Durante
las conversaciones, transcurridas en un clima cordial, se reiteró la
voluntad de consolidar las buenas relaciones entre la Santa Sede y el
Gran Ducado de Luxemburgo y de hacer frente a temas de interés común,
prestando especial atención a las relaciones entre la Iglesia y el
Estado y destacando la importancia de la libertad religiosa y de los
valores espirituales en la cohesión de la sociedad.
Dado
que Luxemburgo ocupa la presidencia de turno de la Unión Europea y,
prosiguiendo las conversaciones, se abordaron algunas cuestiones de
carácter europeo e internacional, en particular los conflictos en curso,
las migraciones y la necesidad de suministrar una asistencia adecuada a
los prófugos y a los refugiados, y la situación de las minorías
religiosas perseguidas.