como ha dicho Mons. Semren: flores de una primavera que quieren ir adelante y no volver a la destrucción, a las cosas que nos hacen enemigos unos de otros. Yo encuentro en vosotros ese querer y ese entusiasmo. Y esto es nuevo para mí. Veo que no queréis la destrucción: no queréis ser enemigos unos de otros. Queréis caminar juntos, como ha dicho Nadežda. ¡Y esto es maravilloso! Veo en esta generación, también en vosotros, en todos vosotros –estoy seguro de ello. Mirad en vuestro interior...– Veo que tenéis la misma experiencia de Darko. No somos "ellos y yo", somos "nosotros". Queremos ser "nosotros", para no destruir la patria, para no destruir el país. Tú eres musulmán, tú judío, tú ortodoxo, tú católico... pero somos "nosotros". ¡Esto es construir la paz! Y esto pertenece a vuestra generación, y es vuestra alegría.
Tenéis una gran vocación. Una gran vocación: no construir nunca muros, sólo puentes. Y esta es la alegría que encuentro en vosotros. Gracias.


PREGUNTA:


Santo Padre, también yo estoy aquí como voluntaria, en este centro. ¿Qué nos puede decir?, ¿cuál es su mensaje por la paz para todos nosotros los jóvenes?


PAPA:


En esta respuesta, repito un poco lo que he dicho antes. Todo el mundo habla de la paz: algunas personas poderosas hablan y dicen cosas bonitas sobre la paz, pero por debajo venden armas. De vosotros espero honestidad, honestidad entre lo que pensáis, lo que sentís y lo que hacéis: las tres cosas juntas. Lo contrario se llama hipocresía. Hace años vi una película sobre esta ciudad, no recuerdo el título, pero la versión alemana –la que vi– se llamaba "Die Brücke" ("El Puente"). No sé cómo se llama en vuestro idioma... Y allí ví cómo el puente siempre une. Cuando el puente no se usa para que uno vaya hacia el otro, sino que es un puente prohibido, se convierte en la ruina de una ciudad, la ruina de una existencia. Por eso, de vosotros, de esta primera generación de la posguerra, espero honestidad y no hipocresía. Unión, construir puentes, pero dejar que se pueda ir de una parte a la otra. Esta es la fraternidad.


PALABRAS TRAS EL INTERCAMBIO DE REGALOS


Vosotros, las flores de primavera de la posguerra, construid la paz; trabajad por la paz. Todos juntos. ¡Todos juntos! ¡Que este sea un país de paz!
"Mir Vama!": ¡Recordad bien esto!


Que el Señor os bendiga. Yo os bendigo de corazón y pido al Señor que os bendiga a todos. Y, por favor, rezad por mí.


SALUDO FINAL DEL PAPA:


Buenas tardes a todos. “Mir Vama!”: éste es el encargo que os dejo. Construir la paz, todos juntos.


Estas palomas son un signo de paz, la paz que nos traerá la alegría. Y la paz se hace entre todos, entre todos: musulmanes, judíos, ortodoxos, católicos y otras religiones. Todos somos hermanos. Todos adoramos al único Dios.


Nunca, nunca separación entre nosotros. Fraternidad y unión.


Ahora me despido y os pido, por favor, que recéis por mí. Que el Señor os bendiga.
“Mir Vama!”.




Queridos jóvenes:


He deseado tanto este encuentro con vosotros, jóvenes de Bosnia y Herzegovina y de los países vecinos. Dirijo a todos un cordial saludo. Al encontrarme aquí, en este «Centro» dedicado a San Juan Pablo II, no puedo olvidar lo mucho que hizo por los jóvenes, encontrándose con ellos y animándoles en todas las partes del mundo. Encomiendo a su intercesión a cada uno de vosotros, así como todas las iniciativas que la Iglesia católica ha emprendido en vuestra tierra para testimoniar su cercanía y su confianza en los jóvenes. 

Todos nosotros caminamos juntos.


