sábado, 31 de octubre de 2015

FRANCISCO: Ángelus de octubre 2015 (25, 18, 11 y 4)

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO
OCTUBRE 2015


Plaza de San Pedro
Domingo 25 de octubre de 2015




Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Esta mañana con la santa misa celebrada en la basílica de San Pedro ha concluido la Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos sobre la familia. Invito a todos a dar gracias a Dios por estas tres semanas de trabajo intenso, animado por la oración y por un espíritu de verdadera comunión. Ha sido arduo, pero un verdadero don de Dios, que dará seguramente mucho fruto.


La palabra «sínodo» significa «caminar juntos». Y lo que hemos vivido ha sido la experiencia de la Iglesia en camino, en camino especialmente con las familias del pueblo santo de Dios disperso en todo el mundo. Por eso me ha impresionado la Palabra de Dios que hoy nos sale al encuentro en la profecía de Jeremías. Dice así: «Los traeré del país del norte, los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos habrá ciegos y cojos, lo mismo preñadas que paridas: volverá una enorme multitud». Y el profeta añade: «Vendrán todos llorando y yo los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por camino llano, sin tropiezos. Seré un padre para Israel» (31, 8-9). Esta palabra de Dios nos dice que el primero que quiere caminar con nosotros, que quiere hacer «sínodo» con nosotros es precisamente Él, nuestro Padre. Su «sueño», desde siempre y por siempre, es el de formar un pueblo, reunirlo, guiarlo hacia la tierra de la libertad y la paz. Y este pueblo está hecho de familias: están «la mujer embarazada y la que da a luz», es un pueblo que mientras camina lleva adelante la vida, con la bendición de Dios.


Es un pueblo que no excluye a pobres y desfavorecidos, es más, los incluye. Dice el profeta: «Entre ellos están el ciego y el cojo». Es una familia de familias, en la cual quien tiene dificultades no se encuentra marginado, dejado atrás, sino que consigue estar al mismo paso que los otros, porque este pueblo camina al paso de los últimos; como se hace en las familias, y como nos enseña el Señor, que se ha hecho pobre entre los pobres, pequeño con los pequeños, último con los últimos. No lo ha hecho para excluir a los ricos, a los grandes y a los primeros, sino porque éste es el único modo de salvarlos también a ellos, para salvar a todos: ir con los pequeños, con los excluidos y con los últimos.


Os confieso que esta profecía del pueblo en camino la he comparado también con las imágenes de los refugiados que marchan por los caminos de Europa, una realidad dramática de nuestros días. También a ellos Dios les dice: «Vendrán todos llorando y yo los guiaré entre consuelos». También estas familias que sufren, desplazadas de sus tierras, estuvieron presentes con nosotros en el Sínodo, en nuestra oración y en nuestro trabajo, a través de la voz de algunos de sus pastores presentes en la asamblea. Estas personas que buscan dignidad, estas familias que buscan paz están aún con nosotros, la Iglesia no las abandona porque son parte del pueblo que Dios quiere liberar de la esclavitud y guiar a la libertad.


Por lo tanto en esta palabra de Dios, se refleja tanto la experiencia sinodal que hemos vivido como el drama de los refugiados en marcha por los caminos de Europa. Que el Señor por intercesión de la Virgen María nos ayude también a realizarla en estilo de fraterna comunión».


Después del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas,


Saludo a los fieles romanos y a los peregrinos de diversos países.


De modo especial saludo a la Hermandad del Señor de los Milagros de Roma. ¡Cuántos peruanos hay en la plaza!, que con tanta devoción ha traído en procesión la imagen venerada en Lima, Perú, y allí donde haya emigrantes peruanos. Gracias por vuestro testimonio.


Saludo a los peregrinos músicos de la «Musikverein Manhartsberg» que vienen de la diócesis de Viena, y a la orquesta de Landwehr de Friburgo (Suiza), que ayer realizó un concierto de beneficencia.


Saludo a la Asociación de los voluntarios hospitalarios de «San Juan» de Lagonegro; al grupo de la diócesis de Oppido Mamertina-Palmi.


