martes, 19 de abril de 2016

FRANCISCO: Visita a Lesbos, Grecia (Sábado 16 de abril)



(16 DE ABRIL DE 2016) 


Palabras del Papa en el vuelo de ida a Lesbos


Sábado 16 de abril de 2016



Padre Lombardi


Santo Padre, sea bienvenido entre nosotros. Le presento nuestros mejores votos por el éxito de este viaje tan difícil, en el que lo acompañaremos, esperando prestar un buen servicio para que su mensaje y su gesto sean bien entendidos por el mundo entero. Somos alrededor de 50. Como es habitual, representamos un poco a los diversos países, continentes, lenguas y medios de comunicación. Y hemos logrado armar este grupo en pocos días. Esto quiere decir que siempre hay gran atención, deseo y disponibilidad de acompañarlo. No sé si quiere dirigirnos unas pocas palabras al comienzo de este viaje…


Santo Padre FRANCISCO


Antes que nada, ¡buenos días! Les deseo un buen día. Les agradezco su compañía. Este es un viaje un poco diferente de los demás. En los viajes apostólicos vamos a hacer muchas cosas: a ver a la gente, a hablarle… y también la alegría de encontrarla. Éste, en cambio, es un viaje marcado por la tristeza. Esto es importante. Se trata de un viaje triste. Vamos a encontrarnos con la catástrofe humanitaria más grande después de aquella de la Segunda Guerra Mundial. Vamos – y nos daremos cuenta – a encontrar a mucha gente que sufre, que no sabe a dónde ir, que ha tenido que huir.  Y vamos también a un cementerio: el mar. Allí, mucha gente se ha ahogado. No lo digo para amargarlos. No, no es por amargura, sino para que su trabajo del día de hoy pueda trasmitir a sus medios de comunicación el estado de ánimo con el que hago este viaje. Gracias por acompañarme. Muchas gracias.
Una última cosa. Quisiera recordarles que hoy el Papa Benedicto cumple 89 años. Una oración por él.


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VISITA A LOS REFUGIADOS

DISCURSOS DE SU BEATITUD JERÓNIMO, ARZOBISPO DE ATENAS Y DE TODA GRECIA,
DE SU SANTIDAD BARTOLOMÉ, PATRIARCA ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA
Y DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Campo de refugiados de Moria, Lesbos
Sábado 16 de abril de 2016



SU BEATITUD JERÓNIMO, ARZOBISPO DE ATENAS Y DE TODA GRECIA


It is with unique joy that we welcome today to Lesvos the Head of the Roman-Catholic Church, Pope Francis.


We consider his presence in the territory of the Church of Greece to be pivotal. Pivotal because together we bring forward before the whole world, Christian and beyond, the current tragedy of the refugee crisis.


I warmly thank His All-Holiness, and my beloved brother in Christ, Ecumenical Patriarch Bartholemew; who blesses us with his presence as the First of Orthodoxy, uniting through his prayer, so that the voice of the Churches can be more vocal and heard at the all the ends of the civilized world.


Today we unite our voices in condemning their uprooting,  to decry any form of depreciation of the human person.


From this island, Lesvos, I hope to begin a worldwide movement of awareness in order for this current course to be changed by those who hold the fate of nations in their hands and bring back the peace and safety to every home, to every family, to every citizen.


Unfortunately it is not the first time we denounce the politics that have brought these people to this impasse. We will act however, until the aberration and depreciation of the human person has stopped.


We do not need to say many words. Only those who see the eyes of those small child that we met at the refugee camps will be able to immediately recognize, in its entirety, the “bankruptcy” of humanity and solidarity that Europe has shown these last few years to these, and not only these, people.


I take pride in the Greeks, who even though going through there own struggles, are helping the refugees make their own Calvary (Golgotha) a little less ponderous, their uphill road a little less rough.


The Church of Greece and myself, personally, mourn the so many souls lost in the Aegean. We have already done a great deal, and we will continue to do so, as much as our abilities allow for us to undertake in handling this refugee crisis. I would like to close this declaration by making one request, a single call, a single provocation: for the agencies of the United Nations to finally, using the great experience that they offer, address this tragic situation that we are living. I hope that we never see children washing up on the shores of the Aegean. I hope to soon see them there, untroubled, enjoying life.



 
SU SANTIDAD BARTOLOMÉ, PATRIARCA ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA


Dearest brothers and sisters,
Precious youth and children,



We have traveled here to look into your eyes, to hear your voices, and to hold your hands. We have traveled here to tell you that we care. We have traveled here because the world has not forgotten you.


With our brothers, Pope Francis and Archbishop Ieronymos, we are here today to express our solidarity and support for the Greek people, who have welcomed and cared for you. And we are here to remind you that – even when people turn away from us – nevertheless “God is our refuge and strength; God is our help in hardship. Therefore, we shall not be afraid” (Ps 45: 2-3).


We know that you have come from areas of war, hunger and suffering. We know that your hearts are full of anxiety about your families. We know that you are looking for a safer and brighter future.


We have wept as we watched the Mediterranean Sea becoming a burial ground for your loved ones. We have wept as we witnessed the sympathy and sensitivity of the people of Lesvos and other islands. But we also wept as we saw the hard-heartedness of our fellow brothers and sisters – your fellow brothers and sisters – close borders and turn away.