Conozco las dudas y esperanzas que lleváis en el corazón. Nos las ha recordado Mons. Marko Semren y vuestros representantes, Darko y Nadežhda. En particular, comparto la esperanza de que se asegure a las nuevas generaciones la posibilidad real de un futuro digno en el país, evitando así el triste fenómeno del éxodo. A este respecto, las instituciones están llamadas a poner en marcha oportunas y audaces estrategias para animar a los jóvenes y favorecerlos en sus legítimas aspiraciones; de este modo, serán capaces de contribuir activamente a la construcción y al crecimiento del país. Por su parte, la Iglesia puede dar su contribución con adecuados proyectos pastorales centrados en la conciencia cívica y moral de la juventud, ayudándola así a ser protagonista de la vida social. Este compromiso de la Iglesia ya está en marcha, especialmente a través de la valiosa labor de las escuelas católicas, justamente abiertas no sólo a los estudiantes católicos, sino también a los de otras confesiones cristianas y de otras religiones. Sin embargo, la Iglesia debe sentirse llamada a lanzarse cada vez más a partir del Evangelio y el impulso del Espíritu Santo, que transforma las personas, la sociedad y la Iglesia misma.


También vosotros, jóvenes, tenéis que desempeñar un papel decisivo a la hora de afrontar los desafíos de nuestro tiempo, que son ciertamente retos materiales, pero que, antes aún, se refieren a la visión del hombre. En efecto, junto con los problemas económicos, la dificultad de encontrar trabajo y la consiguiente incertidumbre por el futuro, se percibe la crisis de los valores morales y la pérdida del sentido de la vida. Ante esta crítica situación, algunos pueden caer en la tentación de la fuga, de la evasión, encerrándose en una actitud de aislamiento egoísta, refugiándose en el alcohol, en las drogas, en las ideologías que predican el odio y la violencia. Son realidades que conozco bien porque, lamentablemente, también están presentes en la ciudad de Buenos Aires, de donde yo vengo. Por eso os animo a que no os dejéis abatir por las dificultades, sino que hagáis valer sin miedo la fuerza que viene de vuestro ser personas y cristianos, de ser semillas de una sociedad más justa, fraterna, acogedora y pacífica. Vosotros, jóvenes, junto con Cristo, sois la fuerza de la Iglesia y de la sociedad. Si os dejáis plasmar por él, si entabláis un diálogo con él en la oración, con la lectura y la meditación del Evangelio, os convertiréis en profetas y testigos de la esperanza.


Estáis llamados a esta misión: salvar la esperanza a la que os empuja vuestra propia realidad de personas abiertas a la vida; la esperanza que tenéis de superar la situación actual, para preparar en el futuro un clima social y humano más digno del actual; la esperanza de vivir en un mundo más fraterno, más justo y pacífico, más sincero, más a medida del hombre. Os deseo que toméis conciencia cada vez más de que sois hijos de esta tierra, que os ha visto nacer y que pide ser amada y ayudada a reedificarse, a crecer espiritual y socialmente, gracias a la contribución indispensable de vuestras ideas y actividades. Para vencer todo rastro de pesimismo se necesita el valor de gastarse la vida con alegría y dedicación en la construcción de una sociedad acogedora, respetuosa de toda la diversidad, orientada a la civilización del amor. Tenéis muy cerca un gran testimonio de este estilo de vida: el beato Ivan Merz. San Juan Pablo II lo ha proclamado beato en Banja Luka. Que sea siempre vuestro protector y vuestro ejemplo.


La fe cristiana nos enseña que estamos llamados a un destino eterno, a ser hijos de Dios y hermanos en Cristo (cf. 1 Jn 3,1), a ser creadores de fraternidad por amor a Cristo. Me alegro por el compromiso en el diálogo ecuménico e interreligioso emprendido por vosotros, jóvenes católicos y ortodoxos, con la implicación de los jóvenes musulmanes. En esta importante actividad desempeña un papel importante este «Centro Juvenil san Juan Pablo II», con iniciativas de conocimiento mutuo y de solidaridad, para fomentar la convivencia pacífica entre las diferentes pertenencias étnicas y religiosas. Os animo a continuar con confianza esta obra, comprometiéndoos en proyectos comunes con gestos concretos de cercanía y ayuda a los más pobres y necesitados.