Os deseo a todos un feliz domingo. Y os pido que no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta la vista.

 
----- 0 ----- 


Plaza de San Pedro
Domingo 18 de octubre de 2015



Queridos hermanos y hermanas:


Sigo con gran preocupación la situación de fuerte tensión y violencia que aflige a Tierra Santa. En este momento necesitamos mucho coraje y mucha fortaleza para decir no al odio y la venganza y hacer gestos de paz. Por esto recemos para que Dios refuerce en todos, los gobernantes y los ciudadanos, la valentía de oponerse a la violencia y tomar medidas concretas para la distensión. En el contexto actual de Oriente Medio es más que nunca decisivo que se logre la paz en Tierra Santa: esto nos piden Dios y el bien de la humanidad.


Al final de esta celebración, deseo saludar a todos los que habéis venido a rendir homenaje a los nuevos santos, especialmente a las delegaciones oficiales de Italia, España y Francia.
Saludo a los fieles de las diócesis de Lodi y Cremona, así como a las Hijas del Oratorio. 

Que el ejemplo de san Vicente Grossi sostenga el compromiso a favor de la educación cristiana de las nuevas generaciones.


Saludo a los peregrinos que han venido de España, en particular de Sevilla, y a las Hermanas de la Compañía de la Cruz. Que el testimonio de santa María de la Purísima nos ayude a vivir la solidaridad y cercanía con los más necesitados.


Saludo a los fieles provenientes de Francia, especialmente de Bayeux, Lisieux y Sées: a la intercesión de los santos esposos Luis Martin y María Azelia Guérin encomendamos las alegrías, las esperanzas y las dificultades de las familias francesas y de todo el mundo.


Agradezco a los cardenales, obispos, sacerdotes, personas consagradas, así como a las familias, los grupos parroquiales y asociaciones.


Y ahora nos dirigimos con amor filial a la Virgen María.


----- 0 -----
 

Plaza de San Pedro
Domingo 11 de octubre de 2015



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


El Evangelio de hoy, tomado del capítulo 10 de san Marcos, se articula en tres escenas, marcadas por tres miradas de Jesús.


La primera escena presenta el encuentro entre el Maestro y un hombre que —según el pasaje paralelo de san Mateo— es identificado como «joven». El encuentro de Jesús con un joven. Él corre hacia Jesús, se arrodilla y lo llama «Maestro bueno». Luego le pregunta: «¿qué haré para heredar la vida eterna?», es decir, la felicidad (v. 17). «Vida eterna» no es sólo la vida del más allá, sino que es la vida plena, realizada, sin límites. ¿Qué debemos hacer para alcanzarla? La respuesta de Jesús resume los mandamientos que se refieren al amor al prójimo. A este respecto, ese joven no tiene nada que reprocharse; pero evidentemente la observancia de los preceptos no le basta, no satisface su deseo de plenitud. Y Jesús intuye este deseo que el joven lleva en su corazón; por eso su respuesta se traduce en una mirada intensa, llena de ternura y cariño. Así dice el Evangelio: «Jesús se lo quedó mirando, lo amó» (v. 21). Se dio cuenta de que era un buen joven. Pero Jesús comprende también cuál es el punto débil de su interlocutor y le hace una propuesta concreta: dar todos sus bienes a los pobres y seguirlo. Pero ese joven tiene el corazón dividido entre dos dueños: Dios y el dinero, y se va triste. Esto demuestra que no pueden convivir la fe y el apego a las riquezas. Así, al final, el empuje inicial del joven se desvanece en la infelicidad de un seguimiento naufragado.


En la segunda escena, el evangelista enfoca los ojos de Jesús y esta vez se trata de una mirada pensativa, de advertencia: «Mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas”» (v. 23). Ante el estupor de los discípulos, que se preguntan: «Entonces, ¿quién puede salvarse?» (v. 26), Jesús responde con una mirada de aliento —es la tercera mirada— y dice: la salvación, sí, es «imposible para los hombres, no para Dios» (v. 27). Si nos encomendamos al Señor, podemos superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. Encomendarse al Señor. Él nos dará la fuerza, Él nos da la salvación, Él nos acompaña en el camino.


