CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.mx - Octubre 24 de 2015). La 17a. Congregación General del Sínodo ordinario sobre la familia, para la lectura en el Aula de la Relación final, fue abierta a las 9.00 horas de esta mañana, en el Aula del Sínodo en el Vaticano con el canto de la Hora Tercia.
Texto íntegro de la Homilía pronunciada por Monseñor Mario Iceta
Gavicagogeascoa, Obispo de Bilbao (España):
Querido Santo Padre y hermanos en el episcopado y el sacerdocio, miembros de la vida consagrada, queridos hermanos y hermanas.
Vamos concluyendo el trabajo sinodal como una experiencia de gracia, de
comunión, de colegialidad y de servicio. Hemos pedido el don del
Espíritu Santo y hemos querido que sea Él quien guíe nuestra labor. El
Santo Padre afirmo al comienzo de este acontecimiento que “el Sínodo
podrá ser un espacio de la acción del Espíritu Santo sólo si nos
revestimos de coraje apostólico, de humildad evangélica y de oración
confiada.”
En efecto, la oración es el quicio y fundamento de la
actividad apostólica. El domingo pasado eran canonizados los padres de
Santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones. Qué curioso, una
monja contemplativa, que no abandonó jamás las paredes de su convento,
es patrona de la actividad misionera. La vida contemplativa, la vida de
oración se encuentra en el fundamento de la actividad apostólica y
misionera, también para nosotros.
Por eso, ante las decisiones
que en el ejercicio del ministerio episcopal hemos de tomar, viene a mi
memoria el pasaje de la elección de Matías para ser integrado en el
colegio apostólico. “Entonces oraron así: Tú, Señor, que conoces los
corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido” (Act
1, 24). Este es nuestro método: muéstranos lo que Tu quieres, haznos
conocer tu voluntad. Sumidos en la oración, pedir a Dios que nos muestre
sus caminos, que nos haga ver cuál es su designio y no el mío propio, y
cuáles son los caminos que hemos de recorrer para acompañar a las
familias en la fidelidad a la vocación a la que han sido llamadas.
Junto a la oración se nos recordaba la necesidad de la humildad
evangélica para conocer la voluntad de Dios: “Te doy gracias Padre,
Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos y se lo has revelado a la gente sencilla” (Mt 11,
25).
En Bilbao tenemos una Universidad Católica de prestigio, la
Universidad de Deusto. Universidad que es paraninfo de los saberes, de
las ciencias. Curiosamente, durante 41 años un hermano lego jesuíta
vivió en la portería de dicha Universidad hasta que entregó santamente
su vida al Señor. Me refiero al beato Francisco Gárate. Su vida, en la
entrada de la Universidad, en humildad, servicio, pobreza,
disponibilidad continua, es imagen encarnada de que la humildad es el
camino al conocimiento de la sabiduría de Dios. Como afirma el libro de
los Proverbios “la arrogancia acarrea la deshonra; pero por la humildad
se accede a la sabiduría” (Prov 11, 2). Y como después volverá a
afirmar San Pablo: “Está escrito, inutilizaré la sabiduría de los sabios
y anularé la inteligencia de los inteligentes... Porque los judíos
piden milagros y los griegos buscan sabiduría, mas nosotros predicamos a
Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los
gentiles, pero poder y sabiduría de Dios para los llamados” (1 Cor
1, 19.22-24). Y Santa Teresa de Ávila, cuyo quinto centenario de
nacimiento acabamos de celebrar nos dirá sabiamente: “Andar en humildad
es andar en verdad”.
Esta vida orante, esta humildad evangélica,
nos permitirá actuar con coraje apostólico, la parresia de la que nos
habla san Pablo, puestos los ojos en Cristo y por amor a Él sirviendo a
las familias de este mundo, iluminando su caminar con la Palabra de Dios
y la Tradición viva de la Iglesia, sosteniéndola y acompañándola en sus
gozos y tristezas, para que vivan en plenitud la alianza de amor que
disipa la oscuridad, vence la soledad y el individualismo, recrea la
humanidad, genera vida y esperanza, acoge y sana lo que parece perdido,
construye la Iglesia y el mundo.
Concluyo, hoy sábado, invocando la intercesión materna de la Virgen
María. Las madres son las que transforman la casa en un hogar. Ella hace
que la Iglesia no sólo sea Templo, sino también hogar, lugar cálido,
familiar, de acogida y misericordia. A Ella acudimos esta mañana. Es la
Esposa del Espíritu Santo, que la hizo concebir de modo virginal. Bajo
su protección nos acogemos esta mañana. En Ella aprendemos a acoger el
don de Dios, el Santo Espíritu, la Persona Amor, que nos ilumine y nos
asista en la tarea que hoy se nos ha encomendado. Amen.
Fuente:
http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2015/10/24/0812/01815.html