![]() |
Imagen: www.perfil.com |
Filadelfia, ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA, 28 de septiembre de 2015 (VIS).- Cientos de miles de personas asistieron ayer a las 16.00 (hora local, 22.00 hora de Roma) en el Parque Benjamin Franklin de Filadelfia a la misa de clausura del VIII Encuentro Mundial de las Familias presidida por el Santo Padre FRANCISCO, durante la cual el Arzobispo Vincenzo Paglia, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, también anunció que el próximo Encuentro tendrá lugar en Dublín (Irlanda) en 2018.
En
su homilía el Papa partió de las dos lecturas de la liturgia de hoy,
que hablan del escándalo de la gente ante los milagros y las profecías
inesperados, como en la primera lectura, cuando Josué dice a Moisés que
dos miembros del pueblo están proclamando la Palabra de Dios sin un
mandato. También en el Evangelio, Juan dice a Jesús que los discípulos
han impedido a un hombre sacar espíritus inmundos en su nombre. ''Y aquí
viene la sorpresa -señaló- Moisés y Jesús reprenden a estos
colaboradores por ser tan estrechos de mente. ¡Ojalá fueran todos
profetas de la Palabra de Dios! ¡Ojalá que cada uno pudiera obrar
milagros en el nombre del Señor!''.
Pero
Jesús encuentra, en cambio, ''hostilidad en la gente que no había
aceptado cuanto dijo e hizo. Para ellos, la apertura de Jesús a la fe
honesta y sincera de muchas personas que no formaban parte del pueblo
elegido de Dios, les parecía intolerable. Los discípulos, por su parte,
actuaron de buena fe, pero la tentación de ser escandalizados por la
libertad de Dios que hace llover sobre ''justos e injustos'' saltándose
la burocracia, el oficialismo y los círculos íntimos, amenaza la
autenticidad de la fe y, por tanto, tiene que ser vigorosamente
rechazada. Cuando nos damos cuenta de esto, podemos entender por qué las
palabras de Jesús sobre el escándalo son tan duras. Para Jesús, el
escándalo intolerable consiste en es todo lo que destruye y corrompe
nuestra confianza en este modo de actuar del Espíritu''.
''Nuestro
Padre no se deja ganar en generosidad y siembra.Siembra su presencia en
nuestro mundo, ya que ''el amor no consiste en que nosotros hayamos
amado primero a Dios, sino en que Él nos amó primero''. Amor que nos da
la una certeza honda: somos buscados por Él, somos esperados por Él. Esa
confianza es la que lleva al discípulo a estimular, acompañar y hacer
crecer todas las buenas iniciativas que existen a su alrededor. Dios
quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio. No
impidan todo lo bueno, dice Jesús, por el contrario, ayúdenlo a crecer.
Poner en duda la obra del Espíritu, dar la impresión que la misma no
tiene nada que ver con aquellos que ''no son parte de nuestro grupo'',
que no son ''como nosotros'', es una tentación peligrosa. No bloquea
solamente la conversión a la fe, sino que constituye una perversión de
la fe''.
''La
fe abre la ''ventana'' a la presencia actuante del Espíritu y nos
muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a los
pequeños gestos. ''El que les dé a beber un vaso de agua en mi nombre
–dice Jesús..- no se quedará sin recompensa''. Son gestos mínimos que
uno aprende en el hogar; gestos de familia que se pierden en el
anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada....
El amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo
cotidiano que hace que la vida siempre tenga siempre sabor a hogar. La
fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, nuestras
familias, nuestros hogares, son verdaderas Iglesias domésticas. Es el
lugar propio donde la fe se hace vida y la vida crece en la se hace
fe''.
''Jesús
nos invita a no impedir esos pequeños gestos milagrosos, por el
contrario, quiere que los provoquemos, que los hagamos crecer, que
acompañemos la vida como se nos presenta, ayudando a despertar todos los
pequeños gestos de amor, signos de su presencia viva y actuante en
nuestro mundo.Esta actitud a la que somos invitados nos lleva a
preguntarnos, hoy, aquí, en el final de esta fiesta: ¿Cómo estamos
trabajando para vivir esta lógica en nuestros hogares, en nuestras
sociedades? ¿Qué tipo de mundo queremos dejarle a nuestros hijos?.
Pregunta que no podemos responder sólo nosotros. Es el Espíritu que nos
invita y desafía a responderla con la gran familia humana. Nuestra casa
común no tolera más divisiones estériles. El desafío urgente de proteger
nuestra casa incluye la preocupación de unir a toda la familia humana
en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, porque sabemos
que las cosas pueden cambiar . Que nuestros hijos encuentren en nosotros
referentes de comunión, no de división. Que nuestros hijos encuentren
en nosotros hombres y mujeres capaces de unirse a los demás para hacer
germinar todo lo bueno que el Padre sembró''.
''Nosotros
los cristianos, discípulos del Señor, pedimos a las familias del mundo
que nos ayuden -exclamó FRANCISCO- Somos muchos los que participamos en
esta celebración y esto es ya en sí mismo algo profético, una especie de
milagro en el mundo de hoy, que está cansado de inventar nuevas
divisiones, nuevos quebrantos, nuevos desastres. Ojalá todos fuéramos
profetas. Ojalá cada uno de nosotros se abriera a los milagros del amor
para el bien de su propia familia y de todas las familias del mundo –y
estoy hablando de milagros de amor-, y poder así superar el escándalo de
un amor mezquino y desconfiado, encerrado en sí mismo e impaciente con
los demás''.
''Qué
bonito sería si en todas partes, y también más allá de nuestras
fronteras, pudiéramos alentar y valorar esta profecía y este milagro'',
finalizó el Papa, pidiendo a Dios que concediera a todos ''ser profetas
del gozo del Evangelio, del Evangelio de la familia, del amor de la
familia, ser profetas como discípulos del Señor, y nos conceda la gracia
de ser dignos de esta pureza de corazón que no se escandaliza del
Evangelio''.
Al
final de la Eucaristía, el Papa entregó el Evangelio de San Lucas a
cinco familias en representación de los cinco continentes,
respectivamente de Kinshasa (África), Hanoi (Asia), Marsella (Europa),
Sydney (Australia) y La Habana (América).