Those who are afraid of you have not looked at you in the eyes. Those who are afraid of you do not see your faces. Those who are afraid of you do not see your children.


They forget that dignity and freedom transcend fear and division. They forget that migration is not an issue for the Middle East and Northern Africa, for Europe and Greece. It is an issue for the world.


The world will be judged by the way it has treated you. And we will all be accountable for the way we respond to the crisis and conflict in the regions that you come from.


The Mediterranean Sea should not be a tomb. It is a place of life, a crossroad of cultures and civilizations, a place of exchange and dialogue. In order to rediscover its original vocation, the Mare Nostrum, and more specifically the Aegean Sea, where we gather today, must become a sea of peace. We pray that the conflicts in the Middle East, which lie at the root of the migrant crisis, will quickly cease and that peace will be restored. We pray for all the people of this region. We would particularly like to highlight the dramatic situation of Christians in the Middle East, as well as the other ethnic and religious minorities in the region, who need urgent action if we do not want to see them disappear.


We promise that we shall never forget you. We shall never stop speaking for you. And we assure you that we will do everything to open the eyes and hearts of the world.


Peace is not the end of History. Peace is the beginning of a History tied to the future. Europe should know that better than any other continent.


This beautiful island we stand right now is just a dot in the map.


To dominate the wind and the rough sea Jesus, according to Luke, called a halt to the blow outright when the ship He and His disciples embarked was in danger. Eventually calm succeeded the storm.


God bless you. God keep you. And God strengthen you. 






SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO
 

Queridos hermanos y hermanas


He querido estar hoy con vosotros. Quiero deciros que no estáis solos. En estas semanas y meses, habéis sufrido mucho en vuestra búsqueda de una vida mejor. Muchos de vosotros os habéis visto obligados a huir de situaciones de conflicto y persecución, sobre todo por el bien de vuestros hijos, por vuestros pequeños. Habéis hecho grandes sacrificios por vuestras familias. Conocéis el sufrimiento de dejar todo lo que amáis y, quizás lo más difícil, no saber qué os deparará el futuro. Son muchos los que como vosotros aguardan en campos o ciudades, con la esperanza de construir una nueva vida en este Continente.


He venido aquí con mis hermanos, el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Hieronymos, sencillamente para estar con vosotros y escuchar vuestras historias. Hemos venido para atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria y para implorar la solución de la misma. Como hombres de fe, deseamos unir nuestras voces para hablar abiertamente en vuestro nombre. Esperamos que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común.


Dios creó la humanidad para ser una familia; cuando uno de nuestros hermanos y hermanas sufre, todos estamos afectados. Todos sabemos por experiencia con qué facilidad algunos ignoran los sufrimientos de los demás o, incluso, llegan a aprovecharse de su vulnerabilidad. Pero también somos conscientes de que estas crisis pueden despertar lo mejor de nosotros. Lo habéis comprobado con vosotros mismos y con el pueblo griego, que ha respondido generosamente a vuestras necesidades a pesar de sus propias dificultades. También lo habéis visto en muchas personas, especialmente en los jóvenes provenientes de toda Europa y del mundo que han venido para ayudaros. Sí, todavía queda mucho por hacer. Pero demos gracias a Dios porque nunca nos deja solos en nuestro sufrimiento. 
Siempre hay alguien que puede extender la mano para ayudarnos.


Este es el mensaje que os quiero dejar hoy: ¡No perdáis la esperanza! El mayor don que nos podemos ofrecer es el amor: una mirada misericordiosa, la solicitud para escucharnos y entendernos, una palabra de aliento, una oración. Ojalá que podáis intercambiar mutuamente este don. A nosotros, los cristianos, nos gusta contar el episodio del Buen Samaritano, un forastero que vio un hombre en necesidad e inmediatamente se detuvo para ayudarlo. Para nosotros, es una parábola sobre la misericordia de Dios, que se ofrece a todos, porque Dios es «todo misericordia». Es también una llamada para mostrar esa misma misericordia a los necesitados. Ojalá que todos nuestros hermanos y hermanas en este Continente, como el Buen Samaritano, vengan a ayudaros con aquel espíritu de fraternidad, solidaridad y respeto por la dignidad humana, que los ha distinguido a lo largo de la historia.


Queridos hermanos y hermanas, que Dios os bendiga a todos y, de modo especial, a vuestros hijos, a los ancianos y aquellos que sufren en el cuerpo y en el espíritu. Os abrazo a todos con afecto. Sobre vosotros y quienes os acompañan, invoco los dones divinos de fortaleza y paz.



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DECLARACIÓN CONJUNTA
DE SU SANTIDAD BARTOLOMÉ, PATRIARCA ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA,
DE SU BEATITUD JERÓNIMO, ARZOBISPO DE ATENAS Y DE TODA GRECIA
Y DEL SANTO PADRE FRANCISCO


Campo de refugiados de Moria, Lesbos
Sábado 16 de abril de 2016



Nosotros, el Papa Francisco, el Patriarca Ecuménico Bartolomé y el Arzobispo de Atenas y de Toda Grecia Ieronymos, nos hemos encontrado en la isla griega de Lesbos para manifestar nuestra profunda preocupación por la situación trágica de los numerosos refugiados, emigrantes y demandantes de asilo, que han llegado a Europa huyendo de situaciones de conflicto y, en muchos casos, de amenazas diarias a su supervivencia. La opinión mundial no puede ignorar la colosal crisis humanitaria originada por la propagación de la violencia y del conflicto armado, por la persecución y el desplazamiento de minorías religiosas y étnicas, como también por despojar a familias de sus hogares, violando su dignidad humana, sus libertades y derechos humanos fundamentales.


