A
continuación propuso a los ministros tres principios que deberían
inspirar sus trabajos. En primer lugar, el principio de la solidaridad.
''Una palabra -observó- que a veces se olvida, y de la que a veces se
abusa de forma estéril. Sabemos que las personas más vulnerables a la
degradación del medio ambiente son los pobres, que sufren las
consecuencias más graves. Solidaridad significa entonces implementar
herramientas eficaces, capaces de unir la lucha contra la degradación
ambiental con la lucha a la pobreza. Hay muchas experiencias positivas
en este sentido. Por ejemplo, el desarrollo y la transferencia de
tecnologías apropiadas, capaces de emplear mejor los recursos humanos,
naturales y socioeconómicos, más fácilmente disponibles a nivel local,
con el fin de garantizar su sostenibilidad también a largo plazo''.
En
segundo lugar, el principio de justicia. ''En la encíclica "Laudato sí"
– recordó- hablé de la "deuda ecológica", especialmente entre el Norte y
el Sur, vinculada con los desequilibrios comerciales que repercuten en
el ámbito ecológico, así como del uso desproporcionado de los recursos
naturales que históricamente llevan a cabo algunos países. Debemos
saldar esta deuda. Estos últimos paíes están llamados a contribuir a la
solución de esta deuda dando un buen ejemplo, limitando sustancialmente
el consumo de energía no renovable, proporcionando recursos a los países
más necesitados para promover políticas y programas de desarrollo
sostenible, adoptando sistemas de gestión adecuada de los bosques, del
transporte, de los residuos, abordando seriamente el grave problema del
despilfarro de alimentos, favoreciendo un modelo circular de la
economía, fomentando nuevas actitudes y estilos de vida''.
En
tercer lugar, el principio de participación, que ''requiere que todas
las partes en causa se involucren, incluso las que a menudo se quedan al
margen de la toma de decisiones. Vivimos en una época muy interesante:
por un lado, la ciencia y la tecnología ponen en nuestras manos un poder
sin precedentes; por el otro, el uso apropiado de este poder presupone
la adopción de una visión más integral e integradora. Para ello es
necesario abrir la puerta a un diálogo... inspirado por esa visión
enraizada en la ecología integral, que es el tema de la encíclica
"Laudato sí". Se trata obviamente de un gran reto cultural, espiritual y
educativo. Solidaridad, justicia y participación por respeto de nuestra
dignidad y por respeto de la creación''.
Al
final, el Pontífice, despidiéndose de los ministros les animó en su
tarea, subrayando que tanto él como la Santa Sede no dejarán de dar
apoyo para ''responder adecuadamente al grito de la tierra y al grito de
los pobres''.