CIUDAD DEL VATICANO, 26 de abril de 2016 (VIS).- El viernes 4 de marzo el Santo Padre FRANCISCO concedió una Audiencia a los
participantes en la Asamblea Plenaria de la Comisión Pontificia para
América Latina (CAL) reunida en Vaticano para examinar el tema del
“Indispensable compromiso de los fieles laicos en la vida pública de los
países latinoamericanos”. En esa ocasión el Papa compartió
espontáneamente algunas reflexiones. El 19 de marzo, el Cardenal Marc
Ouellet, en cuanto Presidente de la CAL, recibió un texto en el que el
Santo Padre continuaba la reflexión sobre el tema de la Plenaria, y de
cuyo contenido publicamos a continuación amplios extractos.
“Evocar al Santo Pueblo fiel de Dios, es evocar el horizonte al que
estamos invitados a mirar y desde donde reflexionar. Un padre no se
entiende a sí mismo sin sus hijos. Puede ser un muy buen trabajador,
profesional, esposo, amigo pero lo que lo hace padre tiene rostro: son
sus hijos. Lo mismo sucede con nosotros, somos pastores. Un pastor no se
concibe sin un rebaño al que está llamado a servir. El pastor, es
pastor de un pueblo, y al pueblo se lo sirve desde dentro... Mirar al
Santo Pueblo fiel de Dios y sentirnos parte integrante del mismo nos
posiciona en la vida y, por lo tanto, en los temas que tratamos de una
manera diferente....Mirar al Pueblo de Dios, es recordar que todos
ingresamos a la Iglesia como laicos. El primer sacramento, el que sella
para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre
orgullosos es el del bautismo... A nadie han bautizado cura, ni obispo.
Nos han bautizados laicos y es el signo indeleble que nunca nadie podrá
eliminar. Nos hace bien recordar que la Iglesia no es una elite de los
sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos
el Santo Pueblo fiel de Dios. Olvidarnos de esto acarrea varios riesgos
y/o deformaciones en nuestra propia vivencia personal como comunitaria
del ministerio que la Iglesia nos ha confiado”.
“No podemos reflexionar el tema del laicado ignorando una de las
deformaciones más fuertes que América Latina tiene que enfrentar - y a
las que les pido una especial atención - el clericalismo....El
clericalismo lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como
"mandaderos", coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me
animo a decir, osadías necesarios para poder llevar la Buena Nueva del
Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente
político. El clericalismo lejos de impulsar los distintos aportes,
propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia
toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos”.
“Hay un fenómeno muy interesante que se ha producido en nuestra
América Latina:.. me refiero a la pastoral popular... El Papa Pablo VI
usa una expresión que considero es clave, la fe de nuestro pueblo, sus
orientaciones, búsquedas, deseo, anhelos, cuando se logran escuchar y
orientar nos terminan manifestando una genuina presencia del Espíritu.
Confiemos en nuestro Pueblo, en su memoria y en su "olfato", confiemos
que el Espíritu Santo actúa en y con ellos, y que este Espíritu no es
solo "propiedad" de la jerarquía eclesial....He tomado este ejemplo de
la pastoral popular como clave hermenéutica que nos puede ayudar a
comprender mejor la acción que se genera cuando el Santo Pueblo fiel de
Dios reza y actúa. Una acción que no queda ligada a la esfera íntima de
la persona sino por el contrario se transforma en cultura; una cultura
popular evangelizada contiene valores de fe y de solidaridad que pueden
provocar el desarrollo de una sociedad más justa y creyente, y posee una
sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una mirada
agradecida”.
“Entonces desde aquí podemos preguntarnos, ¿qué significa que los
laicos estén trabajando en la vida pública?... Significa buscar la
manera de poder alentar, acompañar y estimular todo los intentos,
esfuerzos que ya hoy se hacen por mantener viva la esperanza y la fe en
un mundo lleno de contradicciones especialmente para los más pobres,
especialmente con los más pobres. Significa como pastores comprometernos
en medio de nuestro pueblo y, con nuestro pueblo sostener la fe y su
esperanza... Necesitamos reconocer la ciudad –y por lo tanto todos los
espacios donde se desarrolla la vida de nuestra gente– desde una mirada
contemplativa, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus
hogares, en sus calles, en sus plazas.... No es nunca el pastor el que
le dice al laico lo que tiene que hacer o decir, ellos lo saben tanto o
mejor que nosotros....Como pastores, unidos a nuestro pueblo, nos hace
bien preguntamos cómo estamos estimulando y promoviendo la caridad y la
fraternidad, el deseo del bien, de la verdad y la justicia. Cómo hacemos
para que la corrupción no anide en nuestros corazones”.
“Muchas veces hemos caído en la tentación de pensar que el laico
comprometido es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las
cosas de la parroquia o de la diócesis y poco hemos reflexionado como
acompañar a un bautizado en su vida pública y cotidiana; cómo él, en su
quehacer cotidiano, con las responsabilidades que tiene se compromete
como cristiano en la vida pública. Sin darnos cuenta, hemos generado una
elite laical creyendo que son laicos comprometidos solo aquellos que
trabajan en cosas "de los curas" y hemos olvidado, descuidado al
creyente que muchas veces quema su esperanza en la lucha cotidiana por
vivir la fe. Estas son las situaciones que el clericalismo no puede ver,
ya que está muy preocupado por dominar espacios más que por generar
procesos.... Es obvio, y hasta imposible, pensar que nosotros como
pastores tendríamos que tener el monopolio de las soluciones para los
múltiples desafíos que la vida contemporánea nos presenta. Al contrario,
tenemos que estar al lado de nuestra gente, acompañándolos en sus
búsquedas y estimulando esta imaginación capaz de responder a la
problemática actual. Y esto discerniendo con nuestra gente y nunca por
nuestra gente o sin nuestra gente. Como diría San Ignacio, "según los
lugares, tiempos y personas". Es decir, no uniformizando.... La
inculturación es un proceso que los pastores estamos llamados a
estimular alentado a la gente a vivir su fe en donde está y con quién
está. La inculturación es aprender a descubrir cómo una determinada
porción del pueblo de hoy, en el aquí y ahora de la historia, vive,
celebra y anuncia su fe”.
“Dos memorias se nos pide cuidar en nuestro pueblo. La memoria de
Jesucristo y la memoria de nuestros antepasados. La fe, la hemos
recibido, ha sido un regalo que nos ha llegado en muchos casos de las
manos de nuestras madres, de nuestras abuelas... Ha sido también esa fe
sencilla la que muchas veces nos ha acompañado en los distintos avatares
del camino. Perder la memoria es desarraigarnos de donde venimos y por
lo tanto, nos sabremos tampoco a donde vamos. Esto es clave, cuando
desarraigamos a un laico de su fe, de la de sus orígenes; cuando lo
desarraigamos del Santo Pueblo fiel de Dios, lo desarraigamos de su
identidad bautismal y así le privamos la gracia del Espíritu Santo. Lo
mismo nos pasa a nosotros, cuando nos desarraigamos como pastores de
nuestro pueblo, nos perdemos.Nuestro rol, nuestra alegría, la alegría
del pastor está precisamente en ayudar y estimular, al igual que
hicieron muchos antes que nosotros, sean las madres, las abuelas, los
padres los verdaderos protagonistas de la historia... Los laicos son
parte del Santo Pueblo fiel de Dios y por lo tanto, los protagonistas de
la Iglesia y del mundo; a los que nosotros estamos llamados a servir y
no de los cuales tenemos que servirnos”.