CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 20 de septiembre de 2017).-
Publicamos a continuación las intervenciones del Secretario para
las Relaciones con los Estados S.E. Monseñor Paul R. Gallagher, ayer en Nueva York durante los trabajos de la 72ª Sesión de la Asamblea
General de las Naciones Unidas.
Reunión ministerial cerrada sobre la República Centroafricana durante la 72ª Sesión de la Asamblea General de la ONU
Señor Presidente.
La Santa Sede está muy preocupada por la intensificación del conflicto
en curso en la República Centroafricana, que está causando ulteriores
muertes y heridos entre la población civil y agravando la situación de
los refugiados y los desplazados internos.
La Santa Sede aprecia el papel de la MINUSCA, así como la ampliación de
su mandato por la ONU, cuyo objetivo es restablecer la paz en la
capital, Bangui, y neutralizar, en la medida de lo posible, las acciones
de los grupos armados que infligen sufrimientos a las poblaciones
indefensas. Sin embargo, también desea que se adopten medidas más
eficaces para proteger a los civiles, sin distinción de credo religioso o
rango, a fin de evitar la parcialidad y ganar una mayor confianza de
la población local. Por lo tanto, el aumento del número de fuerzas de
paz y la reorganización de sus operaciones deben tener como prioridad la
protección de la seguridad de todos los ciudadanos y el
restablecimiento de la paz. Muy conscientes de que las personas más
vulnerables en el actual conflicto son las mujeres y los niños, hago un
llamamiento a la MINUSCA para que defienda su dignidad de personas
indefensas, para que garantice su seguridad personal y libertad de
movimiento y para protegerlas de las agresiones armadas y de cualquier
abuso o humillación que degradaría su dignidad humana. Como señaló el
Papa Francisco durante su visita a Bangui, la dignidad es un "Este valor
moral, sinónimo de honestidad, lealtad, bondad y honor, es el que
caracteriza a los hombres y mujeres conscientes de sus derechos y de sus
deberes, y que lleva al respeto mutuo "Discurso a las Autoridades y al
Cuerpo Diplomático, 29 de noviembre de 2015).
La Comunidad Internacional está llamada a dar todo el apoyo necesario
para el desarrollo democrático e inclusivo de aquellas estructuras que
permitan el crecimiento del país. Por supuesto, es deber del Gobierno
nacional garantizar el imperio de la ley, frenar y combatir la
corrupción, que despoja de la confianza a los ciudadanos y garantizar el
acceso a la atención sanitaria y a la educación para los ciudadanos de
todos los niveles, sin discriminación. Pero esto, a su vez, requiere la
acción coordinada de la Comunidad Internacional, para que la ayuda
financiera prometida durante la Conferencia de Bruselas del pasado otoño
sea puesta a disposición, dando una inyección de recursos al país y
facilitando su reconstrucción así como su recuperación financiera.
En cualquier país, una dinámica sana entre las diversas fuerzas
políticas sólo puede lograrse mediante un diálogo sincero. Con la ayuda
de la Comunidad Internacional, este diálogo debe convertirse en el
camino privilegiado para llegar a la paz y dar a la República
Centroafricana la estabilidad necesaria para su renovación social,
económica y política. De hecho, el diálogo es la única solución a
cualquier conflicto armado y la única manera de silenciar las armas de
guerra y dar vida a palabras de reconciliación. Podemos recordar aquí el
resultado positivo de la visita pastoral del Papa Francisco (29-30 de
noviembre de 2015), que dio lugar a gestos de cooperación fuertes y
claros, promovidos también por los jefes de las otras confesiones
religiosas. Recientemente, el Santo Padre hizo un llamamiento a todos
los sectores de la República Centroafricana: "que las armas callen y que
la buena voluntad de diálogo prevalezca para dar al país paz y
desarrollo" (Papa Francisco, Ángelus, 21 de mayo de 2017).
Para lograr un resultado fructífero, ese proceso de diálogo debe prever:
- un alto el fuego entre todas las partes en conflicto;
- los medios adecuados para desarmar a los diversos grupos armados, estudiando la mejor manera
de reinsertar a sus miembros en la comunidad civil y democrática;
- justicia para las víctimas de atroces ataques a la población desarmada;
- y el retorno garantizado de migrantes y refugiados, tanto cristianos
como musulmanes, que deberían poder tomar posesión de sus bienes y
volver a una vida serena y tranquila.