La tragedia de la emigración y del desplazamiento forzado afecta a millones de personas, y es fundamentalmente una crisis humanitaria, que requiere una respuesta de solidaridad, compasión, generosidad y un inmediato compromiso efectivo de recursos. Desde Lesbos, nosotros hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que responda con valentía, afrontando esta crisis humanitaria masiva y sus causas subyacentes, a través de iniciativas diplomáticas, políticas y de beneficencia, como también a través de esfuerzos coordinados entre Oriente Medio y Europa.


Como responsables de nuestras respectivas Iglesias, estamos unidos en el deseo por la paz y en la disposición para promover la resolución de los conflictos a través del dialogo y la reconciliación. Mientras reconocemos los esfuerzos que ya han sido realizados para ayudar y auxiliar a los refugiados, los emigrantes y a los que buscan asilo, pedimos a todos los líderes políticos que empleen todos los medios para asegurar que las personas y las comunidades, incluidos los cristianos, permanezcan en su patria y gocen del derecho fundamental de vivir en paz y seguridad. Es necesario urgentemente un consenso internacional más amplio y un programa de asistencia para sostener el estado de derecho, para defender los derechos humanos fundamentales en esta situación que se ha hecho insostenible, para proteger las minorías, combatir la trata y el contrabando de personas, eliminar las rutas inseguras, como las que van a través del mar Egeo y de todo el Mediterráneo, y para impulsar procesos seguros de reasentamiento. De este modo podremos asistir a aquellas naciones que están involucradas directamente en auxiliar las necesidades de tantos hermanos y hermanas que sufren. Manifestamos particularmente nuestra solidaridad con el pueblo griego que, a pesar de sus propias dificultades económicas, ha respondido con generosidad a esta crisis.


Juntos imploramos firmemente por fin de la guerra y la violencia en Medio Oriente, una paz justa y duradera, así como el regreso digno de quienes fueron forzados a abandonar sus hogares. Pedimos a las comunidades religiosas que incrementen sus esfuerzos para recibir, asistir y proteger a los refugiados de todas las confesiones religiosas, y que los servicios de asistencia civil y religiosa trabajen para coordinar sus esfuerzos. Hasta que dure la situación de necesidad, pedimos a todos los países que extiendan el asilo temporal, ofrezcan el estado de refugiados a quienes son idóneos, incrementen las iniciativas de ayuda y trabajen con todos los hombres y mujeres de buena voluntad por un final rápido de los conflictos actuales.


Europa se enfrenta hoy a una de las más graves crisis humanitarias desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Para afrontar este desafío serio, hacemos un llamamiento a todos los discípulos de Cristo para que recuerden las palabras del Señor, con las que un día seremos juzgados: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme… Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,35-36.40).


Por nuestra parte, siguiendo la voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, decidimos con firmeza y con todo el corazón de intensificar nuestros esfuerzos para promover la unidad plena de todos los cristianos. Reiteramos nuestra convicción de que «la reconciliación (entre los cristianos) significa promover la justicia social en todos los pueblos y entre ellos… Juntos queremos contribuir a que los emigrantes, los refugiados y los demandantes de asilo se vean acogidos con dignidad en Europa» (Charta Oecumenica, 2001). Deseamos cumplir la misión de servicio de las Iglesias en el mundo, defendiendo los derechos fundamentales de los refugiados, de los que buscan asilo político y los emigrantes, como también de muchos marginados de nuestra sociedad.


Nuestro encuentro de hoy se propone contribuir a infundir ánimo y dar esperanza a quien busca refugio y a todos aquellos que los reciben y asisten. Nosotros instamos a la comunidad internacional para que la protección de vidas humanas sea una prioridad y que, a todos los niveles, se apoyen políticas de inclusión, que se extiendan a todas las comunidades religiosas. La situación terrible de quienes sufren por la crisis humanitaria actual, incluyendo a muchos de nuestros hermanos y hermanas cristianos, nos pide nuestra oración constante.


Lesbos, 16 de abril de 2016



Ieronymos II FRANCISCO Bartolomé I


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ENCUENTRO CON LA POBLACIÓN Y CON LA COMUNIDAD CATÓLICA
MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS DE LAS MIGRACIONES


Puesto de la Guardia Costera
Sábado 16 de abril de 2016




Señor Jefe de Gobierno,
Distinguidas Autoridades
Queridos hermanos y hermanas:



Desde que Lesbos se ha convertido en un lugar de llegada para muchos emigrantes en busca de paz y dignidad, he tenido el deseo de venir aquí. Hoy, agradezco a Dios que me lo haya concedido. Y agradezco al Presidente Paulopoulos haberme invitado, junto al Patriarca Bartolomé y al Arzobispo Hieronymos.