Queridos jóvenes, vuestra presencia festiva, vuestra sed de verdad y de altos ideales son signos de esperanza. La juventud no es pasividad, sino esfuerzo tenaz por alcanzar metas importantes, aunque cueste; no es un cerrar los ojos ante las dificultades, sino rechazar las componendas y la mediocridad; no es evasión o fuga, sino el compromiso de solidaridad con todos, especialmente con los más débiles. La Iglesia cuenta y quiere contar con vosotros, que sois generosos y capaces de los mejores impulsos y de los sacrificios más nobles. Por eso, vuestros Pastores, y yo con ellos, os pedimos que no os aisléis, sino que estéis siempre unidos entre vosotros, para disfrutar de la belleza de la fraternidad y ser más eficaces en vuestra actividad.


Que por vuestro modo de amaros y comprometeros todo el mundo pueda ver que sois cristianos: los jóvenes cristianos de Bosnia y Herzegovina. Sin miedo; sin huir de la realidad; abiertos a Cristo y a los hermanos. Sois parte viva del gran pueblo que es la Iglesia: el Pueblo universal, en el que todas las naciones y culturas pueden recibir la bendición de Dios y encontrar el camino de la paz. En este Pueblo, cada uno de vosotros está llamado a seguir a Cristo y a dar la vida por Dios y por los hermanos en la vía que el Señor le indicará, más aún, que ya os indica. Ya hoy, ahora, el Señor os llama: ¿queréis responder? No tengáis miedo. No estamos solos. Estamos siempre con el Padre celestial, con Jesús, nuestro Hermano y Señor, con el Espíritu Santo; y tenemos como madre a la Iglesia y a María. Que la Santísima Virgen María os proteja y os dé siempre la alegría y el valor de dar testimonio del Evangelio.


Os bendigo a todos, y os pido que, por favor, recéis por mí.



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CONFERENCIA DE PRENSA DEL SANTO PADRE
DURANTE EL VUELO DE REGRESO DE SARAJEVO


Sábado 6 de junio de 2015


Padre Lombardi
Santidad, gracias por estar entre nosotros y saludarnos. Pensábamos que esta noche usted estaría muy cansado y que por tanto no sería posible aprovechar… Después los hemos visto “lanzado” con los jóvenes. Así pues, podemos hacerle también nosotros algunas preguntas.


Papa Francisco:  ¿Qué quiere decir “lanzado”? Explíquemelo bien …


Padre Lombardi: Quiere decir que estaba lleno de energía, ciertamente. Los jóvenes estaban contentísimos. Bien, hemos escogido tres preguntas a suertes y luego, si quiere, le hacemos otras, de lo contrario terminamos con las tres preguntas…
La primera se la dejamos hacer a nuestro croata, Silvije Tomašević, che está aquí:


Silvije Tomašević: Buenas noches, Santidad, lógicamente muchos croatas han llegado aquí en peregrinación, y se preguntan si Su Santidad irá a Croacia.... Pero visto que estamos en Bosnia y Herzegovina también hay un gran interés sobre el juicio acerca del fenómeno de Medjugorje...


Papa Francisco: Sobre el problema de Medjugorje, el Papa Benedicto XVI, en su momento, había creado una comisión presidida por el cardenal Camillo Ruini; también había otros cardenales, teólogos y especialistas. Estudiaron el caso y el cardenal Ruini vino a mí y me entregó el estudio, después de tantos años ‒no sé, 3-4 años, aproximadamente‒. Hicieron un buen trabajo, un buen trabajo. El cardenal Müller [Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe] me dijo que iba a hacer en estos días una "feria quarta" [una reunión especial]; creo que se hizo el último miércoles del mes. Pero no estoy seguro... [Nota del P. Lombardi: en efecto, no se ha realizado todavía una feria quarta dedicada a este tema]. Estamos a punto de tomar alguna decisión. Después se dirán. Por el momento, sólo se dan algunas orientaciones a los obispos, pero siguiendo las líneas que se adoptarán. Gracias.


