''Desde
los inicios de la vida de la Iglesia, los cristianos -explicó- ...hemos
tenido siempre la convicción de que la sangre de los mártires es semilla
de cristianos, como dice Tertuliano. Sangre de un gran número de
cristianos mártires que también hoy, de manera dramática, sigue siendo
derramada en el campo del mundo, con la esperanza cierta que
fructificará en una cosecha abundante de santidad, de justicia,
reconciliación y amor de Dios. Pero recordemos que mártir no se nace. Es
una gracia que el Señor concede, y que concierne en cierto modo a todos
los bautizados. El Arzobispo Romero recordaba: ''Debemos estar
dispuestos a morir por nuestra fe, incluso si el Señor no nos concede
este honor... Dar la vida no significa sólo ser asesinados; dar la vida,
tener espíritu de martirio, es entregarla en el deber, en el silencio,
en la oración, en el cumplimiento honesto del deber; en ese silencio de
la vida cotidiana; dar la vida poco a poco''.
''El
mártir, en efecto -subrayó el Papa- no es alguien que quedó relegado en
el pasado, una bonita imagen que engalana nuestros templos y que
recordamos con cierta nostalgia. No, el mártir es un hermano, una
hermana, que continúa acompañándonos en el misterio de la comunión de
los santos, y que, unido a Cristo, no se desentiende de nuestro
peregrinar terreno, de nuestros sufrimientos, de nuestras angustias. En
la historia reciente de ese querido país, al testimonio de Mons. Romero,
se ha sumado el de otros hermanos y hermanas ...que son un tesoro y una
fundada esperanza para la Iglesia y para la sociedad salvadoreña. El
impacto de su entrega se percibe todavía en nuestros días''.
A
pocas semanas del inicio el Jubileo extraordinario de la Misericordia,
el ejemplo de Monseñor Romero constituye para su querida nación ''un
estímulo y una obra renovada de la proclamación del Evangelio de
Jesucristo, anunciándolo de modo que lo conozcan todas las personas,
para que el amor misericordioso del Divino Salvador invada el corazón y
la historia de su buena gente. El santo pueblo de Dios que peregrina en
el Salvador tiene aún por delante una serie de difíciles tareas, sigue
necesitando, como el resto del mundo, del anuncio evangelizador que le
permita testimoniar, en la comunión de la única Iglesia de Cristo, la
auténtica vida cristiana...''.
''En
esta ocasión hago míos los sentimientos del beato Monseñor Romero, que
con fundada esperanza ansiaba ver la llegada del feliz momento en el que
desapareciera de El Salvador la terrible tragedia del sufrimiento de
tantos de nuestros hermanos a causa del odio, la violencia y la
injusticia. Que el Señor, con una lluvia de misericordia y bondad, con
un torrente de gracias, convierta todos los corazones y la bella patria
que les ha dado, y que lleva el nombre del Divino Salvador, se convierta
en un país donde todos se sientan redimidos y hermanos, sin
diferencias, porque todos somos una sola cosa en Cristo nuestro Señor''.
''Quisiera
añadir algo también que quizás pasamos de largo -improvisó el Papa al
final de su discurso- El martirio de Monseñor Romero no fue puntual en el
momento de su muerte, fue un martirio-testimonio, sufrimiento anterior,
persecución anterior, hasta su muerte. Pero también posterior, porque
una vez muerto –yo era sacerdote joven y fui testigo de eso-, fue
difamado, calumniado, ensuciado, o sea que su martirio se continuó
incluso por hermanos suyos en el sacerdocio y en el episcopado. No hablo
de oídas, he escuchado esas cosas. O sea que es lindo verlo también
así: un hombre que sigue siendo mártir. Bueno, ahora ya creo que casi
ninguno se atreva pero después de haber dado su vida siguió dándola,
dejándose azotar por todas esas incomprensiones y calumnias. Eso a mí me
da fuerza, solo Dios sabe. Solo Dios sabe las historias de las personas
y cuántas veces, a personas que ya han dado su vida o que han muerto,
se las sigue lapidando con la piedra más dura que existe en el mundo: la
lengua''.