Antes
de comenzar la catequesis en la Plaza de San Pedro el Papa FRANCISCO fue al Aula
Pablo VI para saludar a los enfermos, ancianos y a las personas con
diversos problemas de salud que, debido a las malas condiciones
atmosféricas, no pudieron asistir a la audiencia al aire libre.
Francisco los recordó también, una vez llegado a la Plaza, pidiendo unos
minutos de silencio y oración por todos ellos.
La Audiencia se abrió con los saludos de los Cardenales Jean-Louis Tauran,
Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, y
Kurt Koch, Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la
Unidad de los Cristianos. Después de la lectura de un párrafo en
diversas lenguas de la “Nostra Aetate”, tomó la palabra el Santo Padre
que dio la bienvenida y manifestó su agradecimiento a todos los
presentes para recordar juntos el 50 aniversario del documento
conciliar.
''El
Concilio Vaticano II -dijo- fue un momento extraordinario de reflexión,
diálogo y oración para renovar la mirada de la Iglesia Católica sobre
sí misma y sobre el mundo. Una lectura de los signos de los tiempos de
cara a una actualización orientada por una doble fidelidad: fidelidad a
la tradición de la Iglesia y fidelidad a la historia de los hombres y
mujeres de nuestro tiempo. Porque Dios, que se reveló en la creación y
en la historia, que habló por medio de los profetas y plenamente en su
Hijo hecho hombre se dirige al corazón y al espíritu de toda persona que
busca la verdad y los caminos para practicarla''.
FRANCISCO,
reiterando que el mensaje de la Declaración Nostra Aetate es siempre
actual, citó al respecto diversos puntos de la misma: "La creciente
interdependencia entre los pueblos; la búsqueda humana del sentido de la
vida, del sufrimiento, de la muerte, de las preguntas que siempre
acompañan nuestro camino; el origen común y el destino común de la
humanidad;la unidad de la familia humana; las religiones como búsqueda
de Dios o del Absoluto, dentro de los diversos grupos étnicos y
culturas; la mirada benevolente y atenta de la Iglesia sobre las
religiones que no rechaza nada de lo que en ellas hay de verdadero y
bello; la Iglesia mira con estima a los creyentes de todas las
religiones, apreciando su compromiso espiritual y moral; la Iglesia,
abierta al diálogo con todos, es a la vez fiel a las verdades en que
cree, comenzando por la que afirma que la salvación ofrecida a todos
tiene su origen en Jesús, el único Salvador, y que el Espíritu Santo
obra como fuente de paz y amor".
En
estos últimos años, como recordó el Pontífice, han sido numerosas las
iniciativas, las relaciones institucionales o personales con las
religiones no cristianas encaminadas a promover la amistad y la unión
entre las personas. Entre ellas, citó especialmente el encuentro en Asís
el 27 de octubre de 1986 promovido por San Juan Pablo II.
Asimismo
resaltó la gran transformación experimentada en los últimos 50 años en
la relación entre los cristianos y los judíos. ''La indiferencia y la
oposición se han convertido en cooperación y benevolencia -subrayó- De
enemigos y extraños nos hemos convertido en amigos y hermanos. El
Concilio, con la Declaración Nostra Aetate, allanó el camino: "Sí" al
redescubrimiento de las raíces judías del cristianismo; "No" a cualquier
forma de antisemitismo y condena de cualquier injuria, discriminación y
persecución que de ellos se derivan. El conocimiento, el respeto y la
estima mutua son el camino que, si es válido sobre todo para la relación
con los judíos, también se aplica a las relaciones con otras
religiones''. ''Pienso en particular en los musulmanes -añadió
FRANCISCO- que, como nos recuerda el Concilio - "adoran al único Dios,
viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, creador del
cielo y de la tierra, que habló a los hombres: Se refieren a la
paternidad de Abraham, veneran a Jesús como profeta, honran a María, su
Madre virginal, esperan el día del juicio, y practican la oración, las
limosnas y el ayuno''.
''El
diálogo que necesitamos no puede dejar de ser abierto y respetuoso:
entonces será fructífero. El respeto mutuo es condición y, al mismo
tiempo, objetivo del diálogo interreligioso: respetar el derecho de los
demás a la vida, a la integridad física, a las libertades fundamentales,
es decir, la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión y de
religión. El mundo nos mira a nosotros, a los creyentes, nos exhorta a
cooperar unos con otros y con los hombres y mujeres de buena voluntad
que no profesan ninguna religión, nos pide respuestas efectivas sobre
muchos temas: la paz, el hambre, la miseria que aflige a millones de
seres humanos, la crisis ambiental, la violencia, en particular la
cometida en nombre de la religión, la corrupción, la decadencia moral,
la crisis de la familia,de la economía, de las finanzas, y sobre todo de
la esperanza. Nosotros, los creyentes no tenemos recetas para estos
problemas, pero tenemos un gran recurso: la oración. Tenemos que rezar.