Quisiera expresar mi admiración por el pueblo griego que, a pesar de las graves dificultades que tiene que afrontar, ha sabido mantener abierto su corazón y sus puertas. Muchas personas sencillas han ofrecido lo poco que tenían para compartirlo con los que carecían de todo. Dios recompensará esta generosidad, así como la de otras naciones vecinas, que desde el primer momento han acogido con gran disponibilidad a muchos emigrantes forzados.


Es también una bendición la presencia generosa de tantos voluntarios y de numerosas asociaciones, las cuales, junto con las distintas instituciones públicas, han llevado y están llevando su ayuda, manifestando de una manera concreta su fraterna cercanía.


Quisiera renovar hoy el vehemente llamamiento a la responsabilidad y a la solidaridad frente a una situación tan dramática. Muchos de los refugiados que se encuentran en esta isla y en otras partes de Grecia están viviendo en unas condiciones críticas, en un clima de ansiedad y de miedo, a veces de desesperación, por las dificultades materiales y la incertidumbre del futuro.


La preocupación de las instituciones y de la gente, tanto aquí en Grecia como en otros países de Europa, es comprensible y legítima. Sin embargo, no debemos olvidar que los emigrantes, antes que números son personas, son rostros, nombres, historias. Europa es la patria de los derechos humanos, y cualquiera que ponga pie en suelo europeo debería poder experimentarlo. Así será más consciente de deberlos a su vez respetar y defender. Por desgracia, algunos, entre ellos muchos niños, no han conseguido ni siquiera llegar: han perdido la vida en el mar, víctimas de un viaje inhumano y sometidos a las vejaciones de verdugos infames.


Vosotros, habitantes de Lesbos, demostráis que en estas tierras, cuna de la civilización, sigue latiendo el corazón de una humanidad que sabe reconocer por encima de todo al hermano y a la hermana, una humanidad que quiere construir puentes y rechaza la ilusión de levantar muros con el fin de sentirse más seguros. En efecto, las barreras crean división, en lugar de ayudar al verdadero progreso de los pueblos, y las divisiones, antes o después, provocan enfrentamientos.


Para ser realmente solidarios con quien se ve obligado a huir de su propia tierra, hay que esforzarse en eliminar las causas de esta dramática realidad: no basta con limitarse a salir al paso de la emergencia del momento, sino que hay que desarrollar políticas de gran alcance, no unilaterales. En primer lugar, es necesario construir la paz allí donde la guerra ha traído muerte y destrucción, e impedir que este cáncer se propague a otras partes. Para ello, hay que oponerse firmemente a la proliferación y al tráfico de armas, y sus tramas a menudo ocultas; hay que dejar sin apoyos a todos los que conciben proyectos de odio y de violencia. Por el contrario, se debe promover sin descanso la colaboración entre los países, las organizaciones internacionales y las instituciones humanitarias, no aislando sino sosteniendo a los que afrontan la emergencia. En esta perspectiva, renuevo mi esperanza de que tenga éxito la primera Cumbre Humanitaria Mundial, que tendrá lugar en Estambul el próximo mes.


Todo esto sólo se puede hacer juntos: juntos se pueden y se deben buscar soluciones dignas del hombre a la compleja cuestión de los refugiados. Y para ello es también indispensable la aportación de las Iglesias y Comunidades religiosas. Mi presencia aquí, junto con el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Hieronymos, es un testimonio de nuestra voluntad de seguir cooperando para que este desafío crucial se convierta en una ocasión, no de confrontación, sino de crecimiento de la civilización del amor.


Queridos hermanos y hermanas, ante las tragedias que golpean a la humanidad, Dios no es indiferente, no está lejos. Él es nuestro Padre, que nos sostiene en la construcción del bien y en el rechazo al mal. No sólo nos apoya, sino que, en Jesús, nos ha indicado el camino de la paz. Frente al mal del mundo, él se hizo nuestro servidor, y con su servicio de amor ha salvado al mundo. Esta es la verdadera fuerza que genera la paz. Sólo el que sirve con amor construye la paz. El servicio nos hace salir de nosotros mismos para cuidar a los demás, no deja que las personas y las cosas se destruyan, sino que sabe protegerlas, superando la dura costra de la indiferencia que nubla la mente y el corazón.


Gracias a vosotros, porque sois los custodios de la humanidad, porque os hacéis cargo con ternura de la carne de Cristo, que sufre en el más pequeño de los hermanos, hambriento y forastero, y que vosotros habéis acogido (cf. Mt 25,35).

Συχαριστώ!





Oración

SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO


Dios de Misericordia,
te pedimos por todos los hombres, mujeres y niños
que han muerto después de haber dejado su tierra,
buscando una vida mejor.
Aunque muchas de sus tumbas no tienen nombre,
para ti cada uno es conocido, amado y predilecto.
Que jamás los olvidemos,
sino que honremos su sacrificio con obras más que con palabras.



Te confiamos a quienes han realizado este viaje,
afrontando el miedo, la incertidumbre y la humillación,
para alcanzar un lugar de seguridad y de esperanza.
Así como tú no abandonaste a tu Hijo
cuando José y María lo llevaron a un lugar seguro,
muéstrate cercano a estos hijos tuyos
a través de nuestra ternura y protección.
Haz que, con nuestra atención hacia ellos,
promovamos un mundo en el que nadie se vea forzado a dejar su propia casa
y todos puedan vivir en libertad, dignidad y paz.



