CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 21 de septiembre de 2017).- La intervención que el Secretario para las Relaciones con los Estados
S.E. Mons. Paul R. Gallagher, pronunció ayer en New York en la X
Conferencia para la entrada en vigor del Tratado sobre la prohibición
completa de los ensayos nucleares en el ámbito de la Asamblea General
de las Naciones Unidas.
Intervención de S.E. Mons. Paul R. Gallagher
Señor presidente,
El Tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares es una de
las piedras angulares de las estructuras jurídicas que se han puesto en
práctica para controlar la amenaza mundial planteada por las armas
nucleares y avanzar progresivamente hacia un mundo libre de armas
nucleares. La Santa Sede ratificó y se adhiere al TPCE como expresión de
su antigua convicción de que la prohibición de los ensayos nucleares,
la no proliferación nuclear y el desarme nuclear "están estrechamente
vinculados y deben alcanzarse lo antes posible bajo un control
internacional eficaz"[1].
Por consiguiente, la Santa Sede está preocupada por la continua falta
de progresos en la entrada en vigor del Tratado de prohibición completa
de los ensayos nucleares. Dos décadas sin la entrada en vigor del
Tratado han sido dos décadas perdidas en nuestro objetivo común de un
mundo sin armas nucleares. Al mismo tiempo, la Santa Sede se complace en
participar en esta Conferencia, uniéndose a otros Estados que han
ratificado el Tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares,
reiterando nuestro llamamiento a los demás Estados cuya ratificación es
necesaria para la entrada en vigor del Tratado. Al ratificar este
tratado, estos Estados tienen la oportunidad de demostrar sabiduría,
liderazgo valiente y un compromiso con la paz y el bien común de todos.
La entrada en vigor del TPCE es aún más urgente cuando se consideran las
amenazas contemporáneas a la paz, desde los continuos desafíos de la
proliferación nuclear hasta los principales programas de modernización
de algunos de los Estados poseedores de armas nucleares. Tanto la
proliferación nuclear como los nuevos programas de modernización son
contrarios a los propósitos del TPCE y, lo que es más importante,
socavan la seguridad internacional. Las crecientes tensiones sobre el
incremento del programa nuclear de Corea del Norte son de especial
urgencia. La comunidad internacional debe responder buscando reanudar
las negociaciones. La amenaza o el uso de la fuerza militar no tienen
cabida en la lucha contra la proliferación ,y la amenaza o el uso de las
armas nucleares para contrarrestar la proliferación nuclear son
deplorables. Debemos dejar atrás las amenazas nucleares, el miedo, la
superioridad militar, la ideología y el unilateralismo que impulsan los
esfuerzos de proliferación y modernización y recuerdan la lógica de la
Guerra Fría.
Señor presidente,
En este día, cuando el decisivo Tratado sobre la prohibición de las
armas nucleares se abre a la firma , quiero centrarme especialmente en
el TPCE como complemento crítico de los esfuerzos más amplios de desarme
nuclear. El 25 de septiembre de 2015, el Papa Francisco instó a la
Asamblea General de la ONU a " empeñarse por un mundo sin armas
nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación, en la
letra y en el espíritu, hacia una total prohibición de estos
instrumentos”. El Papa Francisco añadía: " Una ética y un derecho
basados en la amenaza de destrucción mutua –y posiblemente de toda la
humanidad– son contradictorios y constituyen un fraude a toda la
construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser «Naciones unidas
por el miedo y la desconfianza ". En su carta a Su Excelencia Elayne
Whyte Gómez, Presidenta de la conferencia de la ONU sobre la prohibición
nuclear, instó a la comunidad internacional a" ir más allá de la
disuasión nuclear ... [y] a adoptar estrategias clarividentes para
promover el objetivo de la paz y la estabilidad y evitar un enfoque
miope de los problemas que atañen a la seguridad nacional e
internacional ".[2]
Si bien no nos hacemos ilusiones sobre los retos que implica lograr un
mundo libre de armas nucleares, los desafíos planteados por el statu quo ante
las crecientes tensiones, la proliferación continua y los nuevos
programas de modernización son mucho más desalentadores. Las armas
nucleares ofrecen una falsa sensación de seguridad. La inquietante paz
prometida por la disuasión nuclear se ha demostrado una y otra vez como
una trágica ilusión. Las armas nucleares no pueden crear un mundo
estable y seguro. La paz y la estabilidad internacional no pueden
basarse en la destrucción mutuamente asegurada o en la amenaza de la
aniquilación.
Señor presidente,
Un tipo de paz que se basa en un equilibrio de poder, con amenazas y
contra-amenazas, y en última instancia miedo, es una paz inestable y
falsa. Para responder adecuadamente a los desafíos del siglo XXI, es
esencial reemplazar una lógica de miedo y desconfianza por una ética de
responsabilidad y, por lo tanto, fomentar un clima de confianza que
valore el diálogo multilateral mediante una cooperación coherente y
responsable entre todos los miembros de la comunidad internacional. Las
normas incorporadas en la Carta de las Naciones Unidas, el derecho
humanitario, las convenciones de control de armamentos y otros elementos
del derecho internacional representan un compromiso indispensable para
la seguridad cooperativa y una encarnación jurídica de esta ética global
de la responsabilidad.
La entrada en vigor del TPCE sería una manifestación importante del
compromiso con esta ética de la responsabilidad. Dos décadas es un
tiempo de espera demasiado largo para demostrar este compromiso.
Gracias, señor Presidente.
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[1] 1 Declaración de la Santa Sede anexa al instrumento de adhesión al TPCE, 24 de septiembre de 1996.
[2]
Carta del Papa FRANCISCO a Su Excelencia Elayne Whyte Gómez, Presidenta
de la Conferencia de Naciones Unidas para Negociar un instrumento
legalmente vinculante para prohibir las armas nucleares que lleve a su
eliminación total. 23 de marzo de 2017