CIUDAD DEL VATICANO, 2 de julio de 2015
(VIS).- ''Mil millones de turistas, mil millones de oportunidades'' es el
título del Mensaje con motivo de la Jornada Mundial del Turismo 2015
(27 de septiembre) publicado hoy por el Pontificio Consejo para la
Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. El mensaje, fechado el 24 de
junio, está firmado por el Cardenal Antonio Maria Vegliò y por el Obispo
Joseph Kalathiparambil, respectivamente presidente y secretario de ese
dicasterio.
El
documento, como su título ya indica, se centra en las oportunidades y
desafíos que el incremento masivo del turismo representa para la
sociedad contemporánea y recuerda que el concepto de turista está siendo
sustituido cada vez más por el de viajero, es decir, la persona que no
se limita a visitar un lugar, sino que, de alguna manera, se convierte
en parte integrante del mismo. A la luz de la encíclica del Papa
FRANCISCO Laudato sí', el Mensaje señala que el sector turístico,
aprovechando las riquezas naturales y culturales, puede promover su
conservación o, paradójicamente, su destrucción y por último invita a
hacer del viaje ''una experiencia existencial''. Sigue el texto íntegro.
''Fue
en el 2012 cuando se superó la barrera simbólica de mil millones de
llegadas turísticas internacionales. Y los números siguen creciendo,
tanto que las previsiones estiman que en el 2030 se alcanzará el nuevo
objetivo de dos mil millones. A estos datos se deben sumar las cifras
aún más elevadas referidas al turismo local.
Para
la Jornada Mundial del Turismo queremos centrarnos en las oportunidades
y los desafíos planteados por estas estadísticas, y por ello hacemos
nuestro el tema que propone la Organización Mundial del Turismo: ''Mil
millones de turistas, mil millones de oportunidades''.
Dicho
crecimiento plantea un desafío a todos los sectores implicados en este
fenómeno global: turistas, empresas, gobiernos y comunidades locales. Y,
ciertamente, también a la Iglesia. Los mil millones de turistas deben
ser necesariamente considerados sobre todo como mil millones de
oportunidades.
El
presente mensaje se hace público a los pocos días de la presentación de
la encíclica Laudato si’ del Papa
FRANCISCO, dedicada al cuidado de la
casa común. Es un texto que debemos tomar en gran consideración, ya que
ofrece importantes directrices a seguir en nuestra atención al mundo del
turismo.
Estamos
en una fase de transformaciones, en la que cambia el modo de
desplazarse y, en consecuencia, también la experiencia del viaje. Quien
se traslada a un país distinto del suyo, lo hace con el deseo,
consciente o inconsciente, de despertar la parte más recóndita de sí a
través del encuentro, el compartir y el intercambio. El turista busca
cada vez más un contacto directo con lo diverso en su singularidad.
Se
ha debilitado el concepto clásico de ''turista'' al tiempo que se ha
fortalecido el de ''viajero'', es decir, aquél que no se limita a
visitar un lugar, sino que, de alguna manera, se convierte en parte
integrante del mismo. Ha nacido el ''ciudadano del mundo''. Ya no ver
sino pertenecer, no curiosear sino vivir, ya no analizar sino unirse. No
sin respeto por lo que y a quien se encuentra.
En
la última encíclica, el Papa
FRANCISCO nos invita a acercarnos a la
naturaleza con ''apertura al estupor y a la maravilla'', hablando ''el
lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el
mundo'' . Ese es el acercamiento correcto que hay que adoptar ante los
lugares y los pueblos visitados. Este es el camino para aprovechar las
mil millones de oportunidades y hacerlas fructificar aún más.
Las
empresas del sector son las primeras que deben implicarse en la
realización del bien común. La responsabilidad de las compañías es
grande, también en el ámbito turístico, y para poder aprovechar las mil
millones de oportunidades es necesario que sean conscientes de ello.
Objetivo final no debe ser tanto el lucro cuanto la oferta al viajero de
caminos transitables que le lleven a esa experiencia que está buscando.
Y las empresas deben hacer esto desde el respeto a las personas y al
ambiente. Es importante no perder la conciencia de los rostros. Los
turistas no pueden reducirse a una simple estadística o a una fuente de
ingresos. Es necesario poner en práctica formas de negocio turístico
estudiadas con y para las personas, invirtiendo en los individuos y en
la sostenibilidad a fin de también ofrecer oportunidades laborales desde
el respeto a la casa común.
Al
mismo tiempo, los gobiernos deben garantizar el cumplimiento de las
leyes y crear otras nuevas adecuadas para la protección de la dignidad
de la persona, de la comunidad y del territorio. Es esencial una actitud
decidida. Incluso en el ámbito turístico, las autoridades civiles de
los distintos países deben pensar en estrategias compartidas para crear
redes socioeconómicas globalizadas en favor de las comunidades locales y
de los viajeros, para así poder aprovechar positivamente las mil
millones de oportunidades que ofrece la interacción.
