CIUDAD DEL VATICANO, 21 de abril de 2016 (VIS).- Pasado mañana, domingo 24 de abril, en todas las iglesias católicas
de Europa, habrá una colecta especial en favor de la población de
Ucrania en respuesta a la iniciativa lanzada por el Papa FRANCISCO
durante el Regina Coeli del 3 de abril cuando, desde la Plaza de San
Pedro, invitó a los católicos europeos a cumplir un gesto de caridad
para aliviar el sufrimiento material de los ucranios, manifestándoles al
mismo tiempo la cercanía personal del Pontífice y la de toda la
Iglesia. En vísperas de la colecta la Oficina de Prensa de la Santa
Sede, emite un detallado comunicado sobre la situación actual en ese
país.
“El conflicto armado en el este de Ucrania – informa el texto-
comenzó en la primavera de 2014 y, a pesar del alto el fuego en
septiembre de 2015, está todavía en curso. Hay numerosas víctimas, sobre
todo por la enorme cantidad de minas sin remover y de los incesantes
disparos de artillería. Las muertes confirmadas son cerca de 9.000, a
las que se suma la cifra de desaparecidos y presos, a menudo detenidos
ilegalmente. La situación de inestabilidad, la amenaza armada incesante y
la consiguiente propagación de bandas armadas incontroladas someten a
la población a graves padecimientos no sólo dentro de los territorios
directamente afectados, sino en todo el país. El cuadro se ve agravado
por la situación económica general con una fuerte inflación que reduce
drásticamente el poder adquisitivo: más de 500.000 personas tienen
necesidad urgente de alimentos. Hay más de medio millón de desplazados
internos.
En las zonas más directamente afectadas por la guerra las necesidades
más grandes son las del sector sanitario: más de 120 centros de salud
han sido dañados o destruidos. Las mujeres embarazadas o las que van a
dar la luz son las más expuestas a peligros, mientras es muy alto el
riesgo de propagación del SIDA y de la tuberculosis. Faltan anestésicos y
a menudo las operaciones se llevan a cabo sin anestesia. Allí donde
quedan medicamentos (muchas farmacias se han cerrado), su precio ha
alcanzado cifras prohibitivas.
En las regiones más martirizadas por el conflicto residen
actualmente, con tremendas dificultades, unos tres millones de personas,
en su mayor parte ancianos imposibilitados para dejar la zona de
combate.
Por cuanto respecta a la vivienda, entre 12,000 y 15,000 casas han
sido dañadas y más de mil completamente destruidas. La situación se
anuncia dramática en previsión de las rígidas temperaturas de otoño e
invierno.
Un gran número de niños y niñas no puede ir a la escuela. 200,000 han
encontrado refugio en las regiones de Ucrania alejadas de las zonas
afectadas. Uno de cada cuatro niños es, por lo tanto, un desplazado.
Muchos sufren de traumas psicológicos graves, a causa de la violencia de
la que han sido testigos o a la que han sido sometidos. Algunos han
perdido incluso la capacidad de leer y de escribir.
El estado de conflicto constituye la principal dificultad a la
búsqueda de una solución a la crisis humanitaria. En particular, se
aplican limitaciones a las importaciones de productos comerciales,
incluidos los medicamentos, y se han creado graves dificultades a la
llegada de la ayuda internacional en las áreas más afectadas.
La sociedad reacciona con una extraordinaria capacidad de resistencia
a estos ingentes problemas. La red de ayuda que mejor funciona en el
territorio es la formada por las confesiones religiosas. Los católicos,
que en Ucrania son alrededor del 10% de la población y representan una
pequeña minoría en la zona más golpeada, se han movilizado completamente
para ayudar a los necesitados, si bien no puedan hacer frente a la
magnitud de necesidades más urgentes.
La Santa Sede está preparando al respecto una serie de intervenciones
específicas que beneficien a toda la población, independientemente de
su pertenencia religiosa o confesional, para responder a la emergencia
humanitaria, sobre todo en las zonas más críticas. Con ese fin, se ha
puesto a punto un mecanismo para la recopilación y selección de
proyectos que serán financiados por una comisión encargada de
examinarlos sobre el terreno. El Pontificio Consejo "Cor Unum" se
ocupará de la aprobación y evaluación de la gestión técnica de los
fondos, de los que se rendirán las oportunas cuentas”.