Dios de misericordia y Padre de todos,
despiértanos del sopor de la indiferencia,
abre nuestros ojos a sus sufrimientos
y líbranos de la insensibilidad, fruto del bienestar mundano
y del encerrarnos en nosotros mismos.
Ilumina a todos, a las naciones, comunidades y a cada uno de nosotros,
para que reconozcamos como nuestros hermanos y hermanas
a quienes llegan a nuestras costas.
Ayúdanos a compartir con ellos las bendiciones
que hemos recibido de tus manos y a reconocer que juntos,
como una única familia humana,
somos todos emigrantes, viajeros de esperanza hacia ti,
que eres nuestra verdadera casa,
allí donde toda lágrima será enjugada,
donde estaremos en la paz y seguros en tu abrazo.




 
SU BEATITUD JERÓNIMO, ARZOBISPO DE ATENAS Y DE TODA GRECIA


Ο Θεός των πνευμάτων και πάσης σαρκός, ο τον θάνατον καταπατήσας, τον δε διάβολον καταργήσας, και ζωήν τω κόσμω σου δωρησάμενος, αυτός, Κύριε, ανάπαυσον τας ψυχάς των κεκοιμημένων δούλων σου, εν τόπω φωτεινώ, εν τόπω χλοερώ, εν τόπω αναψύξεως, ένθα απέδρα οδύνη, λύπη και στεναγμός. Παν αμάρτημα το παρ’ αυτών πραχθέν εν λόγω ή έργω ή διανοία, ως αγαθός και φιλάνθρωπος Θεός, συγχώρησον ότι ουκ έστιν άνθρωπος, ος ζήσεται και ουχ αμαρτήσει, συ γαρ μόνος εκτός αμαρτίας υπάρχεις, η δικαιο­σύνη σου δικαιοσύνη εις τον αιώνα, και ο νόμος σου αλήθεια.


 Ότι συ ει η ανάστασις, η ζωή, και η ανάπαυσις των κεκοιμημένων δούλων σου, Χριστέ ο Θεός ημών, και σοι την δόξαν αναπέμπομεν, συν τω ανάρχω σου Πατρί, και τω παναγίω και αγαθώ και ζωοποιώ σου Πνεύματι, νυν και αεί και εις τους αιώνας των αιώνων. Αμήν.


O God of all spirits and flesh, Who has trodden down death, destroying the power of the devil, bestowing life on Your world to the soul of Your servants departed this life, do You Yourself, O Lord, give rest in a place of light, in a place of green pasture, in a place of refreshment, from where pain and sorrow and mourning are fled away. Every sin by them committed in thought, word, or deed, do You as our good and loving God forgive, seeing that there is no man that shall live and sin not, for You alone are without sin: Your righteousness, and Your law is truth.


For You are the Resurrection, the Life, and the Repose of Your servants, O Christ our God; and to You do we send up Glory, as to Your Eternal Father and Your All-Holy, Good, and Life-creating Spirit, both now and ever, and to the ages of ages. Amen.



 
SU SANTIDAD BARTOLOMÉ, PATRIARCA ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA


Lord of mercy, compassion and all comfort, we pray to You for our brothers in difficult circumstances and we offer to Your Goodness:


Nurture the infants; instruct the youth; strengthen the aged; give courage to the faint hearted; reunite those separated; sail with those who sail; travel with those who travel; defend the widows; protect the orphans; liberate the captives; heal the sick. Remember, O God, those who are in mines, in exile, in harsh labor, and those in every kind of affliction, necessity, or distress; and all those who entreat Your loving kindness; those who love us and those who hate us; and pour out upon all Your rich mercy, granting them their petitions for salvation


Again we pray, Lord of life and of death, grant eternal repose to the souls of Your departed servants, those who lost their lives during their exodus from war-torn regions and during their journeys to places of safety, peace and prosperity.


For You, Lord, are the helper of the helpless, the hope of the hopeless, the savior of the afflicted, the haven of the voyager, and the physician of the sick. Be all things to all, You who know each person, his requests, his household, and his need. Deliver this island, O Lord, and every city and country, from famine, plague, earthquake, flood, fire, sword, invasion of foreign enemies, and civil war. Amen.


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CONFERENCIA DE PRENSA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
DURANTE EL VUELO DE REGRESO DE LESBOS (GRECIA)


Vuelo Papal
Sábado, 16 de abril de 2016




(Padre Lombardi)


Démosle la bienvenida al Santo Padre, que viene para tener con nosotros una conversación después de este viaje, breve pero muy intenso. Vuelvo a leer el comunicado que han recibido, de manera que si alguien no lo pudo escuchar o recibir en su teléfono, tenga ahora el texto completo. El Papa desea que sea claro todo su contenido.


«El Papa ha querido tener un gesto de acogida hacia los refugiados, trayendo consigo, en su mismo avión, tres familias de refugiados de Siria, 12 personas en total, de las cuales, 6 menores de edad. Se trata de personas ya presentes en los campos de Lesbos antes del acuerdo entre Europa y Turquía. La iniciativa del Papa se llevó a cabo a través de negociaciones de la Secretaría de Estado con las competentes autoridades griegas e italianas. Los miembros de las familias son todos musulmanes. Dos familias vienen de Damasco, y una de Deir Azzor, que es la zona ocupada por el Daesh. Sus casas fueron bombardeadas. La acogida y el mantenimiento de las familias serán asumidos por el Vaticano. La hospitalidad inicial está garantizada por la Comunidad de San Egidio».