Silvije Tomašević:  ¿Y la visita a Croacia?


Papa Francisco:  ¿La visita a Croacia? No sé cuándo se hará. Ahora recuerdo la pregunta que me hicisteis cuando fui a Albania: "Usted comienza la visita a Europa por un país que no pertenece a la Comunidad Europea"; y yo dije: "Es un signo. Me gustaría comenzar las visitas en Europa partiendo de los países más pequeños, y los Balcanes son países martirizados, han sufrido tanto. Han sufrido tanto ... Y por eso mi preferencia es esa. Gracias.


Padre Lombardi: La segunda pregunta se la dejamos a Anna Chiara Valle de Familia Cristiana.


Anna Chiara Valle: Usted ha hablado de quien fomenta deliberadamente el clima de guerra, y después a los jóvenes les ha dicho: hay poderosos que hablan abiertamente de paz y bajo cuerda comercian con las armas. Nos puede explicar un poco más esta idea.


Papa Francisco: Sí, existe la hipocresía, ¡siempre! Por eso dije que no es suficiente con hablar de paz: ¡hay que construir la paz! Y quien solamente habla de paz y no trabaja por ella está en contradicción; y quien habla de paz y promueve la guerra ‒por ejemplo, con la venta de armas‒ es un hipócrita. Es así de simple...


Padre Lombardi: Bien, la tercera pregunta la hace Katia López, del grupo de lengua española.


Katia López: (pregunta en español) Santo Padre, en su último encuentro con los jóvenes les ha hablado con detalle de la necesidad de prestar mucha atención a lo que leen, a lo que ven: no mencionó exactamente la palabra "pornografía", sino que ha dicho "mala fantasía”. Puede profundizar un poco más la idea acerca de la pérdida de tiempo...


Papa Francisco: Hay dos cosas diferentes: las modalidades y el contenido. Sobre las modalidades, hay una que hace daño al alma y es el estar demasiado apegado al ordenador. ¡Demasiado apegado al ordenador! Esto hace daño al alma y priva de la libertad: te convierte en un esclavo del ordenador. En muchas familias, curiosamente, los padres y madres me dicen: estamos en la mesa con los hijos y ellos, con sus teléfonos móviles, están en otro mundo. Es cierto que el lenguaje virtual es una realidad que no podemos negar: hay que procurar que vaya por el camino justo, porque es un progreso de la humanidad. Pero cuando esto nos aleja de la vida ordinaria, de la vida familiar, de la vida social, y también del deporte, el arte y permanecemos apegados al ordenador, esto es una enfermedad psicológica. ¡Seguro! Segundo: los contenidos. Sí, hay cosas sucias, que van desde la pornografía a la semi-pornografía, los programas vacíos, sin valores: por ejemplo, programas relativistas, hedonistas, consumistas, que fomentan todas estas cosas. Sabemos que el consumismo es un cáncer de la sociedad, el relativismo es un cáncer de la sociedad; hablaré de ello en la próxima Encíclica, que saldrá a finales de este mes. No sé si he respondido. Dije la palabra "suciedad" para decir algo general, pero todos sabemos esto. Hay padres muy preocupados, que no permiten que haya ordenadores en las habitaciones de los niños; el ordenador debe estar en un lugar común de la casa. Se trata de pequeñas ayudas que los padres utilizan para evitar precisamente eso.


Padre Lombardi: Santo Padre, ¡gracias! La organización dice que hay que distribuir la comida y otras cosas... Dentro de media hora estaremos en tierra…


Pregunta: [poco clara, pero tiene que ver con una posible visita a Francia]


Papa Francisco: Sí, sí, tengo en programa ir a Francia. Se lo he prometido a los obispos.


Padre Lombardi. Gracias, muchas gracias.


Papa Francisco: Os agradezco vuestro trabajo, vuestro esfuerzo en este viaje... Muchas gracias por vuestro trabajo, muchas gracias. Y rezad por mí, ¡gracias!


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