En
este contexto, también las comunidades locales están llamados a abrir
sus confines a la acogida de quien llega de otros lugares movido por una
sed de conocimiento. Una oportunidad única para el enriquecimiento
recíproco y el crecimiento común. Ofrecer hospitalidad permite hacer
fructificar las potencialidades ambientales, sociales y culturales,
crear nuevos puestos de trabajo, desarrollar la propia identidad y
valorizar el territorio. Mil millones de oportunidades para el progreso,
especialmente para los países en vías de desarrollo. Incrementar el
turismo y, en particular, en sus formas más responsables permite
encaminarse hacia el futuro firmes en la propia especificidad, historia y
cultura. Generar ingresos y promover el patrimonio específico permite
despertar esa sensación de orgullo y autoestima útiles para reforzar la
dignidad de las comunidades de acogida, que deben estar siempre atentas a
no traicionar el territorio, las tradiciones y la identidad en favor de
los turistas.Es en las comunidades locales que ''se puede generar una
mayor responsabilidad, un fuerte sentido comunitario, una especial
capacidad de cuidado y una creatividad más generosa, un entrañable amor a
la propia tierra, así como se piensa en lo que se deja a los hijos y a
los nietos''.
Mil
millones de turistas, si son adecuadamente acogidos, pueden convertirse
en una importante fuente de bienestar y de desarrollo sostenible para
todo el planeta. La globalización del turismo también conduce al
nacimiento de un sentido cívico individual y colectivo. Cada viajero,
adoptando un criterio más adecuado para recorrer el mundo, se convierte
en parte activa en la protección de la Tierra. El esfuerzo de cada
individuo multiplicado por mil millones se convierte en una gran
revolución.
En
el viaje también se esconde un deseo de autenticidad que se expresa en
la inmediatez de las relaciones, en el dejarse involucrar por las
comunidades visitadas. Nace la necesidad de alejarse del mundo virtual,
capaz de crear distancias y conocimientos impersonales, y de redescubrir
la autenticidad del encuentro con el otro. Y la economía del compartir
puede tejer una red a través de la cual se acrecientan una humanidad y
una fraternidad capaces de generar un intercambio equitativo de bienes y
servicios.
El
turismo representa mil millones de oportunidades también para la misión
evangelizadora de la Iglesia. ''Nada hay verdaderamente humano que no
encuentre eco en su corazón''. Es importante, en primer lugar, que
acompañe a los católicos con propuestas litúrgicas y formativas. Debe
también iluminar a quien, en la experiencia del viaje, abre su corazón y
se interroga, realizando así un verdadero primer anuncio del Evangelio.
Es indispensable que la Iglesia salga y se haga cercana a los viajeros
para ofrecer una respuesta adecuada e personalizada a su búsqueda
interior; abriendo el corazón al otro, la Iglesia hace posible un
encuentro más auténtico con Dios. Con este fin se debería profundizar en
la acogida por parte de las comunidades parroquiales y en la formación
religiosa de personal turístico.
Tarea
de la Iglesia es también educar a vivir el tiempo libre. El Santo Padre
nos recuerda que ''la espiritualidad cristiana incorpora el valor del
descanso y de la fiesta. El ser humano tiende a reducir el descanso
contemplativo al ámbito de lo infecundo o innecesario, olvidando que así
se quita a la obra que se realiza lo más importante: su sentido.
Estamos llamados a incluir en nuestro obrar una dimensión receptiva y
gratuita, que es algo diferente de un mero no hacer'' .
No
deberemos olvidar la convocatoria realizada por el Papa
FRANCISCO a
celebrar el Año Santo de la Misericordia. Debemos preguntarnos sobre
cómo la pastoral del turismo y de las peregrinaciones puede ser un
ámbito para ''experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y
ofrece esperanza''. Signo peculiar de este tiempo jubilar será sin duda
la peregrinación.
Fiel
a su misión, y partiendo de la convicción que ''evangelizamos también
cuando tratamos de afrontar los diversos desafíos que puedan
presentarse'', la Iglesia colabora para hacer del turismo un medio para
el desarrollo de los pueblos, especialmente de los más desfavorecidos,
promoviendo proyectos simples pero eficaces. La Iglesia y las
instituciones deben, sin embargo, estar siempre atentas para evitar que
mil millones de oportunidades se transformen mil millones de riesgos,
colaborando en la protección de la dignidad de la persona, de los
derechos laborales, de la identidad cultural, del respeto del ambiente,
etc.
Mil
millones de oportunidades también para el ambiente. ''Todo el universo
material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia
nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios'' .
Entre el turismo y el medio ambiente existe una estrecha
interdependencia. El sector turístico, aprovechando las riquezas
naturales y culturales, puede promover su conservación o,
paradójicamente, su destrucción. En esta relación, la encíclica Laudato
si’ aparece como una buena compañera de viaje.
Muchas
veces fingimos no ver el problema. ''Este comportamiento evasivo nos
sirve para seguir con nuestros estilos de vida, de producción y de
consumo''. Actuando no como dueño sino como ''administrador
responsable'', cada uno tiene sus propias obligaciones que se deben
concretar en acciones precisas, que van desde una legislación específica
y coordinada a simples gestos cotidianos, pasando por programas
educativos apropiados y proyectos turísticos sostenibles y respetuosos.
Todo tiene su importancia. Pero es necesario, y sin duda más
importante, un cambio en los estilos de vida y en las actitudes. ''La
espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una
capacidad de gozar con poco''.
El
sector turístico también puede ser una oportunidad, es más, mil
millones de oportunidades para construir caminos de paz. El encuentro,
el intercambio y el compartir favorecen la armonía y la concordia.
Mil
millones de ocasiones para transformar el viaje en una experiencia
existencial. Mil millones de posibilidades para ser artífices de un
mundo mejor, conscientes de la riqueza que se encuentra en la maleta de
cada viajero. Mil millones de turistas, mil millones de oportunidades
para convertirse en ''los instrumentos del Padre Dios para que nuestro
planeta sea lo que él soñó al crearlo y responda a su proyecto de paz,
belleza y plenitud".