CIUDAD DEL VATICANO, 12 de abril de 2016 (VIS).- El Papa FRANCISCO ha escrito un mensaje a los participantes en la
Conferencia “No violencia y paz justa. Constribuir a la comprensión
católica y al compromiso por la no violencia”, organizado por Pax
Christi International y el Pontificio Consejo Justicia y Paz que se
celebra en Roma del 11 al 13 de abril. El mensaje del Papa fue leído
ayer en la apertura de los trabajos por el cardenal Peter Kowdo Appiah
Turkson, Presidente de Justicia y Paz.
En el texto, el Santo Padre observa que el encuentro asume un
carácter particular en este Año de la Misericordia, porque si la
misericordia es efectivamente, “fuente de alegría,de serenidad y de
paz", una paz antes que nada interior que surge de la reconciliación con
el Señor, también es cierto que las circunstancias y el momento
histórico, en el que se celebra la Conferencia, por una parte la cargan
de expectativas y por otra no pueden dejar de ser tenidas en cuenta por
sus participantes.
“Para buscar vías de solución a la singular y terrible "guerra
mundial en pedazos" que en nuestros días gran parte de la humanidad está
viviendo de una manera directa o indirecta -señala FRANCISCO- es
necesario volver a descubrir las razones que llevaron en el siglo
pasado, a los hijos de una civilización en gran parte todavía cristiana,
a dar vida al Movimiento Pax Christi y al Pontificio Consejo Justicia y
Paz. Es decir, es necesario trabajar por una verdadera paz a través del
encuentro entre personas concretas y por la reconciliación entre
pueblos y grupos que se enfrentan desde posturas ideológicas
contrapuestas y comprometerse a realizar esa justicia a la que las
personas, las familias, los pueblos y las naciones sienten que tienen
derecho, en ámbito social, político y económico para cumplir con su
tarea en el mundo. De hecho, junto al "continuo y prudente esfuerzo de
aquella superior fantasía creativa que llamamos diplomacia" que es
necesario nutrir continuamente y a la promoción, en el mundo globalizado
de la justicia, que es "orden en la libertad y en el deber
responsable", hace falta renovar todas las herramientas más adecuadas
para concretar la aspiración a la justicia y la paz de los hombres y
mujeres de hoy. Así, también la reflexión para relanzar el camino de la
no violencia, y sobre todo el de la no violencia activa, constituye una
aportación necesaria y positiva”.
A continuación, el Pontífice señala a los participantes algunas
premisas que le importan mucho, reiterando que el fin último y más digno
de la persona y de la comunidad es la abolición de la guerra. “Todos
sabemos -afirma- que la única condena expresada por el Concilio Vaticano
II fue la de la guerra, incluso sabiendo que, no habiendo sido
desarraigada de la humanidad, "una vez agotados todos los recursos
pacíficos de la diplomacia, no se podrá negar el derecho de legítima
defensa a los gobiernos”.
Otro punto clave es la constatación de que el conflicto “no puede ser
ignorado o disimulado. Ha de ser asumido para no quedarnos atrapados en
él, perdiendo la perspectiva general y el sentido de la unidad profunda
de la realidad. De hecho, sólo aceptando el conflicto, éste se puede
resolver y convertirse en eslabón de ese nuevo proceso que los
“artifices de la paz”, abren.
“Ademas, como cristianos -continúa el Santo Padre- sabemos que
solamente considerando a nuestros semejantes como hermanos y hermanas
superaremos las guerras y la conflictualidad. La Iglesia no se cansa de
repetir que esto es cierto no sólo a nivel individual, sino también a
nivel de los pueblos y naciones, por lo que considera a la Comunidad
internacional come la "Familia de las naciones." Por ese motivo, también
en el Mensaje para la Jornada de la Paz de este año, hice un
llamamiento a los líderes de los Estados para que renovasen "sus
relaciones con otros pueblos, permitiendo a todos una efectiva
participación e inclusión en la vida de la comunidad internacional, para
que se llegue a la fraternidad también dentro de la familia de las
naciones”.
“Como cristianos, sabemos también que el mayor obstáculo que hay que
remover para que esto suceda es el del muro de la indiferencia. La
crónica de los últimos tiempos nos demuestra que si hablo de muro no es
sólo para usar un lenguaje figurado, sino porque esta es la triste
realidad. Una realidad, la de la indiferencia, que abarca no sólo a los
seres humanos sino también al ambiente con consecuencias a menudo
nefastas en términos de seguridad y de paz social”.
Sin embargo, el esfuerzo por superar la indiferencia, advierte el
Papa, solamente tendrá éxito, si “a imitación del Padre, seremos capaces
de mostrar misericordia. Esa misericordia que encuentra en la
solidaridad, por así decirlo, su expresión "política" ya que la
solidaridad constituye la actitud moral y social que mejor responde a la
responsabilidad sobre las plagas de nuestro tiempo y a la
interdependencia entre la vida del individuo y de la comunidad familiar,
local y global”.
“¡Grande es, pues, en nuestro mundo complejo y violento, la tarea que
espera a aquellos que trabajan por la paz, viviendo la experiencia de
la no violencia! -subraya- Lograr el desarme integral "llegando hasta
las mismas conciencias", creando puentes, luchando contra el miedo y
manteniendo un diálogo abierto y sincero, es realmente arduo. Dialogar,
de hecho, es difícil; tenemos que estar preparados a dar y también a
recibir, a no partir del presupuesto que el otro está equivocado, sino,
partiendo de nuestras diferencias, a buscar, sin negociar, el bien de
todos y una vez conseguido el acuerdo, a mantenerlo firmemente”.
El Papa termina invitando a los participantes en la Conferencia a
apoyar dos de las peticiones que dirigió a los líderes de los Estados,
en este Año Jubilar: “la abolición de la pena de muerte, dondequiera que
todavía esté en vigor, junto con la posibilidad de una amnistía, y la
cancelación o la gestión sostenible de la deuda internacional de los
Estados más pobres”.