viernes, 18 de septiembre de 2015

Maristas de Alepo: "Denunciando los crímenes todos los días, existe el peligro de acostumbrarnos al horror"

Aleppo, SIRIA (Agencia Fides, 18/09/2015) - “Si no os escribimos con la frecuencia habitual nuestras cartas desde Aleppo, aunque ustedes, amigos nuestros, nos siguen pidiendo noticias, es porque creemos que la repetición de la denuncia de los crímenes cometidos y del sufrimiento de los sirios, corre el riesgo de convertirse en algo banal”. Así comienza su última “carta desde Aleppo” el Dr. Nabil Antaki, miembro de la comunidad Marista de Alepo y director de una de los últimas dos hospitales de la ciudad que siguen funcionando, y que generalmente difunden noticias y consideraciones sobre lo que está sucediendo en la ciudad mártir de Siria a través de cartas periódicas enviadas a amigos, conocidos y profesionales de la comunicación.
 

“Tenemos miedo de que, a fuerza de leer las atrocidades que se cometen en Siria” sigue diciendo Antaki “se pierda la capacidad de indignarse, resignándose a aceptar lo inaceptable, y de esta manera nosotros nos convertimos en cierta manera en parte responsables de la penalización del horror”. En la carta, recibida también por la Agencia Fides, el hermano marista, en nombre de toda la comunidad, traza algunos ejemplos de este riesgo: “decapitar a seres humanos. Ustedes hace un año protestaron cuando decapitaron a algunos occidentales. ¡Por desgracia, no eran los primeros! Cientos de sirios ya habían sido víctimas de esta barbarie. Muchos otros han corrido la misma suerte; el último en orden de tiempo, ha sido el director de la zona arqueológica de Palmira, un científico de 82 años, pero ha habido pocas protestas”.
 

Siria, martirizada por “bandas criminales” - continúa el hermano marista -, “se esta vaciando de su pueblo, en especial de sus cristianos. Se han convertido en los 'refugiados' que dan tantos problemas. Ustedes harían bien en escucharlos mientras hablan de sus sufrimientos y de los peligros a los que se enfrentan para pasar a Europa clandestinamente. ¡Deben permanecer en sus casas, dicen algunos! Pero en sus casas se vive el infierno, hay caos, hay muerte. No son migrantes, como os gusta llamarles para aliviar vuestra conciencia, son refugiados; y luego, si los refugiados molestan tanto, la próxima vez, antes de empezar una guerra en su país, pensadlo bien”.