Ahora damos inmediatamente la palabra a los colegas, pidiéndoles que se limiten a hacer preguntas pertinentes al viaje, si bien el Papa, como sabemos, es siempre disponible con nosotros. La primera es Inés San Martín de “Crux”.


(Papa FRANCISCO)


Antes que nada, quiero darles las gracias por el trabajo de este día, que ha sido para mí muy fuerte, muy fuerte. Seguramente, también para ustedes.
Por favor, señora.


(Inés San Martín)


Santo Padre, espero que no le moleste, pero voy a hacerle dos preguntas sobre dos temas distintos. La primera es específicamente sobre el viaje. Este viaje se da luego de un acuerdo entre la Unión Europea y Turquía para tratar de solucionar la cuestión de los refugiados en Grecia. ¿A usted le parece que es un plan que puede funcionar o es sólo una cuestión política para tratar de ganar tiempo y ver qué se hace? La segunda pregunta, si me permite: Esta mañana usted se encontró con el candidato presidencial Bernie Sanders de los Estados Unidos, en Santa Marta. Quería preguntarle su sensación sobre el encuentro y si es su manera de intervenir en la política norteamericana.


(Papa FRANCISCO)


No, antes que nada no existe ninguna especulación política porque esos acuerdos entre Turquía y Grecia yo no los conocía bien. Lo he leído en los diarios. Este gesto, sin embargo, es algo puramente humano. [Se refiere a la iniciativa de acoger un grupo de prófugos] Es un hecho humanitario. Fue una inspiración que le vino, hace una semana, a un colaborador mío. Yo acepté en seguida, en seguida, porque vi que era el Espíritu quien hablaba. Todo se hizo según las reglas: estas personas vienen con documentos, los tres gobiernos –el Estado de la Ciudad del Vaticano, el Gobierno italiano y el Gobierno griego– han verificado todo, todo, y concedieron la visa. Los recibe el Vaticano. Será el Vaticano, con la colaboración de la Comunidad de San Egidio, quien les busque un empleo, si se encuentra; o, en caso contrario, se encargará de su sostenimiento. Son huéspedes del Vaticano y se agregan a las dos familias sirias que ya han sido acogidas por las dos parroquias vaticanas. Segundo. Esta mañana, cuando yo salía, allí estaba el Senador Sanders, que vino al Convenio de la Fundación Centesimus Annus. Sabía que yo me iba a aquella hora y tuvo la gentileza de saludarme. Lo saludé, le di la mano a él, a su esposa y a otra pareja que estaba con él. Estaban alojados en Santa Marta, porque todos los miembros del convenio, excepto los dos Presidentes participantes, que creo se alojaban en sus embajadas, estaban hospedados en Santa Marta. Y cuando yo bajaba, él se presentó, me saludó, le di la mano y nada más. Esta es buena educación. Se llama educación y no meterse en política. Y si alguien piensa que saludar sea meterse en política, le aconsejaría que mejor se buscara un psiquiatra.


(Padre Lombardi)


A continuación, la segunda pregunta la hace Franca Giansoldati, que conoce bien al Papa y que el Papa conoce bien.


(Papa FRANCISCO)


Pero usted debe prepararse para Armenia.


(Franca Giansoldati)


Gracias, Santidad. Usted habla mucho de “acogida”, pero tal vez muy poco de “integración”. Viendo lo que está sucediendo en Europa, sobre todo con este consistente flujo de inmigrantes, nos damos cuenta que hay varias ciudades que tienen barrios-gueto… De todo esto, emerge claramente que a los inmigrantes musulmanes les resulta más difícil integrarse a nuestros valores, a los valores occidentales. Le quisiera preguntar, ¿no sería tal vez más útil para la integración dar prioridad a la llegada de inmigrantes no musulmanes? Y luego, ¿por qué usted hoy, con ese gesto tan hermoso y tan noble, ha favorecido tres familias totalmente musulmanas?


(Papa FRANCISCO)


No hice ninguna selección entre cristianos y musulmanes. Estas tres familias tenían los papeles en regla, los documentos en regla, y era factible. En la primera lista, por ejemplo, había dos familias cristianas, pero no tenían los documentos en regla. No se trata, pues, de un privilegio; estas doce personas son también hijos de Dios. El “privilegio” es ser hijos de Dios, este es el punto. Sobre la integración, es muy inteligente lo que usted dice y le agradezco que lo haya dicho. Ha mencionado una palabra que, en nuestra cultura actual, parece haber sido olvidada después de la segunda guerra mundial. Hoy en día siguen existiendo guetos. Algunos de los extremistas que han perpetrado atentados terroristas – algunos –, son hijos y nietos de personas nacidas en el país, en Europa. ¿Qué es lo que ha pasado? Que no ha habido ninguna política de integración, y esto, para mí, es fundamental; hasta el punto que usted ve que en la exhortación post-sinodal sobre la familia –aun cuando se trate de otra problemática–, una de las tres dimensiones pastorales para las familias en dificultad es su integración en la vida de la Iglesia. Porque a Europa han llegado muchos nómadas, como los Normandos y mucha otra gente, y los han integrado y han enriquecido su cultura. Creo que tenemos necesidad de una enseñanza y de una educación a la integración. Gracias.


