“Sólo con nuestras fuerzas -añadió- no lograremos reconciliarnos con
Dios ya que el pecado es una expresión de rechazo a su amor, con la
consecuencia de cerrarnos en nosotros mismos, aludiéndonos de encontrar
mayor libertad y autonomía”. Por ello el Obispo de Roma animó a no dar
la espalda a Dios “¡Reconciliaros con Dios!”. Éste es el grito que el
apóstol Pablo dirigió a los primeros cristianos de Corintio y que hoy
con la misma fuerza y convicción podemos aplicarnos a nosotros mismos.
“Este Jubileo de la Misericordia -dijo- es un tiempo de reconciliación
para todos. Muchas personas querrían reconciliarse con Dios pero no
saben cómo hacerlo, o no se sienten dignos, o no quieren admitirlo, ni
siquiera a sí mismos. La comunidad cristiana puede y debe favorecer el
regreso sincero a Dios de cuantos sienten su nostalgia. Sobre todo
aquellos que realizan el “ministerio de la reconciliación” están
llamados a ser instrumentos dóciles del Espíritu Santo para que ahí
donde ha abundado el pecado pueda sobre abundar la misericordia de Dios.
Para que ninguno se quede lejos por culpa de obstáculos puestos por los
hombres. Que este Año Santo sea para todos un tiempo favorable para
descubrir la necesidad de la ternura y cercanía del Padre y retornar a
él con todo el corazón”.
Al terminar la catequesis, FRANCISCO saludó a los representantes de las Fuerzas Armadas y de la Policía llegados en peregrinación desde diferentes partes del mundo en ocasión del Jubileo extraordinario de la Misericordia. A ellos les exhortó a ser instrumento de reconciliación, constructores de puentes y sembradores de paz. “Estáis llamados no solo a prevenir, gestionar o poner fin a los conflictos, sino a contribuir a la construcción de un orden fundado en la verdad, la justicia, el amor y la libertad, según la definición de paz de San Juan XXII en la Encíclica Pacem in terris”. El Papa reconoció que la afirmación de la paz no es tarea fácil, sobre todo a causa de la guerra, que se seca el corazón y aumenta la violencia y el odio y les pidió no desanimarse. “Continuad vuestro camino de fe -dijo- y abrid vuestros corazones a Dios Padre misericordioso que no se cansa nunca de perdonarnos. Frente a los retos de cada día, -finalizó- haced brillar la esperanza cristiana, que es la certeza de la victoria del amor sobre el odio y la paz sobre la guerra”.
Al terminar la catequesis, FRANCISCO saludó a los representantes de las Fuerzas Armadas y de la Policía llegados en peregrinación desde diferentes partes del mundo en ocasión del Jubileo extraordinario de la Misericordia. A ellos les exhortó a ser instrumento de reconciliación, constructores de puentes y sembradores de paz. “Estáis llamados no solo a prevenir, gestionar o poner fin a los conflictos, sino a contribuir a la construcción de un orden fundado en la verdad, la justicia, el amor y la libertad, según la definición de paz de San Juan XXII en la Encíclica Pacem in terris”. El Papa reconoció que la afirmación de la paz no es tarea fácil, sobre todo a causa de la guerra, que se seca el corazón y aumenta la violencia y el odio y les pidió no desanimarse. “Continuad vuestro camino de fe -dijo- y abrid vuestros corazones a Dios Padre misericordioso que no se cansa nunca de perdonarnos. Frente a los retos de cada día, -finalizó- haced brillar la esperanza cristiana, que es la certeza de la victoria del amor sobre el odio y la paz sobre la guerra”.