CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 27 de septiembre de 2017).- Discurso pronunciado por el Observador Permanente de la Santa Sede,
S.E. el arzobispo Ivan Jurković, en las Naciones Unidas y otros
Organismos Internacionales en Ginebra, el lunes , 25 de septiembre en la
36.ma sesión del Consejo de los derechos humanos sobre el tema: Panel
de discusión sobre el impacto de la discriminación racial en los
derechos humanos de las mujeres y las niñas:
Discurso de S.E. Mons. Ivan Jurković
Señor Presidente,
Mi delegación da las gracias a los distinguidos panelistas por sus
presentaciones y aprecia los compromisos de algunos Estados en relación
con la eliminación del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y
la intolerancia conexa, que deberían ser un objetivo prioritario de la
comunidad internacional.
Señor Presidente,
En un mundo donde la globalización debe unir a la gente, lo que estamos
viendo hoy es el resurgimiento de divisiones cada vez más acentuadas.
Es evidente en la experiencia cotidiana una mayor fragmentación de las
relaciones sociales en nuestras sociedades multiculturales, con actos
espontáneos y palabras de racismo y xenofobia, discriminación social y
racial y explotación política de las diferencias[1].
Esta fragmentación social subraya el hecho de que la proximidad
espacial de las personas no es suficiente para crear las condiciones
para la interacción constructiva y la comunión pacífica. La falta de
solidaridad real puede conducir al odio y a la intolerancia racial en
cualquier sociedad, no importa lo avanzada que pueda considerarse.
Además, ahora nos enfrentamos a una crisis de emergencia en la gestión
migratoria, ya que el movimiento de los pueblos se ha acelerado en los
últimos años por varias razones, a menudo dramáticas, como las guerras,
el desplazamiento forzado y los desastres naturales. En este contexto,
las mujeres y las niñas son las primeras en enfrentarse a muchos
desafíos y dificultades y se ven afectadas de manera desproporcionada
por las formas agravadas de racismo, discriminación racial, xenofobia y
formas conexas de intolerancia. En varias partes del mundo, a menudo las
mujeres son infravaloradas por el solo hecho de ser mujeres. Además, su
vulnerabilidad se agrava si forman parte de una minoría nacional o
étnica, religiosa y lingüística.
Como dijo el Papa Francisco, "la contribución de las mujeres en todos los ámbitos de la actividad humana es innegable"[2]y
debemos sensibilizar a este respecto para abordar las diversas
dificultades que sufren las mujeres y las niñas. Ese reconocimiento debe
conquistarse también y sobre todo gracias a “un eficaz e ilustrado
proyecto de promoción, que contemple todos los ámbitos de la vida
femenina, a partir de una renovada y universal toma de conciencia de la
dignidad de la mujer. "[3]
Señor Presidente,
Cada vez es más urgente, hoy en día, reconocer y atribuir pleno respeto
a cada persona, a su dignidad, identidad, historia y tradición. Un
antídoto muy eficaz contra todas las formas de racismo, discriminación
racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia es la educación para
descubrir, reconocer y aceptar las diferencias como una riqueza más que
como un obstáculo. La educación debe acompañar a la legislación en
formar las mentalidades y contribuir a moldear conciencias que abarquen
una visión más completa de la realidad y rechacen cualquier forma de
racismo y discriminación racial.
La familia, la unidad básica de la sociedad y las escuelas desempeñan
un papel fundamental en la enseñanza de la apertura y la aceptación de
los demás y el sistema educativo debe sensibilizar sobre la igualdad en
la dignidad y los derechos fundamentales de todas las personas y la
necesidad de que todas las mujeres tengan garantizado el acceso al
pleno ejercicio de sus derechos humanos. Los organismos
gubernamentales, los medios de comunicación y todas las partes
interesadas deben estar alerta para evitar cualquier forma de
estereotipar a las personas por motivos de raza y sexo y unirse al resto
de la sociedad para defender la dignidad humana que sólo una acción
colectiva de todos los sectores de la sociedad puede proteger y
promover. No es suficiente reconocer la igualdad: tiene que crearse
dentro de una sociedad de equidad humana en dignidad y derechos.
Por último, señor Presidente,
La Santa Sede reafirma su firme condena de todas las formas de
discriminación racial contra todas las personas y de manera particular
contra las mujeres, cuya presencia activa en la sociedad supone un valor
insustituible en la vida política, económica y social. El Papa
Francisco nos recuerda que "el problema de la intolerancia debe
enfrentarse en todas sus formas: dondequiera que una minoría sea
perseguida y marginada por sus convicciones religiosas o su identidad
étnica, se pone en peligro el bienestar de la sociedad en su conjunto y
cada uno de nosotros debe sentirse afectado "[4].Por
lo tanto, para superar la bancarrota moral del prejuicio, es esencial
poner en marcha una verdadera solidaridad a nivel social, nacional e
internacional, fundada en el reconocimiento de que todos tienen igual
valor humano.
Gracias, señor Presidente.
[1]
Discurso del Observador Permanente de la Santa Sede ante las Oficina de
las Naciones Unidas y Organismos especializados sobre la Revisión de la
Conferencia de Durban, Ginebra, 22 de abril 2009.
[2] Mensaje del Papa Francisco, Ciudad del Vaticano, 3 de mayo 2016.
[3] Carta del Papa Juan Pablo II a las mujeres, 25 junio 1995.
[4] Discurso del Papa Francisco a la Delegación del Centro Simon Wiesenthal, 24 octubre 2013.