Texto del discurso que el Pontífice dirige a los presentes durante la Audiencia:
DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LAS MISIONERAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN OCASIÓN DEL PRIMER CENTENARIO DE LA MUERTE DE SANTA FRANCISCA CABRINI
A LAS MISIONERAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN OCASIÓN DEL PRIMER CENTENARIO DE LA MUERTE DE SANTA FRANCISCA CABRINI
Sala Clementina
Sábado 9 de diciembre de 2017
Sábado 9 de diciembre de 2017
Queridas hermanas y queridos hermanos,
Con gran placer doy la bienvenida a todos vosotros, representantes
de la Familia Cabriniana, que deseáis de este modo concluir las
celebraciones por el centenario del nacimiento de Santa Francisca
Javiera Cabrini. El 17 de diciembre de 1917, esta mujer santa, que había
cruzado el océano veinticuatro veces para ayudar a los emigrantes en
las Américas, y que incansablemente llegó hasta los Andes y también a
Argentina, moría repentinamente en Chicago, y partía para el último
viaje.
Saludo a S.E. Mons. Rino Fisichella, que os sigue con tanto afecto; y
agradezco a la Madre, Barbara Louise Staley, sus palabras de saludo y
su compromiso activo para que allí donde haya emigrantes, esté siempre
presente la acogida y el testimonio del amor cristiano.
Santa Cabrini fue un verdadera misionera. Había crecido teniendo ante
sus ojos el ejemplo de San Francisco Javier, el pionero de la
evangelización en Oriente. Llevaba en el corazón a China y esperaba
proclamar el Evangelio en esa tierra lejana. No pensaba en los miles y
miles de emigrantes que, debido al hambre, la falta de trabajo y la
ausencia de un futuro, se embarcaban con sus pocas cosas para llegar a
América, empujados por el sueño de una vida mejor. Como sabemos, fue
la visión de futuro del Papa León XIII que, con una frase, la hizo
cambiar de rumbo: "¡No a Oriente, Cabrini, sino a Oeste!". La joven
madre, que acababa de fundar las Misioneras del Sagrado Corazón, tenía
que abrir los ojos para ver dónde Dios la enviaba en misión. No donde
ella quería ir, sino donde Él había preparado para ella el camino, el
camino del servicio y la santidad. Este es el ejemplo de una verdadera
vocación: olvidarse de uno mismo para abandonarse completamente al amor
de Dios.
Después de tantos años, la realidad de los emigrantes, a los que
Santa Francisca Javiera dedicó toda su vida, ha evolucionado y es más
actual que nunca. Nuevos rostros de hombres, mujeres y niños, marcadas
por tantas formas de pobreza y de violencia, están de nuevo ante
nuestros ojos y esperan encontrar en su camino manos tendidas y
corazones acogedores como los de la Madre Cabrini. A vosotros, en
particular, se os ofrece la responsabilidad de ser fieles a la misión
de vuestra santa fundadora. Su carisma es de extraordinaria actualidad,
porque los emigrantes ciertamente necesitan buenas leyes, programas de
desarrollo, de organización, pero siempre necesitan también, y sobre
todo amor, amistad, cercanía humana; necesitan ser escuchados, mirados a
los ojos, acompañados; necesitan a Dios, encontrado en el amor gratuito
de una mujer que, con el corazón consagrado, es hermana y madre.
¡Que el Señor renueve siempre en vosotros la mirada atenta y
misericordiosa hacia los pobres que viven en nuestras ciudades y en
nuestros países!. La Madre Cabrini tenía el coraje de mirar a los ojos a
los niños huérfanos que se le confiaron, a los jóvenes sin trabajo
tentados de delinquir, a los hombres y mujeres explotados en los
trabajos más humildes; y por eso , hoy estamos aquí para dar gracias a
Dios por su santidad. En cada uno de esos hermanos y hermanas, ella
reconocía el rostro de Cristo y, genial como era, supo aprovechar los
talentos que el Señor le había confiado (Mt 25, 14-23). Tenía un fuerte
sentido de acción apostólica; y si tuvo tanta energía cómo para realizar
en pocos años un trabajo extraordinario, fue solo por su unión con
Cristo, siguiendo el modelo de San Pablo, de quien tomó su lema: "Todo
lo puedo en Aquel que me conforta". (Flp. 4,13). Una vida vertiginosa,
cargada de trabajo, viajes interminables a pie, en tren, en nave, en
barca, a caballo ...; creando de la nada sesenta y siete obras entre
guarderías, escuelas, colegios, hospitales, orfanatos, laboratorios ...
todo para propagar la fuerza del Evangelio, que le había dilatado el
corazón para que perteneciera a todos.
Santa Cabrini vivió de la espiritualidad del Sagrado Corazón de
Jesús. La suya, paso a paso, fue una existencia totalmente tendida a
consolar y dar a conocer y amar al Sagrado Corazón. Y esto la hizo capaz
de mirar al corazón de todos a los que se acercaba y asistía para
corresponder de manera coherente. Este importante aniversario nos
recuerda fuertemente a todos la necesidad de una fe que sepa captar el
momento de gracia que se vive. Por difícil que parezca, nos dice que
debemos hacer lo que ella hizo: ser capaces de percibir los signos de
nuestro tiempo, leerlos a la luz de la Palabra de Dios, vivirlos de tal
manera que demos una respuesta que llegue al corazón de cada persona.
Queridas hermanas y queridos hermanos que compartís el carisma
cabriniano os agradezco vuestro compromiso. Os acompaño con la
bendición apostólica, y os pido a cada uno de vosotros que no os
olvidéis de rezar por mí.
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