Bereina, PAPUA NUEVA GUINEA (Agencia Fides, 18/05/2020) - “La policía rescató a dos mujeres mientras
eran torturadas, apuñaladas y quemadas con barras de hierro; a su
alrededor, una multitud de quinientas personas observaban la escena.
Hace unas semanas, esta noticia apareció en la primera plana del
periódico nacional, en Papua Nueva Guinea. ¿Cómo puede ser que la
tortura ocurra bajo los ojos de tanta gente? Lo que sucedió fue un
episodio de violencia, tristemente frecuente en este país, relacionado
con una acusación de brujería. Pero aún más triste es tener que hablar
sobre asesinatos por acusaciones de brujería, cuando la violencia supera
todos los límites". La hermana Anna Pigozzo, misionera de la
fraternidad Cavanis Jesús Buen Pastor en Bereina, habla de ello con la
Agencia Fides.
"De este modo, mientras la pandemia de Coronavirus cosecha muchas
víctimas, estas noticias nos recuerdan que hay personas en el mundo que
aún sufren y mueren por terribles injusticias", explica la misionera.
“Aquí, en Papúa Nueva Guinea, de hecho, creer en la magia y la
superstición todavía está profundamente arraigado: si, por ejemplo, una
persona muere repentinamente y sin ninguna enfermedad visible, la gente
tiende a pensar que la muerte fue causada por una maldición lanzada por
algún 'enemigo'. Por eso, intentan identificar al 'enemigo' para
castigarlo y vengar la muerte. Se considera una forma de justicia y,
hasta 2013, la ley también tenía en cuenta este rasgo cultural,
aliviando las penas de una sentencia de asesinato si existía una
supuesta acusación de magia contra la víctima. En 2013 se modificó la
ley y en 2015 el gobierno aprobó el Sorcery National Action Plan, cuya
implementación todavía es evidentemente larga y difícil de realizar. De
hecho, Papua Nueva Guinea, tanto en las zonas rurales como en las
ciudades, ha experimentado un aumento de los ataques violentos de
grandes grupos que, acusando a las víctimas de brujería, quieren
hacerse justicia. Los testigos presenciales del asesinato de una víctima
acusada de brujería no denuncian el delito, por temor a perder la vida o
la de sus familiares".
"Todos hablan de la importancia del desarrollo de Papua Nueva Guinea,
pero se centran solo en el económico. Sin crecimiento moral, este país
no podrá progresar. De hecho, se perderá para siempre. Hoy es el momento
de eliminar esta gran vergüenza de nuestra comunidad, de nuestro país,
de nuestra fe. Ahora" escribía ya en el 2012 el p. Donald Lippert,
O.F.M. Cap, obispo de Mendi, un área donde la acusación de brujería es
un problema grave y que requiere una acción urgente.
La Hermana Anna subraya el hecho de que "la violencia y el odio no se
pueden combatir con más violencia y odio y que, reflexionando sobre
estos temas, estamos aún más convencidos de lo importante que es
continuar el trabajo de evangelización y educación en este país, donde
la fe cristiana solo ha llegado hace ciento treinta años". La misionera
también recuerda: "Ya en 2012, el p. Lippert le dijo a la gente que uno
no puede ser católico y creer en el sanguma (magia), en las pociones, en
la brujería. No informar de la tortura o el asesinato de víctimas
acusadas de brujería significa creer en la brujería. Todo esto es
incompatible con la fe católica. Y entonces pidió a sus fieles que
rezaran, ayunaran y rechazaran este pecado".
“En esta batalla cultural – concluye -, tenemos la educación como
herramienta, para desarrollar el pensamiento crítico y un sentido de
responsabilidad, para aprender a distinguir los hechos de las opiniones.
Tenemos la oración, los sacramentos, nuestra fe católica en la que
profesamos creer en Dios, Padre, Todopoderoso, para ayudar a evitar la
violencia, la superstición, el odio y cualquier otro pecado. No podemos
ser testigos silenciosos de violencia, abuso y crimen. Debemos luchas
por compartir la caridad y la paz de Cristo".