(Elena Pinardi – European Broadcasting Union)


Santo Padre, se oye hablar de reforzar las fronteras de varios países europeos, de vigilancia, e incluso de despliegue de batallones a lo largo de las fronteras de Europa. ¿Es el final de Schengen y del sueño europeo?


(Papa FRANCISCO)


No lo sé. Entiendo a los gobiernos y también a los pueblos que tienen un cierto temor. Esto lo comprendo y debemos tener una gran responsabilidad en la acogida. Uno de los aspectos de tal responsabilidad es este: cómo hacer posible que nos integremos nosotros y estas personas. Siempre he dicho que construir muros no es la solución. En el siglo pasado vimos la caída de uno. No se resuelve nada. Debemos construir puentes. Pero los puentes se construyen inteligentemente, se hacen con el diálogo, con la integración. Y por eso comprendo que haya un cierto temor. Pero cerrar las fronteras no resuelve nada, porque la clausura, a la larga, perjudica al propio pueblo. Europa debe elaborar urgentemente políticas de acogida, de integración, de crecimiento, de trabajo y de reforma de la economía. Todas estas cosas son los puentes que nos llevarán a no construir muros. El miedo tiene toda mi comprensión, pero después de todo lo que he visto –y cambio de tema, pero quiero decirlo ahora– y que también ustedes mismos han visto en ese campo de refugiados, daban ganas de llorar. Los niños… Traje estos dibujos conmigo para enseñárselos, los niños me han regalado muchos [El Papa muestra varios dibujos, uno después del otro, y los comenta] Uno. ¿Qué quieren estos niños? Paz, porque sufren. Allí, en el campo, tienen cursos de educación. Pero, qué no han visto esos niños. Miren esto: han visto también ahogarse a un niño. Esto lo tienen en el corazón. Hoy, de verdad, daban ganas de llorar. Daban ganas de llorar. El mismo tema lo dibujó también este niño de Afganistán: se ve que la barcaza que viene de Afganistán regresa a Grecia. Los niños tiene esto en la memoria. Se necesitará tiempo para que lo elaboren. Miren este otro dibujo: el sol que observa y llora. Y si el sol es capaz de llorar, también nosotros lo somos. Nos haría bien una lágrima.


(Fanny Carrier, Agence France Presse)


Buenos días. ¿Por qué no hace usted ninguna diferencia entre quienes huyen de la guerra y quienes huyen del hambre? ¿Puede Europa acoger toda la miseria del mundo?


(Papa FRANCISCO)


Es verdad. Hoy en mi discurso dije que “algunos huyen de las guerras y otros, del hambre”. Ambas situaciones son efecto de la explotación. También de la explotación de la tierra. Hace más o menos un mes, un jefe de gobierno de África me decía que la primera decisión de su gobierno fue la reforestación, porque la tierra se había muerto por la explotación de los bosques. Hay que hacer obras buenas con ambas categorías. Porque algunos huyen del hambre y otros de la guerra. Yo invitaría a los traficantes de armas –porque en lo que se refiere a las armas, es verdad que hay acuerdos, pero se fabrican;  pero los traficantes, los que trafican para promover la guerra en diversas partes.  En Siria, por ejemplo, ¿quién arma a los diversos grupos?– los invitaría a que pasaran un día en ese campo de refugiados. Creo que sería saludable para ellos.


(Néstor Pongutá, W Radio Colombia)


Santidad, muy buenas tardes. Esta mañana ha dicho usted algo muy especial, que nos ha llamado mucho la atención, que éste era un viaje triste, y ha demostrado con sus palabras que está muy conmovido. Pero algo debe haber cambiado también en su corazón, sabiendo que trae doce personas, y que con este pequeño gesto ha dado una lección a aquellos que a veces voltean la mirada frente a tanto dolor, a esta Tercera Guerra Mundial en pedazos, que usted ha denunciado.


(Papa FRANCISCO)


Voy a hacer un plagio y a responder con una frase que no es mía. La misma cosa le preguntaron a la Madre Teresa de Calcuta. ¿Por qué tanto esfuerzo, tanto trabajo, sólo para acompañar a las personas a morir? ¡Eso que usted hace no sirve para nada! El mar es inmenso. Y ella contestó: sí, es una gota de agua en el mar, pero después de esa gota, el mar ya no será el mismo. Es un pequeño gesto. Pero son pequeños gestos los que debemos hacer todos nosotros, hombres y mujeres, para tender la mano quien lo necesita.


(Joshua Mc Elwee, National Catholic Reporter)


Gracias Santo Padre. Hemos venido a un país de inmigración, pero también de política económica de austeridad. ¿Quisiera preguntarle cuál es su concepto de economía de austeridad? También en lo que se refiere a otra isla, Puerto Rico. Si tiene usted un concepto sobre esta política de austeridad.