Y así hemos llegado a la tercera escena, la de la solemne declaración de Jesús: En verdad os digo que quien deja todo para seguirme tendrá la vida eterna en el futuro y cien veces más ya en el presente (cf. vv. 29-30). Este «cien veces más» está hecho de las cosas primero poseídas y luego dejadas, pero que se reencuentran multiplicadas hasta el infinito. Nos privamos de los bienes y recibimos en cambio el gozo del verdadero bien; nos liberamos de la esclavitud de las cosas y ganamos la libertad del servicio por amor; renunciamos a poseer y conseguimos la alegría de dar. Lo que Jesús decía: «Hay más dicha en dar que en recibir» (cf. Hch 20, 35).


El joven no se dejó conquistar por la mirada de amor de Jesús, y así no pudo cambiar. Sólo acogiendo con humilde gratitud el amor del Señor nos liberamos de la seducción de los ídolos y de la ceguera de nuestras ilusiones. El dinero, el placer, el éxito deslumbran, pero luego desilusionan: prometen vida, pero causan muerte. El Señor nos pide el desapego de estas falsas riquezas para entrar en la vida verdadera, la vida plena, auténtica y luminosa. Y yo os pregunto a vosotros, jóvenes, chicos y chicas, que estáis ahora en la plaza: «¿Habéis sentido la mirada de Jesús sobre vosotros? ¿Qué le queréis responder? ¿Preferís dejar esta plaza con la alegría que nos da Jesús o con la tristeza en el corazón que nos ofrece la mundanidad?».


Que la Virgen María nos ayude a abrir nuestro corazón al amor de Jesús, a la mirada de Jesús, el único que puede colmar nuestra sed de felicidad. 



LLAMAMIENTO


Tras la oración mariana el Pontífice expresó su «gran dolor» por la «terrible masacre» que tuvo lugar el sábado 10 en Ankara y pidió un mayor cuidado del medio ambiente para prevenir los desastres naturales.


Ayer recibimos con gran dolor la noticia de la terrible masacre sucedida en Ankara, en Turquía. Dolor por los numerosos muertos. Dolor por los heridos. Dolor porque los terroristas atentaron contra personas indefensas que se manifestaban por la paz. Mientras rezo por ese querido país, pido al Señor que acoja las almas de los difuntos y conforte a los que sufren y a los familiares.


Hagamos una oración en silencio, todos juntos.



Después del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas:


El martes próximo, 13 de octubre, se celebra la Jornada internacional por la reducción de los desastres naturales. Lamentablemente hay que reconocer que los efectos de semejantes calamidades con frecuencia se agravan por la falta de cuidado del medio ambiente por parte del hombre. Me uno a todos los que, de modo previsor, se comprometen con la tutela de nuestra casa común, para promover una cultura global y local de reducción de los desastres y de mayor resiliencia ante ellos, armonizando los nuevos conocimientos con los tradicionales, y con especial atención a las poblaciones más vulnerables.


Saludo con afecto a todos vosotros peregrinos, sobre todo a las familias y a los grupos parroquiales, de Italia y de diversas partes del mundo. En especial: a los diáconos y sacerdotes del Colegio germano-húngaro que fueron ordenados ayer y a quienes animo a emprender con alegría y confianza su servicio a la Iglesia; a los nuevos seminaristas del Venerable Colegio inglés y a la cofradía de la Santa Vera Cruz de Calahorra.