La oración es nuestro tesoro, al que nos acercamos según las respectivas
tradiciones, para pedir los dones que anhela la humanidad'', afirmó el
Obispo de Roma.
También
constató que la violencia y el terrorismo han favorecido ''una actitud
de sospecha o incluso de condena de las religiones. De hecho, aunque
ninguna religión es inmune a los riesgos de desviaciones en los
individuos o grupos fundamentalistas o extremistas hay que mirar los
valores positivos que viven y proponen, y que son fuente de esperanza''.
Del diálogo basado en la confianza pueden brotar la amistad y la
cooperación en muchos campos, especialmente en el servicio a los pobres,
los jóvenes, los ancianos, en la acogida de los migrantes, en la
atención a los excluidos, así como en la defensa de un bien común, como
el medio ambiente.
De
cara a esa cooperación, el inminente Jubileo extraordinario de la
Misericordia brinda una oportunidad extraordinaria en el ámbito de las
obras de caridad. ''Y en ese campo, donde cuenta, sobre todo, la
compasión -destacó el Papa- pueden unirse a nosotros tantas personas
que no se sienten creyentes o que están en busca de Dios y de la verdad;
personas que ponen en el centro el rostro del otro, sobre todo el del
hermano o la hermana necesitados. Pero la misericordia a la que estamos
llamados abraza toda la creación que Dios nos confío para que fuéramos
sus custodios, no sus explotadores o, peor aún, sus destructores.
Tendríamos que proponernos siempre dejar el mundo mejor de cómo lo
encontramos''.
El
Papa concluyó instando a todos a rezar por el futuro del diálogo
interreligioso. ''Y a rezar unos por otros, somos hermanos -exclamó- Sin
el Señor, nada es posible; con El, todo se hace posible !Que nuestra
oración, cada uno según su propia tradición, se adhiera plenamente a la
voluntad de Dios, que quiere que todos los hombres se reconozcan
hermanos y vivan como tal, formando la gran familia humana en la armonía
de la diversidad!''.
Acabados
los saludos en francés, inglés, alemán, español, portugués, árabe y polaco, el Papa invitó a todos a rezar al
Señor, siguiendo la tradición propia, pidiéndole que nos hiciera más
hermanos entre nosotros y más servidores de nuestros hermanos
necesitados.
Estas fueron sus palabras en castellano:
"Queridos hermanos y hermanas:
Doy la bienvenida y agradezco a todas las personas y grupos de diversas religiones presentes en este encuentro para recordar juntos el 50 aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Con este importante documento, la Iglesia manifestaba su aprecio y estima por los creyentes de todas las religiones y todo lo que de bueno y de hermoso hay en ellas. En estos últimos años han sido numerosas las iniciativas, las relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas, encaminadas a promover la amistad y la unión entre los hombres. El Señor desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tales, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad.
El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos llama a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad que no profesan alguna religión. Es importante continuar con un diálogo interreligioso abierto y respetuoso, que ayude a conocerse más y afrontar juntos muchos de los problemas que afligen a la humanidad, como el servicio a los pobres, a los excluidos, a los ancianos, la acogida a los emigrantes, el cuidado de la creación, así como asegurar a todas las personas una vida más digna. Debemos dejar un mundo mejor de cómo lo hemos encontrado. Y para favorecer este diálogo lo más importante que hacer es rezar, la oración. Cada religión según su propia tradición. Con el Señor todo es posible.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el V Congreso de la Fundación Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, que se celebra en Madrid, así como a los grupos venidos de España y Latinoamérica. Muchas gracias".
La Audiencia General concluyó con el canto del Pater Noster y la Bendición Apostólica del Santo Padre.
Doy la bienvenida y agradezco a todas las personas y grupos de diversas religiones presentes en este encuentro para recordar juntos el 50 aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. Con este importante documento, la Iglesia manifestaba su aprecio y estima por los creyentes de todas las religiones y todo lo que de bueno y de hermoso hay en ellas. En estos últimos años han sido numerosas las iniciativas, las relaciones institucionales o personales con las religiones no cristianas, encaminadas a promover la amistad y la unión entre los hombres. El Señor desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tales, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad.
El mundo nos mira a nosotros los creyentes, nos llama a colaborar entre nosotros y con los hombres y las mujeres de buena voluntad que no profesan alguna religión. Es importante continuar con un diálogo interreligioso abierto y respetuoso, que ayude a conocerse más y afrontar juntos muchos de los problemas que afligen a la humanidad, como el servicio a los pobres, a los excluidos, a los ancianos, la acogida a los emigrantes, el cuidado de la creación, así como asegurar a todas las personas una vida más digna. Debemos dejar un mundo mejor de cómo lo hemos encontrado. Y para favorecer este diálogo lo más importante que hacer es rezar, la oración. Cada religión según su propia tradición. Con el Señor todo es posible.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el V Congreso de la Fundación Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, que se celebra en Madrid, así como a los grupos venidos de España y Latinoamérica. Muchas gracias".
La Audiencia General concluyó con el canto del Pater Noster y la Bendición Apostólica del Santo Padre.