(Papa FRANCISCO)


La palabra austeridad tiene diferentes significados, según el punto de vista desde el que se vea: económicamente significa un capítulo de un programa; políticamente es otra cosa; espiritual y cristianamente es otra. Cuando yo hablo de austeridad, lo hago en contraste con el desperdicio. Escuché en la FAO –creo que fue en una reunión de la FAO– que con la comida desperdiciada se podría resolver el problema del hambre en el mundo. Y nosotros, en nuestra casa, cuánto desperdiciamos sin quererlo. Es esta la cultura del descarte y del desperdicio. Yo hablo de austeridad en este sentido, en sentido cristiano. Detengámonos aquí y vivamos más austeramente.


(Francisco Romero, Rome Reports)


Santidad, usted ha dicho que esta crisis de refugiados es la peor crisis después de aquella de la Segunda Guerra Mundial. Quisiera preguntarle ¿Qué piensa usted sobre la crisis de los inmigrantes que llegan a los Estados Unidos, de México y de otros países de América Latina?


(Papa FRANCISCO)


Lo mismo. Es lo mismo, porque llegan allí huyendo, sobre todo del hambre. Se trata del mismo problema. En Ciudad Juárez celebré la Misa a cien metros, o tal vez a menos, de la barrera de alambre de púas. Del otro lado, había unos cincuenta Obispo de Estados Unidos y un estadio con cincuenta mil personas que seguían la Misa en pantallas gigantes. Del lado mexicano, aquel campo lleno de gente. Pero se trata de los mismo. Llegan a México, de Centro América. ¿Se acuerda de hace dos meses? Hubo un conflicto con Nicaragua, porque no quería que los refugiados transitaran por su territorio. Al final, se resolvió. Los llevaban en avión al otro país, sin pasar por Nicaragua. Es un problema mundial. Yo se lo dije a los Obispos mexicanos. Les pedí que se hicieran cargo de los refugiados.


(Francis Rocca, Wall Street Journal)


Gracias, Santo Padre. Veo que ya le hicieron las preguntas sobre la inmigración que yo tenía en mente. Y usted ha respondido muy bien. Si me permite, quisiera hacerle una pregunta sobre otro acontecimiento de los días pasados, su exhortación apostólica. Como usted bien sabe, después de su publicación, ha habido muchas discusiones sobre uno de los puntos – y se han concentrado particularmente en este –. Algunos sostienen que no ha cambiado nada sobre la disciplina que regula el acceso a los sacramentos para los divorciados que se han vuelto a casar; que la ley y la praxis, y obviamente también la doctrina, no han sido tocadas. Otros, en cambio, sostienen que ha cambiado mucho y que hay muchas nuevas aperturas y posibilidades. Mi pregunta sería: para una persona, para un católico, ¿hay nuevas posibilidades concretas que no existían antes de la publicación de la exhortación o no?


(Papa FRANCISCO)


Podría decir que sí, y punto. Pero sería una respuesta muy simplificada. Les recomiendo que lean la presentación del documento que hizo el cardenal Schönborn, que es un gran teólogo. Es miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe y conoce bien la doctrina de la Iglesia. Ahí encuentra usted la respuesta a su pregunta. Gracias.


(Guénois, Le Figaro)


Tenía la misma pregunta, pero le hago, en cambio, una pregunta complementaria: No se ha entendido bien por qué haya puesto usted en esa famosa nota al pie de página, la nota 351, en la Amoris Laetitia, lo que concierne a los problemas de los divorciados vueltos a casar. ¿Por qué una cuestión tan importante se trata en una pequeña nota al pie de página? ¿Es porque ha previsto oposición, o porque ha querido que no se le diera mucha importancia a ese punto?


(Papa FRANCISCO)


Escuche, uno de los últimos Papas, hablando sobre el Concilio, dijo que había habido dos concilios: el Vaticano II, en la Basílica de San Pedro, y el otro, el “concilio de los medios de comunicación”. Cuando convoqué el primer Sínodo, la gran preocupación de la mayor parte de los medios de comunicación era si podrían recibir la comunión los divorciados que se han vuelto a casar. Y como yo no soy santo, eso me molestó un poco y también me dio un poco de tristeza. Por qué esos medios de comunicación, que dicen tantas cosas, no se dan cuenta de que no es ese el problema principal. Acaso no se dan cuenta que la familia, en todo el mundo, está en crisis. Y la familia es la base de la sociedad. Y que los jóvenes ya no quieren casarse. Que la disminución de la natalidad en Europa es como para ponerse a llorar. No se dan cuenta que la falta de trabajo y la dificultad para encontrarlo obligan a que el padre y la madre tengan dos empleos, y que los niños crezcan solos, sin aprender a crecer en diálogo con el papá y la mamá. Estos son los grandes problemas. No me recuerdo de esa nota, pero si una cuestión como la que usted señala está en una nota, es porque fue dicha en la Evangelii gaudium. Seguramente. Se debe de tratar de una cita de la Evangelii gaudium. No recuerdo el número, pero seguro que es así.


(Padre Lombardi)


Gracias Santidad. Nos ha concedido una amplia conversación sobre temas de este viaje,  extendiéndose, también, a la Exhortación. Le deseamos buen viaje y una fructífera continuación de su obra.


(Papa FRANCISCO)


Les agradezco su compañía. Realmente me siento cómodo con ustedes. Muchas gracias. Gracias por acompañarme.


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