En este esfuerzo de diálogo inclusivo, no faltará el compromiso de la
Iglesia Católica. Junto con otras confesiones religiosas, la Iglesia
buscará lo que une, mientras rechaza lo que causa división o
controversia, ya que la búsqueda de la paz viene antes que cualquier
otro bien.
Gracias, señor Presidente.
Evento de Lideres de Alto Nivel: Llamada a la Acción para acabar con el Trabajo Forzoso,
la esclavitud moderna y la trata de personas
Sra. Primera Ministra, Excelencias,
La participación de la Santa Sede en la lucha contra la trata de
personas y otras formas de esclavitud moderna no es nueva. Ya en 1965,
la Iglesia Católica condenó enérgicamente la "infamia" de la esclavitud,
la prostitución, la venta de mujeres y niños, y las condiciones de
trabajo vergonzosas, donde la gente es tratada como instrumento de lucro
en lugar de como personas libres y responsables[1].
Estos fenómenos " degradan la civilización humana, deshonran a sus
autores (…) y son totalmente contrarias al honor debido al Creador.
La cuestión de la trata de personas sólo puede abordarse plenamente
mediante la promoción de instrumentos jurídicos eficaces y la
colaboración concreta a múltiples niveles de todas las partes
interesadas, utilizando estrategias múltiples para detener estos
crímenes atroces, castigar a los delincuentes y asistir a las víctimas.
El Papa Francisco ha dejado claro que trabajar para poner fin al trabajo
forzoso, la esclavitud moderna y la trata de personas es una de las
prioridades definitorias de su papado. De esta manera, las instituciones
y organizaciones de la Iglesia Católica actúan en asociación y en
colaboración con los sectores público y privado, incluyendo a las
autoridades gubernamentales.
En particular, la Santa Sede y la Iglesia Católica colaboran con el
Gobierno británico en diversos niveles y en muchas iniciativas para
erradicar la trata de personas. Una de esas asociaciones es el Grupo
Santa Marta, cuya eficacia reside en la estrecha colaboración entre las
autoridades policiales y las instituciones de la Iglesia, que rescatan a
las víctimas y las acompañan en su rehabilitación a una vida normal. La
experiencia ha demostrado que muchas víctimas se cuidan de confiar en
las autoridades policiales, pero confían sus historias más fácilmente al
personal religioso, especialmente a las religiosas, que pueden
ayudarlas a confiar en el proceso legal y brindarles refugio seguro y
otras formas de asistencia.
Por lo tanto, fieles a su naturaleza específica, las instituciones y
organizaciones católicas han estado en primera línea ayudando a las
víctimas, especialmente a las mujeres y a las niñas, a escapar de
situaciones de esclavitud y, con amorosa preocupación, recorren con
ellas el largo camino hacia una vida de libertad, tanto interior como
exterior. Las religiosas, en particular, han sido centrales en este
trabajo que a menudo ocurre en situaciones dominadas por la violencia.
Forman redes en múltiples niveles para coordinar sus esfuerzos y
compartir las mejores prácticas y recursos, maximizando así su impacto.
Sra. Primera Ministra, Excelencias,
La Declaración Política sobre la Aplicación del Plan de Acción Mundial
para Combatir la Trata de Personas, que se adoptará en los próximos
días, enfatiza "en los términos más firmes posibles la importancia de
fortalecer la acción colectiva ... para poner fin a la trata de
personas"[2].
La naturaleza global de los crímenes de trabajo forzoso, la esclavitud
moderna y la trata de personas requieren de todos nosotros una respuesta
proporcionada de colaboración, fraternidad y solidaridad. Debemos esa
respuesta a las decenas de millones de víctimas, que nos miran con una
esperanza desesperada de emancipación y de retorno a una vida de
dignidad y libertad.
Gracias, Señora Primera Ministra; gracias, Excelencias.
[1] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes 27
[2] Political Declaration on the Implementation of the Global Plan of Action to Combat Trafficking in Persons, paragraph 24.