Saludo a los fieles de la parroquia del Sagrado Corazón y de Santa Teresa Margarita Redi, de Arezzo, en el 50° aniversario de su fundación; así como a los de Camaiore y de Capua; al grupo «Jesús ama» que acaba de realizar una semana de evangelización en el barrio romano de Trastevere; a los chicos y chicas que acaban de recibir la Confirmación; y por último, a la Asociación «Davide Ciavattini» para la asistencia a los niños con graves enfermedades de la sangre. A todos os deseo un buen domingo. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
 

----- 0 -----



Plaza de San Pedro
Domingo 4 de octubre de 2015


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Ha concluido hace poco en la basílica de San Pedro la celebración eucarística con la cual hemos dado inicio a la Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos. Los padres sinodales provenientes de todas las partes del mundo y reunidos entorno al sucesor de Pedro, reflexionarán durante tres semanas sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad, para lograr un atento discernimiento espiritual y pastoral.


Tendremos la mirada fija en Jesús para individuar, basándonos en sus enseñanzas de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para un compromiso adecuado de la Iglesia con las familias y para las familias de manera que el plan original del Creador para el hombre y la mujer pueda realizarse y obrar en toda su belleza y fuerza en el mundo de hoy.


La liturgia de este domingo propone justamente el texto fundamental del Libro del Génesis, sobre la complementariedad y reciprocidad entre el hombre y la mujer (cf. Gn 2, 18-24). Por eso —dice la Biblia— abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne, es decir, una sola vida, una sola existencia (cf. v. 24). En tal unidad los cónyuges transmiten la vida a los nuevos seres humanos: se convierten en padres. Participan de la potencia creadora de Dios mismo.


Pero, ¡atención! Dios es amor y se participa de su obra cuando se ama con Él y como Él. Con tal finalidad —dice san Pablo— el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (cf. Rm 5, 5). Y este es también el amor donado a los esposos en el sacramento del matrimonio.


Es el amor que alimenta su relación a través de alegrías y dolores, momentos serenos y difíciles.


Es el amor que suscita el deseo de generar hijos, de esperarlos, acogerlos, criarlos, educarlos.


Es el mismo amor que, en el Evangelio de hoy, Jesús manifiesta a los niños: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios» (Mc 10, 14).


Pidamos hoy al Señor que todos los padres y los educadores del mundo, como también la sociedad entera, sean instrumentos de la acogida y el amor con el cual Jesús abraza a los más pequeños.


Él mira sus corazones con la ternura y la diligencia de un padre y al mismo tiempo de una madre.


Pienso en tantos niños hambrientos, abandonados, explotados, obligados a la guerra, rechazados. Es doloroso ver las imágenes de niños infelices, con la mirada perdida, que huyen de la pobreza y los conflictos, que llaman a nuestras puertas y a nuestros corazones implorando ayuda.


Que el Señor nos ayude a no ser una sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaces de acoger con reglas adecuadas, pero acoger, acoger siempre, con amor.


Os invito a sostener con la oración los trabajos del Sínodo, para que el Espíritu Santo vuelva a los padres sinodales plenamente dóciles a sus inspiraciones.


Invocamos la materna intercesión de la Virgen María, uniéndonos espiritualmente a quienes en este momento, en el Santuario de Pompeya, recitan la «Súplica a la Virgen del Rosario».




Después del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas:


Ayer en Santander, en España, fueron proclamados beatos Pío Heredia y 17 compañeros y compañeras de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia y de San Bernardo, asesinados por su fe durante la Guerra civil española y la persecución religiosa de los años treinta del siglo pasado. Alabemos al Señor por estos valientes testimonios, y por su intercesión supliquémosle que libre al mundo del flagelo de la guerra.


Deseo dirigir al Señor una oración por las víctimas del corrimiento de tierras que ha arrasado una aldea entera en Guatemala, así como a las del aluvión en Francia, en la Costa Azul.


Estemos cerca de las poblaciones duramente golpeadas, también con la solidaridad concreta.


Os doy las gracias a todos vosotros que habéis venido numerosos de Roma, de Italia y de tantas partes del mundo. Saludo a los fieles de la Arquidiócesis de Paderborn (Alemania), a los de Oporto (Portugal), y al grupo del colegio Mekhitarista de Buenos Aires.


En el día de san Francisco de Asís, patrono de Italia, saludo con particular cariño a los peregrinos italianos.


A todos os deseo un feliz domingo. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!


© Copyright - Libreria Editrice Vaticana